El cartel.

Esto me lo contó un bombero veterano, de esos capaces de salir a fuego echando un cigarro en el camión para después “comerse” un verdadero sarao del 12 sin casi pestañear.

Podría encajar dentro del hilo de D. Manuel, pero he decidido colocarlo aquí, ya que se mezclan distintos “cuerpos”. Espero que por lo menos sirva para que el personal esboce una sonrisa.

Era un día de otoño de esos en que los demonios andan sueltos. Había llovido la noche anterior y la mañana había amanecido con un ventarrón, que además de llevarse las nubes, había empezado a complicar las cosas con las típicas cornisas, árboles, marquesinas, macetas mal ubicadas, y carteles varios. En este caso la salida se debió a un cartel enorme de neón que el viento , en su furia, había dañado y colgaba peligrosamente de la fachada en que lo habían colocado. SANEAMIENTOS “PÉREZ” anunciaba con unas letras enormes ( lo de “Pérez” es para no dar publicidad ni pistas). Al llegar al lugar del incidente, que era en un polígono industrial a las afueras de la capital, ya estaban allí “los municipales” y un par de vehículos de la GC. Habían acordonado las inmediaciones y se afanaban en desviar el tráfico de vehículos por las calles adyacentes.

Nada fuera de lo habitual a no ser por el peligro y el fastidio que suponía tener que trabajar con aquél viento huracanado.

El jefe de la dotación intercambió unas impresiones con los guardias e inmediatamente repartió las órdenes oportunas a su gente. Tras suponer cómo podrían acceder a descolgar el cartelón con la mayor seguridad posible, optaron por utilizar la autoescala en un principio. Es lo lógico y lo más seguro; pero allí y en aquél día, el seguro que llevaba el artilugio no permitía la extensión, ya que el viento lo movía continuamente y el automatismo mecánico bloqueaba el mecanismo al no poderse quedar fijado y estabilizado correctamente. Así que optaron trabajar por la tremenda. Cuerdas, mosquetones, seguros con cuerdas de perlón y un poco de equilibrismo circense.

Cuenta el veterano que “los chicos” torcieron un poco el morro a la hora de montar el tinglado, pero estaban a la vista de sus colegas policías y no era el momento ni la ocasión para dejar en mal lugar “al cuerpo”; así qué….vista, suerte ….y al toro.

Tras algunos “penduleos” peligrosos, y tener que andar a voces para poder hacerse entender por encima del ruido del viento, pudieron al final descolgar el cartelón sin daño alguno y fueron capaces de no romper nada….lo que hubiera facilitado el trabajo desde el primer momento; pero había que “lucirse” , así qué pusieron todo su empeño en hacerlo y al final lo lograron.

Una vez el cartel anunciador en el suelo y sin peligro para nadie comenzaron a recoger y ordenar el material empleado al tiempo que “municipales” y guardias empezaron a moverse por la zona ahora que ya no había peligro de descuelgue. Todo bien hasta que un guardia entró en acción.

Sucedió que uno de sus mandos lo llamó para vete tú a saber qué, y el chaval, ni corto ni perezoso, en vez de rodear el cartelón lo cogió por la diagonal sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Resultado: las letras a tomar por culo. Una detrás de otra fueron cascando ante la mirada incrédula del resto de personal presente que se quedó petrificado a la vez que escuchaba el “cras-cras” que emitía el cartel al romperse cuando lo pisaba el muchacho.

En esto estaban, cuando el bombero veterano, que ya se había encendido otro pito y miraba la escena con ojos de perro pachón, se acercó lentamente al joven guardia y le dijo: “ Anda hijo. Ya que estás puesto, por qué no acabas el trabajo y terminas con la “A” que t´aquedao enterita”

Je, je. Espero que nadie se sienta soliviantado por ser esta vez un guardia civil quien metió la pata ( nunca mejor dicho); ya que si de “bomberadas” se trata, se pueden contar a cientos.


Un saludo.