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Resultados 81 al 90 de 225
  1. #81
    El 13 de julio de 1980 la banda terrorista ETA asesinaba en Orio (Guipúzcoa) a los guardias civiles ANTONIO GÓMEZ RAMOS y AURELIO NAVÍO NAVÍO. Las víctimas formaban parte de un convoy de la Guardia Civil de tres vehículos, con ocho agentes a bordo, que en torno a las 14:00 horas descendían hacia el acuartelamiento desde el polvorín de Explosivos Río Tinto en Aya (Guipúzcoa), después de que otro grupo de guardias civiles les hubiesen relevado en el servicio de vigilancia en el que habían estado las veinticuatro horas anteriores.

    Al llegar a las afueras de Orio, la patrulla fue sorprendida por varios miembros de la banda terrorista que, desde dos posiciones, abrieron fuego cruzado contra los vehículos. Antes de abrir fuego, los terroristas lanzaron tres granadas de fabricación casera, una de las cuales alcanzó al primero de los vehículos, que quedó detenido en la cuneta y provocó que todo el convoy se parase. Esta primera granada hirió de muerte de Antonio Gómez Ramos que, tambaleándose y herido, se desplomó en la carretera. Antes, disparó hasta morir hacia uno de los puntos de donde venían los disparos. Mientras, sus compañeros, Jesús Díaz Blanco y Aurelio Navío Navío, trataron de protegerse detrás del vehículo y de responder a los disparos de los terroristas.

    El segundo vehículo fue también alcanzado por una granada, quedando parado unos veinte metros por delante del primero, a la izquierda de la calzada, y sus ocupantes se apearon para repeler el ataque, que llegaba desde los dos lados de la carretera. El tercer vehículo recibió fuego unos cincuenta metros antes del lugar donde atacaron al primer vehículo.

    Los guardias civiles que les acababan de dar el relevo en el polvorín de Explosivos Río Tinto bajaron a apoyar a sus compañeros. Uno de ellos alcanzó con fuego de pistola al etarra Carlos Lucio Fernández, que cruzaba en ese momento la carretera armado con un Cetme. Después hirió a Ignacio Gabirondo Agote con un subfusil. Ambos terroristas fallecieron y los demás emprendieron la huida en un Seat 131 tipo ranchera. Entre ellos estaba Miguel Ángel Apalategui Ayerbe, alias Apala.

    En el ataque resultaron gravemente heridos los guardias civiles Francisco Villoria Villoria, Ramiro Cerviño Pereiro y Jesús Díaz Blanco, que fueron trasladados al Hospital de la Cruz Roja en San Sebastián. Ramiro Cerviño narraba a El Correo (12/02/2007) que las secuelas del atentado las ha seguido arrastrando casi tres décadas después: "Tengo tres operaciones en la boca y durante veintipico años me fueron extrayendo metralla en La Coruña y en Madrid. Recientemente me encontraron metralla próxima al corazón y unas esquirlas en el pulmón derecho".

    Los cuerpos sin vida de Antonio Gómez y Aurelio Navío y de los dos etarras -que llevaban chalecos antibalas- fueron trasladados a la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu, de la capital donostiarra. Tras certificarse la muerte, los cadáveres de los etarras fueron trasladados al cementerio de Polloe, mientras que los de los guardias civiles fueron llevados al Hospital Militar, donde se instaló la capilla ardiente. Horas después del atentado llegaban a San Sebastián el general Sáenz de Santamaría y el director general de la Guardia Civil, general Aramburu Topete, que asistieron en compañía de otras autoridades civiles y militares a los funerales que se celebraron al día siguiente.

    Antonio Gómez Ramos, natural de Vilardebós (Orense), tenía 22 años, estaba casado desde ocho meses antes de ser asesinado. Era el menor de ocho hermanos, todos ellos miembros de la Guardia Civil. Antonio era el conductor del primer vehículo del convoy atacado.

    Aurelio Navío Navío, tenía 33 años y estaba soltero, aunque tenía previsto casarse el 10 de marzo. Su traslado forzoso al País Vasco desde Vic, donde estaba destinado desde 1973, hizo que tuviera que suspender la boda. Natural de Tordelloso (Guadalajara) sus restos mortales recibieron sepultura en Barcelona.


