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  1. #161
    A primera hora de la mañana del lunes 27 de noviembre de 1978 la banda terrorista ETA asesinaba en Villabona (Guipúzcoa) a HELIODORO ARRIAGA CIAURRIZ, brigada de la Guardia Civil retirado y conserje de la empresa metalúrgica Sacem.

    Eran aproximadamente las 7:15 horas cuando Heliodoro, que acababa de abandonar su domicilio y se disponía a montar en su vehículo –aparcado en los soportales del edificio en el que vivía–, fue abordado por varios miembros de la banda que lo tirotearon a escasa distancia. La víctima fue alcanzada por cinco o seis impactos de bala en el pecho y el abdomen. En el lugar de los hechos se recogieron siete casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marcas FN y Geco.

    Varios vecinos, que se asomaron a las ventanas al escuchar las detonaciones, sólo tuvieron tiempo de ver el cuerpo sin vida de Heliodoro, tendido sobre un charco de sangre, junto a su automóvil, un Simca 1200. Un vecino que residía en el mismo edificio que la víctima contó cómo vivió el atentado:

    Estaba a punto de levantarme para ir al trabajo cuando escuché los disparos. Me asomé a la ventana sin observar nada anormal. Poco después salía de casa para tomar mi automóvil y dirigirme al trabajo (...) Ya iba a arrancar, cuando vimos el cuerpo caído. Estaba en el espacio que quedaba libre entre el coche Simca (propiedad del fallecido) y un R-6 aparcado al lado. Al acercarme vi que la cara mostraba una palidez cadavérica, aunque me pareció que su boca se movía algo. Es entonces cuando nos ocupamos de avisar a su mujer y también al médico, que tiene su vivienda cercana a la nuestra (ABC, 28/11/1978).

    Su esposa, Natividad Aguirre Leustegui, fue de las primeras personas en acercarse, aunque no pudo hacer otra cosa que comprobar que estaba muerto.

    Para cuando he bajado a la calle, mi marido ya estaba muerto (...) No lo comprendemos. No podemos entender el porqué de esta muerte. Desde que nos casamos hace once años, vivimos en esta casa. Mi marido nunca se ha metido con nadie, ni tan siquiera alternaba en bares o sociedades. Era hombre de hogar, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Cuando salíamos lo hacía conmigo y con nuestro hijo (ABC, 28/11/1978

    Los autores del atentado se dieron a la fuga en algún vehículo que les estaba esperando en las proximidades del lugar. La Guardia Civil del cuartel de Villabona montó, nada más conocerse la noticia, un amplio dispositivo de controles de carretera, sin conseguir ningún resultado.

    Los autores materiales del asesinato de Heliodoro no han sido juzgados. En el año 1982 José Manuel Arzallus Eguiguren fue condenado a 12 años como cómplice en el asesinato.

    Heliodoro Arriaga Ciaurriz tenía 60 años y era natural de Viana (Navarra). Estaba casado con Natividad Aguirre Leustegui, vecina de Villabona y natural de Hernani, y tenía un hijo, Alberto, que tenía 10 años cuando su padre fue asesinado. Perteneció a la Guardia Civil hasta 1965, prestando servicio en Navarra, Logroño y Barcelona. Nunca estuvo destinado en Guipúzcoa como guardia civil. Dejó el Instituto Armado con 47 años y el grado de brigada y se trasladó a vivir a Villabona, donde conocería a Natividad, con la que se casó dos años después de instalarse en la localidad guipuzcoana. Desde que se retiró de la Guardia Civil, no volvió a tener ningún tipo de relación con este cuerpo. Cuando fue asesinado trabajaba en la empresa Sacem. Por Real Decreto 319/2005 de 18 de marzo, Heliodoro Arriaga fue ascendido con carácter honorífico y a título póstumo a subteniente de la Guardia Civil.
    :rura:-)

  2. #162
    A las 22:30 horas del miércoles 28 de noviembre de 1979 la banda terrorista ETA ametrallaba en el Bar Izaro de Azpeitia (Guipúzcoa) a tres jovencísimos guardias civiles que habían ido al establecimiento con la mujer de uno de ellos. Una veintena de disparos acabó con la vida de ANTONIO ALÉS MARTÍNEZ, ÁNGEL GARCÍA PÉREZ y PEDRO SÁNCHEZ MARFIL que, en compañía de la mujer de Pedro, habían ido a cenar al establecimiento. Los tres guardias civiles estaban destinados desde hacía poco tiempo en el puesto de la Guardia Civil de Azpeitia.

    El Bar Izaro, a las afueras de la localidad guipuzcoana, era frecuentado por emigrantes y por miembros de la Guardia Civil. Minutos después de que los guardias civiles pidieran una consumición en la barra, entraron en el local cuatro individuos que, tras pedir la suya, pagaron y salieron a la calle. En breves segundos, entraron de nuevo en el bar empuñando las armas que habían dejado dentro de un vehículo estacionado en la puerta. Tras separar violentamente del grupo a la mujer del agente Sánchez Marfil, los terroristas empezaron a disparar por la espalda y a escasa distancia a los tres guardias civiles, que no tuvieron tiempo de darse cuenta de lo que pasaba. Pese a que los agentes fallecieron casi en el acto, al caer al suelo los fueron rematando con otro disparo en la cabeza.

    Una vez cometido el atentado, los cuatro terroristas se dieron a la fuga en un Seat 124 de color azul que había sido robado unas horas antes con la ayuda del etarra Juan María Tapia Irujo. Tapia Irujo, además, había alojado a los asesinos en su domicilio.

    La mujer de Pedro Sánchez, presa de un ataque de nervios, salió a la calle a pedir ayuda. Se encontró con dos dotaciones de la Guardia Civil que en ese momento pasaban casualmente por la puerta del bar e inmediatamente se hicieron cargo de la situación. Lo más triste de este asesinato es que, pese a que el bar estaba lleno de clientes a esa hora de la noche y a que los terroristas actuaron a cara descubierta, ninguno de los testigos quiso colaborar con la Guardia Civil ni proporcionar ninguna descripción de los asesinos de la banda. No obstante, gracias a la recogida de huellas, que en esos momentos no llevaron a ninguna parte, muchos años después, en abril de 1993, pudo determinarse que uno de los asesinos de los tres guardias civiles era Pedro María Leguina Aurre, alias Kepatxu, huido hasta que, en 1999, fue detenido por la Policía francesa.

    En el lugar de los hechos se recogieron dieciocho casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum y un cargador de pistola con doce cartuchos. El médico que reconoció a los guardias civiles en el propio bar señaló que cada uno de ellos tenía seis o siete impactos de bala en el cuerpo, además de dos orificios en la cabeza.

    Al tener conocimiento del asesinato, el alcalde de Azpeitia decidió suspender, por precaución, una manifestación pro-amnistía prevista para el jueves 29 de noviembre en la localidad, el mismo día en el que se iban a celebrar los funerales por los guardias civiles, y señaló que lo hacía porque, de lo contrario, "podía ocurrir una masacre".

    A primera hora del jueves 29 de noviembre quedó instalada la capilla ardiente en el Hospital Militar de San Sebastián. Ese mismo día se celebraron los funerales por el alma de los tres guardias civiles en un ambiente de enorme tensión. Nada más finalizar la ceremonia religiosa, a la que asistió el capitán general de la IV Región Militar, teniente general Antonio Pascual Galmes, los restos mortales de los tres jóvenes guardias civiles fueron trasladados a sus localidades de origen para ser enterrados. En el momento en que los féretros cubiertos con la bandera española eran introducidos en los furgones fúnebres, militares y guardias civiles en posición de firmes dieron vivas al Rey y a España, que fueron contestados por algunos familiares de las víctimas. Algunas mujeres de guardias civiles expresaron de viva voz su opinión de que el Rey no les ayudaba, y un militar de graduación comentó a otro compañero que no les faltaba razón por protestar en estos términos.

    En el año 1988 la Audiencia Nacional condenó, en calidad de encubridor, a Juan María Tapia Irujo a 9 años de prisión y, subsidiariamente, al pago de indemnizaciones a los herederos de las víctimas. En el año 2003 fue condenado Pedro María Leguina Aurre, Kepatxu, a tres penas de 30 años. A Leguina Aurre se le atribuyen 14 asesinatos. Tras exiliarse a México, fue detenido en el aeropuerto de Orly (Francia) portando documentación falsa. Francia sólo aceptó conceder su extradición por el asesinato de los tres guardias civiles, considerando que el resto de sus crímenes habían prescrito. En su sentencia de 2003, la Audiencia Nacional consideró probado que en 1979 Leguina formaba parte de un comando que operaba en la provincia de Guipúzcoa y que estaba integrado también por Miguel Antonio Goikoetxea, alias Txapela, Ignacio María Gabirondo, Donibane, Carlos Lucio Fernández, Zarra, y una quinta persona no identificada. Los etarras, que se alojaban desde septiembre de 1979 en el domicilio del ya condenado Juan María Tapia Irujo en la localidad guipuzcoana de Cizúrquil, decidieron atentar contra los guardias civiles que frecuentaban el Bar Izaro de Azpeitia. Para ello, el 28 de noviembre se apoderaron a punta de pistola de un vehículo en Usurbil y dejaron a su dueño atado a un pino en el monte Burunza. Desde Usurbil, los terroristas se trasladaron a Azpeitia y, mientras el etarra cuya identidad se desconoce permanecía al volante del coche, los otros cuatro entraron en el bar. Ahí esperaron a los guardias civiles. Una vez que comprobaron que habían llegado al local "dos de los terroristas vuelven al automóvil, donde recogen la bolsa con armas, regresan al bar, se acercan adonde están sus dos compañeros [y] les entregan disimuladamente el armamento", explica la sentencia. Ya con las armas en sus manos, los cuatro etarras dispararon súbitamente por la espalda y desde cerca contra los tres guardias, quienes reciben al menos 18 disparos en todo el cuerpo "que causan la muerte inmediata de las víctimas, a las que, no obstante, rematan una vez están en el suelo", destacó el tribunal en su sentencia.

