Pues tienes toda la razón del mundo, y debo admitir que ni me había acordado de los peques. Quizás porque hace tiempo que se hicieron mayores…como su problemas, y que todavía ando a la espera de hacerme un honorable abuelo.
Quizás no son buenos tiempos los que corren para la literatura infantil, ni tan siquiera la llamada juvenil. Nuestros pequeños y nuestros gamberretes tienen ahora otros medios para entretenerse distintos a la clásica lectura. Una lástima, ellos se lo pierden; pero la pela es la pela, y nuestros avispados empresarios han sabido cambiar los gustos de los más pequeños al tiempo que han engordado sus bolsillos. Será el progreso.
De todas maneras quiero hacer un minúsculo recordatorio a aquellos abuelos que nos reunían alrededor de la lumbre y comenzaban diciendo: ¿No os he contado aquella historia…..? Mientras todos se los quedaban mirando con la boca abierta escuchando al relator como siempre los malos las montaban pardas, pero que la justicia y los buenos siempre acababan ganando, casándose con la guapa de la historia , siempre felices y comiendo perdices.
Recuerdo el famoso cuento del Flautista de Hamelín; aquel que raptaba a los niños de un pueblo a base de llevárselos detrás y al son de su hechicera flauta. Luego venía el pregonero del pueblo tocando su turuta para dar los pregones, y nosotros nos lo imaginábamos como el malvado flautista. Pobre hombre, que era más bueno que el pan.
¡Bendita infancia! Y benditos aquellos que se esfuerzan por hacer un poco más felices a los niños.