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  1. #511
    Cita Iniciado por simisargento Ver mensaje
    Yo lo veo bien, el que se quiera ir, que se valla, y el que auiera ser guardia civil, que se quede. Lo que no entiendo es porque sino quiero ser guardia civil porque se presentaron a guardia civil.
    lo mejor es eso, una pequeña limpieza , borron y cuenta nueva.
    Y por supuesto dejar constancia de que si muchos se quieren ir , muchos se quieren quedar, aparte añadir que tengo un primo hermano en policia nacional, y no todo es de rosa alli. Echa pestes de lo suyo. Cada cual que eche sus cue tas y haga lo que mejor le interese, pero que en todos sitios cuecen habas, ni el malo es tan malo, ni el bueno tan bueno
    Te vale lo siguiente como motivo para querer irte de ub lugar que es un cortijo???
    En la Nochevieja del año 2006, en la casa-cuartel de la Guardia Civil en Irún (Guipúzcoa), al agente encargado en aquel momento de la cocina se le empezó a quemar la cena. Nada espectacular para la ocasión; tan sólo un menú algo más elaborado que las consabidas combinaciones de potaje o sopa, filete o pescado, que solían servirse todas las semanas del año en el comedor de aquella plaza con un centenar largo de agentes. Algunos casados, muchos solteros; la inmensa mayoría del sur de España, andaluces y murcianos sobre todo.

    Al encargado de cocina se le quemaba la cena, así que otro compañero suyo que hasta hacía escasas semanas había ocupado ese mismo puesto, Sergio Martínez Manzanera (que también había regentado una bocatería en Lorquí, Murcia), corrió en su auxilio y se quedó allí, codo a codo, para tratar de salvar lo mejor posible la papeleta de dar de comer a la tropa en la última noche del año. Otra noche más, aunque no exactamente igual que otras, en aquel lugar a muchos cientos de kilómetros de sus casas en que no habría luego demasiadas opciones de celebrar nada.

    Era un local amplio, diáfano. Así que el Sargento Primero de esa plaza militar pudo contemplar toda la escena tras una cristalera a cierta distancia. Al poco, mandó a un subalterno a comunicar, “de su parte”, al agente Martínez Manzanera – remangado y en su salsa ya–, que abandonase la cocina, porque allí sólo podía estar el personal a cargo. El agente acató la orden: dejó la cocina. Pero para ir directamente a encararse con el sargento –que se iba poniendo “blanco”, según testigos, conforme el otro llegaba a su altura–.

    Entonces, Sergio Martínez le espetó la frase que le costaría ingresar en la prisión militar de Alcalá Meco ocho años después, el pasado 29 de enero de 2014 (con variantes que dependen de quién cuente la historia): “ Cobarde, no tienes huevos, lo que me tengas que decir me lo dices a la cara”.

    Ésas son las palabras que sostuvo haber dicho el guardia civil en el juicio de 2007 ante el Tribunal Militar de Burgos (que acabaría archivando el caso), avalado por cuatro testigos del enfrentamiento. El sargento, por su parte, añadiría que también le llamó “maricón”. “Y mil barbaridades más”, según relata ahora Ana, la esposa de Sergio; “amenazas de muerte incluidas”. La versión del sargento sólo fue respaldada por otro agente, que al parecer se encontraba en la sala de ordenadores contigua en el momento de los hechos. Así que Sergio fue absuelto en aquel primer juicio.

    Irún, 2004

    Irún es una ciudad pequeña, de algo más de 60.000 habitantes en la actualidad, marcada en rojo durante décadas en el mapa antiterrorista por su situación tan cercana a la frontera con Francia. Hasta el “cese definitivo” de las actividades de ETA en 2010, una de las plazas más incómodas para un guardia civil; demandada, así, por quienes quisieran optar después a su destino preferente por la vía rápida: era la manera de premiar a quienes recalasen en el norte por voluntad propia. Ésa fue la opción de Sergio Martínez, nacido en Sabadell en 1978 pero residente en Murcia desde sus 12 años, y que llegó a Irún en agosto de 2004, a los 26, recién terminadas sus prácticas en Cieza.