    Antonio Alés Martínez, de 19 años, era natural de Cuenca, aunque su familia residía en Valencia. Estaba soltero.

    Ángel García Pérez, de 20 años, era natural de Vitigudino (Salamanca). Estaba también soltero.

    Pedro Sánchez Marfil, de 20 años, era natural de Moreda (Granada). Estaba casado con María Luisa desde cuatro meses antes. Su mujer estaba embarazada del primer hijo de la pareja, Pedro David.
    :rura:-)

  3. #163
    A las dos y media de la tarde del 30 de noviembre de 1992 la banda terrorista ETA asesinaba en Madrid al músico y subteniente jubilado de la Guardia Civil MIGUEL MIRANDA PUERTAS haciendo explotar un coche-bomba a pocos metros del portal de su domicilio, un bloque de viviendas del barrio de Moratalaz en el que vivían miembros de la Benemérita y funcionarios del Ministerio de Interior.

    Miguel Miranda iba acompañado del cabo Julián de la Calle Martín. Ambos volvían, vestidos de paisano, a sus respectivos domicilios para almorzar. La deflagración a distancia del coche-bomba mató en el acto a Miguel Miranda e hirió de gravedad al cabo Julián de la Calle, de 51 años. El cabo, natural de la localidad de El Barco de Ávila (Ávila), casado y con tres hijos, sufrió heridas graves en las piernas. Según el parte facilitado por el Hospital Gregorio Marañón su estado era "muy grave".

    Otras dos vecinas –Juana Galindo, de 73 años, y Azucena Calvet, de 18– resultaron también heridas, aunque de menor gravedad. Numerosos vecinos tuvieron que ser atendidos por cortes producidos por los cristales rotos, ya que la onda expansiva hizo añicos centenares de ventanas y vidrieras de terrazas de los bloques colindantes. Además, una docena de coches quedaron destrozados y otros veinte sufrieron diversos destrozos.

    En la zona donde se colocó el coche-bomba, además de las viviendas de los guardias civiles y funcionarios del Ministerio de Interior, había tres colegios. La explosión se produjo en la calle Luis de Hoyos Sáinz, callejón sin salida que se utiliza para aparcar y como acceso a la estación de metro de Pavones. El coche usado para cometer el atentado fue robado en Madrid a mediados de noviembre y los terroristas lo accionaron a distancia cuando los dos guardias civiles salían del metro. Uno de los hijos del subteniente fue quien reconoció los restos de su padre, cuyo cuerpo quedó atrozmente mutilado.

    Al día siguiente del atentado se produjeron numerosos actos de protesta. Unas dos mil personas que vivían en el barrio de Moratalaz se concentraron en el lugar en el que se produjo la explosión convocados por varias asociaciones de vecinos. En el País Vasco, unas veinticinco mil personas participaron en los 128 actos convocados por la Coordinadora Gesto por la Paz.

    El atentado fue muy similar al que había cometido ETA en el aparcamiento del hipermercado Jumbo en la zona norte de Madrid el 9 de junio de ese mismo año, en el que resultaron heridas trece personas, diez de ellas militares.

    La banda terrorista ETA reivindicó el asesinato de Miranda Puertas y otros atentados en un comunicado enviado al diario Egin el 16 de diciembre.

    Miguel Miranda Puertas, de 64 años, era natural de Granada. Estaba casado con Natividad del Moral y tenía cuatro hijos. El subteniente músico se encontraba en la reserva activa desde diez años antes de ser asesinado. El funeral por su alma se celebró en Manzanares (Ciudad Real), donde vivían algunos de sus familiares y donde fueron inhumados sus restos mortales. En 2008 la Junta de Distrito de Moratalaz aprobó dar el nombre del subteniente asesinado a unos jardines próximos al lugar del atentado, en el que se plantó un olivo en su memoria. Al acto asistieron la viuda y uno de los hijos de Miguel, además del cabo herido en el mismo atentado, Julián de la Calle Martín, que quiso recalcar que "Miguel eligió la Guardia Civil para defender los derechos y las libertades de todos los españoles. Hay que cortar de raíz la crueldad, la barbarie y el salvajismo de ETA, sin negociaciones" concluyendo con un "¡Viva Miguel y viva la Guardia Civil!", casi entre lágrimas. Miguel Miranda fue la vigesimosexta y última víctima mortal de la banda en el año 1992.
    :rura:-)

  4. #164
    A las cuatro y veinte minutos de la tarde del viernes 1 de diciembre de 1978 la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en Oñate (Guipúzcoa) al guardia civil MANUEL LEÓN ORTEGA mientras se encontraba tomando un café en el bar del centro deportivo Aloñamendi acompañado de Luis Palomares, también guardia civil, que resultó ileso.

    Además de los dos guardias civiles, que iban de paisano y eran los únicos que se encontraban en el mostrador del local, en el bar había unas quince personas más que estaban sentadas jugando a las cartas, además de la camarera que se encontraba en el momento del atentado detrás de la barra. Tres terroristas irrumpieron en el local y uno de ellos gritó "¡cuerpo a tierra!", al tiempo que, dirigiéndose a la camarera, le dijo: "¡Bájate!". Inmediatamente, abrieron fuego contra los dos guardias civiles. Luis Palomares se tiró al suelo parapetándose detrás del mostrador, lo que le salvó la vida. Manuel León fue alcanzado en un costado por tres impactos de bala quedando gravemente herido.

    Para cometer el atentado los etarras habían secuestrado previamente a Felipe López Martínez, profesor de la Universidad a Distancia de Vergara y del Instituto de Enseñanza Media de esta localidad, para robarle el automóvil. A primera hora de la tarde de ese mismo día se había recibido en dichos centros sendos avisos de colocación de bombas, por lo que las clases fueron suspendidas y Felipe optó por regresar a su domicilio en Oñate para hacer unas reparaciones en su vehículo. Cuando se dirigía al taller mecánico tuvo que detenerse en un stop en pleno centro de la localidad y, en ese momento, fue abordado por cuatro individuos armados con pistolas que le obligaron a montar en el asiento contiguo del conductor e inmediatamente tomaron el camino que conduce al Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu, recorriendo un par de kilómetros. A continuación, le forzaron a meterse en el maletero y se dirigieron a Oñate, aparcando en las inmediaciones del bar del centro deportivo a la espera de poder atentar contra los guardias civiles.

    Una vez cometido el atentado, los terroristas corrieron hacia el vehículo que les estaba esperando, dándose a la fuga. A unos tres kilómetros del casco urbano de Oñate abandonaron el automóvil, en cuyo maletero se encontraba aún su propietario, que más tarde pudo salir por sí mismo y presentar la correspondiente denuncia.

    Mientras tanto, Manuel León fue trasladado todavía con vida al centro asistencial de Mondragón. Sin embargo los médicos del centro que lo atendieron sólo pudieron certificar su fallecimiento. Sus restos mortales fueron trasladados al acuartelamiento de la Guardia Civil de esa localidad, donde al día siguiente, sábado 2 de diciembre, se celebraron los funerales por su alma.

    La banda terrorista reivindicó el asesinato de Manuel León en un comunicado distribuido por la agencia Euskadi Press en el que se reafirmaba en su decisión de seguir golpeando a los Cuerpos de la Policía Armada y Guardia Civil. En septiembre de 1981 la Audiencia Nacional condenó a José Ramón Bidaburu Otaduy, Félix Bengoa Unzurrunzaga y Ramón Arzamendi Medinabeitia, miembros del grupo Besaide de ETA, a 26 años, ocho meses y un día de prisión mayor por el asesinato del guardia civil.

    Manuel León Ortega tenía 35 años. Era natural de Constantina (Sevilla) estaba casado y tenía tres hijos. El Ayuntamiento de su localidad natal le dedicó una calle con su nombre en julio de 2009. Al acto asistieron la viuda y sus tres hijos, a los que el alcalde de Constantina, Mario Martínez, hizo entrega de un pergamino conmemorativo, tras lo cual se procedió al descubrimiento del nombre de la calle.
    :rura:-)

  5. #165
    A las nueve y veinte de la mañana del sábado 1 de diciembre de 2007 tres miembros de la banda terrorista ETA, dos hombres y una mujer, abatieron a bocajarro de sendos disparos en la cabeza a dos guardias civiles de paisano con los que habían coincidido a la hora del desayuno en una cafetería de Capbreton (Las Landas). Como consecuencia del atentado, que según el Ministerio de Interior fue improvisado por ETA sobre la marcha, murió en el acto RAÚL CENTENO BAYÓN, mientras que su compañero, Fernando Trapero Blázquez quedó gravemente herido, falleciendo el 5 de diciembre tras cuatro días de agonía.

    Raúl y Fernando son las dos únicas víctimas mortales de la banda terrorista en el año 2007, once meses después de que el asesinato de dos ciudadanos ecuatorianos en la T4 del aeropuerto de Barajas (Madrid) pusiese fin a un período de más de tres años sin víctimas mortales. La banda terrorista ETA había roto formalmente la tregua seis meses antes, en junio de 2007, e intentó repetir lo que había hecho en el año 2000: iniciar una nueva escalada de atentados que acabó con veintitrés asesinatos. Sin embargo, la presión policial en ese año 2007 desbarató muchos de los atentados planeados y llevó a la detención de un gran número de miembros de la banda.