    :rura:-)

  2. #82
    MASACRE DE GUARDIAS CIVILES EN MADRID-

    Mis queridos amigos y compañeros. No os olvidamos, ni perdonamos a vuestros asesinos. Un abrazo para vuestras familias.

    A las 7:45 horas del
    14 de julio de 1986, la banda terrorista ETA provocó una masacre de guardias civiles en la plaza de la República Dominicana de Madrid. Una furgoneta-bomba, que estalló al paso de un convoy de vehículos de la Guardia Civil procedente de la Escuela de Tráfico de la calle Príncipe de Vergara, mató en el acto a cinco guardias civiles: CARMELO BELLA ÁLAMO, natural de Badajoz; JOSÉ CALVO GUTIÉRREZ, de Barcelona; MIGUEL ÁNGEL CORNEJO ROS, de Valencia; JESÚS MARÍA FREIXES MONTES, de Lérida, y JESÚS JIMÉNEZ JIMENO, de Teruel. Otros cuatro guardias civiles murieron en las horas posteriores al atentado: ANDRÉS JOSÉ FERNÁNDEZ PERTIERRA, natural de Gijón; JOSÉ JOAQUÍN GARCÍA RUIZ, de Burgos; SANTIAGO IGLESIAS GODINO, de Alicante, y ANTONIO LANCHARRO REYES, de Badajoz. Tres más lo hicieron en los siguientes días: Javier Esteban Plaza, que falleció cuatro días después, el 18 de julio; Miguel Ángel de la Higuera López, que falleció el 31 de julio; y Juan Ignacio Calvo Guerrero, que lo hizo el 5 de agosto, convirtiéndose en la víctima número doce del brutal atentado.

    Otras setenta y ocho personas, entre agentes de la Benemérita y civiles, sufrieron heridas de diversa consideración. Siete guardias civiles fueron heridos de gravedad: Jesús García Rangel, con secuelas físicas y psíquicas irreversibles e incompatibles con el desempeño de su profesión; Miguel Ángel Martínez Díaz, al que los trastornos neuróticos y postraumáticos provocados por el sufrimiento padecido le obligaron también a abandonar su profesión; Jacinto López Martínez, que también tuvo que pedir la baja laboral permanente por las heridas sufridas; Juan Izquierdo Sánchez, que perdió el ojo derecho y el 60% de la audición del oído izquierdo; Miguel Ángel Dorado Castellanos, obligado asimismo a abandonar su profesión a causa de las secuelas en ambos oídos y en el ojo izquierdo y las alteraciones epilépticas provocadas por el atentado; Gabriel Aranda Sánchez, que también tuvo que abandonar definitivamente la Guardia Civil por las secuelas del atentado, y José Manuel Jiménez Sánchez, que sufrió la pérdida del ojo derecho y otras heridas que le imposibilitaron seguir ejerciendo como guardia civil. Muchos más guardias civiles arrastraron secuelas durante años, viéndose obligados a dejar la Guardia Civil por causa del estrés postraumático, ansiedad, pesadillas y miedos. "Después del miedo a morir, te queda el miedo a vivir", dijo uno de ellos a El Mundo (25/06/2006). Muchos de ellos ni han sido reconocidos como víctimas del terrorismo ni han recibido ayudas para sufragar las costosas terapias psicológicas que han tenido que realizar.

    El convoy atacado estaba formado por un autobús, un microbús y un todoterreno, en funciones de coche-escolta, que había salido de la Escuela de Tráfico de la Guardia Civil en el número 250 de la calle Príncipe de Vergara y se dirigía hacia la Venta de la Rubia, a las afueras de Madrid, donde los guardias iban a realizar prácticas de conducción en motocicleta. En el convoy viajaban setenta guardias civiles alumnos de la Agrupación de Tráfico. Los mayores de la promoción tenían veinticinco años. Los más jóvenes, diecinueve. El convoy no variaba su horario y recorrido, al menos en los días anteriores al atentado: dejaba Príncipe de Vergara para girar a la derecha en la plaza y dirigirse a la carretera de circunvalación M-30 por la calle de Costa Rica.

