Un día de 1876 el doctor entró en el aula donde le esperaba un paciente sentado y un grupo de alumnos que guardaban un silencio expectante y respetuoso. Saludó con un “buenos días señores” a sus alumnos y se dirigió al paciente.

  • Veamos , amigo – dijo al tiempo que observaba detenidamente al hombre qué tenía delante – Usted ha servido en el ejército, ¿verdad?
  • Sí señor.
  • No ha pasado mucho tiempo desde que se licenció, ¿no es cierto?
  • Así es. No hace mucho que me licenciaron
  • Y ha servido usted en un regimiento escocés – apuntó el médico.
  • Sí señor, en el Royal Iglanders.
  • ¿Suboficial? – inquirió el médico
  • Sí señor. Sargento de lanceros.

Meditando unos instantes a la vez que efectuaba la exploración física, el doctor volvió a preguntar.

  • Y ha estado usted en Barbados, ¿verdad?
  • Pues sí, sí señor, bastante tiempo.

Cuando el paciente se hubo ido el grupo de estudiantes se mantenían expectantes y profundamente impresionados. Entre ellos estaba el joven de 17 años Connan Doyle que miraba expectante al doctor Joseph Bell de la Universidad de Edimburgo, de quien era su secretario .

  • ¿Cómo es posible que así, a simple vista, sea usted capaz de saber tantas cosas sobre la vida de ese hombre? – preguntó uno de los alumnos.
  • Veamos señores – apuntó el doctor Bell – A pesar de ser un hombre respetuoso, no se ha quitado el sombrero. Así acostumbran a hacerlo en el ejército, pero si hubiese llevado mucho tiempo licenciado ya habría tenido tiempo de acostumbrarse a las costumbres de los civiles. Tiene un aire autoritario, por lo que se deduce que está acostumbrado a mandar, y fácilmente se le nota su vena escocesa, así que no queda otra alternativa qué haber servido en un regimiento escocés, ya que así está estipulado. Por lo que respecta a su estancia en Barbados es fácil de determinar, ya que sufre elefantiasis y esa enfermedad es típica del Caribe.

Connan Doyle nunca olvidó el método seguido en aquél aula de la universidad de Edimburgo. Posteriormente se licenció en medicina en 1881 y abrió una consulta cerca de Portsmout. Su escaso éxito profesional le permitió disponer del suficiente tiempo libre como para escribir una pequeña novela de detectives: “Estudio escarlata” qué publicó en 1887. En ella nacían dos figuras que han superado la realidad. Holmes y su fiel ayudante el doctor John Watson, y todo comenzó aquél día de 1876 en aquella consulta de la universidad de Edimburgo tomando como referencia los métodos de su maestro el doctor Bell.