    El asesinato de los dos guardias civiles fue el primer atentado con víctimas mortales cometido por ETA en Francia desde que se inició la Transición. No existían precedentes de asesinato de guardias civiles en suelo francés, aunque sí de policías. Concretamente, el 4 de abril de 1976 fueron secuestrados, torturados y asesinados los inspectores de Policía Jesús María González Ituero y José Luis Martínez Martínez.

    El atentado tuvo lugar a las afueras de la cafetería Les Ecureuilles, anexa al centro comercial que la cadena de hipermercados Leclerc tiene en la localidad balnearia de Capbreton (Las Landas), situada a unos veinticinco kilómetros de Bayona. Los guardias civiles Raúl Centeno Bayón y Fernando Trapero Blázquez se habían sentado a una mesa del establecimiento a tomar un café. Los agentes, adscritos al Grupo de Apoyo Operativo (GAO) de la Guardia Civil –unidad de élite dedicada a labores de información–, vestían de paisano y no iban armados. Estaban en Francia precisamente realizando labores de información y seguimiento en cooperación con policías de la Direction Centrale des Renseignements Généraux (RG). Michèle Alliot-Marie, ministra de Interior francesa, confirmó que los agentes españoles participaban en "una misión habitual de cooperación con la Policía francesa en la lucha contra el terrorismo de ETA".

    Los dos guardias civiles habían entrado en esa cafetería de forma casual, según dijo el ministro de Interior Alfredo Pérez Rubalcaba. En una mesa cercana, a una distancia que permitía escuchar las conversaciones recíprocamente, se encontraban dos hombres y una mujer tomando unas consumiciones. "No era, por supuesto, un lugar donde estuvieran habitualmente presentes los miembros de la Guardia Civil, sino un lugar escogido al azar", declaró Pérez Rubalcaba, quien explicó desde Capbreton, tras visitar el escenario del atentado, que se trató de un encuentro fortuito con un "reconocimiento mutuo". Sin embargo, ya desde el principio se publicaron informaciones en prensa que desmentían la versión dada por el ministro de Interior. Así lo hizo J.M. Zuloaga en La Razón, citando fuentes de la lucha antiterrorista. Además de que no era la primera vez que los guardias civiles iban a esa cafetería, como confirmó el encargado del local, la forma en que se comportaron los etarras hacía dudar de la versión oficial. Entre los datos que señaló La Razón destacaba el hecho de que los etarras actuaron con la seguridad de que no había más guardias civiles en las inmediaciones, y que, en vez de huir al sospechar que quienes estaban tomando un café en el local fuesen guardias civiles, lo que hubiera sido la actuación normal en esas circunstancias, esperaron a que los agentes salieran del bar para asesinarlos.

    El atentado se produjo hacia las nueve y veinte cuando Fernando y Raúl se disponían a subir a su automóvil, un coche camuflado con matrículas del Ministerio de Interior francés, que se encontraba estacionado en el aparcamiento contiguo a la cafetería. Según el ministro de Interior, los etarras, al sospechar que podían tratarse de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, los siguieron y, mientras dos de ellos apuntaban con sus armas a la cabeza de los dos agentes, que estaban ya sentados en los asientos delanteros del vehículo, el tercero se introdujo en la parte trasera donde encontró una mochila con el carné profesional de uno de los guardias civiles. Según fuentes de la Benemérita, los guardias civiles tuvieron tiempo de activar el micrófono de comunicación del vehículo policial francés en el que fueron asesinados, por lo que pudo oírse el intercambio de palabras que se produjo justo antes de que los asesinasen. En un momento se oye como uno de los etarras grita que son txakurras (perro en euskera), y la voz de uno de los guardias civiles –al parecer Fernando Trapero– contestándoles "sois unos asesinos hijos de ****". A continuación, según estas fuentes, se escucha el ruido seco de varias detonaciones.

    Nada más cometerse el atentado se puso en marcha un amplio dispositivo de seguimiento que dio sus frutos cuatro días después, el 5 de diciembre, cuando la Gendarmería francesa detenía en el macizo central de Francia a dos de los tres autores del atentado. Se trataba de Asier Bengoa López de Armentia y Saioa Sánchez Iturregui. En el momento de su detención se les confiscaron un revólver 357 magnum, una pistola del calibre 9 milímetros, una fuerte suma de dinero en metálico, y documentos de identidad españoles y franceses falsificados, incluidos dos carnés policiales.

    Un año después, en rueda de prensa el 4 de noviembre de 2008, el ministro de Interior Alfredo Pérez Rubalcaba manifestó que el tercer terrorista podría ser el dirigente de ETA Garikoitz Aspiazu, alias Txeroki, pese a que las descripciones de los testigos presenciales del atentado no coincidían con la fisonomía del asesino de la banda. Para sostener esta hipótesis el ministro se basó en las declaraciones de cuatro presuntos miembros del grupo Hego Haizea de ETA que, en octubre de 2008, habrían confesado a la Policía que Txeroki les había dicho que fue él quien disparó a Centeno y a Trapero.

    El domingo y el lunes 2 y 3 de diciembre de 2007, se llevaron a cabo en toda España numerosas concentraciones en recuerdo de Raúl Centeno. Las primeras concentraciones, en el País Vasco y Navarra, se celebraron en la tarde del domingo 2 de diciembre y fueron convocadas por la coordinadora pacifista Gesto por la Paz. También el Foro de Ermua convocó y realizó esa misma tarde en las tres capitales vascas, en Madrid y en Barcelona, concentraciones de repulsa y en homenaje a Raúl Centeno. La Federación de Municipios y Provincias convocó a los municipios de toda España para que guardaran cinco minutos de silencio el lunes 3 de diciembre. El Gobierno vasco hizo suya la convocatoria de la Federación y convocó a los ciudadanos vascos a las puertas de cada una de las instituciones públicas a manifestarse contra ETA, como así lo hicieron la tarde del domingo el propio lehendakari y todo su gobierno en la sede del Gobierno vasco.

    El martes 4 de diciembre se celebró una concentración unitaria en contra del terrorismo en la puerta de Alcalá de Madrid convocada por casi una veintena de asociaciones ciudadanas de todo tipo, y a la que se sumaron todos los partidos políticos. El acto tuvo una duración de cinco minutos, tres para la lectura de la declaración aprobada el sábado 1 de diciembre por todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria, y dos de silencio.

    Raúl Centeno Bayón tenía 24 años y era natural de Madrid. Hijo de Blanca Bayón y del subteniente de la Guardia Civil José Fernando Centeno, descubrió muy pronto su vocación de servicio a los españoles y con sólo 20 años ingresó en el Instituto Armado. Sus buenas condiciones físicas y psicológicas le permitieron superar las duras pruebas exigidas para ingresar en la unidad de élite de la Guardia Civil, el GAO, dos años antes de ser asesinado por la banda ETA. Concretamente, estaba destinado en Madrid en la Unidad Central Especial (UCE-1) encargada de la lucha contra ETA. Por este motivo viajaba mucho al sur de Francia

    Los restos mortales de Raúl Centeno fueron trasladados el 2 de diciembre desde Burdeos a la base aérea de Getafe a bordo de un avión C-295 de las Fuerzas Armadas. El féretro fue recibido por los ministros de Interior y Defensa, Alfredo Pérez Rubalcaba y José Antonio Alonso, a los que acompañaron el secretario de Estado para la Seguridad, Antonio Camacho; el mando único de la Guardia Civil y la Policía Nacional, Joan Mesquida, y la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre. Doscientos compañeros del asesinado le rindieron honores en la pista. Apenas cincuenta minutos después de tomar tierra, la comitiva fúnebre, con escolta motorizada, llegó a la Dirección General de la Guardia Civil en Madrid, donde se celebró el funeral de Estado presidido por los reyes de España y los príncipes de Asturias, además del presidente del Gobierno. La representación oficial fue muy amplia. Por parte del Gobierno, además del presidente y los titulares de Interior y Defensa, acudieron Pedro Solbes, Miguel Ángel Moratinos, Mariano Fernández Bermejo y Elena Salgado. Junto a ellos, el presidente del Poder Judicial, Francisco Hernando; los dirigentes del Partido Popular Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz-Gallardón y Ángel Acebes; otros políticos socialistas, representantes del Gobierno vasco, el embajador francés, Bruno Delaye; los exdirectores de la Guardia Civil, Santiago López y Carlos Gómez, y las cúpulas al completo del Instituto Armado, la Policía Nacional y los tres ejércitos, así como representantes de otros cuerpos policiales.

    Don Juan Carlos impuso al funcionario fallecido las máximas condecoraciones de la Guardia Civil y de la Policía. La Familia Real, visiblemente afectada, intentó consolar a José y a Blanca, los padres del joven agente muerto, destrozados por el asesinato de su hijo de tan sólo 24 años. Ni la reina Sofía ni la princesa Leticia pudieron contener las lágrimas. La llegada del féretro al patio central fue recibida con una ovación impresionante de todos los presentes. El ataúd, cubierto por la bandera de España y con el tricornio del agente sobre la misma, fue llevado a hombros hasta el catafalco por ocho compañeros de Raúl del Grupo de Apoyo Operativo (GAO), escoltados por otros seis agentes vestidos con uniforme de gran gala. Una salva de honor y el himno del Instituto Armado cerraron el acto. Los compañeros del GAO, mientras sonaba una vez más el himno nacional, retiraron el ataúd, seguidos de medio centenar de familiares. La comitiva fúnebre se dirigió al cementerio de La Almudena, donde los restos mortales de Centeno fueron incinerados en una ceremonia íntima.