    Un compañero de Sergio en el cuartel, soltero como él entonces y amigo suyo de gran confianza de esos años, guarda muchas anécdotas de la época que recrea ahora medio en broma, pero que en su momento no tuvieron ninguna gracia: además del mayor riesgo de acabar muerto que en otros sitios, los guardias experimentaban a diario un sinuoso 'apartheid social' que lo hacía aún más difícil. “No era nada agradable –relata, pidiendo que se respete su anonimato–. En el 2004 [reciente la ilegalización del entorno político de ETA tras la ofensiva del juez Garzón] estaba aún la cosa caliente. El interior del cuartel es un mundo aparte, pero afuera tenías que mirar el coche siempre, cambiar itinerarios, no ir a los mismos sitios… Y llevar cuidado con el acento, porque nos calaban en seguida por la pinta; un tío allí diciendo pisha, o acho tío…”.

    El compañero de Sergio (le llamaremos Paco) recuerda, por ejemplo: “Una vez fuimos varios a almorzar con parejas y nos recorrimos tres restaurantes; en ninguno nos sirvieron. ‘No tengo mesa’, ‘Está lleno’… Claro: no te van a decir a la cara que no te quieren allí, o que no te atienden por miedo…”. “Con un extremeño que llevaba allí 40 años trabajando hice buena relación, pero un día me vio por la calle, yendo él con más gente, y no me saludó. Otra vez que me lo crucé solo me aclaró: ‘Lo siento, pero es que con los que iba no eran de fiar, y yo tengo una familia’. Yo le dije: ‘Te entiendo perfectamente’… Pero es duro. Es duro”.

    Es decir: “En aquella época tú no podías salir a la calle a comer, porque te jugabas la vida. Y allí, la mayoría, pero el 90%, éramos sobre todo murcianos y andaluces”. El interior del cuartel de Irún era así una suerte de placenta para los agentes, “con un ambiente estupendo porque había mucho compañerismo”. Pero tampoco dentro era todo tan maravilloso.

    Porque Paco recuerda también, precisamente, que la noche en que Sergio Martínez Manzanera se presentó allí por primera vez para ocupar su puesto, el mismo Sargento Primero le impidió la entrada, a él y a otro, por haber llegado después de las 9 de la noche: una vez cerrada la puerta “no entraba nadie”. Así que se comieron un bocata en un portal, y durmieron en el coche de otro guardia que les ayudó.

    A los novatos –relata Paco– no les llevaba mucho tiempo saber cómo funcionaban las cosas en la casa-cuartel, y quién “hacía y deshacía” en todo lo referente a costumbres y economía doméstica. Con un pabellón para casados y otro para solteros, en este último podían llegar a hacinarse hasta 9 agentes en un apartamento de 90 m2 (“teníamos la lavadora en el baño, y tendíamos en el pasillo”). Paco recuerda “una pequeña cocina” en este edificio: que el Sargento eliminó un día para establecer otro cubículo.

    “Él llevaba también el tema de la comunidad de los dos bloques de pisos, y los guardias más veteranos iban a los contadores a comprobar el consumo de luz porque no se fiaban un pelo de la factura que les presentaba éste. Luego, si efectivamente no cuadraban las cuentas, el otro decía perdón, perdón…”. “Todo esto te lo podría contar cualquiera de los que estábamos allí. Todo el mundo sabía de sus tejemanejes. Y en la cocina pasaban cosas como que se comprasen yogures caducados, fruta podrida… Treinta años comprando a los mismos fruteros, a los mismos carniceros… Lo controlaba él todo. Y procuraba echar siempre la menor cantidad posible de comida. Cosas que le hacían una persona nada grata para nosotros”.

    “Jamás iba de cara”

    Aquí es donde, presumiblemente, fue a chocar el sargento con el guardia Sergio Martínez. Alguien “con expediente intachable” en sus 12 años de servicio, según asegura hoy la Asociación Unificada de la Guardia Civil. Pero también enérgico, “echao palante”, dice Paco; y sin complejos a la hora de dar más cantidad de comida si algún compañero se quedaba con hambre, en el tiempo que estuvo trabajando en cocina. También de hacer platos distintos a los de siempre, por su experiencia previa en hostelería: acudía entonces mucha más gente al comedor. Pero al sargento estas rupturas del método le crispaban.