    En el número 7 de la plaza de la República Dominicana los etarras Idoia López Riaño y Juan Manuel Soares Gamboa habían aparcado una furgoneta-bomba marca Sava cargada con 35 kilos de Goma 2 y cinco ollas a presión con varios kilos de metralla compuesta por tornillos, tuercas, varillas metálicas y eslabones de cadenas de acero. Anton Troitiño Arranz, situado en una parada de autobús cercana, accionó el mando a distancia cuando vio que el convoy se puso a la altura de la furgoneta-bomba. Muy cerca, José Ignacio de Juana Chaos esperaba en un vehículo en el que emprendieron la huida. En las labores de vigilancia y en la preparación del explosivo participaron también Esteban Esteban Nieto e Inés del Río Prada. Todos los asesinos formaban parte del grupo Madrid de ETA.

    Fue una auténtica carnicería, justo lo que quería ETA que fuese. Su entonces dirigente, Santiago Arrospide Sarasola, alias Santi Potros, había ordenado "emprender una dura campaña de atentados". Algunos objetivos los fijaría la propia cúpula de la banda asesina, y otros los dejarían a elección de los propios ejecutores "siempre que tales objetivos se encarnaran en personas pertenecientes a la Guardia Civil" (sentencia de la Audiencia Nacional, 2003). El asesino Esteban Esteban Nieto dijo en el juicio que "cuando ETA hace sus acciones pretende causar el mayor número de bajas posibles. Estamos en guerra y es lógico que los que hicieron la acción lo supieran". Por su parte, el no menos asesino De Juana Chaos restó importancia a la masacre, considerando que no era ni más ni menos importante que cualquier otro atentado de la banda.

    En 2008 se inauguró en la plaza de la República Dominicana un monumento en homenaje a las víctimas del terrorismo sufragado íntegramente por donaciones de ciudadanos anónimos a iniciativa de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES).

    Carmelo Bella Álamo, de 22 años, era natural de Granja de Torrehermosa (Badajoz), donde fue enterrado. Había ingresado en la Guardia Civil un año antes de su asesinato y estaba destinado en el Destacamento de Tráfico de Arganda.

    José Calvo Gutiérrez, de 19 años, era natural de Barcelona y había ingresado en la Guardia Civil en mayo de 1985. Estaba destinado en el Destacamento de Tráfico de Barajas.

    Miguel Ángel Cornejo Ros, de 24 años, era natural de Burjasot (Valencia). Estaba casado y se había incorporado a la Guardia Civil en mayo de 1985.

    Jesús María Freixes Montes, de 21 años, había ingresado en la Benemérita el 1 de marzo de 1986, por lo que llevaba sólo cuatro meses y medio. Fue enterrado en el cementerio municipal de Lérida. Su padre, Francisco Freixes, era concejal independiente en el Ayuntamiento de Lérida y corresponsal del diario ABC cuando su hijo fue asesinado. Su hermana Teresa, profesora de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona, escribió una carta a ETA publicada en varios medios de comunicación en la que les calificaba de asesinos y de cobardes, y se mostraba incapaz de entender que se pudiera defender el nacionalismo a través de la violencia y el asesinato. En la misma añadía que a su hermano Chus sus compañeros le llamaban El Lleida por su defensa del catalán.

    Jesús Jiménez Jimeno, de 20 años, y natural de Cascante del Río (Teruel), se había incorporado a la Guardia Civil el 1 de marzo de 1986, igual que Freixes Montes. Estaba destinado en el Destacamento de Tráfico de Teruel.

    Andrés José Fernández Pertierra, de 20 años, era natural de Gijón (Asturias). Había ingresado en la Guardia Civil tres meses y medio antes de ser asesinado.

    José Joaquín García Ruiz, de 21 años, era natural de Merindad de Valdivieso (Burgos). Igual que el agente Fernández Pertierra, llevaba apenas tres meses y medio en el Instituto Armado. Estaba soltero y destinado en el Destacamento de Tráfico de Briviesca-Autopista.

