Esta vez no voy a opinar sobre cualquiera de los escritores consagrados ni sobre superventas literarias. Esta vez quiero hablar de un taxista jubilado. Un hombre nacido en un pueblecito de la alcarria que fue pastor en su juventud, y que vino a los madriles a ganarse la vida como conductor de taxi asalariado. No sabía ni leer ni escribir, pero a fuerza de amor propio y de tesón, aprovechando cualquier cosa que le caía a mano, y en las esperas de las paradas de taxi, aprendió a leer y a escribir, y ahora, cuando ya ha dejado el rosco en este manicomio colectivo que es Madrid, ha escrito un libro contando multitud de anécdotas ocurridas en el desempeño de su dura profesión.
Se llama mi héroe D. Pio María Yagüe. Escribe con soltura y lo hace casi como habla. Si tengo que compararlo podría hacerlo con esa serie de novelas escritas por el maestro Delibes en que entra de lleno en el alma castellana. Todo es primorosamente sencillo, asequible, y nos recuerda esos giros lingüísticos que se usan en medios rurales. Es mi escritor pequeñajo – si casi no llegan los pies a los pedales del taxi- dice entre risas mi protagonista. Es más miope que “Tumbatechos”, pero más alegre que unas castañuelas y rezuma humor por los cuatro costados.
Si , por una casualidad casual ( qué diría Catarella), veis alguna vez un librito titulado “Memorias de un taxista”, no lo dudéis ni un segundo. Sentaos en el mejor sillón de vuestra casa, y disponeros a pasar un rato entre risas y situaciones de todo tipo. Merece la pena y seguro que os llevareis el libro hasta en el autobús.

D. Pio. Seguramente que usía no lee nada de este foro. Conductores y guardias no sintonizan mucho en la misma onda; pero quiero hacerle desde aquí ( no tengo otra cosa a mano) un pequeño homenaje, a usted y a su obra.

Saludos a todos, a todas, y a todes.