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Resultados 111 al 120 de 324
  1. #111
    Dicen que la gente “no nace”…”se hace”. Pero curiosamente hay casos en que las cosas no suelen ser así.
    Lean vuestras mercedes y luego opinen.

    LA RONDALLA
    Había en la familia una vieja guitarra heredada de varias generaciones y que había sido el arma utilizada en todo tipo de juergas propiciadas por el vino y la juventud, así como la protagonista principal en las rondas nocturnas a las mozas del pueblo y que se efectuaban a la luz de la luna. En realidad ninguno de los componentes familiares sabía tocarla, salvo Gregorio el abuelo, que utilizaba dos simples notas para acompañar las jotas, y Sebastián qué, a pesar de su sordera, era capaz de dominarla a base de poner los dientes en la madera al tiempo que interpretaba. Era un caso curioso. Nadie le había enseñado, pero tocaba “de oído” a pesar de ser sordo como una tapia.
    Pero Ramón, el mayor de los siete hermanos que componían la familia, estaba decidido a que su vástago superase el mediocre nivel musical familiar, y sin dudarlo compró una guitarra y presentó al muchacho a la rondalla de la empresa que estaba dirigida por un compañero de trabajo y amigo de toda la vida.
    Como la economía familiar estaba bastante ajustada, pensó que la guitarra debería ser grande para que sirviese cuando el muchacho diese el estirón; así que la primera dificultad a vencer era simplemente poder abarcar de forma ortodoxa el enorme guitarrón. Cuando el niño cogió por primera vez el instrumento solo podían adivinarse las piernas colgando de la silla y la pequeña cabeza asomando a medias por encima de la caja de la guitarra. Pero nadie había dicho que el camino de la música fuese fácil y estuviese libre de problemas.
    El director de la rondalla era un hombre bonachón y al que el amor por la música le había llevado a la encomiable tarea de formar un grupo musical en sus horas libres en el que tuviesen cabida los compañeros de trabajo y sus familiares. Recibió al muchacho con los brazos abiertos y prometió al padre que el muchacho, en poco tiempo, sería capaz de acompañar las actuaciones del resto de una forma aceptable.
    Ya teníamos al futuro concertista armado de su instrumento. Ahora solo quedaba enseñarle y pulir sus aptitudes de forma adecuada, y para ello el maestro le dio un cuadernito en que estaban escritas las notas básicas de la escala musical. El muchacho miró aquello y se quedó igual que estaba. Aquellos “dibujos” se le antojaban una escritura china como la que había visto en los tebeos. Pero si había que empezar así, pues se empezaba y punto pelota. “Tú solo tienes que repetir una y otra vez las notas, ya verás como al final será fácil y con sólo estas notas podrás interpretar cualquier cosa” había dicho el maestro, y el niño se afanaba en colocar los dedos en los trastes de la guitarra de manera correcta. Cinco minutos empleó para llegar del DO al SI y al final terminó con la mano izquierda agarrotada por la tensión.
    Ante la evidencia de la dificultad genética del muchacho para manejar la guitarra, fue su tío, el sordo, que sí la dominaba, quien se inventó un método para tratar de lograr algún avance, y a base de gimnasia dactilar pudo conseguir que enlazara alguna nota de forma aceptable.
    Llegó el día en que la rondalla ensayaba unas cuantas piezas de cara a una próxima actuación ( a un concierto dirían ahora) y el maestro decidió que el nuevo músico se integrara en el conjunto. Le dio la partitura, el chico la miró, y pasó de ella porque seguía sin entender nada de nada. El maestro alzó los brazos y ordenó abrir la interpretación. Treinta segundos escasos tardó el aprendiz de músico en fastidiar todo. Allí, casi escondido en una de las esquinas alguien se empeñaba en repetir una y otra vez el “DO” con el resultado acústico que todos podemos imaginar.
    El maestro paró la interpretación y se dirigió cachazudamente al muchacho.

    • Mira hijo. Deja la guitarra y limítate a ver y escuchar cómo interpreta el resto. Ya te llegará la hora. No te preocupes.
    • Vale – dijo el chaval aliviado de no verse involucrado en el concierto y en tan inhumano tormento.