    Santiago Iglesias Godino, de 20 años, nació en Hondón de las Nieves (Alicante). Igual que varios de sus compañeros asesinados, ingresó en la Guardia Civil tres meses y medio antes de ser asesinado. Su cuerpo no estuvo presente en el funeral oficial celebrado en la Dirección General de la Guardia Civil al día siguiente porque su familia decidió donar sus órganos.

    Antonio Lancharro Reyes, de 21 años y soltero, había nacido en Monesterio (Badajoz), donde una calle lleva su nombre. Su hermana Manuela contó en 2007 que, cuando tenía 17 años y era una adolescente "desorientada", perdió a su "hermano, amigo y confidente" y, con él, el norte de su vida. "Con esa edad yo no salía a ninguna parte si no era con él. Íbamos siempre juntos y, si le gustaba alguna chica, recuerdo que me lo contaba para que le echara una mano". Manuela convertida ya en madre de familia, ha logrado levantar cabeza, después de largos años sin poder hablar con nadie de lo que le pasó a su hermano mayor. Eran los años de plomo. "En aquel entonces las cosas no eran como ahora. No teníamos psicólogos a nuestra disposición. No podía hablar con nadie, y menos con mis padres. Lo único que quería es que mi madre no llorara más". (El Comercio, 18/02/2007).
    :rura:-)

  3. #83
    Que los compañeros jóvenes vean este video. Así, quizás nos entiendan a los caimanes, y comprenderán lo que sufrimos en aquellos años.

    Como por unas falsas promesas, podemos olvidar tanto sufrimiento, y pedir el voto para escoria que no condena estos hechos.
    :rura:-)

  4. #84
    Según Pablo Iglesias, esto es consecuencia de un problema político. Ese tío es un perro y una escoria, asco me da que haya miembros del cuerpo que defiendan a esa alimaña.

    Hoy tengo mal día, son muy malos recuerdos
    :rura:-)

  5. #85
    La mañana del 14 de julio de 1987 la banda terrorista ETA atacó un convoy de cuatro vehículos de los Grupos Antiterroristas Rurales (GAR), en el que viajaban catorce agentes del Cuerpo, en una carretera vecinal de Oñate (Guipúzcoa). La onda expansiva del artefacto explosivo, activado a distancia al paso del convoy, alcanzó de lleno al todoterreno que encabezaba la marcha, provocando la muerte en el acto del agente PEDRO GALNARES BARRERAS y del cabo primero ANTONIO ÁNGEL LÓPEZ MARTÍNEZ-COLMENERO.

    Otros dos guardias civiles resultaron gravemente heridos: Andrés Castillejo Martín, de 31 años, natural de Villanueva del Rey (Córdoba), casado y padre de un niño de 8 años, y Antonio Grande Lozano, natural de León, de 32 años, soltero, sufrieron choque traumático, fracturas y heridas provocadas por la metralla de pronóstico grave. Otros diez agentes de la Benemérita resultaron heridos de diversa gravedad: José Martínez Rodríguez, Agustín Álvarez Belmonte, Francisco Montes Urbano, Benedicto Martín, Pedro Delicado Navarro, Manuel Tejeiro Méndez, Antonio Martínez Hernández, José Rodríguez Chacopino, José Antonio González García y Juan Barreal Fernández. Los heridos fueron trasladados inicialmente a un centro médico de Beasaín y después al Hospital Santiago de Vitoria.

    La bomba, compuesta por veinte kilos de Goma 2 y diez de metralla, estaba camuflada entre las zarzas que recubren el pretil de piedra que bordea la carretera entre Oñate y Legazpia, y empotrada en el suelo. La explosión alcanzó de lleno al primero de los cuatro vehículos del convoy que periódicamente recorre esa carretera. El vehículo, que contaba con protección semiblindada, fue proyectado a más de ocho metros y quedó destrozado en el arcén contrario, envuelto en una densa columna de humo negro.

    El artefacto adosado al pretil de la carretera era del tipo conocido como hornillo, confeccionado a partir de una caja de acero laminado en cuyo interior alojaron el explosivo y la metralla, y fue accionado con mando a distancia, sin cable. Este sistema permite explosionar una bomba desde una distancia superior incluso a los quinientos metros, siempre que las ondas de radio que emite el mando no encuentren a su paso ningún obstáculo físico.

