Creo que fue el ministro de hacienda socialista, el tafallés señor Solchaga, quien dijo algo parecido a “en este país cualquiera puede hacerse rico”, y si no es literal viene a ser lo que quiso decir, y el tiempo le vino a dar la razón, salvo que todos los que se han convertido en ricos no lo han hecho doblando el espinazo; lo han hecho robando, estafando, engañando y a base de chanchullos políticos. Los simples trabajadores solo han sido la fuente de donde estas garrapatas sociales se han alimentado.

Aquello arraigó en el subconsciente popular y cuando se advirtió que la circulación del dinero creaba riqueza y Europa mandaba sus euros comunitarios la inconsciencia de un pueblo sin formación social y saturado de necesidades y de propaganda, se lanzó al abismo consumista.

Los que se enriquecían con la estupidez de los españoles siguieron poniendo los dientes largos al personal y llenaron sus “escaparates” de apetecibles “golosinas”. Llegó un momento en que la gente llegó a pensar que podía obtener cualquier cosa sin esfuerzo y sin utilizar las cuatro reglas básicas de la aritmética elemental ( suma, resta, multiplicación y división) y resultó que llegó un momento en que “todos los españoles éramos ricos”, o por lo menos así nos sentíamos y cómo tal actuábamos. Pero no importaba nada en absoluto. Todos tan contentos y limitándose a creernos las divisiones políticas que desde las cúpulas políticas nos enviaban para tratar de mantener viva la españolísima envidia y la carpetovetónica mala leche con el vecino.

Esto parecía funcionar. Personas que no conocían de España nada más allá que los bares o terrazas de su barrio, se endeudaban para ir de vacaciones a Cancún , o de fin de semana a Londres; se “compraban” pisos y chalets adosados sin tan siquiera tener un trabajo fijo y remunerado dignamente. Se firmaba una hipoteca de por vida….y ancha es Castilla. Todo era de color de rosa y nadie, salvo unos pocos “aguafiestas” y “retrógrados” todavía sabían contar con los dedos y se daban cuenta de que dos más dos no son treinta y cuatro. Politicamente se fomentaba el “deja” para que “nos dejen” y el egocentrismo hispano y la falta de cultura social hacía el resto. Incluso instituciones tan honradas como las famosas Cajas de Ahorros y Montes de Piedad se convirtieron en bancas privadas de los políticos y sus satélites ( léase por satélites sindicatos de clase y chupasangres de la piratería patronal) dejando de un lado su primigenia función y se convirtieron en las cuevas de Alí Babá y su legión de ladrones. Recordad que llegaron a proliferar como setas propiciadas por sus comunidades autónomas correspondientes.

Evidentemente todo esto no hubiese pasado sin la ayuda, una veces por acción y otras por omisión, de los sufridos españolitos, que se dejaban simplemente llevar en los brazos de una sociedad ficticia y suicida; simplemente nos dedicábamos a la critica inmisericorde del “contrario” teledirigidos por quienes sacaban verdadera tajada de todo esto. Entonces nadie alzaba la voz ni se daba cuenta del robo y corrupción generalizada…y digo generalizada con todas sus consecuencias…que se había instaurado en la sociedad española. Quien alzaba la voz, que también los había como en botica, eran despreciados, insultados, menospreciados y amordazados por las gacetas al servicio de los distintos partidos políticos ( léase televisiones y prensa en general)…..y así nos fue. Pasa siempre. Si en una familia se dedican a tirarse los trastos a la cabeza y se despilfarra lo que se tiene, antes o después vendrá la hecatombe y los lamentos.

Llegados a este punto, el de los lamentos, es curioso constatar cómo seguimos siendo unos inmaduros políticos y unos necios. Digo necios porque así considero a aquellos que se engañan a sí mismo o se dejan engañar para sentirse libres de responsabilidades. Es muy español eso de echar siempre las culpas al vecino y las responsabilidades al maestro armero, incluso nuestros tatarabuelos ya se dieron cuenta de ello y popularizaron el famoso dicho del famoso maestro.

Con todo este rollo vengo a decir que los culpables, en mayor o menor grado de nuestras calamidades somos también nosotros, unos más y otros menos, pero somos responsables de lo que nos pasa, y seguimos sin darnos cuenta de que mientras sigamos dejándonos llevar por demagogias baratas y sigamos creyendo en quimeras al dejarnos llevar cuando nos susurran al oído aquello que nos gusta escuchar, nunca saldremos de esta espiral absurda y suicida.

La política y la sociedad de una nación ( no de un país) se hace con una visión de la nación en su conjunto; nunca teniendo como único objetivo “mi subida de sueldo” o “mis días libres en el curro” ( Pregutad a los autónomos honrados cómo crece una empresa). Tampoco puede hacerse viviendo de subvenciones. Los prestamistas siempre dan para recibir más de lo prestado, y si te prestan hay que devolver lo prestado...y dar las gracias. Es la ley inexorable del único “dios” tangible en cualquier tipo de sociedad desde que el ser humano fue capaz de pensar cómo podría mejorar su modo de vida.

Por suerte o por desgracia vivimos en una tierra con muchos trienios de historia y que ya ha hecho “guardias” en todo tipo de garitas. Ejemplos de cómo se pagan históricamente las imbecilidades sociales y políticas los tenemos a cientos….pero nunca aprendemos.

De carencias morales y éticas, de definición de objetivos y de unión, ya ni hablo. Sería perder el tiempo y en esto sería como en las discusiones sobre el futbol. Sólo hay que echar un vistazo a la fotografía de esa cochina que ahora resulta ser nada más ni nada menos que una dirigente de una de nuestras ciudades emblemáticas y que cada cual saque sus conclusiones. Yo lo tengo más que claro….aunque solo sea por higiene pública.

Y ahora me largo a buscarme las lentejas, que un servidor encaja en ese colectivo al que nada le han regalado en la vida y del que viven los políticos, los buscavidas, y los ricos de verdad….y encima le tachan a uno de retrogrado y de otras lindezas que por decoro no deben ponerse en el foro.

Saludos a todos, a todas, y “todes”, como dicen ahora los seudo “académicos” progres de la lengua políticamente correcta.