    Así, sin conseguir avanzar lo más mínimo en el glorioso camino de la música, fueron transcurriendo las clases; pero el maestro, en su infinita paciencia, pensó que no podía rendirse ni humillar al niño apartándole del resto de músicos; así que pensó qué si el muchacho se limitaba a acompañar las piezas con una especie de pandereta manteniendo el ritmo, sería más que suficiente.

    • Tú solo tienes que coger esto con la mano derecha y golpear la palma de la mano que te queda libre. “Pum-pum”, pum-pum” Luego, cuando terminemos yo te miro y te marco cuando debes de dejar de tocar. ¿Vale?
    • Vale- dijo el muchacho mirando aquella cosa con curiosidad.
    • ¡El Sitio de Zaragoza! – anunció el maestro.

    Arrancó la pieza y el muchacho logró que sus toques encajaran armoniosamente en el conjunto. Parecía que su nuevo instrumento era más fácil que utilizar un sonajero. Una sonrisa se dibujó en su rostro a la vez que cogía ritmo y “carrerilla”. Aquello ya era otra cosa. Mucho más fácil. ¡Dónde va a parar!
    Y paró. Paró en el momento en que la partitura de la pieza imponía una pequeña pausa entre las notas. Todos cumplieron con lo marcado. Todos menos el chaval, que seguía con su “pom-pom” totalmente ajeno al resto de músicos.
    La sala quedó en silencio y todos volvieron su vista hacia el muchacho, que también se mantenía ahora en silencio, y extrañado se preguntaba si ya se había acabado la pieza esa de Zaragoza.

    • Anda majo- dijo el maestro a la vez que buscaba unas monedas en su bolsillo. Hazme un favor. ¿ Sabes dónde está el bar del Ambrosio?
    • Si.
    • Pues toma- dijo entregando unas monedas al chico- di que te dé un paquete de Celtas cortos de mi parte; y no tengas prisa en traerlo.

    El muchacho cogió las monedas, dejó el instrumento en la silla, y partió dando alegres brincos en busca del encargo. Luego el ensayo continuó con normalidad.
    Dos días más tarde el maestro y su amigo, el padre del aprendiz de músico, charlaban sentados en la terraza de un bar a la vez que se tomaban un chato de vino peleón.

    • Mira Ramón. Estoy seguro de que tu chico llegará a ser alguien en la vida. No dudo que puede llegar a ser cualquier cosa; pero de lo que estoy seguro, es que Dios no le ha llamado por el camino de la música; así que te pido, por la integridad de mi salud mental y de la supervivencia de la rondalla , que le busques otro tipo de actividad que no tenga nada que ver con la música.

    El muchacho se alegró infinitamente de verse libre del aquél enorme guitarrón y poder dedicarse a menesteres más acorde con su corta edad; dando así por finalizada su incipiente carrera musical; aunque quien sabe. Quizás el mundo se perdió uno de esos monstruos de la música que tienen inicios no muy ortodoxos. Nunca se sabe.
    Me olvidaba. El “aprendiz de músico” era un servidor. Quien suscribe.

  2. #112
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    Jajajaja…..me ha encantado tú historia….así que el Señor no te ha llamado por el camino de la música, bueno, lo has intentado, sé que en otros menesteres se te da de maravilla.

    Gracias Arevacoss por compartir esta historia, ha sido un agradable rato de lectura.


    Un saludazo.
    Todas las veces que Sánchez dijo que no pactaría con Podemos, ERC y Bildu
    Éstas son todas las veces que lo prometió en falso y ante las cámaras que no habría tratos con comunistas, separatistas y proetarras, fuerzas políticas que ya no le quitan el sueño al presidente Sánchez.