    En esa tesitura regresó el agente a Cieza, el pueblo de su mujer y el suyo ya de adopción, para pasar la navidad de 2006. Allí, alguien le informó desde el cuartel que quedaba relevado de su puesto en la cocina, sin ninguna explicación. “En lugar de pedirle el sargento la llave de la cocina, cambió la cerradura”, relata su mujer. Sergio se reincorporó al cuartel (ahora en la Sección Fiscal) el 30 de diciembre. Al día siguiente, Nochevieja, cuando al compañero que le había sustituido en la cantina se le empezó a quemar la cena, Sergio acudió a ayudarle. Entonces el sargento le ordenó que saliera, a través de un intermediario. Sergio salió de la cocina, nervioso; se encaró con su superior y le soltó aquello de “Cobarde” (o “maricón”), “no tienes huevos a decirme las cosas a la cara”.

    “A Sergio le gustaba la cocina”, explica Paco, “y echarlo de ahí sin explicaciones, y a través de otro; y que le dijeran luego que se fuera cuando estaba ayudando a un compañero… Pero no era la primera vez que alguien tenía un incidente con el sargento. Jamás iba de cara”.

    Sin embargo no se rindió, el sargento, cuando el Tribunal Militar de Burgos desestimó su demanda contra Sergio en 2007. Siguió intentándolo, hasta que en el Tribunal homólogo de Coruña sonó la flauta, y Sergio (que llevaba en su nuevo destino de Archena desde 2008) fue condenado, en sentencia del 7 de septiembre de 2011, a cuatro meses de prisión por –reza la sentencia– “injurias” y “una clara actitud de desafío” para con su superior, constituyendo todo ello “desprecio a la relación jerárquica” y “al bien jurídico de la disciplina del cuerpo” con “responsabilidad criminal”. Después de eso, el condenado recurrió, sin éxito: el Supremo ratificó la sentencia, y el pasado diciembre de 2014 el Ministerio de Defensa le notificaba la denegación del indulto.

    Leyes “anacrónicas”

    “Ten cuenta que en la jurisdicción militar la palabra de los superiores vale el doble”, explica Ana. Y en Coruña el sargento insistía en que había “temido por su vida” la noche en que Sergio le increpó. “Quiero dejar claro que estoy en contra de toda agresión, verbal o física, pero me parece totalmente desproporcionado que tenga que ingresar en prisión por lo que debería haber sido una falta”. Una opinión compartida por la Asociación Unificada de la Guardia Civil, que cree que “la anacrónica aplicación del Código Penal Militar a los guardias civiles supone que sean juzgados por tribunales arcaicos, expuestos a la arbitrariedad de sus mandos y de los jueces militares, auténticas reliquias de la etapa preconstitucional”. Para la AUGC, “resulta de todo punto inadmisible e indigno que en una sociedad democrática se condene a prisión a una persona por el simple hecho de tener un mal día en el trabajo y dirigirse de manera que el jefe considere poco adecuada”.

    Paco, el compañero de Sergio en Irún, señala por su parte que “a nosotros no se nos aplica la ley vigente con carácter retroactivo” (cosa de la que sí disfrutan ahora mismo el resto de presos, etarras incluidos). “Los militares y los guardias civiles estamos al margen de todo, es una institución muy opaca, no interesa que salgan cosas a la luz pública. Y si la gente supiera todos los abusos que se cometen…”.

  2. #512
    Cita Iniciado por Dudas Ver mensaje
    Pues analizando en profundidad, hay mucha diferencia entre un veterano y un pepinillo (sin acritud), también en la Policía con el tiempo van necesitando más tranquilidad, descanso de patrullar como en algunas policías de USA que rotan, y si pillaran un pueblito majo cerca igual se lo pensaban, algunos (doy fe por conversación) están hasta el culo de Madrid o Valencia..... y no cambian una comisaría pequeña ni de coña.
    Asi es...encima los que pasaron por la armada ya estan cubiertos de espanto jajaja

