Es astuto monsieur Rubalcaba.
En realidad ese era el fin de todo este tinglado autonomista. Primero “la puntita”, y después “hasta la bola”. Solo había que esperar la coyuntura oportuna, el lavado de cerebro oportuno a la tropa, un señuelo que” justificase” los hechos, y lanzarse a la piscina.
Cuando los españoles decidieron darse a sí mismos un voto de confianza y optaron por una constitución en la que cabían todos, lo hicieron con las manos abiertas y deseando borrar todo aquello que nos ha lastrado a través de los siglos. Se admitieron circunstancias impensables con tal de abrir nuevos horizontes a ellos, sus hijos y sus nietos. Todo cabía en esa nueva España, todo menos la ruptura del solar común. Soy de los que sospechan que la división estudiada y oportunista en comunidades se optó como un mal menor con tal de aplacar las ansias localistas de poder; pero poco a poco aquello que era aceptable para garantizar una convivencia en paz y progreso se fue degradando. El poder y el dinero lo joden todo.
Ahora nos enfrentamos al periodo más crítico de nuestra democracia. Los que alcanzaron cotas elevadas de poder ven peligrar sus poltronas, y tratan por todos los medios de seguir anclados en sus privilegiadas atalayas, y lo hacen sin importarles traicionar todo aquello que representan.
Durante años se les ha dado todo lo que querían a aquellos que su meta era la ruptura de España como nación. Las ratas etarras han conseguido lo que buscaban. Ahora solo queda esperar el último entreacto para llegar al desenlace final; y los catalanes separatistas echan un órdago a la grande apoyados por los de siempre y sin que aquellos en los que se tenía un mínimo de confianza se atrevan a toser.
Qué pena. Estamos rodeados de traidores y arribistas.
Por desgracia ya solo nos queda la esperanza de que la puñetera crisis haga moverse de una **** vez al personal. Es una lástima tener que verse abocados a la desesperación y a la hecatombe económica para mover un solo dedo en contra de la hecatombe política y moral.
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