Todo pasaría por acabar con las mediocres. Guardias que se contagian prematuramente de un derrotismo por cosas que han oído pero que no han vivido, mientras los que han vivido las peores perrerías se quejan pero se siguen dejando el lomo. Sargentos que salen de academia buscando un agujero, en lugar de comerse el mundo con ilusión peleando con los oficiales para cuidar de sus hombres y a la vez sacar el trabajo. Traidores mezquinos de quienes han alcanzado tan digno, honorable y orgullose empleo y siguen dando lustre a la tradición del auténtico suboficial. Los oficiales que no se atreven a contradecir a los Jefes, y así mantener poltronas elegidas a dedo, mientras hacen el vacío a los auténticos oficiales que se dejan la piel porque esto siga funcionando dignamente. Los comandantes mediocres, que no hacen nada que no agrade a los tcols que tarde o temprano les van a evaluar. Mientras los comandantes con cojones que dejan sus ascensos en manos del azar y que lucen su responsabilidad con honor, saben que ya siquiera llegarán a coronel.
Hay dos Guardias civiles. Una es decadente, la otra es potencialmente magnífica
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