  3. #113
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    Tal vez no sea el mejor sitio, pero es una historia real contada en primera persona, a mí me ha dejado sin palabras…..creo que merece ser escuchada.

    https://www.youtube.com/watch?v=L17oBsA85v4

    Un cordial saludo.
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  4. #114
    Arevacoss, música eres y sigues siendo tú, la trasmites con tus recuerdos que nos hacen olvidar y meternos de lleno en eso que es algo mas de lo que llevamos dentro y necesitamos; el ciego ve los instrumentos y el sordo escucha su música por algo sera, hemos nacido con eso y lo desarrollamos de distintas maneras. Eres un GRANDE.

  5. #115
    ¡Coño Coboluda! Hoy he engordado tres kilos. Gracias.

    No creo que sea para tanto, pero además de dar la lata y algunas cosillas más sin interés, me gusta escribir lo que veo; y como en casa hablo con las paredes y por más que hable no me contestan, pues lo pongo aquí y a quien a Dios se la dé san Pedro se la bendiga.

    Ya he dicho en alguna ocasión que hay veces que siento lo mismo que me pasa con las paredes de casa, pero, además de mi amiga faraona, que soy consciente de que hay veces que se parte de risa y me anima continuamente ( gracias Nefer, nunca podré pagarte tu actitud y tu simpatía), pues constatar que hay más colegas de aventuras que les gusta lo que pueda contar, es un orgullo y me anima a seguir dándole a la tecla.

    Tengo que confesar que, luego, cuando releo algunas cosas, hago cambios de todo tipo. Siempre encuentro “patadas al diccionario”, comas mal puestas, giros mejorables, y otra manera distinta de explicar lo que quiero exponer; pero lo que hay aquí es lo que sale del tarro a vuelapluma. Ya iremos mejorando con el tiempo.

    También hay cosas más serias y más importantes escritas; pero esas permitidme que las reserve para “los íntimos”.

    Lo dicho. Muchas gracias Coboluda. Te agradezco de corazón tu escrito. De verdad. Para un aprendiz de todo y especialista de nada, estas cosas son muy importantes.

    Saludos a todos y todas….y cuidadín con las torrijas.

  6. #116
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    Pues claro que hay gente que te lee…..solo que son tímidos para decirlo.

    Ya llevamos unos cuantos años amigo mío….y lo que te rondaré morena, jajajaja….


    Has nombrado torrijas….que malo eres….mira que nombrar semejante tentación, ahora habrá que pecar…..jajajaja.
    Todas las veces que Sánchez dijo que no pactaría con Podemos, ERC y Bildu
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  7. #117
    LOS DONANTES
    Hay veces, que sin quererlo, una sucesión de circunstancias imprevistas nos pueden llevar a las situaciones más escatológicas que podamos imaginar; y si hay un sitio donde estas circunstancias se pueden dar con relativa facilidad esa es, sin duda, durante el antiguo servicio militar obligatorio; la “mili” de toda la vida. Lean vuestras mercedes y juzguen.
    Aquél día Juan estaba de cabo Conductor de Servicio en el antiguo Escuadrón de Servicios del madrileño Ministerio del Aire. Era un servicio rutinario y bastante cómodo. Todo se limitaba a permanecer todo el día con un enorme pistolón colgado del cinto y realizar los servicios encomendados con una de las dos furgonetas que estaban a su disposición. Aquello permitía salir del cuartel con frecuencia, y el cómo empleaba el tiempo del servicio fuera de la “cárcel militar” estaba sometido a la discreción del conductor y de los eventuales colegas de milicia que, evidentemente, siempre lo estiraban en beneficio propio argumentando siempre el caos circulatorio.
    El día había transcurrido con normalidad. Por la mañana los servicios rutinarios habituales, y la tarde había transcurrido entretenida debido a la retransmisión de un partido de futbol de los que levantan pasiones. Llegó el toque de silencio y, salvo el servicio de guardia y el soldadito que le tocó la china con la imaginaria, el resto se retiró a pernoctar.
    Aproximadamente a las tres de la madrugada una voz despertó al cabo.

    • Cabo…cabo. Qué te vistas y te presentes en el Cuerpo de Guardia – alertó el imaginaria.

    Juan se levantó cabreado, se puso el uniforme, y con legañas en los ojos bajó al CG.
    Entró, y allí encontró al Capitán de Día y al Oficial de la Guardia que ya le estaban esperando.

