El Norte de Navarra tiene su heroína

El mal nos atrae. Nos fascina su rastro y el suave escalofrío que proporciona. Bajo la condición, por supuesto, de ser simples observadores. Desde hace muchos años funcionan las rutas turísticas que recorren Whitechapel y el conjunto del East End londinense en busca de algún eco de Jack el Destripador, un asesino desconocido sobre el que se ha montado un negocio bastante enfermizo. Apenas queda nada del Londres de 1888 y jamás sabremos quién fue la persona que la ingeniosa prensa sensacionalista llamó Jack the Ripper. Del Caso Tarttalo, o Caso Inguma, en cambio, podemos saberlo casi todo. Y a Elizondo, en la comarca del Baztán, llegan decenas de turistas del crimen, atraídos por uno de los asuntos más terribles que ha dado la novela española de intriga.
Leer las primeras cincuenta páginas de El guardián invisible, el tomo que abre la Trilogía del Baztán, suele implicar una adicción duradera. Dolores Redondo, su autora, ha conseguido que la siniestra novela negra escandinava parezca, en comparación, una serie de cuentos de hadas.

Llovía en el Baztán, el norte remoto y húmedo de Navarra, con sus inmensos bosques mágicos y sus cielos ominosos, cuando aparqué cerca de la comisaría de Elizondo. Ese edificio hecho con tres cubos de hormigón, un adefesio gris plantado sobre una pradera, debe ser hoy la comisaría más fotografiada de España. Había pasado la mañana en Pamplona, donde suele empezar la ruta. La casa de la inspectora Amaia Salazar, jefa de homicidios de la Policía Foral, constituye la primera estación del peregrinaje. Lo más interesante, sin embargo, es Elizondo, a unos 50 kilómetros de la capital navarra. Cuesta imaginar que este lugar apacible, en el que la gente va y viene tranquilamente bajo el paraguas, haya sido durante años una residencia del Mal.

Quería interrogar a la inspectora Salazar precisamente sobre eso, sobre el Mal. El Mal con mayúsculas. Antes de hacerlo me permití el placer morboso de tomar un vino en el Txocoto, contemplando las mismas vistas que los personajes de la Trilogía, y me prometí recorrer después, antes de que anocheciera, el Infernuko Errota, el Camino del Infierno. Sé que no existen ni el Basajaun ni el Tarttalo ni el Inguma, pero qué quieren que les diga: tampoco debería existir la inspectora Salazar, un personaje de ficción, y sin embargo en una de las oficinas de la comisaría de Elizondo, tan real como la vida misma, figura una placa con su nombre. Curioso, ¿no?

http://www.elmundo.es/cultura/2016/08/23/57ab559e268e3e502d8b466d.html


Un artículo que ni pintado…..he comenzado la lectura de la trilogía, regalo de un buen amigo….y debo decir que me ha enganchado, cuesta cerrar el libro y dejarlo para el día siguiente.