Hace no tanto tiempo estuve encargado de dar unas charlas profesionales en un colegio madrileño. Cosas de seguridad en el hogar, desalojos del cole, y consejillos generales de comportamiento ante emergencias imprevistas. Luego un simulacro y poco más.
La charla había que darla a dos niveles de edades distintas. Una era a niños pequeños y la otra a mozalbetes de los que ya van sacando los pies del tiesto. Con los pequeñajos todo fue estupendo. Un cuento adaptado al problema con sus dos personajes ( uno que se preocupa y actúa bien, y otro que pasa de todo y no termina tan bien). Los niños atendían con la boca abierta, y una vez terminado se les pregunta y se comprueba que se han enterado.
El problema vino con los mozalbetes. Aquello ( la clase) parecía un manicomio. Pocos se interesaban y hacían caso de lo que se explicaba, y los pocos que atendían eran continuamente incordiados por el resto. Peleas, voces, ganas de irse a mear, preguntas que nada tenían que ver con el asunto, cuchicheos entre las muchachas ante la estampa de los conferenciantes. En fin, como para recoger los bártulos y decirles que les enseñe la política de educación de turno , los que han impuesto una disciplina democrática y una educación que igualitaria a ras de suelo.
Las maestras ( eran todas señoras y señoritas) pasaban de todo; aunque pienso que ante semejante tropa y semejante actitud poco podían hacer.
Pues todo esto es sintomático de lo que hemos hecho con nuestro hijos y luego van saliendo comportamientos “con cierta tasa de irregularidad y asintomismo social” (por ponerlo a la moda actual)
Lo de siempre. Entre todos la matamos…y ella sola se murió. Pero es que no aprendemos y encima si decimos algo nos ponen a parir. ¿Tan raros y asintomáticos seremos?....pues lo seremos.
PD. Del número de deberes escolares y esas cosas no tengo ni idea; pero no creo que fuesen muchos; y si lo eran no creo que los hicieran.
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