Medio en broma medio en serio, suelo decir a mi amigo que como el cielo azul sin nubes calvo está y que es el dueño del bar donde tomo el café entre amigos de todas las ideas políticas, conocidas y otras por conocer a día de hoy, que bien haría en dejarnos ese rincón de poco más de tres metros cuadrados con ventanal a la la calle, como salón de tertulia.
No me ha tocado vivir la época en la que en los viejos cafés como el Gijón, o de Fornos, sitios de tertulia literaria o política, pero a nosotros, pequeños adolescentes en política, nos gusta cambiar impresiones con las manos y a veces los codos sobre la inmaculada superficie de la barra de aluminio del bar.
Así entre café y café, las conversaciones van derivando del trabajo o el fútbol a la política, sobre todo con el electricista algo socialista de pelo rizado y nariz chata.
No ha sido una sola vez la que hemos nombrado la trayectoria política y humana del primer presidente de la democracia española, sino muchas. Como norma general nos acordamos de Felipe González, Aznar, y de las madres más que de ellos de Zapatero y Rajoy, porque tanto monta monta tanto, uno como el otro.
Pero como digo, siempre terminamos por reconocer el mérito de ese gran olvidado. De un hombre ejemplar, honesto, trabajador del que los profanos que no hemos estado a su lado físicamente, podemos pensar sin equivocarnos los tragos amargos que tuvo que tener en esos años. Su Majestad por un lado. Los políticos de todos los signos por el otro y los militares por todos los reseñados y los que faltan. Los asesinatos de Atocha, el aceite de colza y el 23-F son algunos de esos clavos que tuvieron que hacer tanto daño a Suarez, para luego ser vapuleado por unos y otros . . . alguno de esos gallos cantamañanas, le llegó a calificar del tahúr del Mississippi . . . y entre tanto trabajo y honradez si par, Suarez se ha ido apagando casi olvidado como una vela al viento.
La historia, esa fiel compañera del tiempo de un País, sabrá hacerle ese pedestal y ese homenaje que los españoles quizás no hayamos sabido hacerle . . . . le elogiará por su comportamiento sereno, educado, inteligente y de esa sobrada honradez que dignifica al hombre público.
Vaya para él y su familia todo mi apoyo y un fuerte abrazo. . . y este retazo de la historia reciente de España, de solamente ayer mismo . . porque hablar de de poco más de treinta años de historia de España, es habar de esta mañana . . .
El mérito de Suárez y de todos los que hicieron la Transición fue que nunca llegaron a saber, hasta los momentos irreversibles, quiénes estaban junto a ellos: quiénes sacaban la pistola para rendirla al pueblo o quiénes disponían de ella para amedrentarlo.Al presidente del Gobierno -hoy en cierto modo lo es-, Tejero le apoyó la pistola en el pecho y Suárez reaccionó: «¡Cuádrese!». Suárez entonces éramos todos, hasta los bebés. El «todo el mundo al suelo» no quiso escucharlo nunca. Jamás se tumbó. Ni siquiera muchos años después, tragado por el olvido, deshecho por el alzheimer, llegó a tumbarse. Tampoco hoy. En cierto modo, aunque sea en el recuerdo, que fue lo primero que perdió, siempre estará derecho.
http://www.elmundo.es/espana/2014/03/22/532cc7a8e2704eab438b4583.html?a=9dc3601ed48d8019e0 3272279ce76a4c&t=1395512823
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