Bueno, pues ahora resulta que fue culpa mía. En casa me pasa lo mismo: siempre tengo yo la culpa. Contestar ya les contesté; lo de “luchar”, pues hombre, no me iba a liar a tortazos en medio de nuestros anfitriones.
Mira. Lo que verdaderamente sentí fue tristeza al ver que unos compatriotas míos hablasen así, despectivamente de quienes somos su hermanos; y peor fue escucharlo a miles de kilómetros de casa. No sé quien tiene la culpa; quizás todos tenemos un poco de culpa.
Aquél mismo día una familia rumana nos invitaba a cenar y a pernoctar en su casa porque se sintieron alegres al escuchar hablar en español. Ellos habían estado trabajando en Barcelona ( qué casualidad) y se alegraron de ver a quienes deberíamos ser de los primeros turistas españoles que visitaban su pueblo perdido en medio de aquel paraje tan maravilloso.
¿ Qué es lo que ha pasado para que un compatriota hable de su hermano con desprecio, y un extranjero te acoja con cariño? Como mínimo es raro…sintomático….y triste, muy triste.
Pero no te preocupes. Para purgar mi culpa me voy a flagelar un rato con el cable de la plancha que ha sido fabricada en Badalona.
Un saludo.
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