    • Hemos recibido una demanda de un hospital en que necesitan donantes de sangre del grupo (X); así que he ordenado levantar a la tropa y pedir voluntarios. El hospital es el de (Y). ¿Sabes dónde está?
    • Sí mi capitán. No hay problema.
    • Pero tienes que entrar por la calle (F), que es dónde está el centro de donación.

    Por aquella época el ejército ofrecía una medalla a los militares que hubiesen donado sangre por lo menos tres veces, y aunque el personal no estaba tan concienciado para estos menesteres como sucede ahora, la concesión de la medalla, más la cartilla que te correspondía y permitía la entrada a cualquier hospital fuera de las horas de visita, facilitaba mucho la labor de encontrar voluntarios; como así fue. Pronto se cubrieron las plazas de la pequeña furgoneta; e incluso sobró gente a la que, previsoramente, se la tomó nota para una posible segunda salida.
    Una vez todos en la furgoneta el capitán alargó la orden de ruta al cabo.

    • Aquí tienes la orden. Ya os están esperando. Esperas a que terminen todos, los cuentas y regresáis sin dejar a nadie atrás. Una vez aquí das las novedades oportunas al Oficial. ¿Lo has entendido?
    • Sí mi capitán. Perfectamente. Descuide usted.
    • Pues hala. Cuidado en la circulación y no la arméis o sus dejo pelones a todos hasta el día de la licencia.

    Poco después la furgoneta enfilaba la entrada de la calle ( F) y se detenía junto a la única puerta visible.
    La calle estaba desierta y en semipenumbra. El hospital era una mole oscura. Hacía tiempo que solo se usaba para atender a altos mandos del ejército y para diversos servicios sanitarios secundarios como era el centro de donación de sangre. El grupo de soldados se bajó de la furgoneta y trataron de orientarse.

    • ¿Alguno de vosotros conoce algo de este hospital? – preguntó el cabo.

    Como nadie respondió, el cabo decidió entrar por el único sitio que se le ofrecía, y una vez dentro preguntar a alguien dónde estaba el centro de donación. Una fila de jóvenes uniformados se internó en el siniestro hospital.
    Una vez dentro deambularon por largos pasillos sin poder encontrar a nadie que les orientase. Los minutos pasaban y aquello parecía desierto. No tardaron mucho en perderse y no saber ya donde estaba la salida. Entre la tropa había un gallego pequeño y muy delgado que comenzó a recitar en voz queda una serie de salmodias ininteligibles.

    • ¿Qué dice el gallego? – preguntó el cabo.
    • Na. Que es muy supersticioso y ya está too cagao.
    • Pues a ver si se calla de una **** vez. Ya lo que nos faltaba. Perdidos aquí dentro y encima uno viendo fantasmas por todos los lados. ¡Me cago en la donación y la madre que lo parió!

    Todo se había complicado de una manera absurda. Tenían que haber entrado por la puerta principal del edificio, pensó el cabo. Allí habrían encontrado con toda seguridad a alguien que los guiase o informase; pero ahora ya no tenía ni idea de por dónde estaba.
    Por fin entraron en un largo pasillo en el que había una serie de puertas en uno de sus laterales. Todas estaban a oscuras y cerradas salvo una, en la que una tenue luz se filtraba entre la parte baja de la puerta y el suelo. Hacia allí se dirigieron inmediatamente los atemorizados soldados.
    El cabo conductor abrió la puerta y casi se vio catapultado al interior de la estancia por el resto de soldados que buscaban el amparo sicológico que aquella luz les proporcionaba. Entraron en tropel, pero inmediatamente quedaron paralizados. Frente a ellos apareció un grupo de personas que los miraban en silencio y asombrados a través de una enorme cristalera que los separaba. Durante unos segundos los dos grupos quedaron paralizados y mirándose incrédulos. Luego el cabo observó que allí había un féretro enmarcado por cuatro cirios enormes. Se asomó con lentitud, y pudo ver que el féretro tenía un inquilino perfectamente uniformado, inmóvil, y con un montón de estrellas en las bocamangas de su uniforme.

