Con permiso. De entrada sabed que voy a opinar sin ser un componente del cuerpo, y por tanto como un particular ejemplo de cómo os pueden juzgar los ciudadanos a los que servís.
En primer lugar, creo tener entendido que cualquier tipo de tatuaje que pueda verse utilizando los distintos tipos de uniformidad están prohibidos. Supongo que el concepto de “uniformidad” es determinante para la prohibición; pero como en tantas otras cosas en España, en determinadas circunstancias de oferta y demanda laboral, se ha levantado la mano, y efectivamente se pueden ver GC “luciendo” particularidades artísticas en su anatomía. Este hecho complica ahora las cosas; ya que cualquier hijo de vecino puede argumentar que si Pepe lo lleva…¿por qué Juan no lo puede hacer? Y si Antonio lleva uno diminuto,..¿por qué Pedro no lo puede llevar un poquito más grande? ¿ qué diferencia hay?.
La disyuntiva, una vez que hay hechos consumados, es difícil. Yo abogaría por la aplicación del reglamento a rajatabla a partir de un determinado momento, y dejar “a extinguir” a los “consentidos”; pero eso se lo dejo a los profesionales de la GC.
Pero también se podría objetar ¿ qué tiene de malo llevar un tatuaje? Evidentemente nadie es mejor o peor GC por llevar o no tatuajes en su cuerpo, pero particularmente considero que rompe el concepto de uniformidad y otro, no menos importante, que es el de “imagen” de cara al ciudadano; y esto lo afirmo como uno de esos ciudadanos.
Hace poco tiempo tuve que hacer unas gestiones en la DGT. Había cinco funcionarios atendiendo al público. Cuatro vestidos correctamente ( entendiendo correctamente como no vistiendo de forma artificialmente llamativa y con una higiene más que aceptable); pero había uno que a distancia marcaba la diferencia. Camiseta cervezera con lamparones de aceite incluido, tatuajes que le ocupaban todo el brazo derecho, barba de cuatro o cinco días, y el bocata de sardinas envuelto en papel de periódico junto al mostrador. Pues creed que nadie juzgaba la capacidad profesional del funcionario en cuestión, pero los pocos “clientes” que esperábamos el turno hablaban del mismo tema: el aspecto irrespetuoso y poco adecuado que presentaba aquél señor. Por desgracia me tocó a mí “la china”, y mi prejuicio se confirmó en cuando el señor abrió la boca. ¿Qué? Fue lo único que se le ocurrió decir después del obligado por mi parte “buenos días”.
El poder desempeñar la función de GC lleva implícita superar una serie de premisas que determinan la aceptación o no en el cuerpo; y esas premisas deben ser acatadas de forma ineludible; ya que de poner en duda una de ellas, llevaría inevitablemente a poner en entredicho y cuestionar otras muchas.
Eso sí. Por supuesto que el que le guste dibujarse la piel que se la pinte. Allá cada uno con su cadaunada.
Así lo entiendo yo.