    :rura:-)

  6. #166
    https://www.youtube.com/watch?v=Bnq01SgBlbg


    https://www.youtube.com/watch?v=s9qI6TemMBM

    El 5 de diciembre de 2007 fallece, tras cuatro días de agonía, el guardia civil
    FERNANDO TRAPERO BLÁZQUEZ, herido en el atentado que la banda terrorista ETA cometió en Capbreton (Francia) y en el que falleció en el acto su compañero Raúl Centeno Bayón.

    Desde el 1 de diciembre Fernando se encontraba ingresado en el Hospital de Bayona en estado de coma. La gravedad de las heridas y la inexistencia de actividad cerebral hicieron que, desde el primer momento, no se tuviesen esperanzas de que el guardia civil pudiera recuperarse de las mismas. El corazón de Fernando dejaba de latir a las 10:43 horas del miércoles 5 de diciembre.

    La familia de Fernando Trapero se quejó, al día siguiente del atentado y mientras el agente se debatía entre la vida y la muerte, de que los dos guardias civiles fuesen desarmados. El ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, señaló en la Cadena SER ese mismo día 2 de diciembre, que los agentes "iban como siempre". Según publicó el diario El Mundo, en su edición del 3 de diciembre,

    Los acuerdos entre España y Francia sobre el trabajo de los policías y guardias civiles en suelo vecino permiten que los agentes lleven armas siempre que lo hayan solicitado previamente a las autoridades galas y que trabajen junto a funcionarios franceses. Según las fuentes consultadas, las autoridades francesas no suelen poner excesivos inconvenientes cuando se presentan este tipo de solicitudes desde España (...) Las fuentes consultadas por este periódico subrayan que los dos trabajaban en un operativo más amplio en el que también intervenían agentes franceses y que, en este contexto, podían haber llevado su pistola reglamentaria sin mayor inconveniente (...) Francia y España aprobaron en 2003 sendas leyes regulando el funcionamiento de los denominados equipos conjuntos de investigación. Se trataba de crear equipos de agentes y de funcionarios judiciales de ambos países denominados "funcionarios destinados" para que actuaran "de manera coordinada, con un fin determinado y por un periodo limitado". La cooperación bilateral ha evolucionado de tal modo que en estos momentos hay dos tipos de trabajo de los agentes españoles en Francia: el correspondiente a los equipos conjuntos de investigación -judicializados-, y el meramente policial destinado a desarrollar operaciones sin la intervención de fiscales o jueces. La operación antiterrorista en la que trabajaban Raúl Centeno y Fernando Trapero era de estas últimas. Podían ir armados si así se consideraba pertinente y los requisitos, según las normas francesas, eran pedir permiso o ir acompañado por colegas del país vecino.

    En señal de duelo por el fallecimiento de Fernando Trapero, el Congreso modificó los actos festivos previstos para conmemorar el 6 de diciembre el Día de la Constitución. Los presidentes de la Cámara Baja, Manuel Marín, y del Senado, Javier Rojo, recibieron a los invitados y la conmemoración se limitó al discurso de la máxima autoridad del Congreso. No se sirvió el cóctel que tradicionalmente sigue a la alocución y la ceremonia de la izada de bandera en la plaza de Colón que se celebra todos los días 6 de diciembre, fue un homenaje a la Guardia Civil en recuerdo a los dos agentes asesinados.

    El funeral de Estado por el alma de Fernando Trapero se celebró el viernes 7 de diciembre de 2007 en la Academia de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada de la localidad madrileña de Valdemoro, donde se había instalado también la capilla ardiente. Sus restos mortales habían llegado a las tres de la tarde del mismo día de su fallecimiento a la base aérea de Getafe procedentes de Burdeos. Cientos de compañeros de Fernando se congregaron en la Academia Duque de Ahumada para asistir a las honras fúnebres presididas por los Reyes y los Príncipes de Asturias, como ya hicieron en el funeral por Raúl Centeno. Desde minutos antes de que comenzara el funeral, centenares de agentes inundaron el patio del colegio, decorado con decenas de banderas españolas, para dar la despedida a su compañero de la 87ª promoción.

    Antes de que el féretro con los restos mortales de Fernando Trapero fuera conducido frente al altar de campaña, los 125 alumnos de la 2ª compañía de Guardias Jóvenes le rindieron honores, junto a más de medio millar de agentes uniformados en representación de las diferentes unidades del Cuerpo.

    Las principales autoridades del Estado también se desplazaron a Valdemoro para presentar sus respetos al guardia asesinado. José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, estuvo acompañado por la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, y los ministros Alfredo Pérez Rubalcaba, José Antonio Alonso y Elena Salgado. El secretario de Estado para la Seguridad, Antonio Camacho, y el director de la Policía y la Guardia Civil, Joan Mesquida, encabezaron la nutrida representación de las fuerzas de seguridad del Estado, a las que se unieron mandos de los tres ejércitos, la Ertzaintza, Mossos d'Esquadra, Renseignements Généraux galos y la Policía Judicial y Gendarmería Francesa. Asimismo asistieron los presidentes de las dos cámaras legislativas, Manuel Marín y Javier Rojo, la presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas, el presidente del Poder Judicial, Francisco José Hernando, el fiscal general Cándido Conde-Pumpido, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y el embajador francés en Madrid, Bruno Delaye. El PP estuvo representado por Mariano Rajoy, Eduardo Zaplana e Ignacio Astarloa, que estuvieron acompañados por los socialistas José Blanco y Diego López Garrido, así como por el líder de IU, Gaspar Llamazares.

    A las doce en punto, el rey Juan Carlos, con uniforme de capitán general, y el príncipe Felipe, de comandante del Ejército de Tierra, acompañados de la Reina y la Princesa de Asturias, se dirigieron a dar el pésame a los padres del guardia civil asesinado, Fernando Trapero y Estrella Blázquez, a su novia, Miriam, y a su hermana. Justo detrás de la familia del agente se situaron los padres de Raúl Centeno, que también fueron saludados por los monarcas. La Marcha Fúnebre de Chopin acompañó la entrada del féretro cubierto con la bandera española y sobre el que descansaba un tricornio. En medio de una persistente neblina, el ataúd fue portado a hombros por ocho compañeros del Grupo de Apoyo Operativo (GAO), unidad a la que pertenecía Fernando Trapero. Las caras desencajadas de los compañeros que portaban el cadáver conmovieron a los familiares, que igual que los guardias civiles no pudieron contener el llanto.

    Tras la celebración religiosa oficiada por el vicario general castrense, Ángel Cordero, el Rey depositó sobre el féretro la cruz de oro al mérito de la Guardia Civil y la medalla de oro al mérito policial, las dos máximas condecoraciones de las fuerzas de seguridad del Estado. La familia de Trapero rompió a llorar mientras sonaba el Himno del Instituto Armado. La emoción se hizo más intensa cuando los guardias de gala rindieron el homenaje a los caídos mientras sonaba La muerte no es el final y una salva de honor atronaba en el patio. Poco después, se hizo entrega de la bandera, el tricornio y las condecoraciones a la familia. La madre, entre sollozos, se abrazó a la enseña y al sombrero de charol. El Adiós Polilla, la canción de despedida de los alumnos ('polillas') del colegio, fue también el adiós al féretro de Trapero. Cientos de voces entonaron el himno, mientras sus compañeros del GAO, que portaban el ataúd, trataban de cantar entre las lágrimas.

    Dos horas después de que finalizase el funeral la comitiva fúnebre llegó a la localidad de El Tiemblo (Ávila) localidad natal de los padres de Fernando Trapero. Aunque Fernando era natural de Madrid, sentía un apego especial hacia el pueblo de El Tiemblo y allí acudía cada vez que tenía un día libre. Por ello, nada más conocerse su fallecimiento, el Ayuntamiento decretó tres días de luto oficial y su alcalde volvió a leer el manifiesto que habían aprobado, un día antes, cuando se decidió conceder a Fernando la Medalla de Oro de la villa y dar su nombre a una calle.

    Un piquete de honor de guardias jóvenes y cientos de personas se agolpaban a las puertas de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, donde a las 16:00 horas se celebró otro funeral, al que asistió, entre otras personalidades, el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera. Pese a que la familia quería que esta ceremonia religiosa fuera íntima, miles de personas se congregaron para despedir entre vivas a la Guardia Civil al agente asesinado. A la salida de la Iglesia, minutos antes de que Fernando Trapero fuera enterrado en la intimidad, cientos de voces entonaron, una vez más, el Adiós Polilla. Una cerrada ovación fue el último homenaje espontáneo que los vecinos de El Tiemblo rindieron al guardia civil.