    En previsión de este tipo de atentados la Guardia Civil desarrollaba regularmente en el País Vasco un servicio denominado limpieza de itinerarios, que consiste precisamente en la inspección de los arcenes y taludes que bordean las carreteras de paso obligado para sus efectivos. El comandante Enrique Galindo, máximo responsable de la Guardia Civil de Guipúzcoa, indicó que el punto en el que se produjo el atentado, en el polígono de Olakue de Oñate, fue inspeccionado días atrás. A su juicio, los terroristas colocaron la bomba hacía muy pocos días, enterados de que las unidades antiterroristas rurales recorren ese lugar al menos una vez cada dos días.

    Pedro Galnares Barrera, de 26 años, era natural de Potes (Cantabria). Estaba casado y su mujer se encontraba en avanzado estado de gestación. El agente Galnares era el conductor del vehículo que abría la marcha del convoy.

    Antonio Ángel López Martínez-Colmenero, cabo primero de la Guardia Civil de 31 años, era natural de Cabreiroa (Orense). Estaba casado y era padre de una hija de 9 años. El padre de Antonio también era guardia civil.

    :rura:-)

  6. #86
    Poco antes de las once y media de la mañana del viernes 18 de julio de 1986, fallecía en la residencia sanitaria de La Paz el guardia civil JAVIER ESTEBAN PLAZA que había resultado gravemente herido cuatro días antes en el atentado cometido por la banda terrorista ETA en la plaza de la República Dominicana de Madrid. Javier había sufrido un traumatismo craneoencefálico por herida de metralla, con salida de masa encefálica en la región parietal derecha, y permanecía ingresado en la unidad de reanimación de cirugía desde que fue sometido a una intervención quirúrgica el lunes 14 de julio, día del atentado. Con su muerte eran ya diez los guardias civiles asesinados en dicho atentado.

    Javier Esteban Plaza, de 26 años, era natural de Guadalajara. Ingresó en la Guardia Civil el 2 de mayo de 1985, en la academia de Úbeda. En el momento del atentado era alumno de la Escuela de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, igual que los otros nueve compañeros fallecidos el mismo día del atentado. Estaba soltero, pero tenía novia
    :rura:-)

  7. #87
    A las 14:40 horas del 19 de julio de 1984, dos terroristas asesinaban de un tiro en la nuca al sargento de la guardia civil ANTONIO TORRÓN SANTAMARÍA en el portal de su domicilio.

    El sargento de la Guardia Civil, adscrito a la compañía de especialistas fiscales en el puerto de Santurce, volvía de su trabajo vestido de paisano. En torno a las 14:30 horas llegó al portal de su domicilio. Pese a que solía tomar medidas de autoprotección, no se dio cuenta de que dos terroristas se le acercaron por la espalda. Le dispararon un único tiro en la nuca y se desplomó en el suelo prácticamente muerto. En el lugar de los hechos se recogió un casquillo de bala marca SF del calibre 9 milímetros parabellum. Los asesinos emprendieron la huida a pie por las calles de Portugalete, según contaron testigos presenciales, mientras unas vecinas trataban de evitar que se desangrara, tapándole la herida con una toalla. Una de ellas subió al domicilio para comunicarle a la esposa que su marido había sido asesinado.

    Antonio Torrón Santamaría, de 55 años, estaba casado con Pilar Gómez Heredia y tenía dos hijos: José Antonio, de 29 años, y María Pilar, de 27. Natural de Burgos, llevaba treinta años viviendo en Vizcaya, quince de ellos en Portugalete. Antonio iba a retirarse en marzo de 1985 y pensaba abandonar el País Vasco en esa fecha, según declaró su hija María Pilar. "Estaba contando los días que le quedaban hasta marzo de 1985". "Mi padre no estaba amenazado; jamás había hecho nada". Sin embargo, reconoció que su padre tenía miedo y tomaba medidas de precaución, cambiando con frecuencia de hábitos. "Nunca solía volver a la misma hora de su trabajo, y normalmente volvía en su coche, porque tenía miedo". El sargento de la Guardia Civil estaba destinado en la unidad del Servicio Fiscal en el puerto de Santurce, no muy lejos de su domicilio de Portugalete.
    :rura:-)

