Han pasado ya los años dejando su recuerdo en las ya visibles arruguillas que asoman a la sombra del pelo encanecido.
No siempre estuvieron ahí, ni esos nobles pliegues en la piel, ni esas a veces rebeldes canas, solo son testigos mudos del lento paso del tiempo.
De siempre me ha gustado la milicia., y siendo aun muy joven, quise ir al cuartel de la Guardia Civil de mi pueblo para ver que había que hacer para ingresar bien en el ejército o ya sea en la Guardia Civil, y solo la decisión de mi padre en cuanto a la negación por ser yo muy joven, imberbe de todas, trunco aquel sueño que se hizo realidad a la edad de 22 años.
Cumplidos los requisitos del examen físico y cultural, aquel mes subí al tren que me llevó a la academia. . . bendita sea, porque en ella culminarían todos nuestros sueños y ante cuya presencia, hubo quién se amedrantó y ni llegó a entrar por sus puertas aun a pesar de las recomendaciones de los veteranos guardias civiles allí presentes.
Relatar las experiencias que allí tuvimos nos llevaría mucho tiempo del cual no es bueno abusar para que los posibles lectores no se aburran., solo diré que se compaginaron estudios con trabajo que ambos unidos surten efecto beneficioso y no tiempo ocioso, siempre peligroso.
De allí salimos 1000 guardias civiles que fueron destinados a lo largo de toda España, unos a su provincia y otros más lejos de la suya según hubieran sido sus escalafones, y cercano en el tiempo, todos fuimos subiendo al País Vasco en aquellos años terribles del terrorismo donde nos toco vivir sus latigazos, como en nuestro cuartel ametrallado y posteriormente sirviendo de blanco para aquellas granadas lanzadas desde el maletero de un coche.
Hoy a diez meses de mi pase a la reserva, los recuerdos se unen a ese misterioso sinsabor amargo que cada día te recuerda que eres ya un caimán y tienes que dejar pasar a las nuevas generaciones como un día lo hicieron con nosotros otros compañeros.
Pero ahí en el corazón, en el alma, en el cerebro quedan grabados para siempre los buenos recuerdos, las ricas experiencias que han forjado el carácter de cada guardia civil, los malos recuerdos si los hay a esa edad, quedan cerrados bajo la llave del olvido.
Treinta y cinco años de servicio a la sociedad no son fáciles de olvidar. Cada persona ayudada como anoche a Pilar, hacen que seamos un poco más ricos de corazón y que al llegar a casa, te sientas reconfortado por ayudado al desamparado y perdido en las sombras de la noche…
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