Vivir y trabajar durante esos años en las Vascongadas una autentica pesadilla, para nosotros, y para nuestras familias.
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Vivir y trabajar durante esos años en las Vascongadas una autentica pesadilla, para nosotros, y para nuestras familias.
El 21 de abril de 1984 la banda terrorista ETA asesina en Bilbao al guardia civil ANTONIO VELASCO BENITO. Formaba parte del retén que aquel sábado prestaba servicio de vigilancia en la Audiencia Territorial de Bilbao, y se encontraba en una de las puertas del edificio, en pleno centro de la ciudad. Eran aproximadamente las 17:30 horas y, en ese momento, Antonio era el único agente que se encontraba en el exterior del edificio.
Fue tiroteado con armas automáticas desde un coche en marcha en el que iban tres terroristas, dos hombres y una mujer. Antonio fue alcanzado en la cabeza y en una pierna. Trasladado al Hospital Civil de Basurto, murió una hora después.
Los etarras ocupaban un vehículo Renault 14 blanco, robado previamente a punta de pistola. Sin llegar a detener el mismo, dispararon al menos seis disparos contra Antonio. En el lugar de los hechos se encontraron dos casquillos del calibre 9 milímetros parabellum marca FN. Los terroristas se dieron a la fuga en el mismo vehículo desde el que habían disparado, en dirección al casco antiguo de la ciudad.
El coche fue localizado poco después cerca del lugar del atentado. Artificieros de la Policía Nacional registraron el automóvil con sumas precauciones, en previsión de que en su interior hubiera sido colocada una bomba-trampa similar a la que, el 13 de abril, asesinó a Tomás Palacín Pellejero y Juan José Visiedo Calero en Pamplona.
Antonio Velasco Benito, de 39 años, era de Pedrosilla del Ralo (Salamanca). Estaba casado y tenía un niño de 7 años. Fue enterrado en su localidad natal, en un acto presidido por el ministro de Interior.
MASACRE DE GUARDIA CIVILES EN MADRID
Poco después de las siete y cuarto de la mañana del 25 de abril de 1986, cinco miembros de la Guardia Civil resultaron muertos, y cuatro más heridos graves, en un atentado terrorista con coche-bomba cometido por ETA en pleno centro de Madrid. El coche contenía tres ollas a presión con doce kilos de Goma 2, otros doce de amonal y cuarenta y ocho kilos de metralla, la mayor parte tornillos.
El coche-bomba estalló en el cruce de las calles de Juan Bravo y Príncipe de Vergara al paso del Land Rover ocupado por nueve guardias civiles. En ese momento, el vehículo se encontraba parado en un semáforo en rojo. Resultaron muertos los guardias civiles JUAN JOSÉ CATÓN VÁZQUEZ, de Palencia; JUAN CARLOS GONZÁLEZ RENTERO, de Salamanca; ALBERTO ALONSO GÓMEZ, nacido en París; VICENTE JAVIER DOMÍNGUEZ GONZÁLEZ y JUAN MATEOS PULIDO, ambos de Cáceres. Tres de ellos murieron en el acto. Dos cuerpos quedaron destrozados y carbonizados en el interior del vehículo, del que salió despedido un tercero. Otro guardia civil fue trasladado al Hospital Provincial, donde ingresó cadáver. Un quinto ocupante del coche fue trasladado al Hospital de La Princesa, "en situación crítica y con salida de masa encefálica", y falleció una hora después, según informaron en el hospital.
Pasadas las 7:15 horas, el Land Rover de la Guardia Civil abandonaba la Embajada de Italia en Madrid, situada en la calle de Juan Bravo, tras hacer los relevos en las guardias de diversas representaciones diplomáticas. El recorrido debía finalizar en la representación diplomática de la Unión Soviética, en la calle del Maestro Ripoll. Fuentes policiales señalaron que en el momento en que el Land Rover se encontraba a la altura del cruce de las calles de Juan Bravo y Príncipe de Vergara fue alcanzado de lleno, en su lado derecho, por la explosión de un potente artefacto que se había colocado en un coche aparcado en la acera. El explosivo fue accionado mediante un mando a distancia, por lo que los autores materiales del atentado se encontraban a una distancia de unos 150 a 200 metros. Tras el atentado, en el interior del Land Rover la munición de los guardias civiles produjo pequeñas explosiones por el incendio que provocó la explosión del coche-bomba.
Además de los cinco agentes muertos, otros cuatro guardias civiles resultaron gravemente heridos: José Manuel de Pablos Ruiz, ingresó muy grave en el Hospital Ruber con una herida en una pierna que prácticamente la desgajaba del cuerpo, además de heridas de metralla en la cabeza y en el cuerpo; Juan José Esteban Benito, con pronóstico grave, que perdió totalmente la visión del ojo izquierdo; Juan Jesús Fancha López, grave, que también perdió la visión de un ojo; y Juan Carlos Acosta Martín Gil, muy grave, perdió el ojo derecho.
Varias personas que pasaban por allí resultaron también heridas leves: José Baltasar Suárez Fernández; Antonio Mora Sánchez; Rafael Aranda Martín; Rafael Millán González; Begoña Fernández Esteso; Fermín García Moreno y María Luisa Muñoz Arruti, empleada de la funeraria de Madrid. Los dos primeros fueron ingresados en el Hospital Provincial y los dos restantes en el Hospital de la Princesa. Todos ellos fueron dados de alta a lo largo del día y sus pronósticos médicos indicaban lesiones leves.
La explosión afectó, además, a edificios de más de cuatro manzanas, y destrozó parte de la fachada de la Clínica Nuestra Señora del Rosario en cuya acera estaba aparcado el coche-bomba. Los paritorios de la clínica quedaron arrasados. La llanta de la rueda de repuesto del coche bomba, lanzada por la onda expansiva, produjo un agujero de un metro cuadrado en la pared del centro sanitario y se incrustó en uno de los quirófanos de la planta baja. La explosión provocó también graves desperfectos en el inmueble situado enfrente de la clínica, en el número 25 de la calle de Juan Bravo.
El coche bomba quedó tan destrozado que no se pudo precisar su marca, aunque presumiblemente se trató de un Seat 124 de color blanco o un Citroën 2 CV. Restos humanos, trozos y piezas del Land Rover se encontraron a más de 60 metros de distancia del lugar de la explosión.
Una hora después de producirse el atentado, un grupo de personas congregadas cerca del lugar de los hechos empezó a dar gritos contra el Gobierno y contra ETA, y lanzó vivas a Antonio Tejero y Jaime Milans del Bosch, condenados por la intentona golpista del 23-F.
Los Reyes, que acababan de llegar a Madrid de su viaje a Gran Bretaña, se trasladaron pasadas las seis de la tarde a la Dirección General de la Guardia Civil, donde estaba instalada la capilla ardiente. Diversas autoridades, entre ellas el ministro del Interior, José Barrionuevo, visitaron la capilla ardiente. A primera hora de la noche la Dirección General de la Guardia Civil impidió el acceso a la capilla ardiente a unas 200 personas, entre policías nacionales y guardias civiles, todos ellos de paisano, que trataban de rendir "su último homenaje a los fallecidos". Allí se celebró al día siguiente el funeral de cuerpo presente.
El brutal atentado fue obra de los seis etarras que en esos momentos formaban el grupo Madrid de ETA: Juan Manuel Soares Gamboa, José Ignacio de Juana Chaos, Antonio Troitiño Arranz (que fue quien detonó el explosivo desde una zona ajardinada próxima al lugar de los hechos), Inés del Río Prada, Idoia López Riaño y Esteban Esteban Nieto. Contaron, además, con la complicidad de María Inmaculada Noble Goicoechea.
Juan José Catón Vázquez tenía 30 años y estaba soltero. Fue enterrado en Palencia, su tierra natal.
Juan Carlos González Rentero, era natural de Béjar (Salamanca). Tenía 21 años y sólo llevaba nueve meses en la Guardia Civil cuando fue asesinado. En su corta carrera ya había prestado servicio en Segovia, Salamanca, Barcelona y Madrid. Su abuelo también fue guardia civil. Juan Carlos era, además, un gran deportista.
Alberto Alonso Gómez tenía 24 años. Había nacido en París en 1963 y estaba soltero. Estudiaba la carrera de Derecho cuando fue asesinado.
Vicente Javier Domínguez González, era natural de Plasencia (Cáceres). Tenía 25 años y estaba soltero.
Juan Mateos Pulido era también cacereño, de la localidad de Robledillo de Trujillo. Tenía 30 años, estaba casado y era padre de un niño de 2 años.
https://www.youtube.com/watch?v=IdZrTAYk4jw
En torno a las dos de la tarde del 28 de abril de 1980 es asesinado en San Sebastián RUFINO MUÑOZ ALCALDE. Era guardia civil y estaba destinado en el Gobierno Militar de la capital guipuzcoana.
Rufino regresaba a su casa en Fuenterrabía en un autobús de línea desde San Sebastián. En la misma parada se subió el policía nacional Hipólito Rodríguez Ramos y su esposa. Tanto Rufino como Hipólito iban vestidos de paisano y se sentaron en diferentes asientos del autobús.
En el alto de Gaintxurisketa, a unos cinco kilómetros de Rentería, subieron al autobús tres individuos. Poco después de reanudarse la marcha, dispararon a bocajarro contra Rufino, que se encontraba en la parte delantera del vehículo hablando con el conductor. Rufino Muñoz se desplomó, sangrando abundantemente. Murió casi en el acto.
Los tres etarras ordenaron entonces al conductor que parase el autobús y comenzaron a descender apresuradamente. En ese momento Hipólito Rodríguez Ramos, el policía de paisano y sin armas que viajaba con su mujer en el autobús, se abalanzó contra el último de los terroristas intentando detenerlo. En el forcejeo el policía nacional le aplicó una llave de judo sobre la muñeca de la mano derecha, en la que aún conservaba la pistola. La pistola del etarra se disparó, alcanzándole en el pecho. Se trataba de Francisco Javier Aranzeta Eguizabal, alias Lepo. Se había acogido en 1976 al decreto de amnistía, tras el cual pasó a residir al otro lado de la frontera del Bidasoa y se reintegró a la actividad terrorista. Un año antes las autoridades francesas le habían negado la carta de refugiado político.
Los otros dos terroristas, antes de huir, dispararon al policía, que resultó herido por cuatro disparos: dos en el tórax, otro en la muñeca izquierda y el cuarto en la cabeza, aunque este último sólo le produjo una rozadura. El conductor del autobús, una vez restablecida la calma entre los escasos viajeros, se dirigió al puesto de la Cruz Roja de Rentería, donde atendieron al policía nacional herido, que fue internado más tarde en la residencia sanitaria de la Seguridad Social Nuestra Señora de Aránzazu, en San Sebastián. Por su acción contra los terroristas a Hipólito Rodríguez Ramos le concedieron la medalla de plata al mérito policial.
Rufino Muñoz Alcalde, de 40 años, era de Fresno del Río Tirón (Burgos). Estaba casado con una mujer vasca y tenía tres hijos. La capilla ardiente se instaló en el Hospital Militar de San Sebastián, donde al día siguiente, 29 de abril, se celebró el funeral antes de que sus restos mortales fuesen trasladados a su localidad natal para recibir sepultura. El presidente Suárez envió un telegrama de pésame a la familia del guardia civil muerto, que fue condecorado a título póstumo.
A las ocho de la mañana del jueves 28 de abril de 1994, tres miembros de ETA, dos hombres y una mujer, asesinaban en la localidad vizcaína de Valle de Trápaga al guardia civil JOSÉ BENIGNO VILLALOBOS BLANCO, que recibió dos impactos de bala en la cabeza cuando se dirigía a su trabajo vestido de paisano.
Benigno había salido de su casa, en la calle José Rufino Olaso de la localidad minera, a unos diez kilómetros de la capital vizcaína. Pretendía dirigirse a su trabajo en Aparcavisa, Centro de Control de Transportes Internacionales, donde realizaba labores de vigilancia. Iba solo y vestido de paisano. Se dirigió a coger el coche aparcado frente a su casa y, en el momento en que acababa de introducir la llave en la puerta, se le acercaron los terroristas, hiriéndole mortalmente en la cabeza. Según testigos presenciales, fueron dos los terroristas que dispararon contra el guardia civil, en tanto que otro les esperaba al volante de un vehículo situado en las inmediaciones.
En el lugar del atentado se recogieron tres casquillos de nueve milímetros parabellum. Los terroristas huyeron en un turismo Fiat Tipo, con matrícula falsa de Santander, que abandonaron en la calle Vicente Durañona del barrio de Repélega de Portugalete, cerca de una gasolinera. Miembros de la Guardia Civil y de la Ertzaintza acordonaron la zona, mientras especialistas en desactivación de explosivos inspeccionaron el vehículo en previsión de que pudiera contener alguna bomba, algo que fue descartado más tarde.
La capilla ardiente por el guardia civil asesinado quedó instalada en la tarde del jueves en el Gobierno Civil de Vizcaya y el funeral tuvo lugar al día siguiente, viernes 29 de abril, a las doce de mediodía, en la Iglesia de los Padres Agustinos de la capital vizcaína.
José Benigno Villalobos Blanco, de 39 años de edad, estaba casado y tenía tres hijos: dos chicos de 16 y 12 años y una niña de 7. Hijo y hermano de guardias civiles había nacido en la localidad vizcaína de Lemóniz, aunque vivió en Valle de Trápaga desde niño. Estuvo destinado en Vizcaya desde que salió de la Academia del Instituto Armado en 1975. Fue enterrado en Cerezales del Condado (León), localidad natal de sus padres y pueblo donde veraneaba todos los años con su familia.
En la mañana del viernes 29 de abril de 1977 fue asesinado a manos de miembros de la banda terrorista ETA el sargento de la Guardia Civil ANTONIO GALÁN ACEITUNO durante un atraco al Banco Hispanoamericano de Tolosa. El guardia civil se encontraba en el banco porque, previamente, se había producido otro atraco en la sucursal bancaria. Ambos atracos fueron realizados por terroristas de ETA.
Sobre las 22:15 horas del día anterior tres terroristas de ETA político-militar secuestraron a Ángel Ormazabal, cajero de la citada sucursal bancaria en la calle Gorosabel de Tolosa. Tras ponerle una capucha en la cabeza, le metieron en su coche y le retuvieron en una furgoneta toda la noche. Por la mañana, en torno a las 6:00 horas, fueron al banco. Previamente Ángel avisó telefónicamente a la empleada de limpieza, Dori Velasco Mendia, diciéndole que tenía orden de abrir porque era día de cobro. Cuando llegaron a la sucursal bancaria, la empleada se encontraba ya ahí. Tras sacar las pistolas, los etarras obligaron a Ángel a abrir la caja fuerte, de la que sacaron veinte millones de pesetas. A continuación, les maniataron y huyeron. Poco después, el cajero consiguió soltarse y llamó a la policía. Esta, a su vez, dio aviso a la Guardia Civil, que envió al sargento Galán Aceituno a la sucursal.
A las 8:30 horas, mientras Antonio realizaba las diligencias sobre el primer atraco, entraron cuatro terroristas, esta vez de la rama ETA militar. Uno de ellos llevaba uniforme de la Guardia Civil, lo que despistó a Antonio. Tras el "arriba las manos" los etarras vieron al sargento, al que dispararon una ráfaga de metralleta. Antonio pudo responder la agresión haciendo uso de su pistola e hiriendo al terrorista que llevaba el uniforme de la Guardia Civil. Los terroristas dispararon una nueva ráfaga que hirió a Antonio mortalmente en la cabeza. Trasladado urgentemente a la Clínica San Cosme y San Damián, ingresó cadáver. En el bolsillo de su guerrera tenia preparadas, para enviar por correo, dos cartas: una dirigida a sus padres y otra a su mujer.
Los trabajadores del banco informaron a los etarras de que no había dinero, por lo que montaron en el coche que esperaba fuera y huyeron, mientras el herido dejaba un reguero de sangre. El vehículo lo habían robado minutos antes a Kleuz Metzer, director de la empresa Winkler y Dunnebier. Le obligaron a dirigirse a las afueras de Tolosa, por la carretera de Laburu, y allí le dejaron atado diciéndole que no se soltara en hora y media "porque pagaría las consecuencias". Este coche fue encontrado horas después abandonado en la plaza de Carlos VII, en el mismo corazón del casco antiguo de Tolosa. En su interior se encontraba la guerrera del uniforme de la Guardia Civil, y el correaje y la funda de la pistola. La sahariana tenía un orificio de bala en la parte superior del corazón y manchas de sangre, igual que la tapicería del coche.
