Jesús Duva Las calles de la alcaldesa
Las calles de la alcaldesa
Jesús Duva
Muchos de sus votantes consideran que Carmena ya debería haber pisado el acelerador
http://elpais.com/elpais/2015/08/10/...49_646340.html
Unos meses antes de morir en 1991, Agustín Rodríguez Sahagún se lo comentó una noche a un grupo de amigos: “Lo mejor que me ha ocurrido en mi vida política ha sido ser alcalde de Madrid”. Antes, al lado del presidente Adolfo Suárez, había sido diputado por Unión de Centro Democrático, ministro de Industria y ministro de Defensa (bajo su mandato se produjo el golpe de Estado del 23-F). Ante semejante currículo, no es extraño que uno de los contertulios mirase con incredulidad a aquel ya enflaquecido Rodríguez Sahagún. “Sin ninguna duda es el cargo en el que más he disfrutado. El Ayuntamiento de Madrid es un superministerio que maneja un enorme presupuesto con el que puedes hacer muchas cosas. Además, te permite estar en primer plano de la vida política porque al alcalde le invitan a todo”, explicó. Convenció a todos.
La enorme visibilidad y popularidad inherente al puesto de regidor de la capital de España quedó patente unos años antes, durante el mandato del profesor Enrique Tierno Galván. En la memoria colectiva está grabada a fuego la multitudinaria manifestación de duelo popular que colapsó la ciudad para acompañar su cortejo fúnebre en 1986.
Ahora, el primer sillón municipal lo ocupa la juez Manuela Carmena, que irrumpió como un torrente en las elecciones del pasado mayo. Sobre esta sucesora de Rodríguez Sahagún y de Tierno Galván hay muchas miradas y en ella están depositadas las esperanzas de cientos de miles de vecinos.
Carmena no lleva ni dos meses al frente del Consistorio y, por tanto, es aún muy pronto para juzgarla. No obstante, hay muchos de sus votantes que consideran que ya debería haber pisado el acelerador y haber hecho alguna cosa más de las que ha hecho, aparte de apagar los fuegos que le han surgido entre su propio equipo. Otra alcaldesa emergente, la barcelonesa Ada Colau, está resultando más resolutiva y más rápida a la hora de tomar decisiones.
La alcaldesa madrileña ya ha hecho gestos destacables por los desahuciados de sus viviendas y por las mujeres que sufren explotación sexual. Ahora se ha ido unos días de vacaciones. A su vuelta deberá acometer, entre otras cuestiones, la suciedad de las calles y el asfaltado de las mismas. Asuntos bien pedestres, es verdad, pero bien importantes para millones de personas.
©jlopez1957
¿Dónde está el Gobierno ¿Y las mujeres notables?
¿Dónde está el Gobierno ¿Y las mujeres notables?
Raúl Conde
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/...s-mujeres.html
El hallazgo de los cadáveres de las dos jóvenes asesinadas en Cuenca, quemadas y enterradas en cal viva, mientras el principal sospechoso permanece huido; y la muerte de una mujer en Castelldefels (Barcelona) a manos de su ex pareja en plena calle, han vuelto a situar la violencia machista en el primer plano.
Triste apariencia porque, seguramente, transcurridas pocas horas, el asunto volverá a ser apartado del foco.
Pasado mañana muchos hombres seguirán negando la relación entre el machismo ancestral que subyace en España y la violencia criminal en la que degenera. Y muchas mujeres continuarán viéndose incapaces de denunciar a sus agresores "porque yo no quiero que mi marido vaya a la cárcel", cuando en realidad es por miedo.
Dos de cada diez víctimas retiran la denuncia, según el Observatorio de Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial. El miedo. Siempre el miedo. Ya sea a su marido, a perder a los hijos, a verse en la calle sin un duro o a la reacción de su entorno social.
La responsabilidad penal de un asesinato atañe solo a quien lo comete. Obviamente. Pero la violencia machista responde a unos esquemas sistémicos que exceden la fatalidad o la truculencia de un crimen como el de Cuenca. Soslayar este aspecto es no entender nada de lo que está pasando o frivolizar una realidad cruel: esta mañana, sin despeinarse, un tertuliano de TVE ha dicho que la avalancha de crímenes de género en agosto "no tiene nada que ver con la falta de leyes", y otro a su lado le ha respondido que se debe "al calor".
Deben de ser estos los efectos del posmachismo del que hace tanto tiempo nos lleva previniendo Miguel Lorente, ex delegado del Gobierno para la Violencia de Género. El posmachismo. Una de las últimas trampas que la cultura patriarcal ha puesto en práctica. Una corriente que acata la desigualdad incorporándola como un marco normal o aceptable.
