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  1. #1
    La Audiencia Nacional sigue el rastro de un espía ruso que estuvo en Cataluña justo antes del 1-O

    El tribunal abre una investigación secreta sobre Sergey Fedotov, miembro de un grupo especial de la inteligencia militar. Exteriores afirma desconocer esta investigación y que la cooperación con Rusia está mejorando

    Madrid
    Jueves, 21 noviembre 2019 - 14:46

    La Audiencia Nacional investiga la presencia en España de un espía ruso que estuvo en Cataluña los días previos al referéndum ilegal del 1 de octubre. Se trata de Sergey Fedotov, un oficial de alto rango de los servicios de inteligencia militares rusos relacionado con diversas operaciones de desestabilización en Europa, como el intento de asesinato del ex espía ruso Serguéi Skripal en Londres. La investigación, que se encuentra bajo secreto y que ha desvelado El País, está en manos del juzgado central de instrucción 6 que dirige Manuel García Castellón, la Fiscalía de la Audiencia y la Policía Nacional.

    Conforme a informaciones publicadas por el medio de investigación Bellingcat, Sergey Fedotov estuvo en Barcelona en dos ocasiones en los últimos años. Según fuentes próximas al caso abierto en España, la Policía rastrea los movimientos de Fedotov y de otros integrantes de la unidad especial de espionaje a la que pertenece.

    El Ministerio de Asuntos Exteriores no quiere comentar nada sobre la investigación en marcha. Pero sí afirma que no ha empeorado la cooperación con Rusia en materia de desinformación. Así lo aseguran fuentes oficiales. De hecho, esta mañana el ministro en funciones, Josep Borrell, ha dicho que es una "pura patraña" que España haya dejado de colaborar con el Estado ruso en este terreno.

    En cuanto a la investigación de la Audiencia Nacional, el primer viaje detectado del espía, siguiendo el rastro de su teléfono móvil, se produjo a principios de noviembre de 2016 y formó parte de un viaje a Suiza. Fedotov voló de Moscú a Barcelona, donde sólo permaneció un día antes de partir hacia Suiza. Bellingcat apunta a que en realidad el paso por Cataluña respondía a un intento de acceder más fácilmente al país helvético.

    El segundo viaje se produjo el 29 de septiembre de 2017. De nuevo voló con Aeroflot a la ciudad, donde pasó una noche. Al día siguiente estuvo en la zona de la playa durante una hora y, presumiblemente, emprendió viaje en tren hacia Suiza. El medio indica que no dispone de datos para interpretar la presencia del espía ruso en una fecha tan delicada. Plantea de que el viaje respondiera a la necesidad de mantener algún breve contacto con sus contactos en la zona o de que, de nuevo, fuera la vía más fácil para entrar luego en Suiza.

    Fuentes conocedoras de la causa abierta en la Audiencia Nacional indican que en este momento aún no está claro el alcance de la presencia de espías rusos en Cataluña antes del 1-O ni cuáles serían sus objetivos. Anteriormente ya se había detectado el respaldo al proceso secesionista desde ámbitos próximos a la Administración rusa. También se detectó un gran apoyo al referéndum en las redes sociales desde cuentas ligadas a los servicios de inteligencia rusos.

    Según Bellingcat, en realidad Fedotov es la identidad empleada en los viajes por Denis Vyacheslavovich Sergeev, de 46 años, licenciado de la Escuela Diplomática Militar de Rusia y miembro relevante del GRU, el Departamento Central de Inteligencia de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa. En concreto, estaría integrado en el un grupo especial que, según desveló el mes pasado el New York Times, funciona bajo el nombre 29155.

    A otros dos miembros de este grupo -Anatoly Chepiga y Alexander Mishkin- les atribuye el Gobierno británico el envenenamiento de Skripal el año pasado. Fedotov-Sergeev también estaba en Reino Unido cuando tuvieron lugar esos hechos. Igualmente está relacionado con el intento de golpe de Estado en Montenegro en 2016 y otro intento de envenenamiento de un traficante de armas en Bulgaria.

    MEJORA LA COOPERACIÓN CON RUSIA

    Al margen de la investigación judicial, fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores han explicado a EL MUNDO que la coordinación con Rusia en materia de desinformación está mejorando desde abril de 2018, cuando Josep Borrell y su homólogo ruso, Serguei Lavrov, acordaron crear un grupo de trabajo conjunto.

    Este grupo no se ha llegado a crear, pero sí se han producido tres reuniones de alto nivel entre ambos estados, a nivel de viceministros y secretarios de Estado. En estas reuniones se ha estudiado la cooperación de los dos países en cuanto a la lucha contra el terrorismo, asuntos estratégicos y distintos aspectos de la agenda bilateral hispano-rusa.

    Desde la Oficina de Información Diplomática (OID) aseguran que ha habido "notables mejoras" en la cooperación. Y que España ha podido comprobar una reducción de la desinformación de origen ruso respecto en las fechas cercanas al 1 de octubre de 2017, cuando se celebró el referéndum ilegal.

    A las reuniones con el viceministro ruso han asistido por parte española el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Fernando Valenzuela, y el director político, Enrique Mora.

    Las mismas fuentes destacan que "la cooperación es fluida" en este y en otros ámbitos. Eso sí, los servicios implicados siguen atentos y vigilantes por si se produjera un nuevo repunte en esta actividad. En ese caso, se volvería a plantear a las autoridades rusas.

