Después del bombardeo de noticias (algunas absolutamente ridículas y otras despreciables, como la de hablar de muerte, incineración o autopsia de una mujer que vivía y cuya familia intentaba conservar la esperanza) la mejor de todas es que Teresa sigue luchando contra el ébola que no es poco. Otra aclaración, necesaria para la opinión pública, era la que nos ha dado Javier Limón, marido de Teresa. Nadie dio órdenes precisas y estrictas y nadie, absolutamente nadie cambia su rutina por febrícula. De pequeña recibí la lección de que la clase no se aprendía, se tenía. El señor Limón ha demostrado tenerla y el señor Rodríguez (consejero de sanidad de la CAM) no. Simplemente por el hecho de respetar a quien ha faltado el respeto a un ser al que él ama y que para más inri no podía defenderse. Teresa, al igual que el resto de sanitarios que se han ofrecido voluntarios para cuidar a los enfermos sabían a lo que se exponían pero confiaban en quienes tenían que protegerlos (dotándolos de los elementos necesarios y de la mayor calidad) y ese fue el primer fallo, confiar en quienes no merecen nuestra confianza.
Ojalá Teresa se cure, porque su curación será fundamental para estudiar y probablemente curar a otras víctimas de esta enfermedad y espero que la clase política tenga al menos la decencia de intentar tener la mitad de clase que ha tenido el señor Limón, quien en lugar de vilipendiar a nuestros profesionales se permitió el lujo de confiar a ciegas en ellos, por eso se entiende que se preocupase por su perro, ya que sabía que al igual que su mujer, los profesionales que la atendían se desvivirían por salvarla del ébola.
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