  3. #513
    Cita Iniciado por tedacuen Ver mensaje
    Tienes Algunos en la Casa Grande debieran leérselo con detenimiento y quizá así le tomen el pulso a esta empresa que parece padecer una enferma crónica....
    Pues deberían, quizás así les llegara la información de cómo está la Guardia Civil de la calle (no la de los organismos centrales) y que tanto se filtra y se corta en cada escalón.
    Solo hay que ver la visita anunciada de un jefe de comandancia a un Puesto y lo que le cuentan; la visita de un General a una comandancia y lo que les interesa contarle (ya que normalmente los guardias no se pronuncian); la visita del DAO a la zona y lo que le enseñan y cuentan; la visita del Director y lo bonito que intentan poner todo y lo bien que están los guardias... ¿Al final que les llega a los que tienen que tomar las decisiones?

  4. #514
    Compañeros se que soy un cansino pero el hilo se esta desvirtuando y todos teneis razon...pero estamos divagando mucho.

    Saludos.

  5. #515
    Lo importante de esto, como alguno ya comenta, es que se haga eco del malestar que existe entre muchos miembros de la GC, solo así se podrán cambiar las cosas. Por otra parte, en mi opinión, dudo mucho que haya desbandada, mas que nada porque el numero de plazas sera muy muy reducido, un pocentaje muy pequeño. El objetivo de esta medida parece mas ser propagandistica y de caracter electoralista que alguna conspiracion para acabar con la GC.

  6. #516
    Cabo 1º Avatar de Jipijapa
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    Buenos días.

    Algunos que son viejos y otros no tanto... sabrán que no hace muchos años (años 80 aprox.) hubo un intento de propuesta para la Guardia Civil de pasar a la Policía Nacional. Otra vez se repite..dice un dicho que a la tercera va la vencida, ésta es la segunda.

  7. #517
    Cita Iniciado por capitan price Ver mensaje
    Lo importante de esto, como alguno ya comenta, es que se haga eco del malestar que existe entre muchos miembros de la GC, solo así se podrán cambiar las cosas. Por otra parte, en mi opinión, dudo mucho que haya desbandada, mas que nada porque el numero de plazas sera muy muy reducido, un pocentaje muy pequeño. El objetivo de esta medida parece mas ser propagandistica y de caracter electoralista que alguna conspiracion para acabar con la GC.
    Ya, ya...yo también lo creo así pero fíjate en un detalle: Si la gente interviene de esta manera, pensando como piensa una mayoría (ahí tenéis la encuesta...) por un SIMPLE GLOBO SONDA, hecho por un ministro, ¿qué no pasaría si la medida fuera llevada a cabo realmente, incluso con cupos mínimos?, ¿crees que descendería o aumentaría el número de los que quieren abandonar "la Institución más valorada"?

    Por otra parte, animo a algún dirigente asociativo que sea usuario del foro, a que recopile información de este hilo, hay mucha y variada... Podría serles de mucha utilidad a la hora de elaborar un comunicado público a los medios sobre la "pasarela" o simplemente, como indicio demostrativo de lacalidad del aire que se respira dentro de la empresa...
    Última edición por tedacuen; 15/02/2015 a las 13:02

  8. #518
    En todos sitios cuecen habas esta claro, pero ya se cansa uno de ver el que para mí es el principal problema de la Guardia Civil, es que es extremadamente pobre de mentalidad, ideas nuevas que llevan años funcionando en otros lugares aquí tardan siglos en llegar, todas esas cosas nuevas se intentan siempre tumbar por miedo a que las cosas mejores...mucha gente viviendo de una poca que pone la cara ante el ciudadano, medios y procedimientos propios de gente estrecha de miras, aún cuando no hay crisis nosotros seguiremos con escasez de medios y pobres de mentalidad, solo así se explica la problemática que hay con algo tan básico para la labor policial, como la formación en tiro y los chalecos antibalas, como en ciudades costeras (yo estoy en Torrevieja) no se lleva ni un cabo largo con un flotador por si hubiese que rescatar a alguien, o los vehículos proceden del sector comercial sin ningún tipo de refuerzo, y un sin fin de cosas.... esto es una INSTITUCIÓN, y la única preocupación de los que se hicieron dueños de ella y la explotan, es que siga existiendo a toda costa, y si para eso al ciudadano no se le presta el servicio adecuado o a los guardias de base se les tiene amargados, reprimidos y atrapados en los destinos y sin medios básicos para su labor diaria, pues que así sea pensarán. Y si algunos se van o nos vamos en caso de que se pudiese hacer...yo en mi caso tal vez lo haría, pero no lo haría riendo, sino con mucha pena, porque eso es lo que siento últimamente al ver como esta todo, mucha pena, y todo eso del carácter militar a mí me da igual, si por lo menos todo esto funcionase como es debido, pero parece al contrario, no sé porque siempre pienso que lo estamos usando para dejar el cuerpo donde está, o incluso volver atrás y no ver como avanza. Pobres, siempre pobres de mentalidad...