    Las fuentes de Exteriores no quieren entrar en la investigación abierta por la Audiencia Nacional. El propio ministro ha dicho esta mañana que no tiene "la más remota idea" sobre la misma.


    https://www.elmundo.es/espana/2019/1...9708b45e1.html

  2. #2
    Urquinaona: un año de la batalla más salvaje en la historia reciente de Cataluña

    Dos antidisturbios rememoran con ABC la noche en la que el secesionismo radical convirtió Barcelona en un infierno

    BARCELONA
    Actualizado:
    18/10/2020 01:11h

    Alfredo relee aquellas líneas que escribió sobre las tres de la madrugada ya desde la habitación del hotel. Hacía pocas horas que se había dejado la piel, casi literalmente, frenando desde primera línea a los radicales que habían tomado la plaza de Urquinaona de Barcelona para vengarse por la sentencia del «procés». Con la relativa calma de verse, por fin, lejos de las barricadas, pero con el cuerpo y el corazón todavía calientes por los acontecimientos, Alfredo apuntaba: «Ha sido muy duro, muy duro. No me había visto en una situación igual, ni parecida, en mi vida. Hemos tirado absolutamente todo lo que teníamos, más todo lo que nos iban trayendo. Nos querían matar. Una cosa está clara, hoy buscaban un muerto».

    Ahora, en el primer aniversario de los disturbios más graves en la historia reciente de Cataluña, este agente antidisturbios de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de la Policía Nacional, en una charla con ABC, se ratifica en cada coma de unos párrafos que se hicieron virales entre los compañeros que esa noche pisaron el mismo infierno. «Ese nivel de odio hacia nosotros no lo había visto nunca; si llegan a conseguir aislarnos, nos hubiesen matado», resume a este diario.

    Con cuatro lustros de experiencia en la Policía Nacional a sus espaldas, la mayor parte de ellos con el uniforme de la UIP, Adolfo –nombre ficticio, por razones obvias– formaba parte del vasto contingente que la Policía envió a Cataluña pocos días antes de la sentencia del «procés» –que condenó a los líderes independentistas– para apoyar a los Mossos d'Esquadra ante la amenaza de unas algaradas que, efectivamente, acabarían consumándose. La bautizaron como Operación Ícaro. Llegaron unos días antes de que el lunes 14 de octubre de 2019 el tribunal dictase penas de hasta 13 años de cárcel para los políticos secesionistas. Iban para poco tiempo, pero acabaron asentándose tres semanas en Barcelona ante un carrusel de jornadas de desórdenes que parecía no tener fin.

    Los disturbios comenzaron el mismo lunes, con la convocatoria de la plataforma anónima Tsunami Democràtic para tomar el Aeropuerto de Barcelona. En noches sucesivas, y ya con los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR) capitaneando los ataques, se reprodujeron los incidentes con variadas intensidades. Martes, miércoles y jueves, parecidas secuencias en distintos escenarios del centro de Barcelona, donde los radicales representaron su violento espectáculo: barricadas de contenedores ardiendo; mobiliario urbano, público y privado, destrozado, y hasta media docena de coches en llamas componían el macabro decorado. Y la acción: una torrencial lluvia de objetos cayendo sobre los agentes, tanto de la Policía Nacional como de la Brigada Móvil (Brimo), los antidisturbios de los Mossos d'Esquadra. Aquellas noches los CDR no hicieron distinciones. A diferencia de lo ocurrido con el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, esta vez los manifestantes no discriminaban entre «nuestra policía», los Mossos, y las «fuerzas de ocupación», Policía Nacional y Guardia Civil, que ahora protegía instalaciones críticas como el aeropuerto. Cualquier agente les servía como diana sobre la que descargar su furia y los adoquines.

    Y llegó el viernes 18 de octubre, fecha de la que hoy se cumple un año. Con la plaza de Urquinaona como telón de fondo, los violentos multiplicaron su agresividad contra unos agentes exhaustos tras maratonianas jornadas de trabajo. La «batalla de Urquinaona», que el independentismo radical ya ha mitificado, relegó las hostilidades de las veladas anteriores a meros ensayos generales de la ola violenta que desplegaron esa noche. «En esta, el riesgo se multiplicó exponencialmente. Desórdenes públicos de una magnitud que no recordaba», resume ahora Alfredo para ABC. Si en los días previos lo que la línea policial trataba de repeler eran sobre todo piedras y botellas, ese viernes les arrojaron centenares de adoquines arrancados de la calzada –apreciables en la fotografía que encabeza este reportaje–, e incluso tapas de alcantarilla y cócteles molotov. Dos policías resultaron heridos de gravedad: uno de ellos, el gallego Iván Álvarez, todavía hoy sufre secuelas. Una piedra le reventó el casco, provocándole una fractura en la base del cráneo. Se desplomó sobre el asfalto.

    En los párrafos que Alfredo se apresuró a escribir aquella noche en la habitación del hotel calificaba de «extrema» la violencia a la que sus compañeros y él se acababan de enfrentar. Habían ganado la batalla a los radicales, sí, pero «con mucho oficio y algo de suerte», según dejó anotado antes de dormir. Y aludía en concreto el vendaval de hostilidades al que, según su versión, fueron sometidos los seis agentes de su furgoneta: «Si no fuera porque el conductor estuvo echando viajes para que pudiéramos reponer y mantener la posición, nos destrozan».

