D. BLAS DE LEZO. ¡Ahí va la liebre, D. Álvaro!

Pues no era nadie D. Blas a la hora de repartir estopa . Desde los 12 añitos, en vez de andar con la play y esas cosas, ya andaba “Blasito” vistiendo el uniforme y montado en un cascarón artillado.

Había nacido el chaval en Pasajes de San Pedro, en aquella época en que todavía no se había descubierto euzkadi y el vestir un uniforme por la gloriosa tierra vascongada no suponía ser apaleado por aldeanos atarugados.

Cuando todavía tenía poca mili ya se quedó cojo. Una bala de cañón le hirió una pierna y tuvieron que amputársela sin anestesia ni nada. Serrucho y ris-ras. Luego le pusieron una pata de palo y otra vez a marcar el paso.

Pero a Blas se le había metido en la chola el presionar para que se crease la Seguridad Social, y poco después una herida en un ojo le dejó tuerto. Como había visto muchas pelis de piratas, se colocó un parche y siguió su carrera militar. No conforme con el desguace físico en que se había convertido, pasados unos años la metralla le dejó inmóvil el brazo derecho. Ya era cojo, tuerto y manco….pero los atributos los seguía teniendo intactos. Tanto es así que casó con una criolla y tuvo fuerzas para dejar una montonada de hijos.

En realidad peleó contra todo aquel que estuviese a mal con España, pero sus actuaciones más destacadas las tuvo contra los Hijos de la Gran Bretaña. Como bien dice nuestro amigo ARANO, “medio hombre” le llamaban por la falta de la ITV física, pero a D. Blas eso le traía al pairo.

Los hijos de la pérfida Albión se la tenían jurada, así que montaron una escuadra de órdago a la grande y fueron a por D. Blas que estaba en Cartagena de Indias ( eso queda a la derecha del canal de Panamá según se mira el mapa y en pleno Caribe). Tan seguro estaban de que le darían la puntilla y le cortarían las dos orejas y el rabo, que antes de plantarse delante de la ciudad ya habían acuñado una moneda en que aparecía D. Blas arrodillado y humillado delante del almirante inglés Vernon.

Mal les salió la jugada a los piratas ingleses. Entre la astucia, el valor, y el buen hacer de D. Blas y alguna que otra circunstancia propiciada por la enorme aglomeración de ingleses y demás aliados, el almirante Vernon y sus muchachos tuvieron que largarse con el rabo entre las piernas. Apaga y vámonos, dijo el inglés después de dejar a más de la mitad de su gente en posición horizontal. Poco hablan de ello los “gran bretaños” , aunque menos hablamos nosotros. Al fin y al cabo el refrán ese que dice que “nadie es profeta en su tierra” lo inventamos nosotros.

Esta fue su última hazaña, ya que había sido herido en una mano ( una vez más) y aquello se complicó. Entre la infección y el disgusto de verse calumniado por la envidia del virrey. D. Blas dijo: “aquí os quedáis… so ingratos”, entregó el petate y entró a la gloria que en este mundo le negaban.

Gracias D. ARANO por sacar a la luz la figura de este gran hombre.

PD. Espero y deseo que esta contribución ayude al personal a leer y a enterarse de lo que hizo este gran hombre español.