La zona comprendida donde ahora está ubicada la comunidad de Cantabria fue en su día un verdadero hueso duro de roer para los viles romanos. Les dieron tantos quebraderos de cabeza que llegaron a entrar en la historia como uno de los pueblos que ofrecieron mayor oposición a su conquista, dando origen a la creación de una legión específica para su sumisión ( la IX) y a llegar a denominar su lucha como Guerras Cántabras.
Fueron los últimos en ser conquistados en la por entonces denominada Hispania, aunque su suelo tampoco era tan apetecible como otros para la insaciable voracidad y ambición romana.
Históricamente se los separa ( a los cántabros) de otras etnias y pueblos hispanos, pero tampoco se puede asegurar con certeza. En general se les da una serie de particularidades diferenciadoras basadas en lo que dejaron escrito sus conquistadores, para los que todo lo que no fuese romano era considerado como “bárbaro”.
Sea como fuese los cántabros mantuvieron a raya durante mucho tiempo a los romanos a base de la guerra de guerrillas, la cual, en sus intrincados valles dio resultados sorprendentes. Pero difícilmente podían restituir con rapidez cada guerrero caído en combate, mientras que Roma podía mandar más y más legionarios y sus recursos nunca se terminaban mientras los cántabros poco podían encontrar en sus montañas. Fue esto y no otra circunstancia la que doblegó a estos paisanos.
Pero hay un hombre que entró por luz propia en la historia mundial de la lucha contra Roma: Corocota.
Decébalo con los dacios, Vercingetorix con los galos, la reina de los pictos ( ahora no recuerdo el nombre) , Arminio con los germanos en Teotoburgo; todos ellos son conocidos y reverenciados en su tierra. Son héroes que se estudian en las escuelas y de los que sus actuales descendientes están orgullosos. Aquí solo suena Viriato, y encima estamos siempre discutiendo que si era portugués o español ( los pueblos preromanos no coincidían con las actuales divisiones geográficas), pero hubo otros héroes, y uno de ellos fue Corocota el caudillo de los Cántabros en la época de Augusto.
Tanta lata dio Corocota que Augusto llegó a poner precio a su cabeza. No había otra manera de poder acabar con él. Cuando los romanos pensaban que ya lo habían defenestrado y derrotado, aparecía en otro sitio dándoles un estacazo tras otro.
Lo curioso del personaje es que fue el mismísimo Corocota en persona el que se presentó delante de Augusto diciendo que él era Corocota, y que por tanto le correspondía la recompensa.
Dicho así suena casi a cachondeo, pero la realidad fue otra que no la cuento para que os entretengáis en estudiar al personaje.

PD. Hay un libro titulado “El Último Soldurio” que trata del personaje.