Anécdotas de todo tipo y muchas ¿ me equivoco?, la que voy a contar sucedió y es tan real como lo son todas y cada una de las historias aquí contadas. Voy a salirme un poco <bastante para todos ustedes seguramente> de las pautas seguidas en todas ellas hasta ahora, y se que con ello saldrán a relucir sonrisas y hasta algún pensamiento en el que se me tache de . . . muchas cosas, solo puedo decirles que la historia es real y ojalá halla por aquí algún compañero que aquella noche estaba de servicio y la vivió. Voy a obviar por motivos que a mi solo me atañen el lugar donde ocurrieron los hechos y que llegado el momento lo diré, y como adelanto o como pista les digo que estaba muy cerca de la antigua N-IV hoy A-4 y a pocos kilómetros de Madrid.
Que empiece la obra . . .

La noche es fría, es uno de los últimos meses del año 1.983. Los paseos por el puesto de vigilancia son continuos en trayectos muy cortos, apenas cinco metros de extremo a extremo. Aun así, hace bien el caminar para evitar el sueño que, como visitante diario, trata de amoldarse en la mente.

He fijado mi vista en la cercana lejanía, y para ser exacto, en el cielo que se oculta tras el manto negro de la noche. Allí, no muy lejano, se ve como un punto de luz blanco, a menor altura que las brillantes estrellas que adornan como pequeños diamantes la negra noche.

Sigo vigilando y esperando que llegue la hora del ansiado relevo. Los pies están ya algo fríos al cabo de más de una hora a cielo descubierto y, casi de reojo, sigo observando el punto de luz ya algo misterioso para mí. Trato de recordar que edificio hay en el lugar porque, esa luz, parece provenir de alguna bombilla o lámpara que se filtra al exterior a través de los cristales de alguna ventana. Se que allí no hay construcción alguna si no solo campo abierto ¿alguna torreta eléctrica tal vez? Pudiera ser… puede que, incluso, después de hacer tantas horas en aquel puesto de trabajo o en los otros que hay a su lado, a una altura de casi cinco metros del suelo, no haya logrado fijar mi mente.

Se acerca la hora del relevo, quedan poco más de treinta minutos y un descanso de una hora antes de entrar de nuevo. Me quedo fijo, sin mover ni un músculo de mi cuerpo, porque aquella pequeña luz empieza a moverse en línea recta muy lentamente, casi podría decir que a cámara lenta, y si sigue en esa dirección, viene hacia el lugar en el que estamos trabajando mis compañeros y yo. Todavía no da a conocer su forma. Tal como se va acercando, muestra su magnificencia como objeto volador. Mis compañeros que prestan servicio a mi lado y a voz en grito se preguntan que es aquel objeto que se acerca, mi ignorancia es tan grande como la suya para este caso.

Cuando está a menos de cien metros, muestra su rotundidad, una aeronave de forma circular, de un diámetro aproximado a los quince metros, y como dos platos superpuestos formando concavidad el inferior con respecto al superior. Presenta en esa parte inferior y dentro de la misma, tres focos de luz., tres protuberancias que parece ser el tren de aterrizaje. Sin saber si lo es o no, se que si los uniésemos con una línea recta entre si, dibujaríamos un triángulo equilátero perfecto en la barriga de esa maravillosa máquina voladora. Su superficie es lisa, el color, claro-oscuro de metal sin lugar a dudas. En la unión de ambos “platos” ¿me permites describirlo así Iker, como dos platos? una fina línea de color verde o azul, (mis recuerdos al cabo de estos años se niegan a salir) conforma lo que, los simples mortales, calificaríamos como una especie de “soldadura”, de unión entre ambos. En el plato superior está la cúpula, de cuyo interior sale a través de lo que parecen ser unas ventanas, una gran luminosidad blanca resplandeciente.
He visto volar aviones, helicópteros, pero, aquella máquina… aquella especie de aeronave, era como la pluma de ave flotando en el aire. Su medio de propulsión no producía ningún tipo de ruido… se desliza suavemente a nuestro lado a menos (creo recordar) de sesenta metros de altura, se aleja tan despacio como llegó, deslizándose sobre la localidad.

Escucho a los compañeros de fondo pero sin llegar a oírlos... solo sigo mirando aquella maravilla tecnológica alejándose. Quisiera parar el tiempo transcurrido a pesar de aquel momento en el que apunté con mi arma al objeto. Mi deseo de poder tocarlo con las manos se quedó en eso simplemente, hablar con sus ocupantes, subir a la nave... UN SUEÑO.
Llega la hora del relevo y todo son conjeturas entre todos nosotros, nos preguntamos todos si la nave es o no es terrestre, pero son preguntas sin respuesta. Nos miramos todos como si hubiésemos sido testigos de algo irreal, pero no, sucedió, y la imagen del pájaro volador quedó grabada en nuestras retinas tal vez para siempre.

No hubo miedo en ninguno de nosotros, perplejidad acaso, y a nivel personal mientras contemplaba el vuelo a pesar de aquel momento en el que ante lo desconocido llegué a llevar el arma al hombro, mucha paz interior ¿Qué motivó esa paz? al cabo de los años sigo sin respuesta aunque llego a pensar que aquellos desconocidos navegantes si la tienen.