  8. #88
    Gracias bachiller por hacer que sigan en nuestro recuerdo y que nunca olvidemos. Repito Gracias

  9. #89
    Cita Iniciado por drugo Ver mensaje
    Gracias bachiller por hacer que sigan en nuestro recuerdo y que nunca olvidemos. Repito Gracias
    Es un placer. no debemos olvidar NI PERDONAR
    :rura:-)

  10. #90
    El 22 de julio de 1980 la banda terrorista ETA asesinaba en Villamediana (La Rioja) al teniente de la Guardia Civil FRANCISCO LÓPEZ BESCOS, al hacer estallar varias cargas explosivas al paso de un convoy de tres autobuses con ciento veinte guardias civiles procedentes de Andalucía y Cataluña.

    En aquellos años la Guardia Civil solía concentrar en La Rioja a agentes procedentes de varias comandancias que, tras unos días de adiestramiento, eran enviados al País Vasco para reforzar la lucha contra el terrorismo. Ese día los guardias civiles iban a realizar prácticas en un tramo en construcción y fuera de servicio de la autopista Bilbao-Zaragoza, y estaban siendo trasladados en tres autobuses desde Logroño. Para acceder desde el camino de obra paralelo al puente de la A-68, la autopista del Ebro por entonces en construcción, había una pequeña rampa que obligaba a los vehículos a reducir la velocidad. Esta lentitud obligada había sido observada por los terroristas varios días antes como una circunstancia que permitiría atacar a un objetivo fácil, casi inmóvil. Era la quinta salida que hacía el convoy a ese mismo lugar para realizar las prácticas, y todo estaba preparado para un asesinato en masa.

    El convoy apenas había recorrido tres kilómetros desde Logroño hasta Villamediana por la carretera local 601. Antes de tomar el llamado Camino Real junto a una fábrica de yesos y escayolas en el paraje de Santa María, miembros de la banda terrorista ETA activaron por control remoto las diez cargas que habían ocultado la noche anterior.

    Sobre por qué no estallaron los diez artefactos hay dos versiones. La oficial señaló que se había producido un fallo en la activación de los mecanismos. Sin embargo, José, uno de los guardias civiles que iba en el convoy, recuerda nítidamente lo que sucedió ese día: "eran tres autobuses los que íbamos a hacer las prácticas, y un Land Rover por delante haciendo de escolta. Un autobús con trabajadores que construían aquella autopista se coló entre los autobuses antes de que los etarras accionaran la bomba". En opinión de este guardia civil, natural de Albolote, los etarras observaron esta coyuntura desde la distancia y decidieron no explosionar la mitad de las bombas para no afectar al vehículo de trabajadores. "Yo iba en uno de dos primeros autobuses que atravesaron la vía de servicio, luego pasó el de los trabajadores, y fue al paso del tercer autobús cuando explotaron los tres artefactos que alcanzaron de lleno al vehículo". Y añade: "querían matar a miembros del cuerpo y no a civiles". "Tras la explosión hubo un gran tumulto, ruido de voces, gritos, imagínate... algunos agentes salieron a ver si veían a alguien en los alrededores del lugar del atentado, pero no encontraron a nadie", recuerda José (testimonio recogido por Francisco J. Navarro en el blog Las palabras no caen en el vacío, 10/08/2008).

    Las explosiones alcanzaron al autobús que circulaba en último lugar. La onda expansiva y la metralla hirieron de gravedad al teniente Francisco López Bescos y a otros treinta y seis miembros de la Guardia Civil. El teniente fue trasladado inmediatamente a la Clínica Clavijo de Logroño, donde falleció minutos después de ingresar.

    Francisco López Bescos, teniente de la Guardia Civil de 49 años, era natural de Berbegal (Huesca). Estaba casado con Pilar Fondón y tenía cinco hijos. Desde septiembre de 1975 estaba destinado en la Academia del Servicio Fiscal en Sabadell (Barcelona), donde impartía clases.
    :rura:-)

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