Antonio Galán Aceituno era de Castilblanco (Badajoz) y tenía 47 años. Había sido destinado a la Comandancia de Guipúzcoa hacía escasamente un mes, por lo que su familia todavía permanecía en Pontevedra. Allí vivió catorce años con su mujer, Carmen López Corral, y sus tres hijas: María del Carmen, de once años, María Jesús, de ocho, y María Pilar, de cinco. El sargento tenía concedido un permiso para el mes de mayo, porque la segunda de sus hijas iba a hacer la primera comunión el día 20. Castilblanco fue uno de los primeros municipios que homenajeó a una víctima del terrorismo: el 12 de junio de 1982 el Ayuntamiento acordó poner el nombre de Antonio Galán Aceituno a una de las calles de la localidad.
El 30 de abril de 1979 es asesinado en Oñate (Guipúzcoa) el guardia civil JUAN ANTONIO DÍAZ ROMÁN, adscrito al equipo de desactivación de explosivos de este cuerpo. Fue alcanzado de lleno por la onda expansiva de un artefacto que intentaba desactivar, colocado en el primer piso de un bloque nuevo de viviendas que se estaba construyendo en la calle Olakua del barrio de San Lorenzo de la localidad.
A media tarde del 29 de abril el propietario del piso donde se encontraban los dos kilos de Goma-2 informó a la Guardia Civil de que, en el momento en que procedía a enseñar la vivienda a unos familiares que venían de Vitoria, encontró un cartel en el que se leía "No pasar, artefacto explosivo, ETA".
Los expertos de la Guardia Civil, que se personaron de inmediato en el lugar, trataron inútilmente de desactivar a distancia la bomba, por lo que Juan Antonio, pese al reproche de sus compañeros, optó por intentar neutralizarlo manualmente. En el momento en que la estaba manipulando, la bomba explotó causándole heridas gravísimas. Era la una y cuarto de la madrugada del 30 de abril.
Un día antes, en un almacén situado en el mismo polígono en construcción, explotó otro artefacto de gran potencia que contenía una cantidad estimable de metralla, lo que provocó graves daños en las dependencias.
El cuerpo de Juan Antonio Díaz Román fue trasladado al Hospital Militar de San Sebastián, pero nada pudo hacerse por su vida. A las cinco de la tarde del martes 30 de abril se celebró su funeral en la iglesia del barrio del Antiguo, de la capital donostiarra, al que acudieron las máximas autoridades civiles, militares y municipales. Después del velatorio, un grupo de personas lanzó gritos de "ETA asesina" y vivas a la Guardia Civil y a la Policía Nacional.
Juan Antonio Díaz Román tenía 28 años y era natural de Melilla. Sus restos mortales llegaron a la Ciudad Autónoma el 1 de mayo, acompañado por su mujer y sus tres hijos, de corta edad. Procedían de Málaga y fueron transportados por un avión del Ejército del Aire. Cerca de un millar de personas se congregó en el aeropuerto de Melilla para recibirlo. Desde ahí, fue trasladado a la Comandancia de la Guardia Civil, donde se instaló la capilla ardiente. Al día siguiente fue enterrado en el cementerio de la Purísima Concepción, tras celebrarse el funeral de cuerpo presente en la Iglesia Castrense.
Juan Antonio fue la primera víctima melillense de las cinco originarias de esa ciudad asesinadas por ETA: Juan Ramón Joya Lago, guardia civil asesinado en Tolosa el 12 de diciembre de 1982; el policía nacional Juan José Visiedo Calero, asesinado en Pamplona el 13 de abril de 1984; y los guardias civiles Antonio Molina Martín, asesinado en Collado Villalba el 17 de diciembre de 2002, y Juan Manuel Piñuel Villalón, asesinado el 14 de mayo de 2008 en Álava.
En junio de 2010 el Gobierno de Melilla rindió un homenaje póstumo a los guardias civiles Juan Antonio Díaz Román y Antonio Molina Martín, a los que ascendieron a cabo. El acto se celebró en la Comandancia de la Guardia Civil de Melilla con la presencia del general jefe de la IV Zona de Andalucía, Ceuta y Melilla de la Guardia Civil, el general de brigada Laurentino Ceña Coro, y el delegado del Gobierno en Melilla, Gregorio Escobar.
El miércoles 2 de mayo de 1979 ETA asesinaba en Villafranca de Ordicia (Guipúzcoa) a los guardias civiles ANTONIO PEÑA SOLÍS y JOSÉ MIGUEL MAESTRE RODRÍGUEZ.
A las once y media de la mañana, como hacían diariamente, Antonio y José Miguel se dirigieron a la estafeta de Correos para recoger la correspondencia del cuartel. Iban vestidos de paisano en un coche particular. Era miércoles, día de mercado en la localidad, lo que obligaba a los coches a circular muy despacio. Cuando el vehículo se encontraba en la calle Mayor, dos etarras le salieron al paso. Uno de ellos, con una metralleta, se colocó delante del turismo y disparó una primera ráfaga. Después disparó una segunda ráfaga desde el costado derecho. A continuación se montaron en un vehículo donde les esperaba un tercer terrorista y huyeron del lugar.
El coche utilizado por los etarras había sido robado a punta de pistola en Beasain a las ocho de la mañana. Al propietario lo dejaron maniatado con una cadena en el cementerio de la localidad. Un vecino oyó sus gritos pidiendo socorro y avisó a la Guardia Civil, que procedió a liberarle.
Antonio y José Miguel fueron trasladados a la Clínica de San Miguel en Beasain, donde ingresaron cadáveres. Tenían más de una docena de impactos de bala en el cuerpo.
Al día siguiente, jueves 3 de mayo, se celebró en el Hospital Militar de San Sebastián el funeral por sus almas. A la ceremonia religiosa, que fue oficiada por el capellán castrense, asistieron los padres de ambos guardias civiles, así como el gobernador civil de Guipúzcoa, Antonio Oyarzabal, el presidente de la Di****ción, Javier Cinzarna, y autoridades civiles y militares.
Antonio Peña Solís era de Valor (Granada). Tenía 26 años y estaba soltero.
José Miguel Maestre Rodríguez tenía 27 años. Era de Arroche (Huelva) y estaba casado sin hijos.
El miércoles 2 de mayo de 1979 ETA asesinaba en Villafranca de Ordicia (Guipúzcoa) a los guardias civiles ANTONIO PEÑA SOLÍS y JOSÉ MIGUEL MAESTRE RODRÍGUEZ.
A las once y media de la mañana, como hacían diariamente, Antonio y José Miguel se dirigieron a la estafeta de Correos para recoger la correspondencia del cuartel. Iban vestidos de paisano en un coche particular. Era miércoles, día de mercado en la localidad, lo que obligaba a los coches a circular muy despacio. Cuando el vehículo se encontraba en la calle Mayor, dos etarras le salieron al paso. Uno de ellos, con una metralleta, se colocó delante del turismo y disparó una primera ráfaga. Después disparó una segunda ráfaga desde el costado derecho. A continuación se montaron en un vehículo donde les esperaba un tercer terrorista y huyeron del lugar.
El coche utilizado por los etarras había sido robado a punta de pistola en Beasain a las ocho de la mañana. Al propietario lo dejaron maniatado con una cadena en el cementerio de la localidad. Un vecino oyó sus gritos pidiendo socorro y avisó a la Guardia Civil, que procedió a liberarle.
Antonio y José Miguel fueron trasladados a la Clínica de San Miguel en Beasain, donde ingresaron cadáveres. Tenían más de una docena de impactos de bala en el cuerpo.
Al día siguiente, jueves 3 de mayo, se celebró en el Hospital Militar de San Sebastián el funeral por sus almas. A la ceremonia religiosa, que fue oficiada por el capellán castrense, asistieron los padres de ambos guardias civiles, así como el gobernador civil de Guipúzcoa, Antonio Oyarzabal, el presidente de la Di****ción, Javier Cinzarna, y autoridades civiles y militares
Antonio Peña Solís era de Valor (Granada). Tenía 26 años y estaba soltero.
José Miguel Maestre Rodríguez tenía 27 años. Era de Arroche (Huelva) y estaba casado sin hijos.
A las diez menos cuarto de la mañana del domingo 2 de mayo de 1982 la banda terrorista ETA asesinaba en la localidad vizcaína de Ondárroa al guardia civil PABLO FERNÁNDEZ RICO cuando custodiaba la casa cuartel de esa localidad vizcaína. Un terrorista se aproximó caminando y, cuando estuvo suficientemente cerca del guardia civil, le disparó tres tiros que le alcanzaron en el hombro, el brazo derecho y la región abdominal. En las inmediaciones del lugar del atentado la Guardia Civil encontró tres casquillos 9 milímetros parabellum marca FN Geco.
Pablo quedó recostado en el suelo, junto a un árbol, mortalmente herido. Trasladado en una ambulancia del cuerpo a la ciudad sanitaria de Cruces en Baracaldo, falleció cuando los médicos se preparaban para intervenirle quirúrgicamente.
Al funeral presidido por el ministro del Interior, Juan José Rosón, asistió su viuda, María Ángeles Carretero, que estaba embarazada de su tercer hijo. Posteriormente, el cadáver de Pablo fue trasladado a Badajoz por vía aérea, y de ahí fue llevado por carretera a Santa Marta de los Barros, localidad natal de su viuda donde fue enterrado.
La viuda y la hermana de Pablo, Rosario, hicieron declaraciones al diario Hoy.es en abril de 2006. Reconocían que la situación de las víctimas había mejorado en los últimos años, pues ahora existía más apoyo y más reconocimiento social. "Antes morían como bichitos, y los enterraban sin ningún honor" expresaba gráficamente Rosario. María Ángeles declaró que ni perdonaba ni olvidaba: "No he educado a mis hijos en el rencor, pero no puedo perdonar", señalaba, al tiempo que mostraba su estupor porque las madres de los presos etarras se quejasen de que no podían ver a sus hijos más que una vez al mes y no se diesen cuenta de que los familiares de las víctimas de ETA ya no los van a ver nunca más. "Mis hijos ni siquiera han conocido a su padre".
Pablo Fernández Rico tenía 29 años y estaba casado con María Ángeles Carretero. Natural de Villar del Rey (Badajoz) tenía dos hijos, Pablo y José Ángel, de tres y un año. Su mujer estaba embarazada del tercero. Pertenecía a la 222 Comandancia de la Guardia Civil con sede en Badajoz. Era el séptimo hijo de una familia con ocho hermanos, cuyo padre también era guardia civil. Hacía ya algún tiempo había sido destinado, con carácter temporal, al cuartel de Ondárroa, perteneciente a la Comandancia de Vizcaya, para reforzar su vigilancia. Su hijo Pablo también se hizo guardia civil. Ingresó en el Instituto Armado y se casó en 2006 vistiendo el uniforme y el tricornio de gala de su padre. Tanto en Villar del Rey como en Santa Marta de los Barros hay sendas calles con el nombre del guardia civil asesinado. Su viuda tardó diecinueve años en recibir la indemnización como víctima del terrorismo.
A las nueve y media de la mañana del lunes 3 de mayo de 1976 el cabo primero de la Guardia Civil ANTONIO DE FRUTOS SUALDEA fallecía en Legazpia (Guipúzcoa) como consecuencia de las heridas provocadas por la explosión de un artefacto que alcanzó de lleno al vehículo en el que viajaba.
La ejecución del atentado incluyó la utilización, por parte de la banda terrorista, de una ikurriña como cebo. A primera hora de la mañana de ese día, un sargento y tres números de la Benemérita se dirigieron en un Seat de color azul hacia el embalse de Urtatxa, situado a unos dos kilómetros de Legazpia, en cuyo muro de contención, hacia la mitad del mismo, habían colocado una ikurriña. La bandera, de un metro ochenta centímetros, se encontraba atada a un mástil, y junto a ella había un paquete que se pensó que podría tratarse de un artefacto explosivo.
Una vez realizado el reconocimiento oportuno, cuatro miembros de la Guardia Civil se dirigieron en el coche hasta el cuartel de Legazpia donde informaron del hecho a sus superiores. En el mismo vehículo volvieron al embalse el cabo primero de la Guardia Civil Antonio de Frutos y otros dos guardias civiles. Mientras estaban en el embalse, informaron a Antonio de que sobre las cinco de la madrugada un artefacto había destruido el coche de Antonio Triguero, gerente de un establecimiento hotelero.
Antonio ordenó a los dos guardias que permanecieran junto a la ikurriña para evitar que se acercara alguna persona a la misma y resultara herida por la bomba que estaba adosada a la misma, mientras él iba al cuartel para informar de la otra explosión. Llevaba apenas recorridos unos doscientos metros desde el lugar donde estaba situada la bandera, cuando su coche fue alcanzado de lleno por otro artefacto explosivo. El vehículo quedó completamente destrozado y Antonio falleció en el acto. Su cuerpo fue catapultado a más de diez metros del lugar de la explosión. "No me dejaron ver el cadáver. Me dijeron que estaba destrozado", contó su viuda a El País.
El lugar donde ocurrió la explosión era un camino en pendiente, que estaba sin asfaltar, por donde sólo podía pasar un vehículo. La bomba, compuesta por Goma-2, estaba colocada en un lateral del camino, a un metro de altura, y fue accionada desde un lugar próximo.
En la investigación posterior se halló un cable que llegaba hasta las proximidades de un caserío abandonado, situado a unos cien metros del lugar de la explosión, donde, muy posiblemente, fue conectado el artefacto por medio de un detonador de pilas. El paquete que se encontraba junto a la bandera fue explosionado poco después de forma controlada por la propia Guardia Civil.
Nada más producirse el atentado terrorista comenzó un gran despliegue de fuerzas por el monte para intentar detener a los autores, búsqueda que se reforzó con un helicóptero y con fuertes controles de carretera.
El 4 de mayo se instaló la capilla ardiente en el cuartel de la Guardia Civil de Legazpia y a las once de la mañana del miércoles 5 de mayo se celebró un funeral en Nuestra Señora de la Asunción de Legazpia, donde al final de la misma le fueron impuestas a Antonio las medallas del mérito policial y militar. Posteriormente su féretro fue trasladado a su localidad natal.
Antonio de Frutos Sualdea tenía 44 años. Era de Valtiendas (Segovia), estaba casado con María Martín Peña, y tenía tres hijas: María Jesús, Teresa y Antonia (Toñi), de doce, diez y siete años de edad respectivamente. Había ingresado en la Guardia Civil en 1963. Tras pasar por diversos destinos, en 1971 fue ascendido a cabo primero y destinado a Legazpia.Su mujer y sus hijas se fueron a vivir a Madrid ocho días después del asesinato. Era algo que el matrimonio ya tenía pensado, pues Antonio había empezado a tener pánico desde que, en diciembre de 1975, los etarras pusieron una bomba en la garita del puesto del cuartel de Legazpia, bomba que pudo ser desactivada.
Con motivo del 25 aniversario del asesinato de Antonio, María declaraba a El País: "Nuestro mundo se desmoronaba. En horas, unos asesinos mandaban a mi marido bajo tierra, a mí me condenaban a la soledad, y a mis tres hijas, a un colegio de huérfanos. Ni siquiera me quedaba una pensión digna para tenerlas conmigo. Lo único que le pido a Dios es que toda esa gentuza de ETA esté en la cárcel hasta que se pudra. Porque a nosotras nos han destrozado la vida".
La vida para María y sus tres niñas fue muy dura. Durante los primeros tiempos la hija pequeña dormía abrazada a su madre: "no pegaba ojo, y cuando intentaba darme la vuelta, ella me agarraba más fuerte. Yo pensaba: ésta, pobre... qué angustia tendrá. Pensará: si se han llevado a mi padre, a mi madre no me la quitan".
La miserable pensión que le quedó a la viuda le obligó a ingresar a las niñas en el Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil de Valdemoro, dirigido por religiosas, donde estuvieron hasta finalizar los estudios, bien entrados los ochenta. "No me quedó más remedio. Fue la decisión más dolorosa de mi vida", dice la madre. A pesar de esa decisión tan dura para ella y sus hijas, las tres definen a María como una "Madre Coraje". Se sacó el carné de conducir con 40 años y empezó a hacer jerséis para sacar algún dinero extra. Los fines de semana, sacaba a las niñas del colegio de huérfanos e intentaban hacer vida normal.
La familia nunca ha sabido quién mató a Antonio. "Ni les odio ni les perdono, porque nunca me han pedido perdón. Sólo quiero que vayan de la cárcel a la tumba".
A las 21:40 horas del sábado 3 de mayo de 1997 un terrorista entró a cara descubierta en la Marisquería El Puerto, en Ciérvana (Vizcaya), a 20 kilómetros de Bilbao. Tras gritar "¡Al suelo!" disparó un tiro en la nuca del guardia civil JOSÉ MANUEL GARCÍA FERNÁNDEZ, que en ese momento tomaba unas tapas en compañía de su esposa en la barra del restaurante. El terrorista huyó en un coche que le esperaba fuera con el motor en marcha y conducido por otro etarra. En cuestión de segundos, ambos desaparecieron del lugar en dirección a Santurce.
