Es difícil, muy difícil mantener un estacionario con las palas a pocos centímetros de una pared en la montaña. Una corriente traidora de aire, una ráfaga inesperada de viento, una pequeña pérdida de potencia en turbina, o un humano despiste, basta para que en un segundo se desate la tragedia.
“Si nuestras alas se quiebran al final de nuestro vuelo;
antes de llegar al suelo, tus brazos con amor se abran”.
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