  9. #519
    Cita Iniciado por somo2 Ver mensaje
    Te vale lo siguiente como motivo para querer irte de ub lugar que es un cortijo???
    En la Nochevieja del año 2006, en la casa-cuartel de la Guardia Civil en Irún (Guipúzcoa), al agente encargado en aquel momento de la cocina se le empezó a quemar la cena. Nada espectacular para la ocasión; tan sólo un menú algo más elaborado que las consabidas combinaciones de potaje o sopa, filete o pescado, que solían servirse todas las semanas del año en el comedor de aquella plaza con un centenar largo de agentes. Algunos casados, muchos solteros; la inmensa mayoría del sur de España, andaluces y murcianos sobre todo.

    Al encargado de cocina se le quemaba la cena, así que otro compañero suyo que hasta hacía escasas semanas había ocupado ese mismo puesto, Sergio Martínez Manzanera (que también había regentado una bocatería en Lorquí, Murcia), corrió en su auxilio y se quedó allí, codo a codo, para tratar de salvar lo mejor posible la papeleta de dar de comer a la tropa en la última noche del año. Otra noche más, aunque no exactamente igual que otras, en aquel lugar a muchos cientos de kilómetros de sus casas en que no habría luego demasiadas opciones de celebrar nada.

    Era un local amplio, diáfano. Así que el Sargento Primero de esa plaza militar pudo contemplar toda la escena tras una cristalera a cierta distancia. Al poco, mandó a un subalterno a comunicar, “de su parte”, al agente Martínez Manzanera – remangado y en su salsa ya–, que abandonase la cocina, porque allí sólo podía estar el personal a cargo. El agente acató la orden: dejó la cocina. Pero para ir directamente a encararse con el sargento –que se iba poniendo “blanco”, según testigos, conforme el otro llegaba a su altura–.

    Entonces, Sergio Martínez le espetó la frase que le costaría ingresar en la prisión militar de Alcalá Meco ocho años después, el pasado 29 de enero de 2014 (con variantes que dependen de quién cuente la historia): “ Cobarde, no tienes huevos, lo que me tengas que decir me lo dices a la cara”.

    Ésas son las palabras que sostuvo haber dicho el guardia civil en el juicio de 2007 ante el Tribunal Militar de Burgos (que acabaría archivando el caso), avalado por cuatro testigos del enfrentamiento. El sargento, por su parte, añadiría que también le llamó “maricón”. “Y mil barbaridades más”, según relata ahora Ana, la esposa de Sergio; “amenazas de muerte incluidas”. La versión del sargento sólo fue respaldada por otro agente, que al parecer se encontraba en la sala de ordenadores contigua en el momento de los hechos. Así que Sergio fue absuelto en aquel primer juicio.

    Irún, 2004

    Irún es una ciudad pequeña, de algo más de 60.000 habitantes en la actualidad, marcada en rojo durante décadas en el mapa antiterrorista por su situación tan cercana a la frontera con Francia. Hasta el “cese definitivo” de las actividades de ETA en 2010, una de las plazas más incómodas para un guardia civil; demandada, así, por quienes quisieran optar después a su destino preferente por la vía rápida: era la manera de premiar a quienes recalasen en el norte por voluntad propia. Ésa fue la opción de Sergio Martínez, nacido en Sabadell en 1978 pero residente en Murcia desde sus 12 años, y que llegó a Irún en agosto de 2004, a los 26, recién terminadas sus prácticas en Cieza.