    • ¡¡Hostias!! ¡Un muerto!

    Fue escuchar aquello y oírse en la parte trasera del grupo un fuerte golpe. Era el gallego que al ser consciente de donde se encontraba, había sobrepasado su delgada línea roja mental y se había desvanecido.
    Una multitud de imágenes pasó en cuestión de décimas de segundo por la mente del cabo. Ya se veía fusilado o en una prisión militar para el resto de sus días; pero sin saber cómo ni por qué, supo reaccionar .

    • Aquí – dijo señalando un lateral junto al difunto – Todos a formar.

    El resto de la tropa dudó, pero la costumbre y la automatización en el cumplimiento de las órdenes dio el resultado esperado sobreponiéndose al terrible susto que tenían todos. Todos, excepto el gallego que permanecía inmóvil en el suelo, se alinearon correctamente.

    • Atención. Saludo por tiempos. Tiempo….¡uno! – y las manos subieron automáticamente al borde del gorrillo de aviación. Tiempo….¡dos! – y las manos bajaron como un rayo a la posición de firmes.
    • Izquierda….¡ar!- todos giraron con la precisión de un reloj.
    • De frente, paso ordinario….¡ ar ¡ “Izquier- deré. Izquier – deré…..paaaso….”plom”- sonó el golpe de las botas en el suelo mientras marcialmente la tropa abandonaba la estancia.
    • El último que cierre la puerta y recoja al gallego – dijo con voz velada el cabo.

    Poco después encontraban, por fin, el centro de donaciones. El cabo abrió la puerta y se asomó tímidamente y con precaución.

    • Con permiso. ¿ Se puede?

    Un sanitario vestido con una bata blanca les contestó.

    • Adelante. Os estábamos esperando ya desde hace un rato. ¿Os ha pasado algo?
    • ¿Algo?....Sí yo te contase. ¡Toos pa dentro! – ordenó el cabo.

    Poco a poco, y casi obligados fueron entrando el resto de la tropa a la vez que miraban y remiraban en todas las direcciones.

    • ¿Y a ese que le pasa? – preguntó el sanitario al ver la palidez y la tembladera de piernas del gallego que entró sujetado por dos compañeros- No tendrá canguelo por sacarle un poco de sangre.
    • No. Si a este aunque le pinches no le sacas ni una gota – argumentó el cabo.

    Apenas pasada una hora, el grupo de militares estaba de regreso a su unidad. El cabo se dirigió al Cuerpo de Guardia, se cuadró, y saludó al oficial que a duras penas se mantenía despierto sentado en un sillón de su despacho.

    • Sin novedad, mi teniente. Servicio cumplido.
    • Muy bien, muy bien. Ahora sin armar jaleo podéis ir a dormir; que la noche ha sido larga.

    Cuando llegaron al dormitorio les recibió el imaginaria que, al ver el deplorable estado del gallego preguntó:

    • ¿Qué le ha pasao a este?
    • Na - contestó uno de los soldados – Que l´a dao una “linotipia”

    Ninguno de miles gloriosus hispánicus pudo pegar ojo aquella noche.