    El factor odio

    La de Urquinaona fue una batalla diferente a cualquier otra, una función única. Con la perspectiva de las 55 semanas transcurridas, Alfredo no tiene duda de cuál fue el elemento diferenciador entre lo vivido esos días en Barcelona –en especial aquel viernes en Urquinaona– y otros disturbios violentos a los que se ha enfrentado en dos décadas de carrera. Lo denomina «factor odio». Y se explica: en huelgas de mineros o de trabajadores del metal, por ejemplo, estos defienden sus derechos «de forma salvaje», pero luego el enfrentamiento se disuelve. Incluso pueden encontrarse en los bares con los alborotadores y saludarse sin acritud. Pero en Urquinaona aquella noche, en la que Alfredo estuvo durante horas en primera línea, lo que sobrevolaba, al compás de una «lluvia de adoquines», era «mucho odio».

    Esta valoración la comparte Fernando –nombre ficticio–, un agente de la UIP que conducía uno de los furgones policiales. Él también alude al «factor odio» como identificador de la «batalla de Urquinaona» respecto a otras jornadas de protestas violentas ajenas al independentismo. Fernando lo sabe bien, no solo por que, como Alfredo, lleve lustros vistiendo el uniforme de la UIP, sino porque además es catalán y conoce bien el terreno y el contexto sobre el que los radicales aquella noche exhibieron una hostilidad nunca vista en la historia reciente de esta comunidad autónoma. Fernando formó parte del operativo cada noche, y se reafirma en que ninguna fue tan violenta como la de Urquinaona: «El peor día de mi vida profesional y de mis compañeros de furgoneta. Yo pensaba que nos iban a matar». Había un «odio total», insiste. «Esa noche querían muertos».

    A última hora de aquella tarde del 18 de octubre, mientras Alfredo y decenas de agentes se batían ya con los violentos en el escenario de Urquinaona y alrededores, Fernando era uno de los agentes que protegían la sede de la Delegación del Gobierno, a un kilómetro del epicentro de las hostilidades. Por la emisora llegaban noticias inquietantes de Urquinaona. «Nos estamos quedando sin munición», «no nos quedan pelotas» o «policía herido», fueron algunas de las alertas que escucharon. Les ordenaron acudir en su ayuda, pero no fue fácil. Las barricadas en llamas les entorpecían el paso. Querían llegar a Vía Layetana, donde a pocos metros de Urquinaona está la Jefatura Superior de Policía, pero les costó. «Nos quedamos encerrados», recuerda. Y mientras, los radicales se afanaban en destrozar el vehículo a pedradas: «Si la furgoneta se llega a quedar parada, nos matan. Era una guerra». Quedaron bloqueados, rodeados, sin salida y bajo una «lluvia de adoquines».

    De la mano de los Mossos

    La colaboración de la Brigada Móvil de los Mossos fue clave: consiguió abrirles el paso. Aquella noche la comunión entre policías nacionales y mossos fue total. En eso también coinciden Alfredo y Fernando. «Hubo momentos de hermanamiento y compañerismo puro», destaca el primero. «Aquella semana volvimos a ser hermanos», añade el segundo. Se refieren a la actitud diferente que percibieron en la Policía autonómica respecto a la supuesta complacencia –que investiga la justicia– que los Mossos mantuvieron durante el referéndum ilegal de 2017. «El 1-O se les echó en falta», resumen. En Urquinaona, en cambio, combatieron juntos «codo con codo». Este diario intentó, sin éxito, recabar el testimonio de agentes de la Brigada Móvil de los Mossos sobre los disturbios postsentencia.

    Alfredo y Fernando no solo coinciden –en charlas por separado con ABC– en destacar la sintonía con los Mossos, el «odio» de los alborotadores de Urquinaona y en situar aquellos disturbios como los más graves a los que se han enfrentado en sus carreras. Además, comparten críticas a una «pésima gestión de recursos humanos y materiales en momentos críticos» por parte de sus superiores. «¡Nos ponen en peligro por cobardía política y falta de capacidad!», lamenta Alfredo. Y pese a ello, y «a base de asumir mucho riesgo», ganaron la batalla. Por eso, de madrugada en el hotel, antes de apagar la luz, Alfredo dedicó la última línea de su escrito a sus compañeros: «Me siento profundamente orgulloso de todos ellos». De todos, insistía. Pero algunos fueron condecorados, y otros no.

    https://www.abc.es/espana/abci-urqui...1_noticia.html

  3. #3
    18-O, el día que llovieron piedras sobre Barcelona

    Antidisturbios de la Policía relatan a ‘El Independiente’ las dificultades de su intervención ante los graves altercados registrados en la capital catalana hace justo un año tras dictarse la sentencia del ‘procés’ / “Nos querían matar, ésa era la sensación”, recuerdan

    ANTONIO SALVADOR Redactor
    18/10/20 - 00: 01

    «Estábamos en el aeropuerto de El Prat y sobre las siete de la tarde nos mandaron a la zona de Vía Laietana porque los compañeros de Valladolid se estaban quedando sin material y llevaban mucho tiempo aguantando allí. Había que relevarlos. Fue una auténtica barbaridad; no he estado nunca en un campo de batalla, pero debe ser parecido a lo que yo vi aquel día». Será difícil que este policía coruñés y el resto de agentes que se desplegaron en el entorno de la Plaza Urquinaona olviden la tarde-noche del 18 de octubre de 2019, cuando tuvieron que repeler los ataques de los radicales independentistas en el servicio más comprometido desde que se crearon los Antidisturbios hace 30 años. Aquel viernes de otoño de hace justo un año volaron literalmente las piedras sobre Barcelona.