    Un compañero de Sergio en el cuartel, soltero como él entonces y amigo suyo de gran confianza de esos años, guarda muchas anécdotas de la época que recrea ahora medio en broma, pero que en su momento no tuvieron ninguna gracia: además del mayor riesgo de acabar muerto que en otros sitios, los guardias experimentaban a diario un sinuoso 'apartheid social' que lo hacía aún más difícil. “No era nada agradable –relata, pidiendo que se respete su anonimato–. En el 2004 [reciente la ilegalización del entorno político de ETA tras la ofensiva del juez Garzón] estaba aún la cosa caliente. El interior del cuartel es un mundo aparte, pero afuera tenías que mirar el coche siempre, cambiar itinerarios, no ir a los mismos sitios… Y llevar cuidado con el acento, porque nos calaban en seguida por la pinta; un tío allí diciendo pisha, o acho tío…”.

    El compañero de Sergio (le llamaremos Paco) recuerda, por ejemplo: “Una vez fuimos varios a almorzar con parejas y nos recorrimos tres restaurantes; en ninguno nos sirvieron. ‘No tengo mesa’, ‘Está lleno’… Claro: no te van a decir a la cara que no te quieren allí, o que no te atienden por miedo…”. “Con un extremeño que llevaba allí 40 años trabajando hice buena relación, pero un día me vio por la calle, yendo él con más gente, y no me saludó. Otra vez que me lo crucé solo me aclaró: ‘Lo siento, pero es que con los que iba no eran de fiar, y yo tengo una familia’. Yo le dije: ‘Te entiendo perfectamente’… Pero es duro. Es duro”.

    Es decir: “En aquella época tú no podías salir a la calle a comer, porque te jugabas la vida. Y allí, la mayoría, pero el 90%, éramos sobre todo murcianos y andaluces”. El interior del cuartel de Irún era así una suerte de placenta para los agentes, “con un ambiente estupendo porque había mucho compañerismo”. Pero tampoco dentro era todo tan maravilloso.

    Porque Paco recuerda también, precisamente, que la noche en que Sergio Martínez Manzanera se presentó allí por primera vez para ocupar su puesto, el mismo Sargento Primero le impidió la entrada, a él y a otro, por haber llegado después de las 9 de la noche: una vez cerrada la puerta “no entraba nadie”. Así que se comieron un bocata en un portal, y durmieron en el coche de otro guardia que les ayudó.

    A los novatos –relata Paco– no les llevaba mucho tiempo saber cómo funcionaban las cosas en la casa-cuartel, y quién “hacía y deshacía” en todo lo referente a costumbres y economía doméstica. Con un pabellón para casados y otro para solteros, en este último podían llegar a hacinarse hasta 9 agentes en un apartamento de 90 m2 (“teníamos la lavadora en el baño, y tendíamos en el pasillo”). Paco recuerda “una pequeña cocina” en este edificio: que el Sargento eliminó un día para establecer otro cubículo.

    “Él llevaba también el tema de la comunidad de los dos bloques de pisos, y los guardias más veteranos iban a los contadores a comprobar el consumo de luz porque no se fiaban un pelo de la factura que les presentaba éste. Luego, si efectivamente no cuadraban las cuentas, el otro decía perdón, perdón…”. “Todo esto te lo podría contar cualquiera de los que estábamos allí. Todo el mundo sabía de sus tejemanejes. Y en la cocina pasaban cosas como que se comprasen yogures caducados, fruta podrida… Treinta años comprando a los mismos fruteros, a los mismos carniceros… Lo controlaba él todo. Y procuraba echar siempre la menor cantidad posible de comida. Cosas que le hacían una persona nada grata para nosotros”.

    “Jamás iba de cara”

    Aquí es donde, presumiblemente, fue a chocar el sargento con el guardia Sergio Martínez. Alguien “con expediente intachable” en sus 12 años de servicio, según asegura hoy la Asociación Unificada de la Guardia Civil. Pero también enérgico, “echao palante”, dice Paco; y sin complejos a la hora de dar más cantidad de comida si algún compañero se quedaba con hambre, en el tiempo que estuvo trabajando en cocina. También de hacer platos distintos a los de siempre, por su experiencia previa en hostelería: acudía entonces mucha más gente al comedor. Pero al sargento estas rupturas del método le crispaban.

