El cuadro de Eugenio Álvarez Dumont. Un cuadro "equivocado".....o "el cuadro del olvido"

Existe un cuadro que representa el ataque feroz de un chispero madrileño contra un coracero francés en la jornada del 2 de mayo de 1808. Es de Eugenio Álvarez Dumont, pintor español de finales del 1800. El cuadro se titula “Manuela Malasaña” y figura hasta en los baldosines de cerámica que anuncian la calle actual en Madrid.
Pues este es un ejemplo más de cómo nos trasmiten la historia y lo poco rigurosos que suelen ser con hechos tan importantes.
Manuela Malasaña es una de las heroínas que pelearon alrededor del Parque de Monteleón. Costurera y vecina del barrio donde debía ser muy querida y apreciada. Hay varias versiones de su muerte, y en realidad no se tiene certeza de cómo sucedió su asesinato.
Pero lo que sí se puede aseverar, es que la representación del cuadro de Álvarez Dumont no corresponde a la muerte de Manuela.
Lean vuestras mercedes.
(Primero una parte novelada)
El zapatero Pablo García Vélez, de 20 años, busca a su padre ( Felipe García Sánchez) perdido en la última huida del acoso de los franceses. Camina herido por un golpe de sable en el cuero cabelludo, por donde sangra abundantemente. Está exhausto por la lucha continua y por las carreras que sin descanso han tenido que realizar para lograr zafarse del acoso francés. Ahora camina con precaución de portal a portal. Busca una huida en una ciudad casi tomada en su totalidad por las tropas invasoras.
Al pasar por uno de los portales vislumbra en la penumbra de las escaleras la figura de una mujer. Es una joven de unos 16 o 17 años que permanece tranquilamente sentada.
Pablo se extraña de la presencia de la casi niña y la aconseja que abandone la escalera y suba a su casa; pero la muchacha le indica que esa no es su casa, y que espera a que todo se calme un poco más para irse.
Pablo aprovecha y se sienta junto a la joven, quien le ofrece un trozo de pan que lleva en una cesta. Dice la joven llamarse Antonia Nieto Colmenar, costurera y vecina del barrio. Había salido a primera hora para realizar unas compras y se vio sorprendida por la algarada y los disparos, buscando refugio en el portal.
Pablo se fija más detenidamente en la muchacha y observa que tiene la falda manchada de sangre y se lo hace saber, indicando esta que se trata la de un hombre caído un poco más arriba al que trató de socorrer, pero que ella está intacta, lo contrario que el joven. También le cuenta que había tratado de buscar refugio en alguno de los pisos de la casa, pero aquellos que abrieron sus puertas, al ver la sangre la negaron el auxilio.
Poco después la muchacha hace intención de irse, a lo que Pablo se opone diciendo que espere un poco más, pero Antonia argumenta que hace mucho tiempo ya que salió de casa y que deben de estar muy preocupados por su tardanza.
Se despiden y Pablo ve marchar a la joven alejándose poco a poco calle arriba sujetando con una mano la cesta y con la otra recogiendo la falda.
En ese momento los cascos de unos caballos se dejan oír y al instante aparecen las figuras de cinco coraceros franceses.
(Ahora empieza el testimonio fidedigno y recogido de un testigo)
Se trata de Lucas Espejo, de 50 años y oficial de la Biblioteca Real, que vive en esa calle y es testigo de los hechos desde una de las ventanas de su piso.
“Observé a cinco coraceros franceses persiguiendo a una joven, que corrió delante de los caballos hasta que la atropellan y la derriban. Tres de ellos siguen adelante, pero los otros dos se detienen y caracolean sus monturas alrededor de la aturdida muchacha. La joven intenta escapar, pero uno de los coraceros la agarra brutalmente del pelo inclinándose desde la silla de montar. La joven se defiende y muerde con fuerza la mano del coracero, a lo que este levanta el sable y la derriba.
Añade Lucas Espejo : “ Vi salir a un hombre joven con alpargatas, faca, chaleco y en mangas de camisa, que se arrojó navaja en mano contra el coracero, apuñala al caballo en el cuello hasta que consigue que doble las patas delanteras, y aferrándose al jinete, encaramado sobre la montura, le clava al francés una y otra vez la navaja por la escotadura de la coraza, antes de que el segundo coracero, acercándose por detrás lo mate de un tiro de pistola a bocajarro”
Ahora echen un vistazo al cuadro de Eugenio Álvarez Dumont, y verán esta escena retratada a la perfección.
Álvarez Dumont nació bastantes años después de los hechos ( 1864), y sin duda realizó su obra basándose en el relato de la muerte de Antonia Nieto y de Pablo García Vélez.
No sé por qué la tituló “Manuela Malasaña”. Quizás porque era consciente de que nadie sabía con certeza como murió Manuela, o quizás porque era esta mucho más famosa por sus acciones en el Parque de Monteleón que la casi anónima y cándida Antonia . Pero lo curioso es que nadie, de los que deben guardar la mayor veracidad de los hechos, se ha preocupado en deshacer el entuerto llevando a la distorsión de la historia en perjuicio de una de las víctimas inocentes de aquel maldito y a la vez glorioso día.