    Hacía cuatro días que el Tribunal Supremo había dictado la sentencia que mandaba a prisión a los líderes del proceso secesionista -entre ellos el ex vicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras– y la turba encadenaba varias jornadas manifestando su rechazo al fallo judicial en puntos estratégicos de Barcelona. No se recuerda en España altercados tan violentos como los que se registraron aquel 18-O en la capital catalana. «No creo que ni en los peores momentos del País Vasco se viviera nada igual», indica uno de los policías nacionales que integraron el dispositivo.

    La mayoría de los funcionarios de las Unidades de Intervención Policial (UIP) que el Ministerio del Interior había enviado como refuerzos desde distintos puntos de España en previsión de incidentes acumulaban años de experiencia en servicios calientes. Muchos habían estado en Cataluña con motivo del referéndum del 1-O (2017), cuando recibieron órdenes junto a la Guardia Civil de evitar que se pudiera llevar a cabo la votación ilegal. Pero ninguno podía imaginar realmente a lo que se iban a enfrentar aquella jornada en la que la ira se instaló en la calle. «Si no es con imágenes, es difícil explicar con palabras lo que vivimos aquella noche», explica a este diario un agente de la I UIP (con base en Madrid e indicativo Puma).

    «Llevaba entonces 13 años en la UIP y he estado en primera línea en manifestaciones de mineros en Madrid, partidos de alto riesgo, otros acontecimientos… Pero nunca había visto la violencia y agresividad de aquel día», destaca un ‘antidisturbios’ gallego que iba de escudero. También su grupo (Raya) había sido requerido para reforzar a los compañeros desplegados en el eje Via Laietana-Plaza Urquinaona, escenario de la batalla campal librada ante los ojos de medio mundo.

    Aquella jornada fue larga, demasiado larga. Desde por la mañana, centenares de manifestantes se manifestaban a las puertas de la Jefatura Superior de Policía, en la céntrica Via Laietana. «A las 11 horas ya estábamos con todo el material puesto. Estuvimos aguantando, aguantando, aguantando… Sufrimos agresiones ante las que hubiéramos respondido al instante en cualquier otro lugar de España, pero los jefes nos decían que había 15.000 personas en Plaza Catalunya y que si empezábamos a actuar a las 12 de la mañana nos desfondaríamos y no tendríamos fuerzas para aguantar 18 horas al máximo nivel», rememora un Jaguar, indicativo asignado a la II UIP (base en Barcelona).

    No he estado nunca en un campo de batalla, pero debe ser parecido a lo que yo vi aquel día en Barcelona», describe un ‘antidisturbios’

    Entrada ya la tarde, los funcionarios empezaron a avanzar para hacer retroceder a los violentos, que organizaban barricadas con contenedores y otros elementos del mobiliario urbano y lanzaban piedras y todo tipo de objetos para dificultar la respuesta policial. La calles próximas a Urquinaona eran el epicentro del enfrentamiento, retransmitido en tiempo real. «En algunos momentos se llegó al cuerpo a cuerpo», subraya uno de los agentes, que comparte la opinión expresada por otros funcionarios con los que ha hablado El Independiente para la elaboración de este reportaje: la organización que tenían los manifestantes y el grado de virulencia con la que se emplearon.

    «Nos querían matar, ésa era la sensación. Llevo en la unidad desde los primeros años y jamás había trabajado con esa intensidad», destaca un policía, sorprendido por el material que utilizaron los violentos en la refriega: adoquines, piedras, motosierras, mazos, picos, palas martillos, llaves inglesa… «Aquello parecía el Leroy Merlin», bromea uno de los agentes.

    Varios policías sufrieron graves heridas aquel día por el impacto de los objetos que les lanzaron. Un policía vigués (Iván A.F.) hubo de permanecer ingresado 17 días en la UCI -13 en Barcelona y cuatro tras regresar en un avión medicalizado a Galicia- debido a la fractura del hueso occipital, lo que le ha dejado una grave secuela: la pérdida de visión. A Ángel H.S. le fracturaron el radio de su brazo derecho, por lo que tuvieron que operarle para colocarle una placa y seis tornillos. Tampoco ha vuelto a vestir el uniforme: dentro de unas semanas tendrá que pasar nuevamente por el quirófano al no haber soldado el hueso. Y Álvaro G.B., destinado en Barcelona y que cayó desplomado en las inmediaciones de la Plaza Urquinaona al golpearle un objeto pesado en la cabeza, sufre secuelas psicológicas desde entonces.

    «Nos quedamos cuatro o cinco veces sin material»

    «Saldríamos desde la Jefatura Superior como a las cinco y calculo que no fuimos capaces de llegar hasta Plaza Catalunya hasta las 22.30 o 23 horas. Y habrá menos de un kilómetro. Avanzábamos 50 metros y casi no podías mantener la posición porque levantaban otra barricada y nos la lanzaban», cuenta un agente que también vivió en primera persona aquella actuación. Y añade: «Utilizábamos todo el material que teníamos a nuestro alcance, pero no podíamos evolucionar todo lo rápido que queríamos no sólo por la cantidad de gente que había y por los objetos que nos arrojaban, sino porque nos quedamos cuatro o cinco veces sin material».