En el pequeño embarcadero la noticia se fue extendiendo poco a poco entre los restaurantes cercanos al del atentado, abarrotados de gente cenando tanto en su interior como en las terrazas, lo habitual en el Puerto de Ciérvana todos los sábados por la noche. Miembros de la Guardia Civil y la Ertzaintza acordonaron la zona y establecieron controles de identificación de decenas de coches particulares que, poco a poco, fueron abandonando el lugar.
Al día siguiente se le realizó la autopsia a José Manuel en el Instituto Anatómico Forense del Hospital de Basurto y, a media mañana, se instaló la capilla ardiente en la sede del Gobierno Civil.
José Manuel García Fernández llevaba quince años destinado en acuartelamientos del País Vasco. En el momento de su asesinato estaba destinado en el cuartel de Sanfuentes, en Gallarta, muy cerca de Ciérvana. El cuartel albergaba a once familias de guardias civiles que estaban muy integradas en el pueblo. Un agente comentó que él mismo llevaba a su hija "a la escuela, y sus compañeros saben que soy guardia civil. Aquí no tenemos problemas. Estamos consternados". Era de San Esteban de Cuani (Asturias). Tenía 43 años y estaba casado.
A las 22:25 horas del martes 6 de mayo de 1975, miembros de ETA ametrallaban en Guernica (Vizcaya) al guardia civil ANDRÉS SEGOVIA PERALTA cuando se dirigía al cuartel de la Guardia Civil de la localidad. Volvía de prestar servicio de vigilancia en la fábrica de armas Astra-Unceta, poco después de las diez de la noche.
Andrés regresaba a pie al acuartelamiento de Guernica por la vía férrea Bilbao-Bermeo que pasa por la puerta de la citada fábrica. Cuando llevaba recorridos unos cien metros, varios etarras que estaban apostados detrás de un almacén le dispararon por la espalda con una metralleta. Al escuchar los disparos, el jefe de estación de Guernica, que se encontraba a unos diez metros de donde Andrés cayó herido, fue a avisar a los clientes de un bar próximo. Todos juntos caminaron al lugar donde yacía herido el guardia civil. Al reconocer al jefe de estación exclamó entre lamentos: "ya ves lo que me han hecho, me han matado, me han matado". Junto al almacén se encontraron entre 30 y 40 casquillos de bala. El agente recibió más de 20 impactos de bala y falleció media hora después, cuando era trasladado en un taxi al Hospital Civil de Bilbao.
Al día siguiente, miércoles 7 de mayo, a primera hora de la tarde, se instaló la capilla ardiente en la biblioteca del cuartel de la Guardia Civil de La Salve en Bilbao. Dos días después, el 9 de mayo, se celebró el funeral en este cuartel. El Ayuntamiento de Bilbao expresó su más enérgica repulsa por el atentado.
En octubre de 1975 se produjo una gran operación de la Guardia Civil en Vizcaya. Entre los detenidos estaba María Aránzazu Sagrado Aguirre, vecina de Guernica y novia del huido Pedro Antonio Alonso Herrero, miembro del mismo grupo etarra que Jesús María Marquiegui Ayastui, alias Marqui, y José María Zapirain Maya, autores del asesinato de Andrés Segovia.
María Aránzasu Sagrado Aguirre había estado vigilando los movimientos de los guardias civiles en la fábrica de armas Astra, información que pasaba a Alonso Herrero y este a Marquiegui. Este último murió en un enfrentamiento con la Guardia Civil el 14 de mayo de 1975, nueve días después del asesinato de Andrés Segovia. En el enfrentamiento también murió la pareja que tenía escondido a Marquiegui, Ignacio Garay Legarreta y Blanca Zaralegui Allende, y el teniente de la Guardia Civil Domingo Sánchez Muñoz.
En cuanto a José María Zapirain Maya, fue detenido en Francia en enero de 1979, pero no fue juzgado en España. Posteriormente, cuando en 1989 Venezuela empezó a acoger etarras deportados desde Argelia, se instaló en ese país. Hoy día es un próspero empresario y se considera que es uno de los etarras que mayor fortuna ha hecho en la Venezuela de Hugo Chávez, donde es propietario de empresas de procesamiento de pescado, de terrenos y de cuentas corrientes muy saneadas.
Andrés Segovia Peralta era de Moral de Calatrava (Ciudad Real). Tenía 40 años, estaba casado y tenía dos hijos: un niño de 9 años y una niña de 5. Desde que salió de la Academia de la Guardia Civil en junio de 1969 estaba destinado en Guernica. El Ayuntamiento de Moral de Calatrava puso su nombre en una calle y le concedió, a título póstumo, la medalla de oro de la localidad.
Minutos antes de las siete de la mañana del 6 de mayo de 1991, el guardia civil FRANCISCO ROBLES FUENTES era asesinado en el puerto de Pasajes y varios compañeros suyos resultaron heridos de diversa consideración, alcanzados por la onda expansiva de una bomba que los terroristas del grupo Donosti de ETA accionaron cuando vieron acercarse a sus víctimas. El artefacto explosivo, activado a distancia, estaba adosado a una garita situada junto a uno de los muelles del almacén número 1 del depósito franco del puerto de Pasajes. Estaba compuesto por 10 kilos de amonal.
Los guardias civiles estaban destinados en el Servicio Fiscal de Control de Mercancías del puerto. Además de la muerte en el acto de Francisco, resultaron heridos sus compañeros José Moreno Piñero, Miguel Ángel Álvarez Escanciano y David Náñez Minguela, el más grave. Fue trasladado al Hospital de Nuestra Señora de Aránzazu donde le amputaron parcialmente la pierna derecha. David era natural de Olmedo (Valladolid) y tenía 23 años.
La explosión desplazó los cuerpos de Francisco Robles y David Náñez más de quince metros del lugar en el que se hallaban, y la garita, de 1,5 toneladas de peso y con cristales blindados, salió también despedida varios metros por la onda expansiva.
El funeral por Francisco Robles se celebró al día siguiente, 7 de mayo, en la Iglesia de la Sagrada Familia de San Sebastián, presidido por el secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, y el delegado del Gobierno en el País Vasco, José Antonio Aguirirano.
En 1994 fueron condenados a 55 años de prisión por un delito de atentado con el resultado de muerte, y tres delitos de asesinato frustrado, los etarras Sergio García Razquín, José Ignacio Echevarría Pascual, Alfonso Castro Sarriegui, José Arizmendi Oyarzábal, Miren Maitane Sagastume Arrieta y Javier Aramburu Muguruza. Todos ellos eran miembros del grupo Ipar-Haizea de ETA. En 1996 fue condenado a la misma pena que sus compañeros el etarra Ignacio Cañas Cartón, que fue quien fabricó el artefacto explosivo en su casa.
Francisco Robles Fuentes, hijo de guardia civil, era natural de Segura de la Sierra (Jaén) y tenía 21 años. Llevaba seis meses destinado en Guipúzcoa. Tenía previsto viajar el mismo día del atentado a Valencia para asistir a la primera comunión de una prima. Sus padres residían en Campanar (Valencia) y ahí recibieron sepultura los restos mortales de Francisco.
A las seis de la mañana del 9 de mayo de 1978 el guardia civil MANUEL LÓPEZ GONZÁLEZ, acompañado de otros tres compañeros, entre ellos su hermano Francisco, resultó herido de gravedad en un atentado perpetrado por miembros de la banda terrorista ETA en Pamplona. Regresaban de realizar un servicio en la estación de Renfe en la capital navarra y se dirigían en un vehículo oficial hacia la Comandancia del Instituto Armado.
Cuando se encontraban cerca de los Jardines de la Taconera explotó una bomba depositada junto a una farola que fue activada a distancia. La explosión arrancó de cuajo la farola y levantó varios metros de bordillo de la acera. La carga -unos cinco kilos de Goma 2- destrozó materialmente el Land Rover de la Guardia Civil, afectando principalmente la parte delantera y lateral.
Resultaron heridos, además de Manuel, el cabo 1º de la Guardia Civil Juan Díez Resano, de 29 años, natural de Carcastillo (Navarra) y casado; Agustín Hernández Martín, de 31 años y natural de Villasbuenas (Salamanca); y el hermano de Manuel, Francisco López González, cacereño de 27 años, casado y con un hijo. Fueron atendidos por otros cinco guardias civiles fuera de servicio que, en el momento del atentado, se encontraban por la zona en otro automóvil. Ellos mismos trasladaron a Manuel al Hospital Provincial. La metralla le había alcanzado la artería aorta y se encontraba en estado muy grave. A pesar de los esfuerzos de los médicos, falleció pocas horas después.
Manuel López González tenía 23 años y era natural de Cáceres. Llevaba sólo un año en la Guardia Civil y se iba a casar el mes siguiente con su novia, natural de Pamplona.
La noche de ese mismo 9 de mayo de 1978 la banda terrorista ETA ametralló un Land Rover de la Guardia Civil que prestaba servicio de protección al acuartelamiento de Intxaurrondo en San Sebastián. El vehículo, con cuatro agentes en su interior, realizaba una patrulla por los alrededores de las dependencias de la Guardia Civil. Al pasar por las cercanías del cementerio de Polloe, el Land Rover fue ametrallado por dos terroristas que dispararon desde una tapia de unos tres metros de altura que se encuentra junto a la carretera. Como consecuencia del tiroteo resultaron gravemente heridos el conductor del vehículo, JUAN MARCOS GONZÁLEZ, que fallecería poco después de ingresar en un centro sanitario, y Miguel Ángel Íñigo Blanco, que lo haría seis días después, el 15 de mayo.
Los otros dos agentes también resultaron heridos. Juan Jiménez Bermúdez, de Corite (Sevilla), tenía 23 años; y José Amado Juan, natural de Huelva, tenía 22 años. A pesar de las heridas, consiguieron saltar del vehículo y repeler la agresión.
Juan Marcos González era de Llanes (Asturias). Tenía 20 años y estaba soltero. Su padre también fue miembro de la Guardia Civil, igual que uno de sus hermanos. Llevaba un año destinado en San Sebastián y estaba a la espera de conseguir el traslado a Galicia. La madre de Juan, María González Rodríguez, se enteró del asesinato de su hijo en su casa de Sarriá (Lugo). En febrero de 2007 recordaba en declaraciones a El Correo que hizo el viaje a San Sebastián por su cuenta "en un taxi que nadie me pagó. Nadie nos arropó, cuando llegamos nos encontramos la caja, nada más". Tiempo después falleció el hermano de Juan, "seguramente a consecuencia de aquello, porque siempre lo tuvo presente en la cabeza", señaló la madre.
El 9 de mayo de 1991, ETA asesinaba en Ortuella (Vizcaya) al guardia civil FRANCISCO ÁLVAREZ GÓMEZ mediante la colocación de una bomba-lapa en los bajos de su vehículo.
Solía ir con su cuadrilla de amigos a un bar próximo a la estación de Renfe. Aquel jueves, al salir del bar y subirse a su coche, se activó el mecanismo de la bomba lapa. Eran las 15:00 horas. La violenta explosión arrancó de cuajo el techo del vehículo y lanzó el cuerpo del agente hacia las vías del ferrocarril, a varios metros de distancia de su coche. Vecinos del pueblo y un concejal socialista se enfrentaron a voluntarios de la Cruz Roja ante su negativa inicial a mover al herido, alegando que necesitaban el dictamen de un médico. Francisco fue conducido en una ambulancia al Hospital de Cruces, en Baracaldo, donde ingresó cadáver a las 15:20 horas, según informó una portavoz del centro médico.
Francisco Álvarez Gómez tenía 38 años. Era de La Albuera (Badajoz), donde una calle lleva su nombre. Vivía en el País Vasco desde veinte años antes de ser asesinado. Estaba casado con una vecina de Ortuella, localidad de tradición minera, y allí nacieron sus dos hijos, de 9 y 15 años cuando mataron a su padre. Estaba adscrito al Servicio de Vigilancia Fiscal de la Guardia Civil y prestaba servicio en el Puerto de Bilbao. Su padre también había sido agente de la Benemérita.
El 8 de mayo de 1998, un etarra disparaba en la cabeza al subteniente retirado de la guardia civil, ALFONSO PARADA ULLOA. Trasladado por una UVI móvil al Hospital Txagorritxu murió la madrugada del día siguiente, 9 de mayo. El disparo entró por su sien izquierda y salió por la derecha y, aunque en un primer momento los equipos de urgencias del hospital vitoriano barajaron la posibilidad de una intervención quirúrgica, finalmente la descartaron dada la gravedad de la herida.
Alfonso Parada fue tiroteado a escasos metros de su domicilio por un individuo joven que le disparó a la cabeza a corta distancia. Eran aproximadamente las dos de la tarde. El atentado se produjo en la calle de las Juntas Generales, donde vivía la familia Parada Ulloa, y a menos de cien metros de la comisaría de la Ertzaintza.
El dueño de una tienda situada a escasos metros del lugar del atentado avisó por el portero automático a la familia del herido. Su hijo bajó de inmediato y se mantuvo agachado junto al cuerpo de su padre hasta la llegada de la UVI móvil que le trasladó al hospital. El nieto de la víctima, que se encontraba jugando cerca del lugar del atentado, también presenció la imagen de su abuelo herido y tirado en la calle. El niño iba a hacer la primera comunión el fin de semana siguiente.
Alfonso Parada Ulloa de 62 años, era subteniente en la reserva de la Guardia Civil y amigo del portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento de Vitoria, Alfredo Marco Tabar. Su nombre había aparecido en varias listas intervenidas a grupos etarras desarticulados, circunstancia de la que Alfonso estaba informado. Sus vecinos desconocían si adoptaba alguna medida de autoprotección, aunque sí señalaron que mantenía "costumbres muy fijas", entre ellas la de salir a primera hora de la tarde y desplazarse hasta una localidad en las afueras de Vitoria para dedicarse a su afición: el cuidado de los pájaros. Era natural de La Melide (La Coruña) aunque vivía en Vitoria desde 1976. Estuvo destinado como comandante del puesto del Abetxuco, y desde 1986, en el cuartel de Sansomendi, en la Unidad de Intervención de Armas y Explosivos. Tres años antes de ser asesinado había pasado a la reserva. Estaba casado y tenía un único hijo, Nacho, de 32 años, que trabajaba como vigilante jurado, y un nieto de corta edad.
En la madrugada del 14 de mayo de 1975, durante el registro de un piso franco de la banda terrorista ETA en Guernica, resultó muerto el teniente de la Guardia Civil DOMINGO SÁNCHEZ MUÑOZ. Entre las cuatro y las cinco de la madrugada, efectivos de la Guardia Civil comenzaron a tomar posiciones en la carretera de acceso a Guernica desde Bilbao, así como en el interior de una zona verde bordeada por los bloques de las denominadas Casas del Estado -unas edificaciones situadas a la derecha de la calzada en dirección a Guernica- muy próximas al antiguo cuartel de la Guardia Civil.
La Guardia Civil trataba de localizar a miembros de la banda terrorista en un piso franco de ETA situado en el número 47 de la calle Señorío de Vizcaya. Los etarras buscados eran, presuntamente, los autores del asesinato del agente Andrés Segovia Peralta, ocurrido ocho días antes.
Hacia las seis de la mañana, cuando la manzana de casas había sido rodeada por los guardias civiles, varios agentes penetraron en el portal número 47 para proceder a un registro. Ascendieron primero al piso superior y, posteriormente, se dirigieron a la planta baja. Los agentes llamaron a la puerta: "Guardia Civil, ¡abran!". En el umbral de la puerta apareció el matrimonio formado por Ignacio Garay Lejarreta, de 53 años, y su esposa Blanca Saralegui Allende, de 42. Los miembros de la Guardia Civil preguntaron si había alguna persona más en el piso y respondieron que "dos chicos". En ese momento, los guardias civiles, que se encontraban frente al matrimonio, oyeron varias detonaciones que procedían de una de las ventanas del piso por la que trataban de huir los dos etarras.
Frente a esa ventana se encontraba el teniente de la Guardia Civil Domingo Sánchez Muñoz, que dio el alto a los dos etarras. Uno de ellos abrió fuego contra él ocasionándole dos heridas mortales en la cabeza y en el pecho. Fue trasladado al Hospital Civil de Bilbao, donde no se pudo hacer nada por su vida.