    El capitán que mandaba la formación en el funeral del guardia civil Fernando Trapero Blázquez, en el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro escribió esta sentida crónica:

    Fue un día muy gris y muy triste. Frío, como corresponde al otoño tardío de estepa castellana que es Valdemoro. Después de haber velado su cadáver la tarde y noche anterior en la capilla ardiente, que fue instalada en el Salón de Actos, llegó la hora del funeral. Los turnos de escolta del féretro fueron establecidos desde que llegó. Siempre, cada 15 minutos: un componente del Gao, un Policía Nacional, otro de la Jefatura de Información y un Polilla de mi Compañía. Fueron unas horas llenas de pena, de inmensa pena, donde nadie era capaz de encontrar consuelo. Una de las innumerables coronas que acompañaban al féretro era de mi Compañía. Los Polillas habían hecho entre ellos, sin que nadie les dijese nada, una colecta y habían recaudado 139 euros que se habían gastado en una sencilla corona que significaba su homenaje a quien entregó lo más valioso que poseía, su propia vida, por España, tal y como había jurado en nuestro Patio apenas tres años antes (...) Cuando empezamos a cantar el Himno del Cuerpo ya no puedo más y me derrumbo. No físicamente, que los viejos Polillas estamos hechos de una madera creo que especial. No, me derrumbo emocionalmente. Y las lágrimas me afloran por los ojos, me resbalan por las mejillas. Estoy al límite, esto es demasiado. Y llega el momento más difícil, yo me lo temía e incluso lo había pronosticado. Cuando los Polillas cogen el féretro, me vuelvo y le ordeno al Cornetín: "Toca presenten y entrada al Himno Nacional" y me contesta una voz de 20 años, humilde y sana... que apenas puede contener un profundo sollozo que le sale del alma: "Si puedo mi Capitán, si puedo..." Y le contesto, todo ello en voz muy tenue porque estamos en formación: "Tienes que poder Polilla, él se lo merece". Suena el Cornetín como si lo tocase el mismo Arcángel San Gabriel. Suena la Marcha Real y entonces, un escalofrío, que nada tenía que ver con la gélida temperatura ambiental, nos sacude a todos cuantos llenamos el Patio. El Comandante Director Músico se pone enfrente de la formación para dirigir la Banda que comienza con los acordes del ‘Adiós Polilla’ (...) Ya nadie disimulaba, ni falta que hacía. ‘Adiós Polilla, ya del Colegio te vas...’ Impresionante (...) Nunca una canción que nació con vocación de marcha tuvo mayor significado emocional en una despedida, un adiós como éste para el que no fue compuesta. (...) Adiós Fernando, descansa en paz y que los que han cometido este crimen tan horrendo y el de tu compañero Raúl no tengan nunca ni el descanso ni el perdón. Ni ellos ni quienes les alientan, les ayudan, les ‘comprenden’, o los justifican y están dispuestos a pactar con ellos otra cosa distinta que no sea cuándo y dónde entregan las armas para someterse al imperio de la Ley. Dios mío danos consuelo, que ya no podemos más. Que es una prueba demasiado grande, que ya son 207 muertos los que nos han hecho estos canallas en casi 40 años... que esto es una prueba demasiado grande (...) Inmediatamente, una de las tres Secciones de la Compañía se embarca en el microbús rumbo a El Tiemblo para asistir al sepelio de Fernando. Allí, en el cementerio, hermanados todos los Polillas de cualquier edad y condición, por expreso deseo del padre, vuelven a cantar más con el corazón que con la voz, que la mayoría ya tenían rota. ‘Adiós Polilla...’ Y cuentan los que asistieron, que allí estaba el pueblo entero y que nadie tenía consuelo. Que Dios te bendiga Fernando, Polilla, discípulo, amigo... Y a nosotros que nos dé fuerzas para seguir en esta lucha en la que tantas veces nos sentimos tan solos. Que tu memoria, la de tu compañero, nuestro compañero Raúl Centeno y la de los demás Guardias Civiles que han sido víctimas de tanta maldad a lo largo de tantos años, pervivan entre nosotros por siempre. Creo que desde que enterré a mi padre, allá en 1970, cuando apenas me faltaban tres meses para salir del Colegio, nunca había vivido una mañana tan triste y tan desconsoladora.
    Fernando Trapero Blázquez había nacido el 19 de septiembre de 1984 en Madrid y se alistó en el Cuerpo, al igual que su compañero Raúl Centeno, en el año 2004. En el momento de su asesinato estaba destinado en la Unidad Central Especial (UCE-1), subgrupo responsable de la lucha contra ETA dentro de la estructura del GAO. Su padre, Fernando Trapero, fue brigada de la Guardia Civil. Fernando estaba soltero, aunque tenía novia. La familia donó sus órganos y al día siguiente de su muerte dos niños franceses se habían beneficiado de esta decisión.

    Hombres como Raúl Centeno y Fernando Trapero, cuyos nombres salen a la luz cuando ocurren desgracias, realizan todos los días un trabajo discreto y silencioso, pero imprescindible para garantizar nuestra seguridad. A gentes como Raúl y Fernando tenemos que estar agradecidos, al igual que a los responsables políticos franceses que permiten que los policías y guardias civiles españoles trabajen en su territorio (Florencio Domínguez, El Correo, 2/12/2007).
    :rura:-)

  7. #167
    A la una y cuarto de la madrugada del viernes 6 de diciembre de 1985 la banda terrorista ETA asesinaba en Mondragón (Guipúzcoa) al guardia civil MARIO MANUEL LEAL BAQUERO. El agente se encontraba en el interior de su vehículo, vestido de paisano, en el aparcamiento de la vieja estación de ferrocarril de Mondragón, cuando tres miembros del grupo Txantxagorri de ETA lo vieron y decidieron, sobre la marcha, asesinarlo. Los pistoleros, que iban encapuchados, acribillaron a Mario a muy corta distancia con armas automáticas, según agentes de la Ertzaintza, cuyo puesto local estaba a escasos doscientos metros del lugar del atentado. El guardia civil recibió media docena de impactos de bala y falleció en el acto. En el lugar de los hechos se recogieron siete casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marca FN del año 1979.

    Los dos pistoleros de la banda huyeron en dirección a Vitoria en un Renault 5 de color verde en el que les esperaba un tercer terrorista. Nada más conocerse la noticia, efectivos de la Guardia Civil montaron controles en los alrededores de Mondragón.

    A las dos de la madrugada el cuerpo del guardia civil continuaba todavía en el interior del vehículo en el que fue ametrallado, a la espera de que el juez procediera al levantamiento del cadáver. A primera hora de la mañana del 6 de diciembre quedó instalada la capilla ardiente en el cuartel de la Guardia Civil de Arechavaleta. A las cinco de la tarde el féretro con los restos mortales de Mario cubierto con la bandera de España fue llevado a la Iglesia de la Asunción de la localidad guipuzcoana, donde se celebró el funeral. Al mismo asistieron el director general de la Guardia Civil, general Sáenz de Santamaría, y el delegado del Gobierno, Ramón Jáuregui, además de otras autoridades civiles y militares, mandos de la Policía y representantes de partidos políticos.

    La indiferencia y el desprecio con el que los vecinos de Arechavaleta presenciaron las honras fúnebres por el guardia civil asesinado escasas horas antes fueron descritos por Ramón Jáuregui en su libro El país que yo quiero. Memoria y ambición de Euskadi (Planeta, 1994):

    Entramos en la iglesia y estamos solos. Delante, los guardias compañeros, las autoridades, el alcalde y la familia; los bancos, detrás, virtualmente vacíos. Al salir y ver el cuadro se me pasó por la cabeza una escena de la película La muerte de Mikel. Todo el pueblo de Aretxabaleta asistía al espectáculo desde la plaza, impasibles, como si con ellos no fuera la cosa; incapaces de sentir sencillamente pena por el dolor que desfilaba delante, que expresaban los familiares (...). Arriba, en un balcón sobre la plaza, algunas risas, en chirigota hacia el ceremonial, mientras la procesión se ponía en marcha (citado por Alonso, R., Florencio Domínguez, F., y García Rey, M. Vidas Rotas, Espasa 2010, pág. 549).

    Frente a ese desprecio e indiferencia de los vecinos de Arechavaleta durante las honras fúnebres, los restos mortales de Mario Leal recibieron sepultura en el cementerio municipal de Avilés, en un entierro que fue íntimo y familiar y al que, por deseo expreso de sus allegados, se prohibió la entrada de cualquier representación oficial de políticos. Ahí, rodeado del cariño de su familia y los suyos, fue enterrado el guardia civil asesinado.

    Los autores del asesinato de Mario Leal fueron los mismos que mantuvieron secuestrado a José Antonio Ortega Lara en Mondragón durante 532 días. Una de las pistolas que se incautó en el zulo donde mantuvieron al funcionario de prisiones fue utilizada en el asesinato del guardia civil. En marzo de 2000 la Audiencia Nacional condenó como autores del asesinato de Leal Baquero a José Miguel Gaztelu Ochandorena, José Luis Erostegui Bidaguren y Jesús María Uribetxeberria Bolinaga a sendas penas de 33 años de cárcel por el asesinato del guardia civil.

    Mario Manuel Leal Baquero tenía 29 años. Era natural de Avilés (Asturias), estaba destinado en el cuartel de Arechavaleta desde dos años antes de ser asesinado, y estaba pendiente de ser trasladado a Asturias. Estaba casado y tenía una niña, Beatriz. En julio de 2008 el Ayuntamiento de Avilés acordó dedicar una calle en memoria del agente asesinado. Su hermano, Rubén Leal, ha participado en actos de la Rebelión Cívica liderada por Francisco José Alcaraz, presidente de Voces contra el Terrorismo, como el que tuvo lugar en Madrid el 5 de febrero de 2011. El PP de Avilés incluyó al padre del agente asesinado, Manuel Leal Pereira, en un puesto testimonial de su candidatura municipal a las elecciones de mayo de 2011, como forma de rendir homenaje a las víctimas del terrorismo.
    :rura:-)

  8. #168
    El día 11 de diciembre de 1987, pasadas las 23:00 horas, la banda terrorista ETA asesinaba en la localidad guipuzcoana de Placencia de las Armas al sargento de Intervención de la Guardia Civil JOSÉ LUIS GÓMEZ SOLÍS acribillándolo a tiros en presencia de su esposa. Horas antes, ETA hería gravemente en Basauri (Vizcaya) al policía de la escala básica Rafael Ribas, de 29 años, mediante una carta-bomba que le provocó amputaciones de varios dedos y heridas por incrustación de metralla en la cara y los ojos.