    Uno de los mandos que participaron en el dispositivo cifra en «9.000» el número de pelotas de goma que los Antidisturbios de la Policía Nacional dispararon aquellos días en Barcelona. «No sé en la Transición o en conflictos de los Astilleros en los años 80, pero esa cantidad es una barbaridad. Se tiró todo lo que teníamos, no podíamos con ellos. Esto estaba muy orquestado», sostiene.

    Nuestras escopetas estaban tan calientes que teníamos que dejar de disparar; aparte de que nos quedábamos sin pelotas», recuerdan

    Aquel día se puso verdaderamente a prueba el material de defensa que emplean los Antidisturbios. No sólo los cascos, que se someten a exigentes pruebas de resistencia -tienen que soportar temperaturas extremas y disparos a escasa distancia sin que perforen la superficie- para garantizar la seguridad de los funcionarios en el desempeño de su trabajo. También el resto de protecciones del cuerpo y el armamento.

    «Nuestras escopetas [Franchi del calibre 12] estaban tan calientes que teníamos que dejar de disparar; aparte de que nos quedábamos sin pelotas y teníamos que recuperar todo lo que podíamos según avanzábamos. Había momentos en que las bocachas no nos facilitaban esa labor», explica uno de los policías.

    Una de las críticas a aquel dispositivo fue que no se autorizara el uso del camión lanza-agua, vehículo utilizado por policías de otros países para desalojar a los manifestantes. El vehículo viajó a Barcelona, pero no salió de las instalaciones policiales de la Zona Franca -donde tiene su base la II UIP- en lo que se atribuye a una decisión de carácter exclusivamente político. Sí sacaron a la calle los Mossos su tanqueta para derribar las barricadas de los violentos ante la intensidad de los enfrentamientos en la noche del 18-O.

    Cuesta trabajo imaginar qué hubiera ocurrido aquel día si el peso de la respuesta policial hubiera recaído exclusivamente en la Policía de la Generalitat, el Cuerpo que tiene las competencias en materia de seguridad ciudadana y orden público en Cataluña. La desconfianza que despertó su actuación el 1-O (2017) por no impedir la celebración de la consulta independentista quedó disipada el 18-O (2019). «Con toda honestidad, nos reunimos con ellos y nos dijeron que venían mal dadas y que no llegaban. Pusieron sus cartas encima de la mesa y nos repartimos la tarta. Hacía años que no pasaba eso en Cataluña», resalta un mando policial.

    Bautizada como ‘Operación Ícaro’, la Policía Nacional envió un contingente a Cataluña a principios de octubre de 2019 en previsión de los disturbios que se registrarían cuando el Tribunal Supremo diera a conocer la sentencia del procés, como así sucedió. También el Cuerpo de Mossos movilizó todos sus recursos en el marco del ‘Plan Minerva’ para reforzar su capacidad operativa ante los incidentes que se esperaban.

    La actuación de aquel ‘viernes negro’ en Barcelona ha quedado grabada a fuego en la Unidades de Intervención Policial. Ni el mando más retorcido habría podido imaginar en el peor de los sueños un ‘entrenamiento’ más extremo para sus integrantes en el Centro de Prácticas Operativas de la Enira (Linares) como el desafío al que tuvieron que enfrentarse aquella tarde-noche de otoño en la que llovían piedras. «Venía un compañero que había pertenecido a los Grises y no recordaba nada igual. Fue una auténtica barbaridad», apostilla un policía. Ni él ni ninguno de sus compañeros lo olvidarán.

    https://www.elindependiente.com/espa...bre-barcelona/

  4. #4
    Hugo, un 'antidisturbios' de la Policía en Cataluña: "La amnistía falta al respeto a quienes estuvimos allí"

    Destinado en la Unidad de Intervención Policial, participó en los dispositivos del 1-O y tras la sentencia del 'procés'. Ahora habla con 'Vozpópuli' sobre la negociación de la amnistía

    Publicado: 08/10/2023 04:45
    Actualizado: 08/10/2023 04:50

    "Estad tranquilos, lo de mañana no va a ser nada, nos haremos cargo nosotros; para vosotros será como si fuera un festivo". Hugo del Prado, agente de la Unidad de Intervención Policial (UIP, más conocida como los antidisturbios de la Policía Nacional), recuerda las palabras que el jefe de dependencia de los Mossos d'Esquadra de Gerona les dijo en la noche del 30 de septiembre de 2017. Era la víspera del referéndum ilegal auspiciado por el gobierno catalán de Carles Puigdemont. Y era, también, la víspera de que Cataluña se sumiera en el caos y los desórdenes públicos. Un desafío separatista que culminó con una proclamación de independencia que apenas duró ocho segundos. Y que ahora, seis años después, parece conducir inexorablemente hacia una amnistía.

    Hugo del Prado, 16 años en la Policía Nacional y 15 en la UIP, bregado en algunas de las situaciones más críticas a las que se puede enfrentar un miembro de su unidad, jamás imaginó lo que viviría en Cataluña esos días. "Para nosotros, lo más importante es el saber estar; eres la representación del Estado, de España, en momentos muy delicados, y siempre hay que mantener la debida compostura".