A continuación se inició un tiroteo que, según testigos presenciales, duró hasta pasadas las seis y media de la mañana, y en el que ambos terroristas resultaron heridos y el matrimonio Garay muerto. Los dos etarras, pese a estar heridos, consiguieron huir. Uno de ellos fue localizado dos horas más tarde en el monte de Ajangiz. Se produjo un nuevo tiroteo, que terminó con la vida del etarra. Su nombre era Jesús María Marquiegui Ayastui, alias Motriko. El segundo etarra también tuvo otro enfrentamiento a tiros con la Guardia Civil, pero logró escapar de los perseguidores y ocultarse en Guernica.
En el interior del piso franco se halló abundante documentación sobre los movimientos de la Guardia Civil en la zona y diversas armas. Entre ellos los movimientos del agente Andrés Segovia.
Domingo Sánchez Muñoz, de 48 años, era natural de Sobradillo (Salamanca). Estaba casado con Raquel Salicio y tenía cuatro hijos de 21, 18, 17 y 16 años. Su primer destino en la Guardia Civil fue en Barcelona (1946) donde conoció a su esposa, y donde fue enterrado, pues ahí tenía el domicilio familiar. Fue ascendido en 1974 a oficial y destinado a Bilbao. Desde siete meses antes de su asesinato estaba adscrito al Servicio de Información de la Comandancia de Vizcaya.
A las diez de la mañana del jueves 14 de mayo de 1981, dos guardias civiles resultaron muertos y un tercero herido en Lemona al ser alcanzado de lleno el vehículo en el que viajaban por la explosión de un potente artefacto, compuesto por diez kilos de Goma 2 y abundante metralla, que había sido colocado a un lado de la carretera por la que circulaban. La explosión provocó la muerte en el acto de JOSÉ OLAYA DE LA FLOR, conductor del vehículo. Pocos minutos después fallecía MANUEL SÁNCHEZ BARALLO, que ocupaba el otro asiento delantero. Anselmo JiménezAllen, que iba sentado detrás, quedó atrapado entre los restos del vehículo, siendo necesario el uso de soplete para rescatarle. Fue trasladado gravemente herido al Hospital de Cruces de Bilbao
El atentado se produjo casi al pie de las instalaciones de la cantera Pekomi, en Lemona, situadas en el barrio de San Ignaro, a un kilómetro aproximadamente de la carretera nacional que une Bilbao con Vitoria. El convoy estaba formado por tres Land Rover, con una dotación de tres guardias civiles cada uno, situados al inicio de la caravana, en el centro y al final. En medio circulaban los dos vehículos protegidos. Tenían que hacer parte de la descarga en la cantera Pekomi y, después, dirigirse a otra para descargar el resto de la mercancía.
Dos de ellos habían acompañado a una camioneta que transportaba detonadores y a una furgoneta cargada con 450 kilos de Goma 2 hasta la entrada de la cantera, donde se descargaron cuatrocientos kilos. El tercer vehículo de la Guardia Civil permanecía a la espera, a unos trescientos metros de distancia, en el cruce de la carretera que conduce a la cantera. Cuando el convoy iniciaba el viaje hacia la segunda cantera, y tras recorrer escasamente cien metros, se produjo la explosión. El explosivo estaba colocado en un talud a la izquierda de la carretera oculto con piedras.
La explosión fue de tal magnitud que reventó prácticamente el vehículo y lo lanzó varios metros por los aires. La metralla había perforado el Land Rover dejándolo como si de un colador se tratara. El ruido provocado por la explosión se escuchó en un radio de diez kilómetros, en tanto que la metralla y piedras del montículo donde se enterró el artefacto fueron lanzadas a casi un millar de metros del lugar del atentado. La onda expansiva destrozó cristales de casas situadas a medio kilómetro.
José Olaya de la Flor era de Madrigal de la Vera (Cáceres). Tenía 28 años, estaba casado y tenía una hija.
Manuel Sánchez Barallo, de Calanas (Huelva), tenía 26. Estaba casado, sin hijos.
El 14 de mayo de 2008 ETA asesinaba en Legutiano (Alava) alguardia civilJUAN MANUEL PIÑUEL VILLALÓN. Juan Manuel ocupaba el puesto de vigilancia de la casa cuartel de la Guardia Civil en la localidad alavesa. En torno a las tres de la madrugada vio cómo unos individuos abandonaban una furgoneta a unos diez metros del cuartel, pegada al perímetro de seguridad. No le dio tiempo a nada, porque los terroristas habían programado la bomba para que estallase casi inmediatamente y sin dar tiempo a desalojar. Mientras avisaba, la furgoneta, cargada con cien kilos de explosivo, saltó por los aires. ETA buscaba una matanza, como otras cometidas anteriormente contra casas cuarteles. El terrorista que aparcó la furgoneta, que cubría su rostro con un pasamontañas, activó el temporizador y salió corriendo hacia otro coche en el que emprendió la huida.
En su huida, los etarras llegaron hasta el Alto de Urkiola en un turismo que abandonaron y que contenía una bomba que tendría que haber explotado a las seis de la mañana. La explosión no llegó a producirse, pues el vehículo fue encontrado antes por las fuerzas de seguridad. Este coche fue de gran ayuda en la investigación posterior del atentado.
Juan Manuel murió en el acto y otras 27 personas resultaron heridas. Al cabo de varias horas de trabajo, se pudo rescatar con vida al último de ellos, José Javier Cabrizo, enterrado bajo una montaña de escombros. En la casa cuartel dormían en ese momento unas treinta personas, entre ellas cinco niños. La potente explosión destrozó una de las plantas del edificio y causó daños considerables a las casas colindantes.
Juan Manuel Piñuel Villalón era natural de Melilla, aunque vivía en Málaga. Tenía 41 años y llevaba destinado en el País Vasco poco más de un mes. Casado con María Victoria Campos y con un hijo de seis años, quería acumular en Álava el tiempo necesario, unos tres años, para poder ser trasladado con carácter preferente a la Comandancia de Málaga y poder reunirse con su familia. Juan Manuel ingresó en la Guardia Civil en 1997, con 29 años, tras lograr la quinta mejor puntuación entre un millar de candidatos. Al día siguiente de su asesinato, María Victoria hizo una declaración ante los medios de comunicación en un hotel de Málaga. Tras agradecer el apoyo recibido por autoridades, Guardia Civil, compañeros de su marido, víctimas de ETA y pueblo vasco, señaló que repudiaba desde lo más hondo de su corazón
a esos cobardes miserables que no tienen dignidad ni principios, que destruyen sin escrúpulos la vida y las ilusiones de las personas, que no saben respetar un estado de derecho, que quieren acabar con la democracia y ensucian con sus viles actos la dignidad de su pueblo.
Y añadió:
Pero que sepan que no quedará así, que luchamos y lucharemos por que esta lacra de asesinos y miserables acabe y que con la ayuda de todos lo vamos a conseguir. No sois nadie. Sólo basura. Un punto negro en la limpieza de un gran país. Y quiero decir que esta medalla que ya no puede llevarla mi marido la llevo yo en su nombre con todo mi orgullo. Viva España y viva la Guardia Civil.
El 15 de mayo de 1978 fallece el guardia civil MIGUEL ÁNGEL ÍÑIGO BLANCO, a consecuencia de las heridas sufridas en el atentado que la banda terrorista perpetró el 9 de mayo contra un Land Rover de la Guardia Civil que patrullaba el acuartelamiento de Intxaurrondo. En el atentado falleció casi en el acto su compañero y conductor del vehículo, Juan Marcos González.
Miguel Ángel Íñigo Blanco era natural de Holguera (Cáceres). Tenía 24 años y estaba soltero. En el atentado recibió dos impactos de bala en el cráneo. Trasladado a la residencia sanitaria de la Seguridad Social Nuestra Señora de Aránzazu, se mantuvo entre la vida y la muerte seis días hasta que, finalmente, se produjo su fallecimiento. Treinta años después, en 2008, su localidad natal rindió un homenaje al joven guardia civil. En la cruz de la Plaza de la Cruz de la localidad cacereña, cerca de donde vivió Miguel Ángel con sus doce hermanos, se descubrió una placa en memoria del agente asesinado. Su hermano, Francisco Íñigo Blanco, recordó cómo su madre murió de pena poco después, al no lograr superar el asesinato del hijo.
El 16 de mayo de 1980, cuatro etarras ametrallaron a los guardias civiles Francisco Puig Mestre y Francisco Ramón Ruiz Fernández en el Bar Huici de la localidad navarra de Goizueta. Los etarras entraron primero en el Bar Zabaleta y, al comprobar que los agentes no estaban ahí, entraron en el Huici.
Los guardias civiles de la casa cuartel de la localidad cenaban habitualmente en dicho bar y un vecino de Goizueta pasó la información a miembros del grupo Adarra de ETA, formado por vecinos de la localidad de Hernani (Guipúzcoa). Ese día, el informador de ETA comprobó previamente la posición exacta de los dos guardias civiles en el comedor. A continuación, dos etarras encapuchados entraron armados con pistolas y metralletas desde la cocina y les tirotearon a corta distancia. Otros dos terroristas se quedaron fuera vigilando. Segundos después los asesinos huyeron en una furgoneta DKW, tras amenazar de muerte a un vecino que trató de avisar de lo ocurrido en el cuartel de la Guardia Civil. En el lugar del atentado se recogieron numerosos casquillos de bala 9 milímetros parabellum.
Sobre las once de la noche el juez ordenó el levantamiento de los cadáveres que fueron trasladados a Pamplona, donde se instaló la capilla ardiente. Al día siguiente, 17 de mayo, se celebraron los funerales. Posteriormente, los restos mortales de los dos guardias civiles se trasladaron a sus localidades de origen.
Francisco Puig Mestre era natural de Mas de la Mariana, en el término de Ares del Maestre (Castellón). Tenía 31 años y estaba soltero. Llevaba más de un año destinado en Goizueta, pero pensaba regresar a su ciudad natal en el mes de junio. Su asesinato lo impidió.
Francisco Ramón Ruiz Fernández, de 26 años, era de Arjona (Jaén). Estaba casado y tenía dos hijos, una niña pequeña y un niño que acababa de nacer. Su mujer, Rosario Escalante, se había desplazado a Málaga poco antes del atentado para dar a luz. El bebé nació quince días antes del asesinato. Francisco era el comandante del puesto de la Guardia Civil de la localidad de Goizueta, y había estado destinado en Valencia antes de ascender.
A las ocho y cuarto de la noche del 27 de mayo de 1984 la banda terrorista ETA asesinaba en Pamplona, mediante una bomba-lapa colocada en su vehículo, al capitán de la Guardia Civil LUIS OLLO OCHOA.
El capitán, jefe de la Compañía de la Guardia Civil de Aoiz, había ido ese domingo al piso de su propiedad en el barrio de la Chantrea en Pamplona. En torno a las ocho de la tarde abandonó la vivienda, acompañado por su mujer, para regresar de nuevo a su destino, en la localidad de Aoiz. Se dirigió a su vehículo, se introdujo en el mismo y lo puso en marcha. La vibración del motor hizo estallar la potente bomba colocada en los bajos del coche, compuesta por una carga de cuatro o cinco kilos de Goma 2.
El vehículo de la víctima quedó totalmente destrozado y el techo del turismo fue lanzado a una distancia de unos quince metros. La explosión provocó, además, fuertes destrozos en los vehículos aparcados en las inmediaciones, así como la rotura de numerosos cristales de viviendas y de varios establecimientos comerciales.
Luis murió en el acto atrapado en el amasijo de hierros en que quedó convertido el coche. Su mujer, Esther Pérez de Aramendi, que no llegó a entrar en el vehículo, resultó herida de gravedad. Su cuerpo fue lanzado por efecto de la onda expansiva a varios metros del lugar de la explosión. Fue intervenida quirúrgicamente en la residencia sanitaria Virgen del Camino. A última hora de la noche abandonó la Unidad de Vigilancia Intensiva en un estado calificado como de pronóstico reservado. Se le había reventado un tímpano y tenía heridas en el cráneo.
Luis Ollo Ochoa, de 54 años, estaba destinado en el cuartel de Aoiz, donde mandaba el destacamento existente en esta población, una de las más importantes de Navarra. Anteriormente había estado destinado en el Servicio de Información de la Comandancia de la Guardia Civil de Pamplona con el grado de teniente. Había sido amenazado de muerte por ETA en varias ocasiones.
Era natural de Ochagavía, en el Pirineo navarro, estaba casado con Esther Pérez de Aramendi y tenía dos hijos: una chica de 24, que acababa de terminar la carrera de Medicina, y un chico de 22 años, alumno de la escuela militar de suboficiales de Talarn (Lérida). El matrimonio residía en los días laborables en la localidad de Aoiz, y los fines de semana los pasaban en su domicilio de Pamplona.
A las once de la mañana del 28 de mayo de 1983 ETA asesinaba en Pamplona a los guardias civiles ANTONIO CONEJO SALGUERO y FIDEL LÁZARO APARICIO cuando se encontraban vigilando en el interior del edificio central de Correos de la capital Navarra, situado en el Paseo Sarasate de Pamplona.
Tres guardias civiles se encargaban de la seguridad del edificio. Dos de ellos en la zona de acceso al público y un tercero en el interior de una garita blindada. Dos etarras se introdujeron en el edificio donde, en esos momentos, se encontraban unas sesenta persona entre empleados y clientes. Cuando estaban a un metro de distancia de los guardias civiles los terroristas sacaron sendos revólveres del calibre 38 y dispararon doce tiros.
Los guardias cayeron al suelo y ahí fueron rematados, sin que el tercer guardia civil fuese capaz de reaccionar. Los etarras contaron con la ayuda de una tercera persona, al parecer una mujer. En medio del pánico provocado por el tiroteo, los pistoleros huyeron del lugar con toda tranquilidad.
El tercer guardia civil acudió al lugar donde se hallaban sus dos compañeros agonizando en medio de dos charcos de sangre. Los guardias civiles fueron trasladados rápidamente al Hospital de Navarra, el cabo primero Antonio Conejo, y a la Clínica Universitaria, el guardia civil Fidel Lázaro. Ambos ingresaron ya cadáveres.
A los pocos minutos de producirse el atentado, varias personas que habían acudido al lugar de los hechos colocaron una bandera española y dos ramos de flores donde habían caído los guardias. El delegado del Gobierno en Navarra, Luis Roldán, acudió también al edificio de Correos, junto con miembros de la Guardia Civil y la Policía Nacional y varios parlamentarios navarros.
El atentado se produjo a unos doscientos metros escasos del palacio de la Diputación Foral de Navarra, donde había comenzado la reunión de la junta preparatoria del recién elegido Parlamento de esta comunidad para decidir la fecha de constitución de la Cámara. Los partidos políticos que integraban el Parlamento, con excepción de Herri Batasuna que no asistía a las sesiones, condenaron el atentado en duros términos.
La capilla ardiente con los cuerpos de los dos guardias civiles se instaló por la tarde en las dependencias de la Delegación del Gobierno. Al día siguiente, 29 de mayo, se celebró el funeral por sus almas en la Iglesia de San Miguel de Pamplona. Los féretros con los restos mortales de los guardias civiles fueron llevados a hombros por sus compañeros desde el edificio de la Delegación del Gobierno hasta la iglesia. Al funeral asistió el Rey Juan Carlos, acompañado del ministro del Interior, José Barrionuevo, y altos mandos de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Posteriormente, una marcha con varios centenares de personas recorrió las calles de Pamplona gritando consignas en contra de la banda asesina ETA.
El asesinato de Antonio y Fidel fue reivindicado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas, pero judicialmente ha quedado impune.
Antonio Conejo Salguero, de 41 años, era de Valle de Santa Ana (Badajoz). Estaba casado con Mercedes Pérez y tenía dos hijas de 12 y 11 años. Cabo primero de la Guardia Civil, pasó muchos años trabajando en las oficinas de la Comandancia de la Guardia Civil. El día de su asesinato estrenaba destino en Correos. Su hija Ana recordó en 2008, a través de las páginas del Diario de Navarra, como fue ese día: "Recuerdo a compañeros de mi padre de la Comandancia que lloraban y que pregunté a mi madre qué pasaba. Me respondió que habían matado a mi padre. ‘¿Por qué si es tan bueno?’. Mi madre nos explicó que no lo habían matado porque fuera malo, sino por el uniforme que llevaba. No tuvimos la ayuda de ningún psicólogo, afortunadamente ahora se hacen las cosas mejor. Entonces me dieron un valium (...). Hubo algunas promesas que no se cumplieron. A mi padre le faltaba muy poco para ascender a sargento y nos dijeron que se iba a efectuar esa promoción, también que iban a colocar una placa a él y a Fidel en Correos... Pero nadie se acordó de eso, aunque algunos terroristas aún tengan su placa en las plazas (...). Nos quedamos sin casa, puesto que el último año habíamos vivido en la Comandancia. Fuimos a vivir a la de mis abuelos. En cuatro años cambié cuatro veces de colegio. Pero lo peor fue que, de la noche a la mañana, habíamos perdido a un padre que con nosotras siempre había sido muy cariñoso. El recuerdo posterior es que tengo que acompañar a mi madre, que sufrió depresiones muy fuertes, cada tarde al cementerio. Mi padre siempre quiso que las dos hijas estudiáramos y así lo hicimos. La Asociación de Víctimas nos dio una ayuda de cien mil pesetas y con alguna beca pude estudiar Geografía e Historia y mi hermana Derecho".