Los elementos que definen al posmachista, según Lorente, son la "neutralidad, el cientificismo, el interés común, el argumento del beneficio económico para quien defiende la igualdad, la idea de imposición y adoctrinamiento como parte de una ideología excluyente, y el ataque personal y descrédito de quienes se posicionan en contra del posmachismo".
Quizá por esta razón, en esta España incívica nos hemos acostumbrado al espanto que supone asumir que hay tantos hombres en cuya sesera habita la idea de dominar a la mujer hasta el punto de arrebatarle su vida. Por eso y, posiblemente, porque no se ponen los paliativos adecuados.
El drama de la violencia de género es tan grave, tan profundo y con tantas ramificaciones sociales, pedagógicas, legislativas, policiales y judiciales que causa sonrojo que el Gobierno siga sin abordarlo como un asunto de Estado.
Tres mujeres han sido asesinadas en las últimas 24 horas. En julio, se registró un crimen de género cada dos días. Desde 2003, el número de mujeres fallecidas a manos de sus parejas o ex parejas alcanzó las 790. Sólo en 2014 fueron 51. Se dice pronto. Imaginen la reacción política y social si tal desgarro hubiera sido provocado por el terrorismo de ETA o cualquier organización fundamentalista.
Pero, tal vez, lo peor es lo que se avecina. Las estadísticas indican que el machismo arraiga entre los jóvenes y el miedo continúa siendo el principal inhibidor de las víctimas. El último macrosondeo del CIS, hecho público en marzo, reveló que cerca de 2,5 millones de mujeres han sufrido algún tipo de violencia sexual o física, mientras tres de cada cuatro víctimas no denuncia a su agresor.
La amenaza se agrava -en la medida que adelanta la perpetuación de patrones de conducta que creíamos extinguidos- porque, según el Ministerio de Sanidad, una de cada tres españolas de entre 15 y 19 años ve aceptables las conductas atávicas de presión a las mujeres jóvenes que generan la denominada violencia psicológica de control, previa al maltrato físico.
Esta catarata de datos no impide a algunos sesudos opinadores seguir porfiando en la cantinela de las denuncias falsas, pese a que éstas suponen el 0,005% del total desde 2009, según la Fiscalía General del Estado.
En un editorial reciente de EL MUNDO, recordamos que erradicar la violencia machista exige reforzar los juzgados especializados. El machismo se acaba con más educación, pero los crímenes de género no tienen más respuesta que la dotación de medios y la especialización de todos los ámbitos implicados, especialmente, el judicial.
Zapatero, que fue quien tuvo el acierto de impulsar la Ley de Igualdad y la primera norma de Violencia de Género, cometió el error injustificable de eliminar el Ministerio de Igualdad e incluir en su programa de ajustes una causa de la que había hecho bandera. Trasladar de la esfera privada a la pública la consideración ciudadana de la gravedad que significa golpear y matar a tu pareja es parte de la tarea desarrollada desde que en 2004 se aprobó la Ley integral de violencia de género.
Desde 2011, los recursos destinados a luchar contra esta lacra se han recortado un 17%. La ley permanece desactualizada y la igualdad ha desaparecido de la agenda pública.
Que Rajoy fijara este desafío en un segundo rango gubernamental -en concreto, la secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad- es en sí mismo revelador de la poca consideración política que le concede. La labor de este departamento resulta voluntariosa, pero insuficiente porque la violencia de género hace más de cuatro años que dejó de ser una prioridad política.
Despojar a un asunto relevante de la proyección pública que precisa equivale a desplazarlo de la lista de prioridades, lo que tiene efectos directos no sólo en la acción del Gobierno sino de los medios de comunicación.
Esto explica, por ejemplo, que ningún ministro reaccione públicamente cuando ocurre una tragedia como la reciente en Moraña (Pontevedra) o que ningún representante de primer nivel del Ejecutivo se desplazara hasta ese municipio cuando el presunto parricida de sus dos hijos menores fue detenido.
Esto explica también que el presidente Rajoy haya sido incapaz de tener unas palabras dedicadas a las mujeres muertas por violencia sexista en ninguno de los grandes discursos que ha pronunciado en la legislatura. Oigan: en ninguno. Ayer mismo, tras conocerse el desenlace de las chicas de Cuenca, Rajoy escribió en su Twitter: "Horrible tragedia en Cuenca". Tragedia, dijo el presidente. Como si este crimen fuera un terremoto o una riada. Como si fuera un accidente meteorológico. Como si no hubiera causas estructurales. Como si el lenguaje fuera neutro.
