Hombres afortunados son los que tuvieron esa oportunidad de sacar carrera como escritores y es D. Arturo Pérez Reverte uno de mis favoritos aunque hay otros muchos como Dña. Julia Navarro que es un primor con la pluma en la mano y por ellos y otros puedan decirnos de propia memoria e iniciativa los lugares en donde leyeron los más variopintos capítulos de unos muchos y variados libros amén de recorrer el mundo de una punta a la otra y seguro de ello estoy que esos libros, manuscritos antiguos serán desconocidos para mi y quizás para ustedes.
Yo tengo otros recuerdos de lo que mis ojos devoraron con tanta pasión y los lugares más insospechados en donde lleve a efecto esas lecturas. Desde aquellos libros de la inolvidable biblioteca Básica Salvat RTV como fueron La Isla del Tesoro, Las Aventuras de Tom Sawyer, El Jugador, y El Licenciado Vidriera y Otras Novelas Ejemplares, al Gatopardo, en esa edad en la que todos son sueños de aventuras y que en un tanto, marcarán la vida del lector, y que mi padre sabedor de mi afán por la muy noble y leal lectura, solía comprarme de higos a brevas por la exigua paga con que eran pagados los jornaleros y que daba para pagar el alquiler de la casa de habitaciones desparramadas alrededor de un patio empedrado, y el sustento alimenticio de la familia y poco más.
No eran habitaciones de hoteles de países en guerra o países en paz, lejanos, misteriosos y hasta paradisíacos, sino más bien, eran cualquiera de aquellas habitaciones encaladas de blanco nuclear hasta casi al suelo, y cuando me refiero casi al suelo, quiero decir que las mujeres manchegas entre las que se encuentra mi madre, dejaban sin pintar los últimos cinco o seis centímetros de la parte inferior de la pared contra el suelo y en vez del blanco, deslizaban un brocha remojada en ese azul añil que ha vuelto a recobrarse hoy en día en mi tierra, eran aquellos años en los que los Brincos competían con los The Beatles, los años del movimiento hippy con sus camisas floreadas y el fumeteo entre los jóvenes más adultos del rubio Lola.
No quedaron al margen de mi lectura los famosas aventuras del Capitán Trueno, el Jabato y las más que graciosas historietas de Mortadelo y Filemón, Rompetechos, El Botones Sacarino y otros más.
Yo, no podía observar las ballenas azules. Por contra, solía ver las llamas que saltaban chisporroteantes entre rojizas y amarillas fuera de la chimenea y que parecían bailar suavemente, como si levitasen, todo por culpa de ese aire que entraba lenta y sigilosamente por debajo de la viejísima puerta de madera que tenía la cocina y que entonces y en no pocas ocasiones, hacía las veces de comedor.
No quisiera olvidar, esa lectura con olor a humo de leña, de sarmiento de vid seco, duro. De olores de jaras que dejaban exhalar aquellos penetrantes perfumes a pino y a monte sagrado, y como cuando la luz del día se dejaba morir podía leer con la mortecina luz que daban las bombillas eléctricas de 125, de líneas de alta tensión de 125 voltios, de luz amarillenta casi mortificadora.
Aun guardo con todo mi cariño, algunos de aquellos libros entre alguna enciclopedia Álvarez. Guardo también en mi corazón todo mi amor y cariño para mi padre fallecido, gran trabajador al que no le importaba trabajar en tiempos de vendimia y cada día, en dos bodegas diferentes, en la primera por la mañana y tarde. En la segunda y con no poca falta de sueño, algunas horas por la noche.
No ha pasado mucho tiempo desde que ocurrieron los hechos, tan solo el que ha transcurrido desde entonces al día de hoy.
No solemos tener los picoletos la sensibilidad tan muerta como muchos ciudadanos pueden comprobar en alguna ocasión, y no se deben mal interpretar mis palabras como si de una pedantería bajo barriera se tratase por llevar en el trabajo un uniforme, que no se trata de eso si no de entender, que nosotros, los picoletos, debajo del mismo escondemos nuestro corazón y nuestro orgullo personal e intransferible.
Sucedió una mañana ya casi terminada.. Íbamos de servicio una compañera recién llegada a la unidad. Persona culta donde las haya y con tan solo un año de experiencia como guardia civil que son palabras mayores.
