Je, je. En lo escrito estaba la pista; pero te lo voy a explicar detalladamente para que entiendas mejor como se desarrolló el asunto.

Al llegar la dotación al descampado en que los gitanos habían llevado el vehículo, que era una furgoneta, desplegaron dos líneas ( dos mangueras pequeñas para ahorrar el agua de la autobomba) y sin mucha prisa procedieron a la extinción de un vehículo que ya estaba arruinado. El novato ayudó en lo ordenado por el Capataz al tiempo que se fijaba en como maniobraban sus compañeros. Una vez extinguido el incendio del vehículo, el Capataz informó a la central que el vehículo era irrecuperable y que se había producido un pequeño incendio de matojos en la explanada inmediata ( era verano). Con el fin de agilizar la burocracia le pidieron al Capataz que tratase de identificar el vehículo a través de su matrícula antes de proceder a la extinción del pasto si era posible, y que informase lo antes posible para aligerar el proceso de identificación del desgraciado propietario.

Para aliviar un poco la tensión del muchacho, que acudía a su primer fuego profesional, el Capataz le mandó “coger” la matricula mientras sus compañeros se ocupaban de extinguir el pequeño fuego periférico a base de mojar el suelo y aplicar los batefuegos con cierta displicencia y parsimonia.

El susodicho entendió el término “coger” de forma literal. El supuso que lo que pretendían su jefe es que llevase físicamente la placa de la matricula. Al estar remachada a la chapa del vehículo y no disponer de otra herramienta que su navaja multiuso, intentó de cien maneras arrancarla por la tremenda. El muchacho, en su aturullamiento y en su intención de no demostrar el nerviosismo que le producía su primera intervención, olvidó que en la autobomba, que tenía casi junto a él, había achiperres suficientes para cualquier acción de ese tipo y trataba de arrancarla lo antes posible. Al no conseguirlo con su diminuta herramienta, aplicó su fuerza física adoptando distintas y extravagantes posturas ante las dificultades físicas que el trozo de metal le ofrecía.

Los compañeros , al observar el “vallet” que adoptaba el muchacho en su intento de “coger” literalmente la matricula, adivinaron de inmediato lo que sucedía y le dejaron hacer con el fin de tener carnaza suficiente para poder pasar luego un buen rato en el Parque a costa del novato . El asunto transcendió a todo el Cuerpo de Bomberos cuando el operador de la central, extrañado de la tardanza en darle el dato demandado, volvió a llamar al indicativo de la autobomba pidiendo de nuevo los números de la matricula y siendo el propio novato quien atendió la llamada tratando de explicar las dificultades que estaba encontrando para cumplir la orden.

Poco después llegaron, con una sonrisa de oreja a oreja, el resto de sus compañeros.

  • Qué – dijo el Capataz - ¿ya has apuntado los números de la matricula?

El novato, comprendiendo de inmediato su “idea de bombero” y su metedura de pata, se quedó helado a pesar del sudor que le empapaba dentro de su perfecto y reglamentario equipamiento en pleno verano madrileño , al tiempo que enseñaba la dichosa placa de matrícula que, al final, había conseguido desprender del vehículo.

Este chico, con el paso de los años, terminó siendo un gran suboficial, y curiosamente, siempre que había que realizar una operación como la descrita siempre se esmeraba en explicar la maniobra detenidamente al encargado de realizarla.


  • Mira chaval. Buscas papel y lápiz que tienes en la guantera del camión. Apuntas los números de la matricula. No necesitamos la matricula… ¿sabes? Debes dejarla dónde está. Con que apuntes los números y las letras nos vale de sobra. ¿Lo entiendes bien?

Del cachondeo y de las puyas que tuvo que aguantar durante una buena temporada es mejor no hablar; pero como buen profesional fue capaz de superarlo.