Fidel Lázaro Aparicio era natural de Torrehermosa (Zaragoza). Tenía 48 años y estaba soltero. Unos minutos antes había comentado a un oficial de Correos que tenía pensado marcharse de vacaciones en los próximos días. Llevaba catorce años destinado en Navarra y tenía planeado pasar a la reserva y volver a su tierra natal. El 27 de agosto de 2010 el Ayuntamiento de Torrehermosa organizó un homenaje al guardia civil asesinado, con asistencia de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Durante el acto se descubrió una placa en la calle en la que nació, junto a la Plaza Villarreal de la localidad.
A las siete y cinco de la tarde del 29 de mayo de 1991, la banda asesina ETA lanzaba un coche-bomba contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Vic (Barcelona), que quedó totalmente destruida. La explosión provocó la muerte directa de nueve personas. Dos guardias civiles: JUAN CHINCOA ALÉS y JUAN SALAS PÍRIZ; dos mujeres: NURIA RIBÓ PARERA, mujer del guardia civil Juan Chincoa, y MAUDILIA DUQUE DURÁN, suegra del guardia civil Juan Salas, también fallecido; y cinco menores de edad: FRANCISCO CIPRIANO DÍAZ SÁNCHEZ, de 17 años; MARÍA PILAR QUESADA ARAQUE, de 8 años; ANA CRISTINA PORRAS LÓPEZ, de 10 años; ROSA MARÍA ROSA MUÑOZ, de 14 años, y VANESSA RUIZ LARA, de 11 años. Además, el guardia civil en la reserva RAMÓN MAYO GARCÍA falleció al ser atropellado por una ambulancia que evacuaba a los heridos mientras prestaba auxilio a los afectados por la explosión.
El vehículo utilizado, un Renault 6 cargado con 216 kilos de explosivos (doce bombonas con dieciocho kilos de amonal cada una), fue proyectado aprovechando la ligera pendiente de una de las calles laterales en las que se encontraba ubicada la casa cuartel. Una vez que el coche-bomba estuvo dentro del patio de la casa cuartel, el etarra Juan Carlos Monteagudo activó el explosivo con un telemando.
En la casa cuartel de Vic vivían catorce agentes de la Guardia Civil, trece mujeres y veintidós niños. El atentado se produjo cuando numerosos familiares de los guardias se encontraban en sus viviendas y algunos niños, como era habitual a esas horas, jugaban en el patio. Los niños iban al colegio por la mañana, pero a las siete de la tarde, hora del atentado, lo habitual es que hubiese 10 ó 12 de ellos jugando en el patio. Por ello las niñas asesinadas fueron las más afectadas por la explosión y sus cuerpos quedaron literalmente destrozados.
Cuarenta y cuatro personas resultaron con heridas de diversa consideración, algunas de ellas muy graves, con importantes mutilaciones (a una de las niñas heridas tuvieron que amputarle una pierna) y secuelas. Entre los heridos muy graves que consiguió sobrevivir, el niño de 2 años Rafael Reinoso Sánchez, que sufrió fractura de la base del cráneo.
Al día siguiente de la brutal masacre, la Guardia Civil desarticuló al grupo Barcelona de ETA, autor del atentado, en una operación llevada a cabo en un chalé de la localidad barcelonesa de Lissá de Munt. Durante la operación murieron los etarras Juan Carlos Monteagudo Povo (jefe del grupo y exdirigente de Terra Lliure) y Juan Félix Erezuma Uriarte, que se resistieron a su detención con armas de fuego, pero se detuvo al tercer autor directo de la matanza, Juan José Zubieta Zubeldia, que no opuso resistencia. En la misma operación se detuvo a Pilar Ferreiro Bravo y a Jordi Mas Trullenque, profesor ayudante de Matemáticas Aplicadas en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Juan Chincoa Alés, guardia civil de 30 años, era natural de Martín de la Jara (Sevilla). También fue asesinada en el atentado su esposa, Nuria Ribó Parera, de 26 años. Su hija Ana fue una de las heridas. Quedó huérfana de padre y madre antes de cumplir los 2 años.
Francisco Cipriano Díaz Sánchez tenía 17 años cuando fue asesinado por la banda terrorista ETA en la casa cuartel de Vic. En el momento de la explosión se encontraba estudiando en su domicilio del acuartelamiento. Murió en el acto por la onda expansiva provocada por el coche-bomba. Francisco estudiaba tercero de enseñanza secundaria en el Instituto Callis de Vic. Sus padres estaban ese día en Zaragoza asistiendo a un funeral, y su hermana Pilar, de 18 años, también resultó herida por la explosión.
Ana Cristina Porras López, de 10 años, murió en el acto mientras jugaba con sus amigas en el patio de la casa cuartel. Su hermana Isabel Porras López, de 7 años, resultó herida de gravedad y se le tuvo que amputar parte de la pierna izquierda. Eran hijas del guardia civil Teodoro Porras.
Vanessa Ruiz Lara, de 9 años, también murió en el acto. Era amiga del colegio de hijas de guardias civiles. Como en otras ocasiones, su madre, Emilia Lara, había dejado que su niña fuera a jugar al patio de la casa cuartel con sus amigas, hijas de los guardias civiles. Diez años después no ha habido el más mínimo reconocimiento a los nueve muertos del atentado de Vic, cinco de ellos niños. Nada. Sólo el olvido. Y después de que te asesinan a un hijo ¿puede haber algo más doloroso que le entierren en el olvido? Ana Chincoa, que no tenía más de dos años, perdió a su madre y a su padre en el atentado. ¿Quién se acuerda de ella?" (Los Domingos de ABC, 11 de agosto de 2002). Emilia y la hermana pequeña de Vanessa, Cristina Ruiz, fueron entrevistadas en el documental Trece entre mil de Iñaki Arteta. Este es el testimonio de Cristina: "Siempre que salíamos del colegio íbamos un día al parque que había al lado de mi casa y otro día al cuartel. Ese día tocó ir al cuartel. A mí me cayó un ladrillo en la cabeza y me quedé ahí también. Ya luego vino un guardia y me cogió y me sacó para fuera". Cristina contaba cómo desde el asesinato de su hermana mayor visiona periódicamente un vídeo en el que está con Vanessa tres días antes del atentado, en el campo: "A lo mejor hay semanas que lo pongo tres días seguidos o pasan tres semanas y lo pongo otra vez (...) Tengo a mis hermanos, pero no es lo mismo. Ahora mismo me gustaría que estuviera para darme consejos, hablar de cosas.
María Pilar Quesada Araque, de 8 años, estudiaba en el colegio del Sagrat Cor, situado a escasos metros de la casa cuartel en la que vivía. Al domingo siguiente iba a recibir la primera comunión. Por ese motivo, la niña había ido minutos antes de la explosión del coche-bomba al colegio para mostrarle a las monjas unas fotografías de estudio que le habían hecho con motivo de la celebración del citado sacramento.
Rosa María Rosa Muñoz, de 14 años, murió también en el acto mientras jugaba con sus amigas en el patio de la casa cuartel. Sus hermanos, Pedro y David, de 15 y 17 años en esos momentos, se salvaron de milagro, pues esa tarde se estaban examinando en la Escuela Industrial de Vic. En el momento en que asesinaron a su hija, su padre, el cabo de la Guardia Civil David Rosa, se encontraba en Madrid cursando estudios para ascender de graduación. Su madre, María Angustias Muñoz, estaba terminando su jornada laboral en un taller de confección cuando oyó la explosión. No le dejaron ver el cuerpo de su hija, que tuvo que ser reconocido por una vecina y compañera de trabajo. María Angustias confesó a ABC (01/06/1991) que querían quedarse en Vic, "porque es donde hemos enterrado a mi hija y es el pueblo donde ella se quería quedar. Ella estaba bien en Vic, hablaba catalán y tenía buenas amigas".
Juan Salas Píriz, guardia civil de 48 años, era natural de Olivenza (Badajoz). Estaba casado con Manuela Morgado Duque, que resultó herida, y tenía dos hijos. La explosión del coche-bomba también mató a la suegra de Juan, y madre de Manuela, Maudilia Duque Durán, de 78 años y natural de Alburquerque (Badajoz).
Ramón Mayo García, de 55 años y casado, era guardia civil en situación de reserva activa. Natural de Talavera la Real (Badajoz), falleció atropellado por una ambulancia que evacuaba a los heridos mientras él mismo prestaba auxilio a los afectados por la explosión. Ramón fue reconocido como víctima del terrorismo por el Consejo de Ministros en el año 2005. Hubo otros tres heridos consecuencia de accidentes que se produjeron durante las labores de rescate y evacuación de los heridos: Josefina López Muñoz, de 48 años; Salvador Rodríguez Caña, de 17 años, y Juan Manuel Ruiz Alcalá, de 29 años.
https://www.youtube.com/watch?v=Vqn9aJgOioY
https://www.youtube.com/watch?v=Vqn9aJgOioY
A las siete y cinco de la tarde del 29 de mayo de 1991, la banda asesina ETA lanzaba un coche-bomba contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Vic (Barcelona), que quedó totalmente destruida. La explosión provocó la muerte directa de nueve personas. Dos guardias civiles: JUAN CHINCOA ALÉS y JUAN SALAS PÍRIZ; dos mujeres: NURIA RIBÓ PARERA, mujer del guardia civil Juan Chincoa, y MAUDILIA DUQUE DURÁN, suegra del guardia civil Juan Salas, también fallecido; y cinco menores de edad: FRANCISCO CIPRIANO DÍAZ SÁNCHEZ, de 17 años; MARÍA PILAR QUESADA ARAQUE, de 8 años; ANA CRISTINA PORRAS LÓPEZ, de 10 años; ROSA MARÍA ROSA MUÑOZ, de 14 años, y VANESSA RUIZ LARA, de 11 años. Además, el guardia civil en la reserva RAMÓN MAYO GARCÍA falleció al ser atropellado por una ambulancia que evacuaba a los heridos mientras prestaba auxilio a los afectados por la explosión.
El vehículo utilizado, un Renault 6 cargado con 216 kilos de explosivos (doce bombonas con dieciocho kilos de amonal cada una), fue proyectado aprovechando la ligera pendiente de una de las calles laterales en las que se encontraba ubicada la casa cuartel. Una vez que el coche-bomba estuvo dentro del patio de la casa cuartel, el etarra Juan Carlos Monteagudo activó el explosivo con un telemando.
En la casa cuartel de Vic vivían catorce agentes de la Guardia Civil, trece mujeres y veintidós niños. El atentado se produjo cuando numerosos familiares de los guardias se encontraban en sus viviendas y algunos niños, como era habitual a esas horas, jugaban en el patio. Los niños iban al colegio por la mañana, pero a las siete de la tarde, hora del atentado, lo habitual es que hubiese 10 ó 12 de ellos jugando en el patio. Por ello las niñas asesinadas fueron las más afectadas por la explosión y sus cuerpos quedaron literalmente destrozados.
Cuarenta y cuatro personas resultaron con heridas de diversa consideración, algunas de ellas muy graves, con importantes mutilaciones (a una de las niñas heridas tuvieron que amputarle una pierna) y secuelas. Entre los heridos muy graves que consiguió sobrevivir, el niño de 2 años Rafael Reinoso Sánchez, que sufrió fractura de la base del cráneo.
Al día siguiente de la brutal masacre, la Guardia Civil desarticuló al grupo Barcelona de ETA, autor del atentado, en una operación llevada a cabo en un chalé de la localidad barcelonesa de Lissá de Munt. Durante la operación murieron los etarras Juan Carlos Monteagudo Povo (jefe del grupo y exdirigente de Terra Lliure) y Juan Félix Erezuma Uriarte, que se resistieron a su detención con armas de fuego, pero se detuvo al tercer autor directo de la matanza, Juan José Zubieta Zubeldia, que no opuso resistencia. En la misma operación se detuvo a Pilar Ferreiro Bravo y a Jordi Mas Trullenque, profesor ayudante de Matemáticas Aplicadas en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Juan Chincoa Alés, guardia civil de 30 años, era natural de Martín de la Jara (Sevilla). También fue asesinada en el atentado su esposa, Nuria Ribó Parera, de 26 años. Su hija Ana fue una de las heridas. Quedó huérfana de padre y madre antes de cumplir los 2 años.
Francisco Cipriano Díaz Sánchez tenía 17 años cuando fue asesinado por la banda terrorista ETA en la casa cuartel de Vic. En el momento de la explosión se encontraba estudiando en su domicilio del acuartelamiento. Murió en el acto por la onda expansiva provocada por el coche-bomba. Francisco estudiaba tercero de enseñanza secundaria en el Instituto Callis de Vic. Sus padres estaban ese día en Zaragoza asistiendo a un funeral, y su hermana Pilar, de 18 años, también resultó herida por la explosión.
Ana Cristina Porras López, de 10 años, murió en el acto mientras jugaba con sus amigas en el patio de la casa cuartel. Su hermana Isabel Porras López, de 7 años, resultó herida de gravedad y se le tuvo que amputar parte de la pierna izquierda. Eran hijas del guardia civil Teodoro Porras.
Vanessa Ruiz Lara, de 9 años, también murió en el acto. Era amiga del colegio de hijas de guardias civiles. Como en otras ocasiones, su madre, Emilia Lara, había dejado que su niña fuera a jugar al patio de la casa cuartel con sus amigas, hijas de los guardias civiles. Diez años después no ha habido el más mínimo reconocimiento a los nueve muertos del atentado de Vic, cinco de ellos niños. Nada. Sólo el olvido. Y después de que te asesinan a un hijo ¿puede haber algo más doloroso que le entierren en el olvido? Ana Chincoa, que no tenía más de dos años, perdió a su madre y a su padre en el atentado. ¿Quién se acuerda de ella?" (Los Domingos de ABC, 11 de agosto de 2002). Emilia y la hermana pequeña de Vanessa, Cristina Ruiz, fueron entrevistadas en el documental Trece entre mil de Iñaki Arteta. Este es el testimonio de Cristina: "Siempre que salíamos del colegio íbamos un día al parque que había al lado de mi casa y otro día al cuartel. Ese día tocó ir al cuartel. A mí me cayó un ladrillo en la cabeza y me quedé ahí también. Ya luego vino un guardia y me cogió y me sacó para fuera". Cristina contaba cómo desde el asesinato de su hermana mayor visiona periódicamente un vídeo en el que está con Vanessa tres días antes del atentado, en el campo: "A lo mejor hay semanas que lo pongo tres días seguidos o pasan tres semanas y lo pongo otra vez (...) Tengo a mis hermanos, pero no es lo mismo. Ahora mismo me gustaría que estuviera para darme consejos, hablar de cosas.
María Pilar Quesada Araque, de 8 años, estudiaba en el colegio del Sagrat Cor, situado a escasos metros de la casa cuartel en la que vivía. Al domingo siguiente iba a recibir la primera comunión. Por ese motivo, la niña había ido minutos antes de la explosión del coche-bomba al colegio para mostrarle a las monjas unas fotografías de estudio que le habían hecho con motivo de la celebración del citado sacramento.
Rosa María Rosa Muñoz, de 14 años, murió también en el acto mientras jugaba con sus amigas en el patio de la casa cuartel. Sus hermanos, Pedro y David, de 15 y 17 años en esos momentos, se salvaron de milagro, pues esa tarde se estaban examinando en la Escuela Industrial de Vic. En el momento en que asesinaron a su hija, su padre, el cabo de la Guardia Civil David Rosa, se encontraba en Madrid cursando estudios para ascender de graduación. Su madre, María Angustias Muñoz, estaba terminando su jornada laboral en un taller de confección cuando oyó la explosión. No le dejaron ver el cuerpo de su hija, que tuvo que ser reconocido por una vecina y compañera de trabajo. María Angustias confesó a ABC (01/06/1991) que querían quedarse en Vic, "porque es donde hemos enterrado a mi hija y es el pueblo donde ella se quería quedar. Ella estaba bien en Vic, hablaba catalán y tenía buenas amigas".
Juan Salas Píriz, guardia civil de 48 años, era natural de Olivenza (Badajoz). Estaba casado con Manuela Morgado Duque, que resultó herida, y tenía dos hijos. La explosión del coche-bomba también mató a la suegra de Juan, y madre de Manuela, Maudilia Duque Durán, de 78 años y natural de Alburquerque (Badajoz).
