Personalmente no tengo nada en contra de que la gente se divierta disfrazándose de lo que le salga de las narices; aunque no comparta ese gusto y ese tipo de diversión.
Como casi todo en esta vida, el problema no radica en lo qué se hace, más bien en quien lo hace y la intención con qué lo hace.
Por cierto. Viendo a esos señores vestidos de señoras con uniforme, me hago una pregunta: ¿Podrían esas “escopetas” confundirse con armas verdaderas en un momento dado? Creo que incluso hay leyes que regulan esas cosas y que el carnaval no supone una excepción. Otra sería el asunto de la pobre cabra , a la que nadie le ha preguntado si quiere participar en el carnaval y que la disfracen para convertirse en complemento de la diversión humana. Aunque evidentemente , en este caso, soy consciente de que me estoy poniendo a la altura de los “xageraos” animalistas y de los que suelen buscar siempre tres pies al gato ( aunque tengo la seguridad de que si la dan de comer como Dios manda a la cabra la da igual que la disfracen de legionaria o de guardia de la circulación); pero oye, cosas similares forman opinión y cambian mentalidades.¿ O no?
Respecto a la “obligatoriedad” del carnaval, pues también habría cuestiones discutibles. Yo tampoco entiendo cómo se puede disfrutar de una charla entre amigotes en un bar o en una cafetería sin darle al fumeque; pero evidentemente soy consciente de que otros si lo disfrutan y si a mí me lo prohíben no pasa nada.