Un fontanero le pega un cacharrazo en la cabeza con una llave inglesa a un cliente, lo condenan y cuando cumple, reeduca y vuelve a su trabajo.
Un guardia se castiga por activa y por pasiva, por dentro y por fuera, y en vez de cumplirse el propósito reeducador de la constitución, se crea, posiblemente, una carga para la sociedad.
Arrepentidos los quiere el Señor. Si un guardia se arrepiente de su delito y paga por él, puede que cuando se reincorpore sea mejor funcionario que muchos de los aberronchos que no saben lo que tienen y andan todo el día pues eso, aberronchaos.
Por eso digo que no hay que generalizar, sino individualizar el caso. Que todos exigimos dureza de ley, hasta que nos toca a nosotros.
Marcadores