Como tengo un pelín olvidado al foro, no había caído en este nuevo apartado; y a la vista de que nadie dice ni mu, y debe ser que todos, todas, y todes están vacunados de estas posibles circunstancias que ayudan a hacernos un poco más insufrible nuestra vida; pues un servidor, que ya no se fía ni de las vacunas, quiero romper una lanza por el tema.
Por desgracia vivimos en una nación en que esto del timo, los engaños, y los buscavidas, están a la orden del día y arraigados en nuestra genética. Tanta ha sido y es la incidencia de estos aconteceres en nuestra sociedad, que tenemos el “orgullo” de ser los únicos que poseen un tema literario en exclusiva: La picaresca española.
Ahora, por arte y magia de eso de “aquí cabemos todos” ( y todas), y los famosos “papeles para todos” ( y todas), nuestra vena picaresca y delictiva se ha visto revitalizada con nuevos métodos y nuevas técnicas. Vosotros ustedes, que son componentes de las fuerzas policiales y del orden, estarán mucho más al día que un servidor…que simplemente va por la vida de víctima propiciatoria.
Hasta hace unos años, eso de ir a un centro comercial de esos que tienen de todo, solo suponía discutir con la jefa por eso de comprar cosas que no se necesitan en absoluto, con el consiguiente gasto absurdo y sin justificar, y el coñazo de tener que cargar con un montón de bolsas de plástico llenas hasta reventar (¿Por qué la igualdad de sexos no contempla este tipo de cosas y las señoras también tiran p´alante con las bolsas repartiendo el esfuerzo?). Pero ahora no . Ahora el asunto se complica y el hipotético problema con la jefa pasa a ser intrascendente.
Les cuento a vuestras mercedes.
Habitualmente accedemos a estas nuevas catedrales del gasto con nuestros flamantes caballos metálicos. Todo está pensado para facilitar el acceso, incluso de aquellos clientes que vivan a varios kilómetros de distancia.
El peligro viene cuando abordamos nuestro vehículo acompañados del familiar carrico de la compra lleno hasta reventar. Al control del susodicho carro solemos añadir el inseparable bolso para todo de las señoras y, el ahora también imprescindible, bolsito para los señores. Eso si no llevamos a los churumbeles que distraen nuestra atención con su incansable actividad, o quietud sin son todavía diminutos. Todo sirve para crear el momento y las circunstancias oportunas para el típico “desheredado de la sociedad”.
Lo primero para guardar todo, montarnos y largarnos a nuestro “derecho constitucional”; o sea, nuestra casa; es abrir el coche. Una vez abierto todos los aditamentos habituales como bolsos, trastos de los chicos, etc., nos estorbarán para guardar lo recientemente adquirido; así que lo dejaremos en el interior y nos centraremos en abrir el maletero o el portón trasero, y nos centraremos en colocar de forma adecuada los trastos y bolsas diversas. A esta normal actividad, podemos añadir el tener que hacer caso a la señora, que siempre nos dará consejos de cómo colocar sus tesoros ( ella no lo hará; pero siempre nos guiará sabiamente), a la seguridad de los críos ( ya he dicho que nunca se cansan ni se están quietos).
A nuestro alrededor habrá el normal trasiego de personas. Unas llegan, otras se van y hacen poco más o menos lo mismo que nosotros, otros estarán parados sabe Dios por qué, otros charlarán animadamente de sus cosas, en definitiva, nada fuera de lo normal…..aparentemente.
No se fíen vuestras mercedes. Dentro de esa apariencia normal y habitual acecha el caco atento al más mínimo despiste para, en cuestión de segundos, hacerse con ese bolso o esa pertenencia que inocentemente hemos dejado dentro del coche en lo que nosotros acomodamos la carga.
Puede dificultar el control la apertura del maletero, que dificulta la visión de la parte delantera; o el simple hecho de agacharse a coger las cosas del carro de la compra si el vehículo es de otra característica. Abrir, coger….y seguir andando perdiéndose en la maraña de vehículos del aparcamiento. Tres, cuatro segundos son suficientes para estos amigos de lo ajeno.
Luego vendrá la otra parte del problema. El tener que denunciar, avisar a los estamentos afectados, y sobre todo renovar los documentos sustraídos, puede convertirse en una especie de martirio legal susceptible de crear un trauma que nos acompañe hasta la tumba.
Lo dicho. Ojo con los aparcamientos y la compra. No pasa nada hasta que pasa.
Marcadores