Hace varios días ya que se pueden ver algunas. Raudas, fugaces, dejando su estela luminosa.
Pero también hace tiempo que no se puede admirar el cielo cargado de estrellas como antes. La Vía Láctea ya no se encuentra . Incluso El carro y la Osa Mayor que indica el norte quedan apagados, como cansados de estar colgados eternamente del cielo. La contaminación luminosa lo impide; sin embargo, cuando hay un techo de nubes bajas no hace falta la luz de la luna. La luz de la ciudad reflejada en las nubes es más que suficiente para disipar la oscuridad.
Todo un asco, pero estas cosas no venden ni ayudan a la política. Tampoco hay “colectivos” que defiendan la limpieza de las ciudades ni digan ni mu de la contaminación luminosa. Será quizás porque en el fondo somos un animal que va contaminando todo con su presencia.
Siempre que pienso en estas cosas se me ocurren las mismas ideas, y ninguna buena y de buen rollito.
Qué bien estaría en el monte con la sola compañía de la cabra Mochales mirando el cielo estrellado que ya hemos perdido.
¡Porquería de ciudades y de ciudadanos!