Cuando entré por primera vez a mi puesto de trabajo vi dos carteles con dibujos que me llamaron la atención y han quedado gravados en mi disco duro para siempre.
El primero representaba a una gachí con una delantera como la actual del Madrid, y justo detrás había un chaval con el gorro torcido y que con ojos de asombro se llevaba una mano a la mejilla que aparecía coloreada en rojo. Las letras decían. “Nunca toques un mecanismo que desconoces”.
El segundo era en plan viñetas. Dos borricos atados por un mismo ramal miraban ansiosos a dos montones de heno. En la siguiente viñeta cada uno tiraba con fuerza para el montón que tenía más cercano, y evidentemente ninguno lo llegaba a alcanzar. En la tercera viñeta ambos pollinos se miran y encima de sus cabezas aparece dibujada la clásica bombilla que representa las ideas que súbitamente ilumina la razón.
Quedan dos viñetas. Una era a los dos borricos, que siguen unidos por la misma cuerda, comiendo de uno de los montones; y la última los mismos animales comiéndose el otro motón.
Quizás otros borricos de los que tanto abundan ahora deberían reflexionar con la moraleja.