    Este agente de la Policía, delegado nacional de las unidades de intervención del sindicato Jupol -el sindicato ha anunciado su presencia en la manifestación contra la amnistía de Barcelona-, admite en esta entrevista con Vozpópuli que las escenas más complejas a las que se venía enfrentando, más incluso que las algaradas de los radicales en partidos de fútbol o manifestaciones, eran los desahucios: "Echar una puerta abajo porque hay una acción judicial y encontrarte dentro una familia a la que hay que sacar... es duro. Muy duro. Creía que era lo más duro... hasta que llegó Cataluña". Habla desde Carabanchel, con tono pausado, repasando mentalmente punto por punto todos los acontecimientos que vivió: "Recordarlo no es plato de buen gusto".

    1 de octubre
    Amaneció el 1 de octubre. Hugo y sus compañeros, tras pasar la noche en un hotel de Santa Susana, aguardaban instrucciones en una gasolinera en las afueras de Gerona. Hasta entonces creían que irían únicamente en apoyo a los Mossos d'Esquadra, y que su intervención -en caso de darse- sería "residual y tranquila". Charlaban con el propietario del establecimiento, extremeño, cuando les entró el aviso. Eran las ocho de la mañana. "Pónganse todo el material, que los Mossos no entran".

    El operativo cambiaba por completo. Montaron en el furgón y se dirigieron al colegio Escola Verd, de Gerona. "Se abrió la puerta y lo que nos encontramos... lo que más nos impactó fueron dos agentes de los Mossos, que estaban plácidamente, grabándonos cómo nos bajábamos del furgón. Y, delante, 300 o 400 personas, con un odio visceral hacia nosotros, gritándonos de todo, como si hubiéramos hecho una cosa muy grave".

    En ese momento recibieron la orden de entrar en el colegio, pero sin hacer uso de la fuerza. Avanzaban milímetro a milímetro, sin lograr avances sustanciales. "Éramos muy pocos y ellos muchos. Ves las imágenes y... somos la delgada línea azul. En ese momento la línea era demasiado delgada".

    Transmitieron a sus superiores la incapacidad de abrir brecha. Tras más de media hora, recibieron una nueva orden: "Si no pueden entrar, hagan uso de la fuerza reglamentaria". "En dos minutos logramos acceder -recuerda Hugo-. Se quitó todo el mundo, tuvimos que pasar una valla... pero no hubo grandes contratiempos. Lo que nunca olvidaré son las caras de la gente que estaba dentro, familias enteras con niños aterrorizados. Sus padres nos gritaban, nos decían de todo. Fue una sensación muy amarga".

    Disturbios en Cataluña
    Lo del Escola Verd, no obstante, sólo fue la primera toma de contacto. Ese día, Hugo y los suyos tenían asignados 27 colegios. Sólo lograron llegar a cuatro. Las algaradas y los disturbios se extendieron por toda la región. Barcelona se convirtió en el epicentro de los desórdenes públicos, que se replicaban en localidades y municipios de toda Cataluña.

    Lluvias de cascotes, contenedores ardiendo. Violencia en las calles, presión en el día a día: "Sólo escuchábamos insultos allá donde fuéramos. Siempre que nos montamos en los furgones comentamos algo del operativo, charlamos... pero esos días íbamos en silencio total".

    Lo que se vivió en Cataluña tras el 1 de octubre de 2017 parecían imágenes inéditas e "irrepetibles". Al menos, para los que esos días vistieron el azul de la Policía Nacional. Pero después llegó la fuga de Puigdemont, el juicio del procés, la sentencia del Tribunal Supremo, nuevos disturbios por toda la comunidad. Y un nuevo dispositivo policial con miles de agentes desplegados. Si al del 1-O se le bautizó con el nombre de Copérnico, en 2019 sería Ícaro.

    "Todo lo que vivíamos parecía salido de una película", recuerda. "Miles de personas intentando tomar un aeropuerto... ¿Dónde se ha visto algo así?". También habla del intento de asalto de la estación ferroviaria de Sants, de ataques a instituciones oficiales y de Via Laietana, donde se ubica la Jefatura Superior de Policía en Barcelona.

    "La violencia aumentaba día a día, hasta que llegó lo que llaman la 'batalla de Urquinaona'. Ese día estábamos más gente [agentes de Policía Nacional] esperando que interviniendo. Es algo que siempre nos quedará. Nunca sabremos por qué no nos dejaron entrar. Había ocho o diez grupos dentro y éramos otros diez fuera".

    En una cadencia de turnos rotatorios, a Hugo y los suyos les tocó ir a descansar. Pero no pegaron ojo en el hotel. Encendían la televisión y veían los disturbios que asolaban el corazón de Barcelona, con la Jefatura como blanco principal de los violentos. Y ése era precisamente el emplazamiento al que debían brindar seguridad a partir de las siete de la mañana del día siguiente.

    Del caos... a la amnistía
    "Cuando llegamos... qué sé yo. No había disturbios, pero lo que quedaba era una zona de guerra. Desde la Jefatura y hasta donde se podía ver eran cascotes, adoquines, trozos de piedra o contenedores que habían quemado. ¡Y eso que llevaban tres horas ya limpiando!".