    En esa tesitura regresó el agente a Cieza, el pueblo de su mujer y el suyo ya de adopción, para pasar la navidad de 2006. Allí, alguien le informó desde el cuartel que quedaba relevado de su puesto en la cocina, sin ninguna explicación. “En lugar de pedirle el sargento la llave de la cocina, cambió la cerradura”, relata su mujer. Sergio se reincorporó al cuartel (ahora en la Sección Fiscal) el 30 de diciembre. Al día siguiente, Nochevieja, cuando al compañero que le había sustituido en la cantina se le empezó a quemar la cena, Sergio acudió a ayudarle. Entonces el sargento le ordenó que saliera, a través de un intermediario. Sergio salió de la cocina, nervioso; se encaró con su superior y le soltó aquello de “Cobarde” (o “maricón”), “no tienes huevos a decirme las cosas a la cara”.

    “A Sergio le gustaba la cocina”, explica Paco, “y echarlo de ahí sin explicaciones, y a través de otro; y que le dijeran luego que se fuera cuando estaba ayudando a un compañero… Pero no era la primera vez que alguien tenía un incidente con el sargento. Jamás iba de cara”.

    Sin embargo no se rindió, el sargento, cuando el Tribunal Militar de Burgos desestimó su demanda contra Sergio en 2007. Siguió intentándolo, hasta que en el Tribunal homólogo de Coruña sonó la flauta, y Sergio (que llevaba en su nuevo destino de Archena desde 2008) fue condenado, en sentencia del 7 de septiembre de 2011, a cuatro meses de prisión por –reza la sentencia– “injurias” y “una clara actitud de desafío” para con su superior, constituyendo todo ello “desprecio a la relación jerárquica” y “al bien jurídico de la disciplina del cuerpo” con “responsabilidad criminal”. Después de eso, el condenado recurrió, sin éxito: el Supremo ratificó la sentencia, y el pasado diciembre de 2014 el Ministerio de Defensa le notificaba la denegación del indulto.

    Leyes “anacrónicas”

    “Ten cuenta que en la jurisdicción militar la palabra de los superiores vale el doble”, explica Ana. Y en Coruña el sargento insistía en que había “temido por su vida” la noche en que Sergio le increpó. “Quiero dejar claro que estoy en contra de toda agresión, verbal o física, pero me parece totalmente desproporcionado que tenga que ingresar en prisión por lo que debería haber sido una falta”. Una opinión compartida por la Asociación Unificada de la Guardia Civil, que cree que “la anacrónica aplicación del Código Penal Militar a los guardias civiles supone que sean juzgados por tribunales arcaicos, expuestos a la arbitrariedad de sus mandos y de los jueces militares, auténticas reliquias de la etapa preconstitucional”. Para la AUGC, “resulta de todo punto inadmisible e indigno que en una sociedad democrática se condene a prisión a una persona por el simple hecho de tener un mal día en el trabajo y dirigirse de manera que el jefe considere poco adecuada”.

    Paco, el compañero de Sergio en Irún, señala por su parte que “a nosotros no se nos aplica la ley vigente con carácter retroactivo” (cosa de la que sí disfrutan ahora mismo el resto de presos, etarras incluidos). “Los militares y los guardias civiles estamos al margen de todo, es una institución muy opaca, no interesa que salgan cosas a la luz pública. Y si la gente supiera todos los abusos que se cometen…”.
    Y este relato sesgado y manipulado que relación guarda con el tema objeto de debate?
    Quizás crispar el ambiente de lo contrario no se entiende...ese tema ya fue tratado y visto en su día y dictado sentencia...por consiguiente ¿No toca?.
    La línea de opinión versa sobre otra cuestión...la famosa "Pasarela".

  10. #520
    Mi opinión es que es una maniobra de la cúpula de la gc. Por dos motivos:
    1. Limpiar un poco la gc de lo que consideran guardias indeseables y protestones.
    2. Decir "mirar que democráticos somo" el que no le guste esto que se vay.

    Y ya elucubrando a lo loco, serán pocas plazas y por concurso-oposición y así las solicitudes no serán tantas.

    Saludos.

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