Es, con toda seguridad, el valle más bonito de la Comunidad de Madrid, y posiblemente también se encuentra entre los más bellos de España. Me estoy refiriendo al Valle del Lozoya, ubicado al norte de la comunidad en la muga con la tierra madre segoviana.

Toma el nombre del famoso río de aguas purísimas cuando de llamarse arroyo de La Angostura pasa a la edad adulta y se transforma en río Lozoya.

Hay pocos que sepan la antigua propiedad de estas tierras a la más humilde Segovia . Segovianos fueron sus pobladores tras el traslado de la frontera del Duero al Tajo y de los hombres libres segovianos son sus tradiciones; y entre ellas hay una curiosa que nos ha llegado hasta nuestros días a través de un puente medieval: El Puente de El Perdón. Esta es su historia de forma abreviada.

La sierra segoviano-madrileña ha sido durante muchos siglos una zona fronteriza y complicada de superar; unas veces debido a la rigurosidad climatológica de sus fríos inviernos y otras por la gran cantidad de forajidos y malhechores que, amparándose en sus recovecos, complicaban la vida de los caminantes que, por una circunstancia o por otra, se veían obligados a superarla por sus collados y puertos.

Por esta circunstancia, para vigilar los caminos y perseguir las partidas que durante años atemorizaron estas comarcas, los caudillos segovianos que ayudaron a la toma de Madrid en 1085 armaron a los llamados Caballeros de los Quiñones de la Ciudad de Segovia.

Estos ciudadanos guerreros no solamente tenían capacidad de justicia y autorización para la represión sobre los maleantes y delincuentes, también estaban obligados a repoblar junto con algunas “dueñas” y doncellas la parte meridional de la sierra.

Los Caballeros de los Quiñones aplicaron durante muchos años una expeditiva justicia de horca u cuchillo en el quiñón de Rascafría; aunque dentro de la radicalidad de sus acciones también cabían ciertos rasgos de generosidad; aunque la verdad la aplicaban de una forma muy curiosa.

Una antigua tradición segoviana cuenta que los malhechores apresados eran conducidos maniatados y escoltados por guardianes a caballo desde la aldea de Rascafría hasta la conocida como Casa de la Horca ( o simplemente Casa de Horca), que aún hoy levanta sus muros en una de las orillas del río junto al Monasterio de El Paular, al pie de Cabeza Mediana.

Si alguno de los reos era indultado, no se le comunicaba la noticia de su perdón. Eran un poco más cabroncetes y retorcidos; simplemente, al pasar frente al antiguo puente para cruzar el Lozoya siguiendo el viejo camino de La Morcuera ( puerto de montaña), se le dejaba marchar en libertad. Si por el contario, la comitiva seguía su camino hacia la Casa de la Horca, el asunto estaba claro para el desdichado reo. Por esta circunstancia el viejo puente medieval comenzó a denominarse Puente de El Perdón, y con este nombre ha llegado hasta nuestros días.

Hay muchas otras cosas y lugares dignos de conocer y visitar en esta maravilla geográfica madrileña y también hay muchas otras historias curiosas que son dignas de conocerse para entender mejor esta ínfima porción de España. Pero eso lo dejo para otra ocasión.