Qué maravillosa es la expresión escrita, pero en ocasiones qué incompleta cuando no va aderezada con los gestos que nos aporta una conversación cara a cara.
Esas diferencias, que sobre el papel son enormes, tremendas, insalvables, quedan convertidas en pequeños matices diferenciadores cuando lo comparamos con el nexo común que unen a la inmensa mayoría de los que se dedican a la política: El deseo de poder. Todos anhelan lo mismo, sentarse en el butacón, gestionar, administrar... Todos ellos. Un mismo fin. Pero diferentes caminos para conseguirlo.
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