    Han pasado seis y cuatro años respectivamente desde aquellos hechos. Y ahora esos acontecimientos vuelven a primera línea del escenario mediático: no por una posible repetición de las algaradas, sino por la negociación de la amnistía para aquellos que lanzaron el desafío independentista. Junts, con Carles Puigdemont a la cabeza, son la llave para que Pedro Sánchez se mantenga en la Moncloa. Y esa amnistía es una de las 30 monedas para cuadrar la aritmética parlamentaria ante la investidura.

    Pregunta: La amnistía...
    Respuesta: Es que nadie nos ha preguntado a los que estuvimos allí qué nos parece todo esto. Hubo tres compañeros jubilados a la fuerza. Uno de ellos, Ángel, con una cicatriz de aquí a aquí [se señala todo el brazo].

    P: ¿Y si se lo preguntaran?
    R: Pues diría que es una falta de respeto a todos los que estuvimos allí. Pasé fuera el cumpleaños de mi hija por defender el orden público. Si borramos lo que ocurrió, no habría razón para habérmelo perdido. Me convertiría en un mal padre. ¿Se puede borrar aquello? ¿A los compañeros que estuvieron tres meses metidos en un barco les vas a decir eso? ¿Y a Ángel, jubilado a la fuerza, también? Lo siento mucho, pero no.


    https://www.vozpopuli.com/espana/ant...-amnistia.html
    Última edición por Edmond; 09/10/2023 a las 13:29

  5. #5
    La policía en el centro

    Roberto González
    10/NOV./23 - 04:58

    Aquellos que ayer nos tachaban de fachas ahora elogian nuestra intervención y los que anteayer alababan nuestra actuación hoy dicen que somos la Policía del Régimen. La misión de la Policía Nacional es hacer cumplir la ley, sin importar las etiquetas que, de forma interesada, algunos nos cuelguen. Cuando alguien traspasa la línea roja, que suele ser la de la agresión a los agentes o la del franqueo de las vallas situadas a modo del límite físico que no debe quebrantar la protesta, la Policía tiene la obligación de actuar, se trate de bomberos comarcales, de trabajadores del metal o de bateeiros.

    La Unidad de Intervención de la Policía Nacional cuenta con los mejores profesionales en materia de Orden Público del mundo y su intervención, en los disturbios a los que hemos asistido en los últimos días, se ajusta a derecho.

    En las manifestaciones que finalizan con disturbios suelen participar algunos elementos subversivos que, camuflados entre la masa, disponen de la excusa perfecta para ejercer la violencia, provocar daños en el mobiliario, lanzar objetos contra los agentes y ejercer el terrorismo urbano. Personas que ya acuden pertrechadas, con barras metálicas, sujetando las banderas, con utensilios contundentes para acometer, con botellas, bengalas, petardos y demás. La sociedad civil y los organizadores de cualquier tipo de reivindicación tienen la obligación de expulsar a estos radicales de sus manifestaciones, de señalarlos y de denunciarlos públicamente, condenando la violencia que se ejerza y que perturbe el normal desarrollo de una protesta pacífica, que lastra el fin legítimo de la movilización.

    La actuación policial se encuentra estos días sometida a un intenso escrutinio, la profesionalidad de los actuantes en el centro del debate público y político. Todo mi apoyo y respaldo a los agentes que, en primera línea, están interviniendo estos días. Nadie mejor que ellos sabe los medios de defensa que deben emplear en función de la virulencia de la turba y del comportamiento de los radicales. La Policía no es de derechas ni de izquierdas, es neutra políticamente, alineada siempre con la ley y trabajando para que podamos seguir presumiendo de seguir siendo uno de los países más seguros del mundo, todo ello pese a la polaridad imperante en política y que se escenifica a pie de calle.

    Los policías de las Unidades de Intervención Policial han pagado, con su integridad física, ser garantes del Orden Constitucional en Cataluña. Ángel, Fagi y Álvaro, a quienes le robaron el sueño por el que tanto pelearon y a los que hoy les han quedado unas imponentes secuelas, son ejemplo. Ellos y los más de 300 agentes heridos, el colectivo y parte de la sociedad cuestiona si todo aquel esfuerzo, en 2017 y 2019, ha sido en vano, más, cuando los que se sientan hoy en el banquillo de los investigados en los juzgados de Barcelona, son algunos de los Policías que actuaron en Cataluña. Allí habrá representación ourensana para apoyarlos. El mundo al revés y la Policía en el centro.


    https://www.laregion.es/opinion/robe...321254368.html

  6. #6
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    Impecable la actuación policial en defensa de los derechos de los ciudadanos, aunque siempre hay opiniones para todos los gustos, al final nuestras policías hacen su trabajo para garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos. Bravo por ellos.

    l

  7. #7
    Este artículo resume muy bien la hipocresía y ceguera ideológica de muchos de izquierdas y muchos de derechas.


    La izquierda y la derecha se caen del caballo en Ferraz

    12/11/23 | 22:01

    1.La conversión de la derecha

    2.La izquierda y los escraches

    3.Asediar parlamentos no era trumpista

    4.Caña contra la “caye-borroka”

    5.Bonus track

    6.La luz


    Me cuesta ver algo positivo en estos días de España. Pero uno es de natural tranquilo y trata siempre de templar y rebajar urgencias históricas a las cosas que pasan.