Ramón Mayo García, de 55 años y casado, era guardia civil en situación de reserva activa. Natural de Talavera la Real (Badajoz), falleció atropellado por una ambulancia que evacuaba a los heridos mientras él mismo prestaba auxilio a los afectados por la explosión. Ramón fue reconocido como víctima del terrorismo por el Consejo de Ministros en el año 2005. Hubo otros tres heridos consecuencia de accidentes que se produjeron durante las labores de rescate y evacuación de los heridos: Josefina López Muñoz, de 48 años; Salvador Rodríguez Caña, de 17 años, y Juan Manuel Ruiz Alcalá, de 29 años.
https://www.youtube.com/watch?v=Vqn9aJgOioY
El 3 de junio de 1974 la banda terrorista ETA terminó en Ataún (Guipúzcoa) con la vida del guardia civil MANUEL PÉREZ VÁZQUEZ, que formaba parte de un dispositivo de control que se estableció tras el robo en la empresa CAF (Compañía Auxiliar de Ferrocarriles).
El 31 de mayo cinco terroristas armados con subfusiles habían atracado, con la complicidad de un empleado, las instalaciones de CAF en Beasain, haciéndose con los catorce millones de pesetas de la nómina de los trabajadores. Tras el atraco, la Guardia Civil había establecido un dispositivo de búsqueda en toda la zona para tratar de localizar a los etarras. Estos eran Juan Labordeta Vergara, alias Lezo, José Manuel Pagoaga Gallastegui, Peixoto, José Antonio Garmendia Artola, Dumpe, Félix Eguía Jaureguizábal y Francisco Javier Aya Zulaica, Trepa.
Doce horas después, una pareja de motoristas de la Agrupación de Tráfico localizó un vehículo cerca de Olaberría, cuyos ocupantes habían entrado en un edificio en ruinas. Se produjo un tiroteo y los etarras consiguieron huir. En el edificio se encontró casi todo el dinero robado y armas de todo tipo. Poco después se detuvo a uno de los asaltantes, Juan Labordeta Vergara, que no ofreció resistencia.
La operación de búsqueda del resto de atracadores se prolongó varios días. Durante la madrugada del 2 al 3 de junio, un vehículo de la Guardia Civil, conducido por Manuel Pérez Vázquez, circulaba por Ataún cuando vieron a dos hombres y una mujer que les resultaron sospechosos. Éstos transitaban por el tramo de carretera que une las localidades guipuzcoanas de Lezcano y Ataún. En el vehículo de la Guardia Civil viajaban también el teniente Evaristo García Sotelo y el cabo primero Miguel Alonso Martín.
Los guardias civiles se detuvieron y pidieron la documentación a los tres sospechosos. Dos de ellos (María Lourdes Aizmendi y José María Arín Baztarrica) la mostraron, pero el tercero sacó una pistola y disparó contra Manuel, dejándolo gravemente herido. Alcanzado por un disparo en el corazón, murió poco después en la Clínica de San Cosme y San Damián de Tolosa.
El autor de los disparos sería identificado posteriormente como Miguel Ángel Apalategui Aierbe, de 19 años, que trabajaba como administrativo en CAF y había suministrado a los etarras la información para cometer el atraco. Tras asesinar al guardia civil, saltó a un río cercano salvando un gran desnivel y huyó amparado por la oscuridad de la noche. La Guardia Civil sospechó que Apalategui Aierbe, alias Apala, pensó que Labordeta Vergara lo había delatado y que iban a detenerlo. Pocos años después, el asesino de Manuel Pérez alcanzaría gran notoriedad como miembro de ETA.
Manuel Pérez Vázquez era de San Román de la Retorta (Lugo). Tenía 29 años y estaba soltero. Estaba destinado en la Comandancia de San Sebastián, adscrito al cuartel de Zaráuz. Era la segunda víctima mortal del año 1974, tras el asesinato el 3 de abril del jefe del Grupo de Información de la Guardia Civil en Azpeitia, Gregorio Posada Zurrón.
En la mañana del 5 de junio de 1975 fallece el guardia civil MARIANO ROMÁN MADROÑAL a consecuencia del accidente sufrido mientras prestaba servicio de escolta en un tren correo durante una operación de detención de dos etarras.
A las siete de esa mañana, la pareja de la Guardia Civil formada por Mariano Román Madroñal e Higinio Martín Domínguez estaba de servicio en el tren correo número 14 de los Ferrocarriles Vascongados, que efectuaba normalmente el recorrido San Sebastián-Bilbao. En la estación de Añorga (Guipúzcoa) subieron al tren dos personas que, por su vestimenta (llevaban gabardinas en una mañana muy soleada del mes de junio), les infundieron sospechas.
Higinio Martín Domínguez, que iba sentado en el centro del vagón frente a su compañero, fue quien se percató de esa circunstancia, por lo que desenfundó su pistola y se acercó a ellos con el objeto de identificarlos. Los sospechosos retrocedieron, agachándose el primero y haciendo fuego con una metralleta sobre el guardia civil el otro sospechoso. Una de las balas se estrelló contra un cristal del vagón y uno de los trozos de cristal se incrustó en uno de los ojos de Higinio, momento que aprovecharon los dos terroristas para pasar al vagón siguiente.
Los guardias civiles, al sospechar que fueran a apearse del tren en la estación de Recalde, cubrieron desde las puertas ambos lados del convoy. En ese momento Román Madroñal tuvo la mala suerte de salir despedido del tren en marcha, fracturándose la base del cráneo en la caída, lo que le causó la muerte en el acto. Los terroristas aprovecharon la caída y la conmoción que causó para huir en el automóvil que les estaba esperando con el motor en marcha y las puertas abiertas en la estación de Recalde. Nunca se identificó a los etarras, pero el 6 de junio la banda terrorista reivindicó la muerte de Román Madroñal en Radio Montecarlo, presentándolo no como una acción casual, sino como un atentado.Higinio Martín Domínguez, que resultó herido, tenía 37 años, estaba casado y era padre de una niña de 10 años. Era natural de Lasepega y llevaba 14 años en la Comandancia de San Sebastián.
Mariano Román Madroñal era natural de Algodonales (Cádiz). Estaba casado y tenía cinco hijos (tres niños y dos niñas), el mayor de 11 años. Llevaba veinte años destinado en la Comandancia de la Guardia Civil de San Sebastián. El funeral por el guardia civil se celebró en la catedral del Buen Pastor de la capital donostiarra y, a continuación, fue enterrado en el cementerio de Polloe.
El 7 de junio de 1968 la banda terrorista ETA asesina en Villabona al guardia civil JOSÉ PARDINES ARCAY. Fue la primera víctima mortal deliberada de la banda y, durante muchos años, se consideró que fue el bautismo de sangre de ETA. Aún tenían que pasar muchos años para que el asesinato de la niña Begoña Urroz Ibarrola, el 27 de junio de 1960, fuese atribuido a la banda terrorista.
El año 1968 fue el año en que la organización terrorista tomó la decisión de empezar a matar, aunque ya desde 1962 la denominada "rama acción" de ETA se convirtió en "rama acción militar". También en ese año se produjo la primera baja en las filas de la banda. Fue un año crítico en el que el régimen de Franco respondió a los asesinatos con la declaración del estado de excepción y el restablecimiento de medidas de represión contra el bandidaje y el terrorismo, que suponían recuperar para la jurisdicción militar los juicios por esos delitos.
El asesinato de José Pardines se produjo en la Nacional I, a su paso por el término municipal de Villabona (Guipúzcoa), en una zona en obras de la carretera. La Guardia Civil de Tráfico se encontraba en el lugar desviando los vehículos y dirigiendo el tráfico. Pardines estaba en un extremo de las obras y Félix de Diego, su compañero, en el otro, a una distancia de dos kilómetros. En ese momento, los etarras Francisco Javier Echebarrieta Ortiz, alias Txabi, e Iñaki Sarasketa, que viajaban en un automóvil Seat 850 coupé con matrícula de Zaragoza, se detuveron junto a Pardines, que debió ver algo sospechoso en el mismo y les solicitó la documentación. Treinta años después, Iñaki Sarasketa relataría en La Revista de El Mundo (7 de junio de 1998) como ocurrieron los hechos: "Txabi me dijo: ‘Si lo descubre, lo mato’. ‘No hace falta’, contesté yo, ‘lo desarmamos y nos vamos’. ‘No, si lo descubre, lo mato’. Salimos del coche. El guardia civil nos daba la espalda, de cuclillas mirando el motor en la parte de detrás. Sin volverse empezó a hablar: ‘Esto no coincide...’. Txabi sacó la pistola y le disparó en ese momento. Cayó boca arriba. Txabi volvió a dispararle tres o cuatro tiros más en el pecho. Había tomado centraminas y quizá eso influyó. En cualquier caso, fue un día aciago. Un error. Como otros muchos en estos veinte años. Era un guardia civil anónimo, un pobre chaval. No había ninguna necesidad de que aquel hombre muriera".
En el momento del asesinato, el conductor de un camión que pasaba por ese tramo de obras se percató de lo que sucedía y alertó al compañero de Pardines, que se acercó con una motocicleta hasta el lugar donde se encontraba el guardia civil, muerto en medio de un charco de sangre.
Txabi Echebarrieta, autor material del crimen, murió horas más tarde en un enfrentamiento con la Guardia Civil en Tolosa. Sarasketa fue detenido y condenado a muerte, aunque la pena fue conmutada por cadena perpetua. Beneficiado por las medidas de amnistía aprobadas como parte del proceso de Transición a la democracia tras la muerte de Franco, salió de prisión en 1977. El día que asesinaron a Pardines, Echebarrieta y Sarasketa se dirigían a San Sebastián para preparar el asesinato del inspector Melitón Manzanas.
José Pardines Arcay era natural de Malpica (La Coruña). Estaba soltero y tenía 25 años. Hijo y nieto de guardias civiles, había residido en varias localidades gallegas y también en Santa Pola (Alicante), donde también estaba destinado su padre en el momento del asesinato. Una vez que entró en la Guardia Civil, estuvo destinado primero en Asturias y, posteriormente, tras realizar el curso de Tráfico, fue destinado a Guipúzcoa, donde conoció a su novia, Emilia. Huérfano de madre desde muy joven, se crió con la ayuda de una tía. Cuando empezó a ganar dinero, contribuyó a la economía familiar para que sus dos hermanos menores pudiesen estudiar. Su compañero el día del atentado, Félix de Diego Martínez tuvo que abandonar la Guardia Civil en 1972. Siete años más tarde, el 31 de enero de 1979, fue asesinado también por la banda terrorista ETA.
Los restos mortales de José Pardines fueron enterrados en Malpica, donde se celebró el funeral. Un año después, se le hizo un homenaje en su localidad natal y se colocó una placa azul con letras blancas en la calle que lleva su nombre donde puede leerse: "Guardia civil 1943-1968. Morto en servicio. 7 xunio".
En torno a las 23:00 horas del día 8 de junio de 1986 el cabo primero de la Guardia Civil, ANTONIO RAMOS RAMÍREZ, es ametrallado en Mondragón (Guipúzcoa) por miembros de la banda terrorista ETA. La víctima no estaba de servicio, ni vestía el uniforme reglamentario, por lo que los etarras debían de conocer bien sus hábitos tras someterlo a un período de seguimiento y vigilancia.
El atentado se produjo en el barrio de San Andrés, en el momento en que Antonio Ramos se acababa de introducir en su vehículo particular después de haber estado en un bar próximo. El guardia civil fue alcanzado en el corazón y el brazo izquierdo, quedando gravemente herido. Aunque fue trasladado de forma inmediata al centro asistencial de Mondragón por personal de la Cruz Roja, no pudo hacerse nada por su vida e ingresó cadáver.
El vehículo de Antonio presentaba un total de diez impactos (dos disparados desde el interior), por lo que el guardia civil debió de repeler la agresión, ya que en su mano tenía un arma que había sido disparada. El turismo quedó cruzado en la calle del Doctor Bañez, a poca distancia del bar en el que, hasta momentos antes de su asesinato, había estado.
Antonio Ramos Ramírez, de 28 años, estaba destinado en el cuartel de Oñate. Era natural de la localidad de Espera (Cádiz), aunque había vivido en Sevilla desde muy pequeño. Estaba casado con Carmen Rodríguez Muriel y tenía un hijo de 5 años, Alejandro. Su mujer estaba embarazada de seis meses y, según contaron los medios de comunicación, dio muestras de una gran serenidad durante la celebración del funeral de su marido. Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de San Fernando en Sevilla.
Antonio Ramos ya había sufrido anteriormente un atentado terrorista. El 15 de octubre de 1983, minutos antes de las once de la noche, tres vehículos de la Guardia Civil circulaban por la carretera de acceso a la localidad guipuzcoana de Oñate, concretamente en el barrio de Zubillaga. Al pasar junto a una vieja tapia, varios etarras apostados en la oscuridad accionaron a distancia un artefacto, compuesto por explosivos y tornillos, que impactó en el vehículo que marchaba en primera posición. Como consecuencia de la explosión falleció prácticamente en el acto, por fractura de cráneo, el guardia civil José Reyes Corchado Muñoz. Ramos resultó herido leve, mientras que el conductor del vehículo, Francisco Borjas Reinoso, resultó ileso. Pese a ello Antonio, que llevaba ocho años destinado en el País Vasco, se había negado a pedir el traslado a otro destino menos peligroso.
El domingo 13 de junio de 1982, ETA asesinaba de un tiro en la cabeza en la localidad guipuzcoana de Pasajes (Guipúzcoa) al guardia civil JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ PERNAS. Eran las nueve de la noche y José Luis se encontraba con otro guardia civil prestando servicio de vigilancia ante la caseta de control situada en la entrada del puerto de Pasajes. Los etarras realizaron un único disparo con un rifle Winchester de mira telescópica que le alcanzó en el parietal y le provocó la muerte en el acto. Los cristales de la garita saltaron hechos añicos por el impacto de la bala, ocasionando leves rasguños al compañero del guardia civil asesinado.
Los terroristas efectuaron el disparo desde un punto situado en el Alto de Capuchinos, a varios cientos de metros de la caseta de la Guardia Civil, pero desde el que tenían a tiro a los dos agentes. Previamente habían robado un taxi y, tras introducir al conductor en el maletero, se dirigieron al Alto de Capuchinos, en una zona cercana al barrio de Beraun desde la que se domina los puestos de control de la Guardia Civil en el puerto de Pasajes. El propietario del taxi permaneció en el maletero de su coche mientras se cometía el atentado y fue localizado poco después en una calle de Rentería.El cuerpo de José Luís Fernández Pernas, cuya muerte se produjo de forma instantánea, fue trasladado inicialmente al Hospital Militar de San Sebastián y, posteriormente, al Gobierno Civil de Guipúzcoa en cuyas dependencias se instaló la capilla ardiente.
La garita atacada estaba situada en la misma entrada del puerto, junto a la barrera que controla el paso de vehículos. Los etarras dejaron el rifle en el suelo, así como varios proyectiles, para que las fuerzas de seguridad los encontraran. La utilización de una mira telescópica confería una particularidad a este atentado, según informaron fuentes policiales, quienes contraponen esta acción con otras efectuadas casi a bocajarro por la banda terrorista. ETA pretendía sembrar el pánico entre los agentes destinados a custodiar la entrada del puerto, pues el modus operandi mostraba la vulnerabilidad en la que se encontraban los guardias civiles encargados de la vigilancia del mismo.
José Luis Fernández Pernas, de 25 años de edad, era natural de Pontes de García Rodríguez (La Coruña). Pertenecía a la Comandancia de Pontevedra, aunque estaba destinado temporalmente en comisión de servicio en un operativo de refuerzo de la Comandancia de Guipúzcoa. Estaba casado y era padre de dos niñas, de dos años y dos meses de edad en el momento de su asesinato.
Hacia las cinco de la tarde del 13 de junio de 1991, la banda terrorista ETA asesina al guardia civil RICARDO COUSO RÍOS en la localidad vizcaína de Valle de Trápaga. Ricardo había estacionado su coche frente al colegio Franciscanas de Montpellier y permanecía dentro del mismo mientras esperaba a que su hijo pequeño saliera del colegio. Carolina, que tenía catorce años, había salido antes y se dirigió a casa. El niño se entretuvo un poco más en la salida y, justo cuando subía al coche de su padre, un miembro del grupo Vizcaya de ETA se acercó al vehículo y disparó seis tiros a través de la luna delantera. El guardia civil se desplomó sin vida dentro de su automóvil en presencia del pequeño de nueve años. "Pero nadie tuvo el valor, ni la decencia, de coger a ese niño de nueve años y acercarse a darle un mimo después de haber visto el asesinato de su padre. Le dejaron sentado, con la mente en blanco, en un banquito de piedra, hasta que llegaron los compañeros de mi marido" recordaba su viuda, Fina Saavedra, en una entrevista en el diario Soitu.es (10/09/2009).