Y, tal vez, esto explica también que tantas mujeres notables guarden silencio mientras una pléyade de mujeres anónimas ofrecen una permanente lección de heroísmo y dignidad.
Mujeres que luchan contra la pesadilla del maltrato desde los barrios y las asociaciones. Mujeres que han decidido dar la cara, pese a la ausencia de recursos. Mujeres que añaden su esfuerzo voluntario allí donde un gobierno ha recortado en casas de acogida o viviendas tuteladas. Mujeres a veces sin formación, pero ahítas de conciencia. Mujeres que carecen de la posición de fuerza que sí ostentan ministras, políticas, periodistas, jueces, abogadas, médicas, artistas, científicas y hasta reinas.
Huelga decir que será imposible extirpar el machismo (y el posmachismo) entre los hombres, mientras no consigamos extirpar el machismo entre las mujeres. Por eso el silencio de tantas de ellas, incapaces de aprovechar el privilegio de su influencia, resulta hondo y desesperanzador. Seguimos esperando su reacción. Y la del Gobierno, también.
©jlopez1957
15/08/2015 ¿Cuándo se jodió la Fiesta?
¿Cuándo se jodió la Fiesta?
Luis Martinez
Tiempo atrás, con el toreo ocurría lo mismo que con casi todo lo relevante. Incluido el propio tiempo. "Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si intento explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé", decía con cara de asombro san Agustín. Nadie, para entendernos, sentía la necesidad, tiempo atrás, de cuestionar el sentido, significación y origen de una práctica indisolublemente unida al propio sentido, significación y origen de lo que, nos guste o no, somos. Pero eso se acabó. Illumbe se reabre y lo hace un par de días antes de la fecha más taurina de la que es capaz el calendario. El 15 de agosto -¿quién se acuerda?- sólo trabajaban los toreros. Y, en efecto, entre la indignación de unos y la euforia del contrario, surge la pregunta. ¿En qué momento se jodió todo?, que diría Zavalita.
"Entre el ruido de la pelea cainita, nadie parece caer en la cuenta de la decadencia de un espectáculo degradado"
Los más sensibles hablan de, precisamente, una nueva sensibilidad en la que no cabe ni la carne cruda ni la sangre poco coagulada. No es tanto vegetarianismo como, en términos foucaultianos, una nueva manera (más limpia, no menos culpable) de administrar el espectáculo público del dolor. Para qué insistir. En el polo opuesto, los defensores, los aficionados, se debaten entre un confuso braceo de argumentos turbios en el que se mezcla la raíz, la tradición, la Cultura, Hemingway y dos huevos duros. Eso, además de un sentimiento telúrico que une el verso de la vida con la rima de la muerte. Todo retórica. Y no necesariamente brillante.
Y, sin embargo, entre el ruido de la pelea cainita tan nuestra, nadie parece ni quiere caer en la cuenta de la decadencia de un espectáculo degradado, sin nervio y, definitivamente, mortecino. Joaquín Vidal, siempre él, colocaba allá en el fragor del Cordobés y del desarrollismo, el momento en el que se empezaron a torcer las cosas. También los toros vivieron su burbuja. Lo que salió de aquello fue un espectáculo triunfalista, turístico, fraudulento, cursi y, lo peor, muy aburrido. Quizá, ahora sí, una copia de lo que, como país, acabamos por ser. Y eso, a juzgar por las crónicas antiguas, nunca fue así. El propio sentido de una fiesta tan cierta como inexplicable es la emoción. Sin ella, urgen las explicaciones, las subvenciones, la necesidad de un argumento.
Lo peor que le ha podido pasar a los toros es el taurino atemorizado; el taurino con complejo de culpa empeñado en la defensa a ultranza (siempre con la coartada culturalista) de lo, admitámoslo, indefendible. Y en ese enfrentamiento con la sensibilidad moderna, los defensores han terminado por renunciar al espíritu propio de una fiesta que siempre fue una pelea contra el tiempo y contra las definiciones... Y se jodió todo.
©jlopez1957
16/08/2015 La revolución de la risa
La revolución de la risa
Manuel Rivas
Salió a la superficie una realidad oculta: la mayoría no aceptaba la suspensión de las conciencias
http://elpais.com/elpais/2015/08/14/...93_356634.html
Lo mejor en los pueblos es su cosecha de humor y, ya puestos, de amor. Entrelazados, humor y amor, hacen posible una segunda vida, una historia de la risa frente a la historia amordazada por los que tienen el afán de dominar.