    El PSOE decidió superar todos los récords de contradicciones y reconoció que va a aprobar la ley que dijo que nunca aprobaría para dejar impunes a los independentistas catalanes condenados e investigados por delitos de terrorismo, malversación, desórdenes públicos...

    Algunos indignados (sí, la izquierda batucada no tiene el copyright de la palabra) empezaron a manifestarse ante las sedes del PSOE para expresar su rechazo. En la sede nacional de Madrid, en la calle Ferraz, la cosa está degenerando en lanzamiento de botellas y sillas contra la policía, cargas de los antidisturbios, contenedores quemados y algunas decenas de detenidos.

    La conversión de la derecha
    La derecha valiente ha descubierto estos días que un porrazo duele, y deja un moratón.

    Que te pueden detener por hacer el cafre y lanzar objetos a los policías, que no son dianas ni sacos de boxeo.

    Que no existe el derecho ilimitado a cortar el tráfico y a manifestarse sin comunicarlo previamente.

    Que si empiezas a escuchar rotura de cristales, lo mejor es irse a paso de marcha de esa manifestación, porque se va a liar.

    Que la Policía va a cargar aunque tú lleves una bandera de España, una cruz de Borgoña o un casco de los Tercios, y no una estelada independentista o una pancarta por los presos de ETA.

    La izquierda y los escraches
    También la izquierda parece haber aprendido lecciones importantes estos días. Parece que ha entendido que está feo asediar sedes de partidos y perseguir a dirigentes políticos y cargos institucionales en su vida personal.

    ¡Qué escándalo, aquí se acosa!
    Ojalá lo hubiera aprendido antes, cuando rodeó sedes del PP en la jornada de reflexión de marzo de 2004.

    Cuando se manifestó en la calle Génova por la corrupción de “los papeles de Bárcenas”.

    Cuando montó escraches ante las casas de Soraya Sáenz de Santamaría, Cristóbal Montoro, Rita Barberá.

    Cuando acosó en la calle a Cristina Cifuentes, y a Begoña Villacís, el día antes de salir de cuentas de su embarazo.

    Asediar parlamentos no era trumpista
    De pronto la izquierda le ha cogido un respeto reverencial a la legitimidad de los parlamentos. Lo empezó a entender cuando los seguidores de Trump y de Bolsonaro la liaron parda, y ahora les ha calado más. Nunca es tarde si la dicha es buena.

    Antes de esta conversión, parte de la izquierda rodeó el Parlament de Cataluña.

    Gritó “no nos representan” en la Puerta del Sol.

    Llamó a rodear el Congreso de los Diputados porque la democracia estaba “secuestrada”.

    Mandó columnas a Madrid desde toda España para movilizarse ante “la descomposición del régimen surgido de la Constitución de 1978” y exigir la dimisión de un Gobierno con mayoría absoluta de 186 diputados.

    Con las alertas antifascistas de estos días, cualquiera diría que nadie se manifestó en la Carrera de San Jerónimo contra la “investidura ilegítima” de Mariano Rajoy en 2016, ni lanzó latas de cerveza y mecheros contra diputados de Ciudadanos.

    Por supuesto, los diputados de Ciutadans nunca salieron escoltados del Parlament de Cataluña, a la madre de Albert Rivera nunca le atacaron su tienda, a Inés Arrimadas no le pintaron lazos amarillos delante de su casa, ni reventaron carpas de partidos como Cs, PP y Vox, y de asociaciones como Societat Civil Catalana y Barcelona con la Selección.

    Caña contra la “caye-borroka”
    El giro de la izquierda es tal que ha llegado a aplaudir y a alentar a los antidisturbios para que actúen con contundencia contra la “caye-borroka”.

    Porque Dios escribe recto sobre renglones torcidos. Los paladines contra la “brutalidad policial” no llegaron a reformar la Ley de Seguridad Ciudadana de 2015, y gracias a eso los agentes de las Unidades de Intervención Policial (UIP) pueden disparar pelotas de goma contra neonazis y fachalecos amarillos. ¡Abajo la “Ley Mordaza”!.

    Ya no hay mensajes dramáticos de alerta por vulneración de derechos humanos, y ya no se está atacando la libertad de manifestarse.

    Bonus track
    Un tipo le pegó un tiro en la cara a Alejo Vidal-Quadras, ex dirigen del PP y fundador de Vox. La izquierda pidió prudencia y que no se sacaran conclusiones precipitadas sobre los motivos del ataque, mientras alguna derecha gritaba “Calvo Sotelo”.

    Hace dos años, un hombre denunció en Madrid que ocho encapuchados le habían asaltado por ser homosexual le habían marcado en el glúteo la palabra “maricón”. El episodio llegó después de que meses antes en La Coruña una turba de personas mató a patadas a un joven al grito de “maricón de mierda”. El Gobierno convocó de urgencia la mesa contra delitos de odio. Se convocaron manifestaciones de protesta.

    Días después, la supuesta víctima de esa agresión homófoba reconoció ante la Policía que se había inventado el ataque.

    La luz
    Izquierdas y derechas han recibido estos días lo que casi parecen revelaciones divinas.

    A Saulo de Tarso se le apareció una luz cuando viajaba a Damasco . Se cayó del caballo y escuchó la voz de Dios. De perseguidor de cristianos se convirtió en apóstol de Jesucristo.

    Bienvenidas sean las caídas del caballo y las conversiones de estos días.


    https://www.elconfidencialdigital.co...115668737.html

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