Casi todo el tiempo pasaba entre ambos hablando –como no- de los avatares del trabajo y las penurias tanto sociales como económicas que se derivan del mismo. Yo suelo calificar penurias sociales a las que van desde el ser visto como los picoletos sucesores de Franco que se quedan con el dinero de las mal llamadas multas que no denuncias, hasta el espectacular asalto y consiguiente menguado de sus sueldos, por eso de ser además, funcionarios.
En esa guisa pasaba el servicio cuando vemos un tractor entre agrícola e industrial – que no es lo mismo ser que no serlo- arrastrando con soltura una cisterna con lo que y ante la certera posibilidad que tal habitáculo pernicioso cargase un insano material de materias fecales, haya que te van los guardias civiles en trámites de averiguación de infracción administrativa cuando menos.
Los saludos de rigor que no quedasen ocultos ante el singular conductor y la pregunta sin malicia que no era tiempo de ello, fue sencilla y concisa, como mandan el buen reglamento y los cánones del rigor policial encaminada a conocer la carga portada y el destino de la misma, respondiendo el personaje con cara de mala ostia que eran purines con destino al abono de un olivar de su propiedad que quedaba a una cierta distancia en término municipal y demarcación policial de otra unidad civilera.
La cosa es que se le preguntó si contaba con la autorización y contestó que si, con lo que, sabiendo el paraje del abono, dimos por terminado ese día el tema aunque sin tirarlo al olvido, que como se dice en nuestra piel de toro, hay más días que longaniza.
Pero las cosas no suelen terminar siempre felices y por lo tanto comer perdices, ni regresar al cuartel sin tener que portar la acidez en el estómago y en las entendederas.
Llevábamos recorridos menos de mil metros cuando un todoterreno se para delante del nuestro y se baja un ciudadano que viste pantalón de pana desgastada por el uso de tonos otras veces marrones, gorra caciquil sobre su eterna cabeza y se coloca delante de nuestro vehículo con los brazos extendidos como el ángel de Río de Janeiro, siendo identificado como el padre del hijo que conducía el tractor y que había sido avisado y puesto en conocimiento del ataque picoleto
Resumiendo: el educado ciudadano, nos recitó todas sus quejas en verso. Que si la teníamos tomada con los trabajadores. Que si no hacíamos otra cosa que atosigarle, perseguirle y sacarle las perras, todo ello con significativos gestos guturales dignos del más descomunal yeti que se haya visto jamás.
Que insano trabajo. Nos dijo que nos iba a mandar al director general de tráfico, ante lo que le contesté que era cosa de poco peso. Luego ya, para entonces, que me mandaba a un coronel del Cuerpo y dijo ¿te parece poco éste?- le dije que seguía siendo cosa de poco tamaño y, ya está ¿y si te mando a la Cospedal ? ¿ te parece que te la mande? . . mire usted. Me puede mandar a quién usted conozca y trate bien. Me da lo mismo. Lo que no me da lo mismo es que me venga con esas estupideces pasadas en el tiempo, dignas de tiempos caciquiles que le van a costar el que me enseñe su dni, y no para otra cosa que no sea para redactar un oficio dando cuenta de sus palabras tal y como las ha dicho , sin obviar ni una.
El hijo del padre empezó otra guerra por su cuenta por lo que, también fue requerido su documento de identidad, porque no hay uno sin que sea par en algún momento, total: que del director general de tráfico no tengo noticias. Ni del coronel del Cuerpo. De la señora Cospedal si que he tenido noticias los últimos días a través de los informativos y no por motivos que no sean de corrupciones varias que atañen a su partido.
Y el resultado de aquellos barrillos, no lo digo para que ustedes no se me pongan a ofenderme. Solo les diré como anécdota, que el cacique del pueblo suele tomar alguna caña en el mismo bar en el que yo, tomo mis cafés, y una vez, mi joven amiga que trabaja en el mismo, me dijo que el símil al ángel de Río de Janeiro le había dicho que era sargento y que me podía poner firmes.
También estoy esperando ansiosamente ese momento y saludarle milirtamente como mandan los cánones.
Aunque se hace tardar ese jodido momento en el espacio tiempo.
Es uno más de un día cualquiera de los picoletos.
Reconozco que este texto no lo he repasado si no que como tengo algunos guardados, he copiado y pegado que esto no lo hacían antes aquellas gentes que con largas plumas de ave se dedicaban a copiar textos antiguos de libros antiguos como el mundo mismo en el que vivimos.
Espero que todos ustedes perdones esos inconvenientes que puedan encontrar.
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