Yo era un feliz carpintero de mi pequeño pueblo, que vivía aceptablemente bien, ya que el trabajo no faltaba y el pueblo era casi una balsa de aceite donde los vecinos eran eso, vecinos, pero bien avenidos.
Un día surgió un problema en el pueblo porque trataron de coartar la libertad de huelga de un gremio, pero como yo y otros muchos no éramos del gremio, no prestamos nuestro apoyo a aquella causa justa.
Tiempo después, volvió a surgir otro problema en el pueblo. En este caso se trataba de otro gremio, pero como yo y otros muchos no éramos del gremio, tampoco prestamos nuestro apoyo a esta nueva causa justa.
Pero hete aquí que un día surgió un problema en el pueblo en el gremio de los carpinteros y monté en cólera, pero como casi todos no eran del gremio, pasaron olímpicamente del problema y no nos prestaron su apoyo.
Y así, poco a poco, una gran mayoría de ciudadanos del pueblo fuimos perdiendo nuestros derechos y donde antes había un pueblo en paz y feliz, se fue instaurando la decadencia, la infelicidad, las rencillas... y el pueblo jamás volvió a ser el que fue.
Y ahora, que cada uno extraiga sus conclusiones.
Solo os diré que el derecho de huelga está legislado y recogido en nuestra Carta Magna, la Constitución, y que por mor de su propia idiosincrasia, en algunas actividades, perjudicará en determinados momentos a sectores de la población por razones obvias (véase la reciente huelga de RENFE), pero a manera de disquisición lanzaré al aire la siguiente proclama y que cada uno se la guise y se la coma como mejor Dios le dé a entender:
Cuando se llega a una huelga, quién tiene más culpa, quien la provoca o quien la realiza.
Evidentemente, de cara a la sociedad quien la realiza, pero piensa un servidor que quien la provoca tampoco está muy libre de culpa que digamos, pero ésos nunca están en el punto de mira de los medios y por ende de la sociedad y no son tan escrupulosa y metódicamente vilipendiados como lo son los huelguistas.
Un huelguista no va a la huelga por amor al arte porque para empezar le está costando el dinero, ése del que tan escasos andamos casi todos últimamente, por lo que cuando decide hacer una huelga debe tener ante sí un problema bastante más grave del que la sociedad que irremisiblemente lo va a criticar se imagina. Una huelga no es una pera de buen gusto para nadie, pero a veces no queda más salida.
Por supuesto, que como en todo en la vida, siempre hay mercachifles que aprovechan la coyuntura de la multitud para comportarse como energúmenos, pero ésos siempre han estado ahí, y lo que es peor, muy posiblemente seguirán estando.
En fin, que el Señor nos coja "confesaos".
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