Es costumbre poderosa mi estimada amiga Nefertari, el prometer cuando llega la época propicia para ello. Es como ir a recoger setas en su tiempo, no antes que no las hay. Ha llegado el otoño para el gobierno, y es la hora de recoger votos para las europeas y seguir arriba, en el poder y yo, simple trabajador que ve sus sueldo y derechos cada vez más esquilmados, opino que de nuevo colocados los nuevos diputados europeos en sus asientos, los trabajadores españoles les importamos menos que una seta secándose al sol del otoño.
Yo voy a votar. Pero esta vez lo haré sin ninguna convicción en cualquier político. Votaré, si, pero no lo haré a ninguno de los dos grandes, ni tan siquiera al tercero o cuarto. Votaré desde mi indignación que va creciendo cada día por ver un futuro muy negro para mis hijos, para mis conciudadanos y aquí, no hago distinción de ideas porque a la postre, los ciudadanos de a pie somos los que apechugamos con los destrozos que han causado no otros que no sean ellos, los de la izquierda y los de la derecha.
Rajoy debe haber llegado a la conclusión -como todos los demás- que los españoles somos tontos del remate y seguimos creyendo en sus promesas, y pregunto ¿ acaso no sabía cuando estaba en la oposición como estaba la situación de España? . . . si parto de la base que los trabajadores -que somos mayoría- sabíamos que en el año 2011 estábamos al borde del rescate ¿ como ellos no lo iban a saber? . . . pero a Rajoy le dio lo mismo. Sabía que los españoles somos personas que aguantamos los males con fuertes espaldas. Que nos nos cansamos si sobre ellas nos echan el triple de carga. Miramos para la casa del vecino y venga, vamos para adelante.
En resumidas cuentas. Que no me creo nada de nada y punto por punto al caballero de barba imberbe D. Rajoy.
La primera vez que me engañó la culpa fue suya. La segunda sería mía.
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