    Consternados aún por el terrible atentado cometido por ETA en Zaragoza, José Luis Gómez y su esposa decidieron salir a tomar algo con algunos de sus amigos de Placencia que, a lo largo del día, le habían llamado para darle muestras de apoyo y afecto y para condenar el atentado contra la casa cuartel y sus habitantes (La negociación de ETA que sí funcionó, José Ramón Goñi Tirapu, Espasa Calpe 2005, citado en Vidas Rotas). José Luis Gómez y su esposa abandonaron el Bar Gila poco después, sobre la medianoche, y se dirigieron juntos a su coche, un Talbot Solara aparcado en el puente de Gila, sobre el río Deba. Según declararon testigos presenciales, el sargento montó primero y, en el momento en que se disponía a abrir la puerta derecha, tres miembros de ETA arrojaron a la mujer al suelo y dispararon sus armas contra él, que falleció en el acto al ser alcanzado por catorce impactos de bala, varios de ellos en la cabeza. Las Fuerzas de Seguridad recogieron al menos diez casquillos de bala en el lugar de los hechos.

    El día 12 de diciembre tuvo lugar en la parroquia de Elgóibar el funeral por el alma de José Luis Gómez, al que acudieron el ministro del Interior, José Barrionuevo; el director general de la Guardia Civil, Luis Roldán; el delegado del Gobierno en el País Vasco, Julen Elorriaga; el vicepresidente del Gobierno autónomo vasco, Ramón Jáuregui, y el Gobernador Civil de Guipúzcoa, José Ramón Goñi Tirapu.

    En 1990 la Audiencia Nacional condenó a Pedro José Echevarría Lete, Fermín Javier Urdiain Ciriza, alias Txiki y Xabin, Jesús María Ciganda Sarretea, alias Eneko, y Juan Carlos Balerdi Iturralde a penas de 29 años de reclusión mayor por el asesinato del sargento Gómez Solís. Pedro José Echevarría Lete, que acumulaba condenas de 220 años, fue el último de los 21 presos de ETA acercados a cárceles de la península desde prisiones de Canarias, Baleares, Ceuta y Melilla, durante la tregua trampa decretada por ETA en 1998. En 2005 la Audiencia Nacional rechazó aplicar redenciones extraordinarias a Echevarría Lete por los estudios cursados en la Universidad del País Vasco (UPV), tras encontrar irregularidades en los mismos.

    José Luis Gómez Solís, de 44 años y natural de Aldea del Obispo (Cáceres), estaba destinado como sargento interventor de armas en el cuartel de la Guardia Civil en Elgóibar y vivía en Guipúzcoa desde cuatro años antes de su asesinato. Estaba casado y tenía cuatro hijos de edades comprendidas entre los 16 y los 4 años, de los que dos han seguido los pasos de su padre, ingresando en la Guardia Civil. El Ayuntamiento de Aldea del Obispo decidió dedicar una calle con el nombre de José Luis, en honor al sargento asesinado, mientras que un ejemplar del diario Hoy, luce en las vitrinas del consistorio recordando el día en que se le rindió el homenaje. En marzo de 2005, según Real Decreto 319/2005, José Luis Gómez Solís era ascendido con carácter honorífico y a título póstumo al puesto de Sargento Primero.
    :rura:-)

  9. #169
    Pocos minutos después de las 6:00 horas del día 11 de diciembre de 1987, ETA hacía estallar un coche-bomba en las proximidades de la puerta principal de la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, segando la vida de once personas, entre las que se encontraban cinco niños y un adolescente y de los que ocho eran civiles y tres miembros del Instituto Armado. Los asesinados en el brutal atentado, que pertenecían a cuatro familias distintas, fueron el joven PEDRO ÁNGEL ALCARAZ MARTOS y sus sobrinas ESTHER BARRERA ALCARAZ y MIRIAM BARRERA ALCARAZ; el cabo primero de la Guardia Civil JOSÉ IGNACIO BALLARÍN CAZAÑA y su hija SILVIA BALLARÍN GAY; el matrimonio formado por el guardia civil EMILIO CAPILLA TOCADO y MARÍA DOLORES FRANCO MUÑOZ, y la hija de ambos, ROCÍO CAPILLA FRANCO; y el matrimonio formado por el sargento de la Guardia Civil JOSÉ JULIÁN PINO ARRIERO y MARÍA DEL CARMEN FERNÁNDEZ MUÑOZ, y la hija de ambos SILVIA PINO FERNÁNDEZ. Los heridos, que ascendían a ochenta y ocho, presentaban lesiones de diversa consideración, y un gran número de ellos no logró recuperarse hasta varios meses después. Dos mujeres, embarazadas en el momento del atentado, perdieron a sus hijos a consecuencia de la explosión.

    A la hora en la que se cometió el atentado tenía lugar habitualmente el cambio de guardia de los agentes que custodiaban la entrada a la casa cuartel de Zaragoza, situada en el popular barrio del Arrabal. Un Renault 18 de color gris se dirigió hacia la puerta lateral del cuartel de la Benemérita desde la avenida de Cataluña. La sustracción del vehículo, cometida días atrás, había sido denunciada en el puesto de la Guardia Civil de Tolosa. Al llegar al cuartel, el coche se detuvo. El sargento José Julián Pino Arriero, que custodiaba la entrada y que estaba sustituyendo a un compañero enfermo, se dirigió hacia el vehículo con intención de señalar al conductor que no estaba permitido estacionar en aquel lugar. En ese momento, el conductor del Renault arrancó de nuevo en dirección al fondo de la calle, donde le estaban esperando varios compañeros en un segundo coche, un Peugeot 205 blanco. El conductor del Renault 18 abandonó el mismo y subió al otro vehículo, que se alejó a gran velocidad. Pocos segundos después tenía lugar la terrible explosión del coche abandonado, cargado como estaba con una bomba compuesta por 250 kilos de amonal. La onda expansiva derribó los muros laterales del cuartel, dejando un agujero de más de diez metros de largo, lo que provocó el derrumbamiento de las cuatro plantas del edificio. El sargento que estaba de guardia recibió de lleno el impacto de la explosión, que le destrozó ambas piernas, prácticamente amputándoselas en el acto. Desde el primer momento se sucedieron escenas de gran angustia entre los guardias y las familias de éstos que vivían en la casa cuartel y que luchaban por salir de los escombros, mientras los vecinos de los alrededores, despertados por el estruendo, veían con incredulidad el estado en que había quedado el edificio y las empresas y casas próximas. Muchos de los edificios cercanos tuvieron que ser demolidos debido a los daños estructurales causados por la explosión.

    Las familias más perjudicadas fueron, sin duda, las de las plantas inferiores, cuyos miembros quedaron sepultados bajo las ruinas y los escombros. Numerosos efectivos del cuerpo de bomberos, Cruz Roja y fuerzas de seguridad no tardaron en presentarse en la escena. Familias enteras habían desaparecido bajo las toneladas de vigas, polvo y restos de todo tipo. Las labores de rescate eran lentas y dificultosas debido a la falta de luz y al riesgo de que se produjeran nuevos derrumbamientos que pudieran acabar con la vida de algunos de los supervivientes todavía sepultados. Se formó una cadena humana de más de cien personas que fue peinando la gran montaña de escombros de más de tres metros de alto en la que se había convertido el edificio. Los guardias civiles heridos que eran dados de alta en los centros hospitalarios regresaban a la casa cuartel para ayudar en las labores de rescate.

    De entre los más de setenta heridos, muchos lo fueron de gravedad. En Vidas Rotas (Alonso, R., Florencio Domínguez, F. y García Rey, M., Espasa, 2010) se enumera una relación de afectados por la explosión, detallando los días que tardaron en recuperarse de sus lesiones. Los más graves tardaron varios años en recuperarse y, al igual que había sucedido entre los fallecidos, muchos de los heridos eran niños.

    Varios años después de la matanza, el terrorista francés Henri Parot diría acerca de la bomba utilizada en Zaragoza que "para montar la carga utilizamos tres botellas de acero del tipo de las usadas para nitrógeno, que estaban seccionadas [...] La orientación de los tubos con la boca abierta hacia el objetivo junto con el cordón detonante y los reforzadores en sus bases provocó que la explosión fuera dirigida como si se tratara de auténticos cañones."

    Poco antes del atentado había sido detenido en Cuenca el etarra Javier Lertxundi. Según publicó El País el 13 de diciembre de 1987, Lertxundi había declarado ante la Policía el día 20 de noviembre de ese mismo año que ETA planeaba un atentado selectivo contra varios oficiales y agentes de la casa cuartel de Zaragoza. En el libro Vidas rotas, anteriormente citado, los autores se hacen eco de crónicas periodísticas según las cuales en la tarde del día anterior al atentado, el 10 de diciembre, habría llegado un télex urgente a la Jefatura de Policía de Zaragoza, enviado desde la Brigada Central de Información del Cuerpo Nacional de Policía, en el que se advertía de una acción terrorista inminente que ETA iba a perpetrar en la capital aragonesa. Según se recoge en Vidas rotas, los datos del télex no habrían llegado a tiempo a todos los cuerpos de seguridad que operaban en dicha ciudad.

    El 12 de diciembre, día siguiente al atentado, se celebró en la Basílica del Pilar de Zaragoza un multitudinario funeral por el alma de los once asesinados. A las 10:30 horas, familiares de los fallecidos, guardias civiles y policías uniformados portaron los féretros, cubiertos cada uno de ellos con la bandera nacional. Los correspondientes a las hermanas gemelas Esther y Míriam Barrera Alcaraz, de tan sólo tres años, eran de color blanco.

