Pues para un servidor esto que voy a contar es lo más curioso que le ha pasado.

Todo transcurre en el metropolitano madrileño ( quizás el mejor metro del mundo…pero solo quizás). La hora no estaba calificada como hora punta ( que uno ya ha dejado de darse madrugones y salir a la calle antes de que pongan las aceras). El convoy medio lleno, o medio vacío, según el humor de cada uno.

Pillo asiento y, además de ir atento a las estaciones para no pasarme de mi destino, me voy fijando en el personal que hay a mi alrededor. Nada fuera de lo normal. Un poco más allá un gachó canta acompañado de un armatoste aliñado con una batería de coche que le hace la música y luego pasa a ver qué es lo que cae. Frente a un servidor una moza guapota saca una especie de neceser y con suma habilidad se dedica a maquearse la jeró. Es espectacular que no se salte un ojo cuando se aplica el rímel al mismo tiempo que el convoy arranca o frena. Pienso que si soy yo quien lo intenta terminaría tuerto…por lo menos; o el rímel me lo terminaría aplicando en el cogote.

El resto tampoco llama la atención. La ya clásica introspección intelectual en torno al teléfono móvil, y poco más.

Todo cambia cuando en una estación entra una señorita con sus cuarenta añitos bien cumplidos y se coloca frente a un servidor poniéndose a leer un librito al que no logro pillar el título.

En un principio no me entero; pero de pronto miro sus piernas y creo ver que solo lleva una especie de medias negras con dibujicos que solamente enmascaran un poco el fondo de las mismas. No sería nada del otro mundo si por lo menos, en la parte de la retaguardia y la bisectriz llevase algo encima de las medias. ¡Pero no lleva nada!….solo las medias semitransparentes.

Durante unos segundos pienso que hoy he salido de casa sin lavarme bien la cara. Otra cosa no puede ser, porque no le he dado al chinchón ni le pego al canuto.

Vuelvo a mirar y observo lo mismo. No he visto visiones. Solo queda tapada por la parte inferior de una especie de anorak que le cubre justo un palmo por debajo del ombligo.

Por el rabillo del ojo ( visión periférica dirían los entendidos) observo que mi acompañante de asiento, otra chica joven, también la mira de arriba abajo con los ojos muy abiertos.

A todo esto la señorita medio desnuda sigue a lo suyo como cualquier otro usuario del metro. Está metida en su lectura y pasa de too ( como dicen los castizos).

Tengo que confesar qué, a pesar de que trato de desviar la vista en cualquier otra cosa, de forma irremediable vuelvo a mirar el espectáculo ( nunca mejor dicho) ….y no termino de creérmelo. ¿ Es posible que esta chica ande así por el mundo y se quede tan pancha?....pues lo es.

Casualmente llega mi estación de destino y la gachí también abandona el vagón. Camina como un pollo de perdiz unos metros delante de mí y comienza a subir esas escalerotas mecánicas que nunca se terminan. Va por la parte izquierda adelantando a los que suben correctamente en las escaleras, y yo, que también subo siempre de forma incorrecta, observo como unos la miran sin dar crédito a lo que ven y otros, quizás más chungos, ríen abiertamente. Luego se pierde entre el personal. Y se acaba la visión.

No me digan vuestras mercedes que no es curioso como mínimo el “especta-culo”.

¿Será que es la nueva moda femenina de invierno – primavera? Porque si es así este verano no me lo pierdo ni de coña.

La minifalda ha muerto. Ahora ya se enseña el “quítate y no enredes” y el parachoques trasero. Pues ¡viva la nueva moda!