Cierto que hay muchas clases de humor, incluso el malhumor que se presenta como humor, como la risa estúpida del que se mofa del débil al que está pisando el cuello. Para mí, esa risa estremecedora, que cuenta hoy con mucha peña en lo que llaman “redes sociales”, debería figurar en el género del terror.
Por el contrario, lo más admirable es el humor que surge desde la adversidad, una chispa que toca la penumbra, y que hace volar el pensamiento, como ese niño de una viñeta de Castelao a quien la madre dice enfadada: “¿Por qué no quieres ir nunca más a la escuela?”. Y él responde: “Porque siempre me preguntan lo que no sé”.
El shock de la crisis se volvía estupor ante el descarado vuelo de las rapiñas
En esta clave de humor sutil, que germina en lo frágil como una arquitectura de la inteligencia, hay un relato judío, de la tradición yidis, que trata del Gobierno y la relación con la gente común. En este caso, el poder es un poder fuerte, el poder del zar. Cuenta que el emperador ruso se levantó un día malhumorado y ordenó imponer un nuevo impuesto a los judíos. Envió a un consejero a algunos de los poblados o shtetls habitados por hebreos para observar la reacción. El informador volvió con datos muy preocupantes: la gente estaba muy indignada, lo consideraba un abuso. El zar decidió entonces duplicar el impuesto. El consejero volvió a los poblados y regresó con un informe sorprendente. La gente hacía chistes todo el tiempo y se reían del zar insaciable y de los abusos de los mandamases.
El zar, después de pensarlo, reaccionó preocupado: “Si están haciendo chistes, dejemos las cosas como están. No se les va a poder sacar ni un rublo más”.
Estos días, con los datos que vamos conociendo de la llamada Operación Púnica y la ristra interminable de grandes chorizadas, me volvió a la cabeza esta historia que había conocido por un texto de Leonardo Moledo titulado El rey Lear y el humor judío. Creo que en España hemos llegado a la preocupante fase histórica de contar chistes y reírse sin parar.
Con los casos de Gürtel, Malaya, Palma Arena, Nóos, ERE, Palau, preferentes, tarjetas black, Rato, etcétera, etcétera, nos habíamos situado en la etapa del escándalo y la indignación. El shock de la crisis se volvía estupor ante el descarado vuelo de las rapiñas, en un paisaje social de recortes y empobrecimiento. Asistimos al esperpento del auto de fe al juez Garzón, para regocijo de corruptos y carcamales. Te quedabas perplejo al ver que algunos cargos políticos imputados en expolios del patrimonio público eran jaleados a la puerta del juzgado. Pero era un espejismo: la mayoría de la gente estaba realmente harta. Al límite. Los discursos se llenaron de promesas de regeneración y transparencia. Pero solo hubo reacción verdadera cuando la gente hizo explotar las encuestas y los estudios de opinión.
Salió a la superficie una realidad oculta: la mayoría social no era indiferente, no aceptaba la suspensión de las conciencias. La mayoría podía valorar positivamente la Transición, pero no que se utilizase como tapadera del conformismo.
Sí, los corruptos también nos habían robado el humor
Lo que está ocurriendo con la Operación Púnica puede marcar una nueva etapa de la lucha contra la corrupción en España en dos sentidos. Por una parte, ya no es verosímil el discurso oficialista de los “casos aislados”, las “ovejas negras” o las “manzanas podridas”. Desde la propia justicia, el juez instructor y la Fiscalía Anticorrupción, se habla explícitamente de “trama organizada” y de “organización criminal” por delitos de blanqueo, contra la Hacienda pública, falsedad documental y tráfico de influencias.
Por otro lado, se está produciendo la recuperación por parte de la gente de un bien público fundamental que no figura en los cargos contra los corruptos y que es la apropiación del humor.
Sí, los corruptos también nos habían robado el humor.
Hay esa conversación de dos de los implicados en la Púnica, un político y un empresario, que debería figurar a partir de ahora en los manuales de historia contemporánea. Es una especie de sketch que tiene la condición de paradigma.
–¿Qué tal?
–Bien, bueno…, bien.
–Tocándote los huevos y ya está.
–Tocándome los cojones, que para eso me hice diputado.
(…)
–Esto es una putada. Acostumbrado a no trabajar, coño, es una putada.
–Como dice Bony… que repite este, a chupársela a este. ¿Que no repite porque ponen a otro?, pues, ¿a quién hay que chupársela? Pues a otro. Vamos a por él. Si es siempre lo mismo.
Ya ven. Se lo pasaban bomba. Tenemos que empezar a reírnos todos. No va a ser siempre lo mismo.
©jlopez1957