    Durante el acto se vivieron momentos de especial tensión cuando algunos fotógrafos y cámaras de televisión intentaron tomar imágenes del interior de la basílica. Algunos familiares de las víctimas trataron de impedírselo y llegaron a amenazar en voz alta con levantarse y marcharse si aparecía algún periodista. A la salida de la basílica, mientras sonaba la marcha fúnebre, numerosas personas reclamaron a gritos la pena de muerte para los terroristas, pero fueron acallados por las notas del himno de la Benemérita. Los políticos que habían acudido al acto tuvieron que escuchar insultos, como "buitres" o "tragones" y recriminaciones por parte de algunas de las personas presentes, como por ejemplo "sólo venís a los funerales" o "vosotros sois los asesinos".

    Pedro Ángel Alcaraz Martos, natural de Torredonjimeno (Jaén), tenía 17 años cuando fue asesinado. Pedro Ángel vivía en la casa cuartel junto con su hermana Rosa María y el esposo de ésta, Juan José Barrera Anguita, así como con las dos hijas del matrimonio, las gemelas Esther y Miriam. La explosión de la casa cuartel destrozó la familia por completo. Pedro Ángel y sus dos sobrinas, de tres años de edad, fallecieron en el atentado mientras los padres de las niñas, Rosa María y Juan José, resultaron heridos de gravedad. Los tres fueron enterrados en Torredonjimeno (Jaén).

    Las dos sobrinas de Pedro Ángel, Esther y Miriam Barrera Alcaraz, de tan sólo 3 años de edad, habían nacido en Zaragoza. Esther y Miriam eran gemelas. Su padre, Juan José Barrera Anguita, llevaba cinco años destinado en un equipo de desactivación de explosivos de la Guardia Civil en Zaragoza. Los padres de las niñas tardaron cuatro y cinco meses en recuperarse, respectivamente. Juan José Barrera, que sigue en activo en la Guardia Civil, no había hablado prácticamente con ningún medio de comunicación desde que mataron a sus hijas, pero no pudo guardar silencio por más tiempo cuando, en noviembre de 2010, el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, afirmaba: "hice la hoja de ruta con Josu Ternera. Me entendía bien porque sabía exactamente cómo era. Comimos bastantes veces juntos, eso da pie a hablar de muchas cosas [...] somos de la misma edad más o menos, tiene hijos, enseguida conectas con ciertas reflexiones". Las palabras de Eguiguren, el tono de colegueo con el que se refería al sanguinario líder de ETA prófugo de la justicia, produjeron "vergüenza, bochorno y rabia" en Juan José. Su esposa, Rosa María, hizo un llamamiento público al presidente Rodríguez Zapatero para que destituyera a Eguiguren, mientras que Juan José, tal y como recogió el diario La Gaceta, manifestó entre sollozos:

    Viendo la entrevista, daba la sensación de que Eguiguren y Ternera son buenos amigos [...] Esto es bochornoso, nunca he confiado en el Gobierno de Zapatero y ahora menos que nunca [...] Lo único que faltó en la entrevista es que preguntasen a Eguiguren si iría a comer con Ternera si le hubiera matado a dos hijos... No habría ido y de ir, ¿qué hubiera llevado en el bolsillo? [...] Hablan de nuestro dolor, pero sólo queremos justicia, porque en un Estado de derecho civilizado a Eguiguren, al que yo considero colaborador de ETA, le hubieran detenido [...] ¿Se imagina usted que el presidente Obama se reuniera con Bin Laden? ¿Por qué las autoridades no se sientan a negociar con los maltratadores o con los que provocan muertes en accidentes de tráfico?.

    El hermano de Pedro Ángel y de Rosa María, Francisco José Alcaraz Martos, tío de Miriam y Esther, fue presidente de la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT) durante cuatro años, entre 2004 y 2008. Francisco José Alcaraz, desde la AVT, se opuso frontalmente al proceso de negociación con ETA, convirtiéndose en uno de los máximos defensores de la justicia que demandan las víctimas, de su memoria y de su dignidad, labor que continúa realizando desde la asociación Voces Contra el Terrorismo (VCT).

    José Ignacio Ballarín Cazaña tenía treinta y un años en el momento de su fallecimiento. Natural de Zaragoza, José Ignacio era cabo primero de la Guardia Civil y hacía tan sólo dos meses que había llegado al acuartelamiento. José Ignacio Ballarín estaba casado con Teresa Esther Gay Escribano, con la que tenía una hija, Silvia Ballarín Gay. Teresa Esther Gay tardó tres meses en recuperarse de sus lesiones físicas. No pudo asistir, por tanto, al entierro de ambos, que tuvo lugar en el cementerio de Pinseque (Zaragoza), de donde era natural Teresa. Dieciocho años después de ser asesinado, en marzo de 2005, José Ignacio Ballarín era ascendido con carácter honorífico y a título póstumo al puesto de cabo mayor.

    Silvia Ballarín Gay, la hija de José Ignacio Ballarín Cazaña y Teresa Esther Gay Escribano, tenía solamente seis años cuando fue asesinada junto a su padre. La tía de Silvia y hermana de su difunto padre, María Pilar Ballarín, envió una carta dirigida al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en octubre de 2006 en la que decía: "Mi hermano era muy especial. Y no sólo fue eso, sino que también hizo de padre para mí, puesto que al nuestro Dios se lo llevó demasiado joven y solo lo recordamos por las fotografías. Además, era mi amigo y mi confesor. Mi sobrina era única, la mejor. Ellos tenían treinta y uno y seis años, respectivamente, y junto con mi madre y mi hermana política eran toda mi familia. Como ve, no le puedo pedir que se ponga en mi lugar: ¡Yo perdí a media familia! Mi cuñada perdió a su marido y a su única hija, o sea, todo. Y mi madre, a su hijo y su nieta. Llevamos casi diecinueve años echándole sal a nuestras heridas, con el cáncer que produce escuchar lo que nos cuentan los medios de comunicación y los políticos, todos los días y a todas horas: que si han excarcelado a etarras, solicitud de rebaja de penas, tratos de favor, aguantar insultos, amenazas y un largo etcétera".

    Emilio Capilla Tocado, de 39 años y natural de Valsequillo (Córdoba) fue otro de los tres miembros de la Guardia Civil asesinados en el atentado contra la casa cuartel. Como agente de la Benemérita, Emilio había trabajado en el País Vasco y en Madrid. En el momento de su muerte estaba destinado en el aeropuerto de Zaragoza. Estaba casado con María Dolores Franco Muñoz. El matrimonio tenía dos hijos: Rocío y Emilio José. De los cuatro miembros de la familia, sólo el muchacho logró sobrevivir, sufriendo, además, graves lesiones. Por Real Decreto 319/2005 de 18 de marzo, Emilio Capilla era ascendido con carácter honorífico y a título póstumo al puesto de Cabo.

    María Dolores Franco Muñoz tenía 36 años en el momento que la banda terrorista ETA la asesinó a ella, junto a su hija Rocío y a su marido Emilio. María Dolores había nacido en Sevilla y era ama de casa. El hijo pequeño de María Dolores Franco y Emilio Capilla, Emilio José Capilla Franco, tenía tan sólo 9 años cuando murieron sus padres y su hermana mayor, Rocío. Según se recoge en Vidas rotas (Alonso, R., Florencio Domínguez, F. y García Rey, M., Espasa, 2010), a pesar de haber perdido a toda su familia y de arrastrar desde entonces una minusvalía del 50%, Emilio José no fue reconocido como víctima ni en la primera sentencia ni tampoco en la de 2003.

    Rocío Capilla Franco, de 14 años, era la hija mayor del agente de la Guardia Civil Emilio Capilla y de la esposa de éste, María Dolores Franco. Rocío jugaba en el equipo de balonmano del colegio y, según relataron sus compañeros, era muy buena estudiante. El 11 de diciembre de 2008, en el vigésimo primer aniversario de la muerte de sus padres y hermana, Emilio José asistió al homenaje que el pueblo de Valsequillo, donde fueron enterrados los tres miembros de la familia, quiso rendir a sus tres vecinos asesinados.

    José Julián Pino Arriero tenía 39 años y era sargento de la Guardia Civil cuando fue asesinado por ETA. Llevaba diez años destinado en Zaragoza y tenía ya solicitado su traslado a Madrid. José Julián estaba casado con María del Carmen Fernández Muñoz y junto a ella era padre de tres niños: Silvia, de 7 años; Víctor, de 11 y José María, de 13 años de edad. En 2005, por Real Decreto 319/2005, José Julián Pino era ascendido, con carácter honorífico y a título póstumo, al puesto de sargento primero.

    María del Carmen Fernández Muñoz, ama de casa de 38 años y natural de Talavera de la Reina (Toledo), estaba casada con José Julián Pino y era madre de Silvia, Víctor y José María Pino Fernández. Tanto ella como su hija y esposo fallecieron en el atentado, por lo que sus dos hijos, Víctor y José María, fueron a vivir con su abuela, que se hizo cargo de los dos niños hasta su fallecimiento, poco tiempo después. Los dos muchachos, habiendo perdido a toda su familia al completo, crecieron en el Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil y siguieron los pasos de su difunto padre hasta convertirse también ellos en miembros del Instituto Armado.

    Silvia Pino Fernández, hija de José Julián Pino Arriero y María del Carmen Fernández Muñoz, tenía sólo 7 años cuando fue asesinada. Silvia había nacido y se había criado en Zaragoza junto con sus padres y hermanos. En diciembre de 2010 la ciudad de Talavera de la Reina (Toledo), donde los tres miembros de la familia fueron enterrados, rindió homenaje a los vecinos de la localidad asesinados en atentados terroristas de la banda ETA, inaugurándose un monumento donado por el médico José Blas. José María Pino Fernández, el mayor de los dos hermanos que sobrevivieron, estuvo presente en el acto y fue uno de los encargados de realizar una ofrenda floral a los pies del monumento.