  8. #118
    Nuestra denostada lengua vehicular es más vieja que “el canalillo”, y nos ha servido para alegrarnos con el nacimiento a la vida (ahora ya no siempre es así; depende de cómo nos venga egoístamente el churumbel), para expresar el amor y los sentimientos, para comer el tarro al vecino, para mentir descaradamente, y para llorar la entrega obligatoria del petate al darse un garbeo por el valle de Josafat.
    Entre tanta riqueza lingüística abundan las sentencias populares. Cortas, hirientes en muchos casos, secas como el restallido de un latigazo, muchas veces aliñadas de humor, y siempre, siempre, acertadas. Entre estos dichos populares que se van transmitiendo de generación en generación hay infinidad de los que desconocemos su origen, y otros, que muy a pesar de los que se autoproclaman “pacifistas”, tienen su origen en la jerga militar: “Irse a la porra”, “ídem de lienzo”, “salvarse por los pelos”, “luchar a brazo partido”, etc. Y como nos distinguimos por ser una casta que siempre estamos a estacazos con otros, y si los otros nos dejan en paz la emprendemos con el vecino, pues los dichos populares derivados de la milicia tienen un apartado especial en el tema y abundan más que piojo en dobladillo.
    Recientemente, y debido a una comilona entre amigotes, tratamos de hacer una broma al más veterano, además del más querido y respetado, poniéndole como plato la cabeza monda, lironda y dentona, de un cordero. El resto nos apropiamos cucamente de las delicatesen del difunto ovino esperando la queja del agraviado.
    Como advertíamos que el susodicho no decía nada y comía su ración con verdadero gusto y relamiento, uno de los comensales dijo en voz alta: “Qué mala suerte fulanito. Tá tocao el mochuelo”; y es de este dicho popular del que quiero hablar hoy.
    Pero antes de explicar de dónde viene este dicho, quiero explicar para los urbanitas que no hayan tenido la suerte de ver los programas del Félix, que el mochuelo es un ave rapaz nocturna de pequeño tamaño y muy abundante en la Península Ibérica (incluido “Euzkadi” y el “reino catalán”). Para más señas es un pájaro cabezón, capaz de girar la chola como la niña del exorcista, y que, a pesar de que algunos dicen que es inteligentísimo, lo único que se ha podido constatar al cien por cien, es que se fija mucho y pone mucha atención.
    Pues bien. Según cuentan, ocurrió que un par de soldaditos de los de infantería, uno de origen aldeano y otro un tirilla madrileño, se vieron aislados del resto de sus colegas y no les quedó más remedio que buscarse la cena por cuenta ajena al estado y sin contar con la bendita intendencia (que suele fallar más que la escopeta de Ambrosio)
    Se pusieron manos a la obra y, tras mucho intentarlo, solo consiguieron cazar una perdiz y un mochuelo. Llegados a la hora de la cena, el madrileño que tenía muchas horas de vuelo por “el foro”, le planteó esta diatriba a su compañero de hambruna.

    • Compañero, he aquí nuestra bienaventurada cena; pero ahora se nos plantea un dilema con dos posibles soluciones. La primera es qué yo me coma la perdiz y tú te comas el mochuelo. Y la segunda es que tú te comas el mochuelo y yo cargue con la perdiz. Te dejo qué elijas.

    El milico de aldea, que era un poco cortíco de entendederas, tras pensar un poco eligió la segunda.
    Llegado el momento en que los dos infantes se reunieron con el resto de la tropa, estos les preguntaron si ellos habían conseguido llenar la andorga la noche anterior, a lo que el cateto respondió:

    • Sí. Cenar hemos cenau ; pero “¡no sé cómo se las arregla este, que siempre me toca el de la cabeza gorda!”

    Evidentemente siempre hay alguien al que indefectiblemente “le toca el mochuelo”

  9. #119
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    “abundan más que piojo en dobladillo”…..jajajajaja….no lo conocía.

    Jajaja…muy buena la historieta del mochuelo y la perdiz….muy real, en esta vida, los que son de corazón abierto les toca ser la diana de los aprovechados, que los hay por todas partes, y también recompensados con palmaditas en la espalda por sus “proezas” en aprovecharse de la bondad ajena.


    Me encanta cómo vas construyendo este rincón….a pesar del silencio que “reina”.
    Todas las veces que Sánchez dijo que no pactaría con Podemos, ERC y Bildu
    Éstas son todas las veces que lo prometió en falso y ante las cámaras que no habría tratos con comunistas, separatistas y proetarras, fuerzas políticas que ya no le quitan el sueño al presidente Sánchez.

  10. #120
    Lo del “silencio” se puede arreglar colocando “curiosidades” sociales o políticas. Ya verás como el silencio se convierte en bronca tabernaria, pero seguiremos tratando de ser asépticos y dejando este rinconcito del foro bajo en calorías.
    De todas formas otra vez te doy las gracias por romper el “eco”….y van….

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