El autor de los disparos se montó en un taxi, robado previamente a punta de pistola, donde le esperaban otros terroristas. El propietario del taxi fue abandonado atado a un árbol en el mismo término municipal donde se cometió el atentado. El vehículo fue localizado poco después en Portugalete.
El funeral oficial por Ricardo Couso se celebró en la Iglesia de los Padres Agustinos de Bilbao, presidido por el gobernador civil de Vizcaya, Daniel Vega, y por el director general de la Guardia Civil, Luis Roldán. La hija mayor, de 14 años, tuvo que ser llevada en volandas, pues no cesaba de llorar y apenas podía caminar. En Galicia se ofició un segundo funeral al día siguiente en la Iglesia de San Francisco de Santiago de Compostela. Después del acto religioso, el féretro con los restos mortales del guardia civil fue portado por sus compañeros hasta el cementerio de Boisaca, donde fue enterrado.
Ricardo Couso Ríos, de 38 años, estaba casado con Josefina Saavedra y tenía dos hijos: Carolina, de 14 años, y Ricardo, de 9. Era natural de Santiago de Compostela (La Coruña), igual que Fina, aunque llevaba doce años de servicio en el País Vasco cuando fue asesinado. Con 17 años Ricardo se fue a Francia a buscarse la vida. Cinco años después tramitaba los papeles para conseguir la nacionalidad francesa, pues había encontrado trabajo al otro lado de la frontera. Pero ese verano (1976) coincidió con Fina en la misma cuadrilla de Santiago y se hicieron novios. Antes de casarse, tuvo que hacer el servicio militar en Melilla. Allí se despertó su vocación, y decidió entrar en la Guardia Civil, como lo habían hecho anteriormente su abuelo y sus tíos. Tras nueve meses de academia, y pese a tener nota para elegir destino, toda la promoción fue enviada al País Vasco. Cuando Carolina, la hija mayor, tenía dos años, les trasladaron a Valle de Trápaga, pequeño pueblo dormitorio de unos trece mil habitantes, la mayoría de ellos inmigrantes que trabajaban en los Altos Hornos de la Margen Izquierda. El recibimiento en el pueblo no fue bueno, y desde el principio estuvieron marcados por pertenecer a la Guardia Civil. Fina tuvo incluso que sacar a la niña del colegio público y meterla en uno concertado, como contó en la entrevista en Soitu.es.Por la época en la que fue asesinado estaba preparando la mudanza, pues le habían concedido el traslado a su ciudad de origen.
La familia de Ricardo ha estado muy involucrada en la defensa de la Memoria, Dignidad y Justicia de las víctimas del terrorismo. Especialmente Josefina, que fue delegada de la AVT en Galicia, y la hija mayor, Carolina Couso Saavedra, desde su trabajo como periodista. En 2005 publicó La Guardia Civil frente al terrorismo: por las Víctimas, por la Libertad, libro patrocinado por la Fundación Víctimas del Terrorismo y por la Fundación de la Guardia Civil. Ricardo, el hijo, viste ahora con orgullo el uniforme de su padre.
A las 19:20 horas del jueves 14 de junio de 1984, el guardia civil ÁNGEL ZAPATERO ANTOLÍN moría en el Paseo de Larracho de San Sebastián destrozado por la explosión de una bomba colocada por ETA, que estalló en el momento en que accionaba la llave de contacto de su coche. La onda expansiva despidió el vehículo del guardia civil a varios metros de distancia, envuelto en una columna de humo y fuego. Ángel falleció en el acto y su cuerpo, calcinado por las llamas, quedó atrapado en el amasijo de chatarra en que quedó convertida la estructura de su vehículo, un Citroën GS con matrícula de Madrid. El cadáver tuvo que ser extraído por los bomberos, que llegaron al lugar minutos después de la explosión.
La explosión pulverizó los cristales de las viviendas de los alrededores y ocasionó serios desperfectos en los coches aparcados en las inmediaciones. Un niño de nacionalidad portuguesa de 14 años de edad, José Evangelista Matías, también resultó herido por la deflagración, y fue trasladado a la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu. El chaval, que paseaba a varios metros del lugar donde se produjo la explosión, fue alcanzado en la pierna derecha por un neumático del coche del guardia civil asesinado que salió despedido por la explosión. Precisamente, el artefacto explosivo estaba adosado a la rueda delantera, dispuesto para explotar en el momento en que el guardia civil accionara el contacto.
El ministro del Interior, José Barrionuevo, presidió el funeral por el alma de Ángel Zapatero, que se celebró al día siguiente en la parroquia donostiarra de San Luis. Con el ministro, que acompañaba a la viuda, se encontraba el teniente general, José Antonio Sáenz de Santa María. Entre las autoridades presentes estaban también los gobernadores civil y militar de Guipúzcoa, el viceconsejero de Interior del Gobierno vasco, Eli Galdós, y los parlamentarios vascos Txiki Benegas y Jaime Mayor, así como el alcalde de San Sebastián, Ramón Labayen. El furgón fúnebre llegó a la iglesia a las 18:30 horas, precedido por siete coronas de flores. El féretro fue llevado a hombros por los compañeros del guardia civil asesinado.
En 1988 la Audiencia Nacional condenó a los hermanos Antonio y Domingo Troitiño Arranz a 29 años de reclusión por el asesinato de Ángel Zapatero Antolín. Los hermanos Troitiño acumulan un largo historial de asesinatos: Antonio supera la treintena de asesinatos, mientras que a su hermano Domingo, captado por el primero, se le atribuyen una veintena de víctimas mortales. En 1990 fue condenado por el mismo atentado, y a las mismas penas que los hermanos Troitiño Arranz, el etarra Ángel Zabaleta Mendía.
Ángel Zapatero Antolín, de 39 años de edad, estaba casado y era padre de dos niñas de 10 y 7 años. En el momento de su asesinato estaba destinado en el cuartel de Inchaurrondo como miembro del Servicio Fiscal de la Guardia Civil. Era natural de La Mudarra (Valladolid), pero vivía en San Sebastián desde que tenía veinte años. Diez años antes de ser asesinado se trasladó al barrio de Alza de la capital donostiarra, muy cerca del cuartel en el que prestaba sus servicios. Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de Polloe de San Sebastián por expreso deseo de su viuda.
El 18 de junio de 1985, la banda terrorista ETA asesinaba en Santurce (Vizcaya) al cabo de la guardia civil EUGENIO RECIO GARCÍA. Faltaban quince minutos para las ocho de la mañana y el guardia civil caminaba, vestido de paisano, por la calle de Las Viñas en dirección a la estación, donde cogería el tren que tendría que haberle llevado a su trabajo en el cuartel de la Guardia Civil de La Salve, en Bilbao. En ese momento fue abordado por un terrorista que, tras conminar a una joven que transitaba por el lugar a arrojarse al suelo, efectuó un único disparo con arma corta contra el agente. En el lugar del crimen se encontró un solo casquillo de bala.
El asesino había esperado a su víctima en un coche leyendo un periódico, para disimular hasta que llegase el guardia civil. Tras meterle el tiro en la nuca, huyó en el vehículo, que había sido robado a punta de pistola en Abanto y Ciérvana por cuatro terroristas. Dos se habían quedado vigilando al propietario, y otros dos se habían dirigido a Santurce para matar al guardia civil. El vehículo apareció esa misma tarde junto al polideportivo Los Llanos de Sestao.
Todas las fuerzas políticas vascas, con excepción de Herri Batasuna -uno de cuyos concejales del Ayuntamiento de Santurce se limitó a manifestar que "aquí la única solución es la negociación política con ETA"-, condenaron el asesinato. El vicesecretario general del Partido Socialista de Euskadi, Juan Manuel Eguiagaray, señaló que "algún día el pueblo vasco, deberá reconocer la deuda de gratitud que tiene contraída con esas fuerzas que, en primera línea y a riesgo de su vida, están librando una durísima batalla en defensa de las libertades de todos".
Cuatro días antes, el 14 de junio, las fuerzas nacionalistas se habían negado a respaldar una moción de apoyo a las Fuerzas de Seguridad del Estado en el Parlamento vasco. El mismo día del asesinato de Eugenio Recio, el Partido Nacionalista Vasco de Santurce hizo público un comunicado en el que se dirigía al PSOE con estas palabras: "Cumpla el Estatuto y vaya retirando a las Fuerzas de Seguridad del Estado en vez de sacar más números a la calle, provocando una dinámica de acción-respuesta que nos mete en un callejón sin salida".
Eugenio Recio García, de 51 años de edad, estaba casado con Demetria García y tenía seis hijos, tres chicos y tres chicas, con edades comprendidas entre los 9 y los 19 años. Era natural de Pitiegua (Salamanca) donde había nacido el 15 de marzo de 1934. Llevaba veintiséis años en la Guardia Civil, los dieciocho últimos destinado en Vizcaya. Los tres hijos menores cursaban sus estudios en escuelas de Santurce, mientras que los tres mayores lo hacían en Salamanca. Muy conocido en el barrio de Buyon, ninguno de sus vecinos ignoraba su profesión. En breve iba a ser trasladado a Salamanca, pues había pedido el cambio de destino para estar más cerca de su pueblo natal. El asesinato impidió que se cumpliese su deseo.
En torno a las 18:40 horas del 22 de junio de 1983, la banda terrorista ETA asesinaba en Pasajes de San Juan (Guipúzcoa) al guardia civil JUAN MALDONADO MORENO. Su cuerpo quedó destrozado por la explosión de una bomba-lapa adosada a los bajos de su vehículo, que quedó convertido en un amasijo de chatarra.
La explosión, de gran potencia, tuvo lugar en el momento en el que el guardia civil, que vestía de paisano, accionó la llave de contacto de su vehículo, un Renault 8 de color rojo, aparcado en una pequeña plazoleta que se utiliza como aparcamiento en un extremo del pueblo, muy cerca de su domicilio. El cuerpo del agente fue seccionado en dos por la onda expansiva.
Una mujer de nacionalidad portuguesa, que pasaba por el lugar en el momento de la explosión, resultó herida al ser alcanzada por los cristales del vehículo. La mujer herida fue trasladada al Hospital de la Cruz Roja en San Sebastián, donde le practicaron las primeras curas. Tenía incrustadas en el rostro, y en diferentes partes de su cuerpo, numerosas partículas de cristales, pero los médicos consideraron que sus heridas no revestían gravedad. La onda expansiva destrozó, además, otros vehículos aparcados en las inmediaciones y provocó la rotura de cristales en numerosas viviendas y comercios.El funeral celebrado al día siguiente en el patio del Gobierno Civil de Guipúzcoa contó con la asistencia, por primera vez en este tipo de actos, del teniente coronel Díaz Arcocha, máximo responsable de la Ertzaintza, que sería asesinado por ETA el 7 de marzo de 1985, y el capitán García Oteiza. Al funeral también asistieron el ministro del Interior, José Barrionuevo; el inspector general de la Guardia Civil, Aramburu Topete; el delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui; el capitán general de la VI Región Militar y otras autoridades. Se renunció al funeral en la Sagrada Familia, tras la negativa del obispo Setién a que el féretro llevara bandera alguna.
Juan Maldonado Moreno tenía 42 años. Era de Adra (Almería), estaba casado y tenía dos hijas de 9 y 7 años. Desde doce años antes de ser asesinado prestaba servicio en uno de los puestos de aduanas del puerto de Pasajes, escenario de numerosos atentados contra miembros de la Guardia Civil. El guardia civil tenía costumbres muy regulares: solía jugar habitualmente a las cartas en el mismo bar y acudir a una huerta cercana a su domicilio. Fue enterrado en el municipio granadino de Motril con la asistencia de varios miles de personas que recibieron el féretro entre gritos de "ETA asesina" y vivas a la Guardia Civil. La banda terrorista ETA reivindicó el atentado el 7 de julio.
En torno a las doce del mediodía del lunes 25 de junio de 1990, el sargento de la Guardia Civil JOSÉ LUIS HERVÁS MAÑAS moría en un tiroteo con tres miembros de la banda terrorista ETA en un paraje montañoso de Navarra conocido como la Foz de Lumbier. Hervás Mañas formaba parte de una patrulla de vigilancia de la Guardia Civil para proteger a los turistas que visitaban el paraje natural de la Foz de Lumbier, pues se habían producido muchos robos a campistas en esa zona durante los meses anteriores.
El 25 de junio los ocupantes de dos coches todoterreno de la Guardia Civil observaron los movimientos sospechosos de tres individuos que estaban acampados en la orilla del río Irati. El sargento Hervás bajó por un terraplén para pedirles la documentación y que le mostraran el contenido de sus mochilas. En ese momento el etarra Germán Rubenach Roig, uno de los tres sospechosos, disparó al guardia civil, provocándole la muerte. Hervás Mañas fue alcanzado por tres disparos en el cuello, el pecho y un brazo. Una vez en el suelo, le robaron su arma reglamentaria. Rubenach estaba acompañado por Juan María Lizarralde Urreta y Susana Arregui Maiztegui. Los tres habían sido trasladados días antes a la Foz de Lumbier por Javier María Goldaraz Aldaya y Juan José Zubieta Zubeldia. Haciéndose pasar por excursionistas, estudiaban los hábitos y rutinas de las patrullas de la Guardia Civil con el fin de atentar contra sus miembros.
Tras asesinar al sargento Hervás, se produjo un intercambio de disparos entre los tres terroristas, que abrieron fuego para cubrir su fuga, y los demás guardias civiles que componían la patrulla de vigilancia, resultando gravemente herido el sargento de la Guardia Civil José Domínguez Piris, comandante del puesto de la cercana localidad de Yesa. Fue trasladado a la Clínica Universitaria de Pamplona, donde se le intervino quirúrgicamente para intentar extraerle una bala que le había entrado por la cadera derecha y había quedado incrustada en la zona posterior izquierda del sacro.
Los tres terroristas huyeron a pie y en su huida se les cayó una bolsa en la que, entre otros objetos, se encontró una pistola del calibre 9 milímetros parabellum. Inmediatamente se organizaron patrullas de la Guardia Civil que acordonaron y batieron la zona, apoyadas por helicópteros. Cerca de las nueve de la noche, una de las patrullas encontró en la orilla del río Irati a un hombre con una herida de bala en la cabeza, que poco después fue identificado como Germán Rubenach Roig, antiguo integrante del grupo Txalupa de ETA, ya desarticulado. El etarra fue trasladado al Hospital de Navarra donde, a medianoche, fue intervenido quirúrgicamente.
Al día siguiente, hacia las 9:00 horas, cuatro guardias civiles que seguían batiendo la zona encontraron los cadáveres de Juan María Lizarralde y Susana Arregui a orillas del río Iratí, a unos quinientos metros de donde había sido asesinado el sargento Hervás el día anterior. Ambos presentaban disparos de bala en la cabeza. Debajo del cuerpo de Arregui encontraron la pistola reglamentaria del sargento asesinado, mientras que debajo del cadáver de Lizarralde se encontró una pistola marca Browning. Esta última pistola es la que se había utilizado para acabar con la vida del ex policía nacional Francisco Almagro Carmona, asesinado en Pamplona el 3 de junio de ese mismo año.
José Luis Hervás Mañas, de 34 años de edad, era natural de Yeste (Albacete). De niño había vivido en Castellón, donde formó parte de un grupo musical llamado Los D-2. En Castellón residía su familia y ahí fue enterrado. Estaba casado y tenía dos hijos, una niña de 12 años y un niño de 10. José Luis estudiaba la carrera de Derecho y sólo le faltaba una asignatura para terminarla. Destinado en Navarra desde marzo de 1990, tenía previsto trasladarse a Castellón en el mes de julio, donde ya tenía plaza asignada. El sargento estaba en posesión de la Cruz de la Orden del Mérito Militar.
A las 20:15 horas del sábado 28 de junio de 1980, cuatro miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas asesinaban a tiros en Azcoitia (Guipúzcoa) al mecánico ELIOLÓPEZ CAMARON, al funcionario del Ayuntamiento JULIO MUÑOZ GRAU y al guardia civil retirado JUSTINO QUINDOS LÓPEZ, cuando se encontraban charlando en la calle Mayor de la localidad tras tomar unos chatos en el Bar Alejandro.
En ese momento, un vehículo frenó bruscamente frente a ellos y cuatro terroristas abrieron fuego contra el grupo de amigos. Justino y Elio murieron en el acto, mientras que Julio Muñoz, herido gravemente por cuatro disparos, falleció mientras era trasladado a la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián. También resultó herido leve en una pierna el policía municipal Manuel Pérez Zarzo, que se encontraba dentro del bar, pues una de las balas entró en el establecimiento. El coche utilizado por los terroristas fue robado en torno a las 17:30 horas, dejando a su propietario atado en el Alto de Elosúa. Allí permaneció hasta que fue liberado por un vecino hacia las 20:30 horas.