    El mismo día 11 de diciembre de 1987, pasadas las 23:00 horas, mientras las imágenes de la casa cuartel de Zaragoza ocupaban los informativos, la banda terrorista ETA asesinaba en la localidad guipuzcoana de Placencia de las Armas al sargento de Intervención de la Guardia Civil JOSÉ LUIS GÓMEZ SOLÍS acribillándolo a tiros en presencia de su esposa. Horas antes, ETA hería gravemente en Basauri (Vizcaya) al policía de la escala básica Rafael Ribas, de 29 años, mediante una carta-bomba que le provocó amputaciones de varios dedos y heridas por incrustación de metralla en la cara y los ojos.

    Consternados aún por el terrible atentado cometido por ETA en Zaragoza, José Luis Gómez y su esposa decidieron salir a tomar algo con algunos de sus amigos de Placencia que, a lo largo del día, le habían llamado para darle muestras de apoyo y afecto y para condenar el atentado contra la casa cuartel y sus habitantes (La negociación de ETA que sí funcionó, José Ramón Goñi Tirapu, Espasa Calpe 2005, citado en Vidas Rotas). José Luis Gómez y su esposa abandonaron el Bar Gila poco después, sobre la medianoche, y se dirigieron juntos a su coche, un Talbot Solara aparcado en el puente de Gila, sobre el río Deba. Según declararon testigos presenciales, el sargento montó primero y, en el momento en que se disponía a abrir la puerta derecha, tres miembros de ETA arrojaron a la mujer al suelo y dispararon sus armas contra él, que falleció en el acto al ser alcanzado por catorce impactos de bala, varios de ellos en la cabeza. Las Fuerzas de Seguridad recogieron al menos diez casquillos de bala en el lugar de los hechos.

    El día 12 de diciembre tuvo lugar en la parroquia de Elgóibar el funeral por el alma de José Luis Gómez, al que acudieron el ministro del Interior, José Barrionuevo; el director general de la Guardia Civil, Luis Roldán; el delegado del Gobierno en el País Vasco, Julen Elorriaga; el vicepresidente del Gobierno autónomo vasco, Ramón Jáuregui, y el Gobernador Civil de Guipúzcoa, José Ramón Goñi Tirapu.

    En 1990 la Audiencia Nacional condenó a Pedro José Echevarría Lete, Fermín Javier Urdiain Ciriza, alias Txiki y Xabin, Jesús María Ciganda Sarretea, alias Eneko, y Juan Carlos Balerdi Iturralde a penas de 29 años de reclusión mayor por el asesinato del sargento Gómez Solís. Pedro José Echevarría Lete, que acumulaba condenas de 220 años, fue el último de los 21 presos de ETA acercados a cárceles de la península desde prisiones de Canarias, Baleares, Ceuta y Melilla, durante la tregua trampa decretada por ETA en 1998. En 2005 la Audiencia Nacional rechazó aplicar redenciones extraordinarias a Echevarría Lete por los estudios cursados en la Universidad del País Vasco (UPV), tras encontrar irregularidades en los mismos.

    José Luis Gómez Solís, de 44 años y natural de Aldea del Obispo (Cáceres), estaba destinado como sargento interventor de armas en el cuartel de la Guardia Civil en Elgóibar y vivía en Guipúzcoa desde cuatro años antes de su asesinato. Estaba casado y tenía cuatro hijos de edades comprendidas entre los 16 y los 4 años, de los que dos han seguido los pasos de su padre, ingresando en la Guardia Civil. El Ayuntamiento de Aldea del Obispo decidió dedicar una calle con el nombre de José Luis, en honor al sargento asesinado, mientras que un ejemplar del diario Hoy, luce en las vitrinas del consistorio recordando el día en que se le rindió el homenaje. En marzo de 2005, según Real Decreto 319/2005, José Luis Gómez Solís era ascendido con carácter honorífico y a título póstumo al puesto de Sargento Primero.
    :rura:-)

  10. #170
    A las 22:25 horas del 12 de diciembre de 1982, la banda terrorista ETA asesinaba en la localidad guipuzcoana de Tolosa al guardia civil JUAN RAMÓN JOYA LAGO y hería gravemente a su compañero Francisco Vázquez Bolaños. Ambos circulaban por el paseo de Velate de la localidad vestidos de paisano a bordo de un vehículo propiedad de Francisco cuando, al parar en un semáforo en rojo próximo a la plaza de Gorriti, fueron ametrallados por miembros de la banda que ocupaban otro vehículo. El automóvil recibió el impacto de dos docenas de balas, sobre todo en la zona delantera y el lateral derecho. Pese a que en el momento en que se produjo el atentado había mucha gente por la calle y, en consecuencia, numerosos testigos presenciales, ninguno quiso dar su testimonio a la Policía. Nada más ametrallar a los dos guardias civiles, los asesinos huyeron en dirección a San Sebastián en un Renault 5 de color blanco.

    El general Rodríguez Galindo contó en sus memorias que los dos guardias civiles estaban celebrando una fiesta de despedida del capitán del cuartel de Tolosa, al que iban a trasladar, y salieron un momento del acuartelamiento a comprar tabaco. También se dijo que, poco antes de ser ametrallados, los dos guardias civiles habían tenido una discusión con un vecino por haber aparcado el vehículo en su vado permanente.

    Tras el ametrallamiento, las víctimas fueron trasladadas a la Clínica de Nuestra Señora de la Asunción de Tolosa en una ambulancia de la asociación de ayuda en carretera Detente y Ayuda (DYA) y otra de la Cruz Roja. Juan Ramón ingresó cadáver –había recibido seis impactos de bala–. Su compañero Francisco Vázquez Bolaños, de 32 años y soltero, tras ser atendido en el servicio de urgencias de la clínica de Tolosa, fue trasladado al Hospital de la Cruz Roja de San Sebastián, donde tras ser intervenido quirúrgicamente quedó ingresado en la Unidad de Vigilancia Intensiva. El parte médico señaló que el herido presentaba un shock hemorrágico muy grave, con perforación gástrica y de la vesícula biliar. Francisco consiguió sobrevivir, pese a la gravedad de las heridas sufridas, pero tuvo que abandonar la Guardia Civil por las secuelas que le quedaron del atentado.

    El día 13 se celebró el funeral de cuerpo presente por el agente asesinado en el Salón del Trono del Gobierno Civil de Guipúzcoa. Concelebrado por tres sacerdotes, presidió el acto el ministro de Interior, José Barrionuevo. Al mismo asistieron, además de su viuda y otros familiares y compañeros, Rafael Vera, director de la Seguridad del Estado; el delegado del Gobierno en el País Vasco en funciones, Jaime Mayor Oreja; el director general de la Guardia Civil, teniente general Aramburu Topete, y representantes de todos los partidos políticos, entre ellos el socialista Txiki Benegas. El ministro Barrionuevo señaló que "este asesinato salvaje" no iba a "modificar los criterios del Gobierno" en la lucha contra ETA.

    Al terminar el funeral, el féretro fue portado por los compañeros de Juan Ramón al patio exterior del Gobierno Civil, donde una compañía de música del Gobierno Militar le rindió honores interpretando el Himno de la Guardia Civil. Entre visibles muestras de dolor de todos los asistentes, Barrionuevo abrazó a la viuda y a otros familiares, que le reclamaron medidas para acabar con la situación que vivían las fuerzas de seguridad en el País Vasco. "Hemos depositado nuestra confianza en su gestión para acabar con esto. No se puede vivir de esta forma", señalaron. Varios mandos de la Guardia Civil contenían a duras penas las lágrimas por la tensión vivida.

    El atentado fue reivindicado por ETA el 16 de diciembre mediante un comunicado enviado a varios medios de comunicación vascos.

    Por el asesinato de Juan Ramón Joya sólo ha sido condenado el chivato de la banda, y policía municipal de Tolosa, Juan Antonio Rezola San Vicente que fue quien sometió a vigilancia al guardia civil Francisco Vázquez e identificó su vehículo. Esos datos fueron transmitidos a ETA militar para cometer el atentado. Por sentencia de la Audiencia Nacional del año 1985, Rezola San Vicente –que fue detenido en noviembre de 1984–, fue condenado a 18 años de reclusión menor por complicidad en el atentado, además de a indemnizar a los herederos de Joya Lago y al guardia civil herido, Francisco Vázquez. El etarra empezó a disfrutar del tercer grado en 1990, cuando sólo había cumplido seis años de cárcel.

    Los autores materiales del atentado no han sido juzgados, pero eran miembros del grupo Ixkulin de ETA al que en 1982 se incorporaron Pedro José Picabea Ugalde, alias Kepa, y José Miguel Bustinza Yurrebaso, alias Iván, fallecido en septiembre de 1997 en un enfrentamiento con la Guardia Civil en Bilbao. Al grupo, que actuaba en Guipúzcoa, pertenecían en la época en que fue asesinado Juan Ramón Joya, además de los dos citados, los etarras José Luis Eciolaza, alias Dienteputo, Antonio Olaizola Achucarro, Antxon e Itxaso, Ignacio Bilbao Beascoechea, Iñaki de Lemona, y Miguel Antonio Goicoechea Elorriaga, Txapela. Este último murió en Burdeos en enero de 1984, un mes después de ser tiroteado por miembros de los GAL en San Juan de Luz.

    Juan Ramón Joya Lago, de 26 años, era natural de Melilla, como su compañero Francisco, localidad a la que fueron trasladados sus restos mortales por avión desde Fuenterrabía a última hora del 13 de diciembre. Juan Ramón residía en el cuartel de Tolosa, estaba casado con María del Carmen Reguero Aguilar, vecina de Tolosa, y tenía dos hijos de corta edad.
    :rura:-)

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