Desde mi punto de vista la crisis solo ha sido la excusa para hacerlo aún peor. Existen multitud de problemas que son fruto de, en el mejor de los casos, de una gestión nefasta. Y lo peor es que no se solucionan los ya existentes si no que, al contrario, se crean nuevos. Se derrocha en conceptos innecesarios, mientras se recorte en pilares básicos de nuestro trabajo. Un absoluto desatino.

Al final la política del pelotazo, con la que muchos se lo han llevado calentito, la ha pagado el ciudadano (que se ha quedado sin servicios públicos esenciales) mientras la clase política ha defendido sus privilegios con uñas y dientes. Indignante. Al menos, ya que nos han secuestrado la vida (y la de las generaciones venideras), intentemos no sufrir de síndrome de Estocolmo.