Los tres amigos, según vecinos de la localidad, eran considerados políticamente de derechas, motivo suficiente para que la banda terrorista decidiese acabar con sus vidas. Dos días después, el atentado fue reivindicado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas a través de llamadas telefónicas a varios medios de comunicación del País Vasco. Un miembro de los Comandos Autónomos Anticapitalistas fue detenido el mismo 30 de junio en el barrio de Gros de San Sebastián, cuando iba a entregar un comunicado para un periódico. Además, llevaba en su poder el arma con la que disparó a Elio, Julio y Justino. Se trataba de Jesús María Larzabal Bastarrika, condenado en 1982 por la Audiencia Nacional a 25 años de prisión. Ocho años después, en 1990, fue condenado también a 25 años, como autor material de triple asesinato, Juan Carlos Arruti Azpitarte.
Justino Quindos López, de 60 años, estaba casado con Arcadia Izquierdo y tenía un hijo y una hija, esta última casada con el conocido pelotari Anduela III. Era natural de Ampudia (Palencia). La víctima había abandonado la Guardia Civil veinticuatro años antes de ser asesinado, y desde entonces trabajaba en la empresa Beltia. Casualmente, vivía en el mismo edificio que Ramón Baglietto Martínez, asesinado por ETA dos meses antes.
El 28 de junio de 1986, la banda terrorista ETA asesinó en Zarauz (Guipúzcoa) al guardia civil FRANCISCO MURIEL MUÑOZ, e hirió a varias personas más, todas ellas miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, salvo un civil.
A las 7:05 horas del 28 de junio, en el Alto de Orio, un artefacto colocado en el talud de la carretera estallaba al paso de un Land Rover de la Guardia Civil, que quedó destrozado, y causó heridas leves al agente José Luis Jiménez Barba.
Una hora más tarde, hacia las 8:30 horas, y en respuesta a la explosión en el Alto de Orio, se puso en marcha un dispositivo de rastreo por parte de los Grupos Antiterroristas Rurales (GAR), que se desplazaron por la misma carretera que une Orio con Zaráuz hasta el Alto de Meagas, ya en el término municipal de esta segunda localidad. En ese momento, una tercera bomba de considerable potencia alcanzaba de lleno a la furgoneta Nissan en la que viajaban los siete guardias civiles. Francisco Muriel Muñoz falleció prácticamente en el acto y cinco de sus compañeros quedaron gravemente heridos, con los cuerpos doblados y atrapados entre el amasijo de chatarra en que quedó convertida la furgoneta blindada. Otro guardia civil salió despedido del vehículo y cayó a varios metros de la furgoneta. La bomba, que arrasó los matorrales y arrancó de cuajo ramas enteras, había sido colocada en un talud pegado a un precipicio, con el objetivo evidente de provocar que la furgoneta se despeñase. Los guardias civiles heridos fueron José María Baltasar Gil, natural de Algeciras (Cádiz), de 26 años de edad; Manuel Ángel Arenal Linares, natural de Marbella (Málaga), de 21 años de edad; Ramón Perona Sánchez, natural de Montiel (Ciudad Real), de 21 años de edad; Luis Pérez Bao, natural de San Martín de Valdeiglesias (Madrid), de 24 años de edad; Juan Carlos Carballo Gañan, natural de Olivenza (Badajoz), de 23 años de edad y José Carlos Marrero Sanabria, que sufrió una insuficiencia respiratoria y un shock traumático. Todo ello le provocó una grave lesión cerebral. Tuvo que ser ingresado en un centro psiquiátrico de Las Palmas de Gran Canaria a causa de las secuelas que le dejó la misma. Diecinueve meses después, el 10 de enero de 1988, aprovechando la visita que le hacía un compañero guardia civil, le arrebató la pistola reglamentaria y se suicidó de un tiro en la boca.
La serie de atentados de ese día terminó con una cuarta bomba que explotó quince minutos más tarde a unos metros de la anterior, cuando efectivos de la Guardia Civil rastreaban el terreno en las inmediaciones del atentado. A consecuencia de la explosión, varios guardias civiles sufrieron perforación timpánica.
Francisco Muriel Muñoz, de 30 años, estaba soltero. Era natural de Archidona (Málaga). Ingresó en 1979 en la Guardia Civil, y fue el primer miembro de los GAR muerto en acto de servicio desde que se creó esta unidad de élite en 1982.
Juan Antonio García, guardia civil asesinado con una bomba bajo su vehículoEn la madrugada del 4 de julio de 1982, la banda terrorista ETA asesinaba en Burguete (Navarra) al guardia civil JUAN ANTONIO GARCÍA GONZÁLEZ mediante la colocación de una bomba bajo su vehículo, y hería gravemente a su amigo, Francisco Javier López García, también guardia civil. Ambos tenían 21 años, los dos eran hijos de guardias civiles, estaban solteros y habían sido destinados al Grupo Especial de Intervención de Montaña con base en la localidad navarra de Burguete.
Juan Antonio y Francisco Javier habían estado divirtiéndose y tomando copas esa noche de domingo. En torno a las 2:40 horas abandonaron la discoteca Irrintzi y se subieron al vehículo propiedad de Juan Antonio. Al poner en marcha el coche, se produjo la explosión de una bomba colocada junto a las ruedas traseras del vehículo. Un segundo artefacto situado en la parte delantera no llegó a estallar. Ambos artefactos estaban compuestos por 3 kilos de Goma 2 y abundante metralla. Los terroristas habían colocado dos cargas bajo las ruedas delanteras y traseras del vehículo de forma tal que, al mover el coche, en una u otra dirección, hiciesen explotar el artefacto por simple presión de las mismas. Los artificieros del equipo EDEX de la Guardia Civil procedieron posteriormente a desactivar el segundo explosivo.
Juan Antonio fue alcanzado en la espalda por la onda expansiva y la metralla, resultando gravemente herido. Falleció mientras era trasladado al Hospital Provincial de Navarra. Su amigo, Francisco López García, también resultó herido en la espalda por la metralla, pero pudo salvar la vida tras ser intervenido quirúrgicamente. La dirección del hospital de Navarra facilitó, a media mañana del 4 de julio, un parte médico en el que señalaba que el herido presentaba cinco heridas de metralla en región dorsolumbar, con desgarros musculares y ablación cutánea, además de una doble fractura occipital. Su pronóstico fue calificado de grave.
Juan Antonio García González era natural de Marchamalo (Guadalajara). Había estado tres años destinado en la Comandancia de Navarra y llevaba tres meses destinado en Burguete. Cuando fue asesinado, su padre era jefe del puesto de la Guardia Civil de Abéjar (Ávila). La capilla ardiente del guardia civil se instaló en el Salón del Trono del Gobierno Civil de Navarra. Una guardia de honor estuvo escoltando en todo momento el cadáver, hasta la celebración de los funerales, que tuvieron lugar a primera hora de la tarde del 4 de julio en la Iglesia de San Miguel de Pamplona.
A las 6:30 horas, del 5 de julio de 1981, miembros del grupo Donosti de ETA tiroteaban el vehículo oficial en el que viajaban el guardia civil de Tráfico LUIS MIRANDA BLANCO y su compañero José Paradero Garrote, cuando circulaban por la Nacional I Madrid-Irún a la altura de la localidad guipuzcoana de Lezo.
Los terroristas esperaban a los agentes parapetados tras un muro de unos dos metros de altura que se encuentra en el Alto de Gainchurisqueta. Cuando vieron aparecer el vehículo de la Guardia Civil de Tráfico, lo tirotearon y se dieron a la fuga, a pesar de que a pocos metros del automóvil de Tráfico circulaba otro vehículo de la Guardia Civil sin señales externas de identificación, precisamente como medida de protección frente a posibles atentados.
Los disparos alcanzaron de lleno al primer automóvil, hiriendo mortalmente al agente Luis Miranda, que fue trasladado en un coche particular al Hospital de la Cruz Roja de San Sebastián, donde ingresó cadáver. Poco más tarde llegó al mismo centro el guardia civil José Paradero, que también viajaba en el primer automóvil. Se le pronosticó herida por arma de fuego, con orificio de entrada y salida en hemitórax derecho, afectación de la pared costal, fractura abierta y pérdidas de sustancia ósea, muscular y cutánea en tercio medio de pierna derecha. El pronóstico de sus heridas fue calificado de grave, aunque evolucionó favorablemente en los días siguientes.
El arma utilizada por los agresores, según fuentes oficiales, fue un fusil Cetme, de uso reglamentario en el Ejército y en las Fuerzas de Seguridad, que podría haber sido robado en Orio. En el lugar del atentado se recogieron más de una docena de casquillos de bala del calibre 7,62. Los etarras emplearon para cometer el atentado un automóvil Talbot 150, que tres terroristas habían robado a punta de pistola a las cuatro de la madrugada en la discoteca Ku, situada en el monte Igueldo. Al propietario del coche robado y a sus acompañantes los dejaron atados a unos árboles.
Pocas horas después del ametrallamiento del vehículo de la Guardia Civil de Tráfico se trasladó desde Madrid a San Sebastián en helicóptero el general director de la Guardia Civil, Luis Aramburu Topete, que visitó la capilla ardiente y se interesó también por el estado de José Paradero, ingresado en el Hospital de la Cruz Roja.Luis Miranda Blanco, de 28 años, había nacido en Sevilla, estaba casado y tenía dos hijas, de cinco y tres años. Su esposa estaba embarazada del tercero.
A las 8:15 horas del 9 de julio de 1985 la banda terrorista ETA asesinaba en San Sebastián a ANTONIO JESÚS TRUJILLO COMINO y a JUAN MERINO ANTÚNEZ, dos guardias civiles de paisano encargados de la custodia de la Delegación de Hacienda de la capital donostiarra.
Los guardias civiles estaban dentro de un coche aparcado escuchando música con las ventanillas bajadas. Los terroristas, que llevaban el pañuelo rojo anudado al cuello típico de las fiestas de San Fermín, abordaron el coche policial simulando formar parte de los miles de jóvenes que volvían esos días de las fiestas a las capitales del País Vasco. Al llegar a la altura del vehículo, empezaron a disparar simultáneamente y a quemarropa por ambos lados a través de las ventanillas delanteras del mismo. Los guardias civiles murieron prácticamente en el acto y quedaron recostados dentro del coche uno sobre el otro.
Juan y Antonio apenas llevaban dos meses destinados en San Sebastián. Ambos procedían del Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro (Madrid), y cubrían asiduamente la vigilancia de la Delegación de Hacienda, edificio que había sufrido varios atentados y frecuentes avisos de bomba.
Según testigos presenciales del atentado, los asesinos huyeron pistola en mano y se introdujeron en uno de los accesos peatonales del aparcamiento subterráneo de la calle de Oquendo, a escasos veinte metros del lugar donde habían quedado acribillados los dos guardias civiles.
Inmediatamente después de escucharse los cinco disparos, otros dos guardias civiles salieron de la Delegación de Hacienda, echaron una rápida ojeada a los guardias que agonizaban, ordenaron a los vecinos que avisaran a un médico y al 091 y penetraron en el aparcamiento en busca de los asesinos. Diez minutos más tarde la Policía cerró los accesos del estacionamiento subterráneo y registró, sin resultados, los vehículos y a sus usuarios. Lo más probable es que los etarras salieran del aparcamiento por otra entrada peatonal que desemboca en la calle de la República Argentina, donde continuaron su huida en coche, de ahí que su búsqueda en el interior del aparcamiento resultase infructuosa.
A las diez de la mañana un individuo telefoneó a la DYA en nombre de ETA militar para indicar que habían abandonado un Renault 7 en la zona de Cocheras, en el garaje de los autobuses urbanos de San Sebastián. El propietario del coche, Domingo Alunda, fue encontrado atado y amordazado en el portamaletas. Tras ser liberado, Domingo afirmó que había sido abordado a punta de pistola en Pasajes cuando iba a trabajar, y que había permanecido atado y amordazado en el portamaletas más de una hora.
Dos horas después de las diez de la mañana los cadáveres de Juan Merino y Antonio Trujillo fueron trasladados al cementerio donostiarra de Polloe para practicarles la autopsia. Los guardias tenían impactos en la cabeza, en el cuello y en el hombro, debido a la trayectoria descendente seguida por las balas. La mano de uno de los guardias descansaba sobre su muslo derecho, cerca de la pistola reglamentaria que tenía entre las piernas y que no tuvo tiempo de utilizar.
La Policía recogió dos casquillos de bala en la acera y al menos otros dos más en la calzada. Practicada la autopsia, los cadáveres fueron llevados al edificio del Gobierno Civil. El funeral tuvo lugar a las seis de la tarde en la Iglesia de la Sagrada Familia, en el barrio de Amara. Al mismo asistieron el ministro de Interior, José Barrionuevo, y el delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui. A la entrada y a la salida del funeral se vivieron momentos de tensión y se profirieron insultos contra Barrionuevo y contra ETA. Los asesinatos y atentados se sucedían un día tras otro y el ambiente estaba cada vez más encendido. Una semana antes del asesinato de Juan y Antonio, el policía nacional José Antonio Sevilla había resultado gravemente herido en Pamplona cuando un terrorista le disparó a la cabeza mientras se encontraba en un bar de la capital navarra. El agente sobrevivió al atentado, pero sufrió graves secuelas, entre ellas la pérdida de un ojo. Años después acabó quedando completamente ciego.
Juan Merino Antúnez, de 21 años, casado y sin hijos, era natural de Llanes (Asturias). Había sido trasladado a San Sebastián el 1 de mayo de 1985.
Antonio Jesús Trujillo Comino, de 22 años, estaba soltero, aunque tenía fijada la fecha de su boda para el mes siguiente a su asesinato. Era natural de Priego de Córdoba. Al igual que Juan, su primer y último destino, tras salir del Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro en Madrid, fue San Sebastián.
A las 7:20 horas del viernes 10 de julio de 1981, ETA asesinaba a tiros en Basauri (Vizcaya) al guardia civil retirado JOAQUÍN GORJÓN GONZÁLEZ mientras esperaba el tren en el andén de la estación de ferrocarril para trasladarse a Bilbao, donde trabajaba como empleado en una agencia de aduanas.
En ese momento había un centenar de personas en el andén, la mayoría trabajadores que esperaban la llegada del tren que cubre la línea Orduña-Bilbao. Un individuo, sin mediar palabra, sacó una pistola y efectuó dos disparos que alcanzaron a Joaquín en la espalda y en el cuello. La víctima cayó mortalmente herida en el andén mientras el pistolero y dos acompañantes emprendían la huida a pie y se montaban en un coche que esperaba fuera de la estación.
Los etarras utilizaron dos vehículos para cometer el atentado, uno para desplazarse hasta Basauri y otro en el transcurso de la huida. Media hora antes de asesinar a Gorjón González dos etarras robaron un Seat 124 de color beige en el barrio bilbaíno de Deusto, obligando al conductor a cambiar de asiento y a acompañarles, primero a recoger a otros dos terroristas, y después hasta las inmediaciones de la estación de Basauri. Tras cometer el asesinato, abandonaron al dueño del coche en Basauri y emprendieron la huida.
La Policía Municipal de la localidad vizcaína dio la alarma a la Guardia Civil, que localizó el coche en la entrada de Bilbao. Para entonces los terroristas habían robado un segundo vehículo que fue detectado por dos coches patrulla de la Policía Nacional. Se inició entonces una persecución hasta el casco viejo de la capital, donde los etarras abandonaron el coche y continuaron la fuga a pie por las calles del centro de la ciudad. En esta persecución se produjo un intercambio de disparos en el que resultaron heridos el etarra Sebastián Echaniz que, a pesar de ello, consiguió huir -fue trasladado por sus compañeros a un piso y, al día siguiente, conducido a Francia para ser atendido de las heridas-, y dos transeúntes que, según fuentes policiales, fueron utilizados como escudo por los etarras. Aurora Múgica Múgica resultó herida de carácter leve, y Ovidio Ferreira Martín, de carácter grave. Ovidio Ferreira recibió dos impactos, uno en la pierna y otro en la cara. Esta segunda bala quedó alojada en la parte posterior del cráneo y, a consecuencia de la misma, falleció cuatro días después, el 14 de julio de 1981.
Joaquín Gorjón González, de 59 años de edad, se había retirado de la Guardia Civil en 1972, pasando a trabajar desde entonces en una agencia de aduanas bilbaína. Natural de Vilvestre (Salamanca), estaba casado y tenía seis hijos de edades comprendidas entre los 37 y los 22 años.