Ya hemos pasado por episodios semejantes en nuestra larga historia. El poder manipula la información haciendo hincapié en aquello que resulta negativo o en lo que puede levantar envidias y crear sentimientos repudiadores. Ganada esta primera parte de la batalla obtiene el apoyo moral de la opinión pública (casi siempre manipulada desde el poder con suma facilidad) y ya solo queda iniciar la segunda parte del proceso. Esta segunda parte, por entonces se llamó desamortización; una forma eufemística de denominar lo que en realidad fue una expropiación. Multitud de propiedades de la iglesia de entonces pasaron a manos del estado (de los políticos en el poder del momento). Una vez que eliminaron al “enemigo” solo quedaba la última etapa del proceso, que era ni más ni menos que la ganancia de los réditos alcanzados por la desamortización. Para propiciar sus objetivos habían comido el tarro a la gente con la venta de las propiedades de la iglesia; pero claro, no dijeron el precio. El personal de infantería , como siempre, pensó que aquello sería una gran oportunidad para hacerse con tierras y propiedades que le pudieran sacar de su miseria; pero sus economías no se lo permitieron, a diferencia de las grandes fortunas, la banca, y los componentes de la burguesía incipiente. Los verdaderos avalistas de la desamortización, el pueblo, se quedó como siempre a verlas venir, además de cientos de joyas arquitectónicas que simplemente quedaron desatendidas y en pocos años se convirtieron en ruinas al no ser de interés económico para nadie.
En pocas palabras este fue el resultado de aquél movimiento anticlerical en España. Dicen que debemos aprender de nuestros errores; pero para eso hay que conocer primero nuestra verdadera historia, y aquí lo único que conocemos de carrerilla, es la alineación de la selección de futbol que ganó el mundial.
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