VACAS Y VAQUEROS
Así, a primera impresión al leer el título, seguramente que nos viene a la imaginación la imagen del paisano en medio de una pradera o en la falda verdosa de un monte con su cayado tirando de longaniza y rebanada de pan de hogaza, pero en este caso nos vamos a ir a ese otro vaquero que sale en las películas americanas con su caballo, sus botas altas, sus espuelas, las zahoneras protegiendo las piernas, el chaleco corto, y su eterno sombrero. Frente a él la imagen de esas vacas con sus enormes cuernos y las inmensas praderas americanas.
Si hay vaqueros en Norte América, la figura del indio es inevitable, y las peleas y escaramuzas están aseguradas. Es una imagen que hasta los niños tienen asimilada gracias a la propagada que los americanos hacen de su historia; pero seguramente ningún niño y pocos adultos saben que el origen de estas figuras tienen su origen y es una copia de los españolitos de infantería ( también de caballería) que en su momento se la jugaron para la exploración y colonización de aquella tierra. De aquella tierra porque los españoles, aunque se desconozca, llegaron hasta latitudes como la hoy Alaska al sur del río Yukón ( Malaspina, Salvador Hidalgo, Heceta, Cuadra) por el Oeste, y hasta la desembocadura del río San Lorenzo al sur de Terranova por el este ( Ponce de León, Fagundes, Vázquez de Ayllón, Avilés, Verrazano,). Todo esto pasando por los hoy estados de la Columbia Británica ( Canadá), Washington, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Nebraska, Kansas, Missouri, Colorado, Arkansas, Texas, Nuevo México, Arizona, California, Alabama, Michigan, Missisipi, Tennesse, Georgia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Florida, y todo esto en los actuales EEUU. ¡Casi na! Que diría un castizo .Pues por allí, por esos mundos de Dios anduvieron los abuelos de los españolitos de hoy, los mismos que ahora andan a la greña por chorradas autonómicas y esas cosas.
Pero el asunto iba de vacas y vaqueros, y de eso escribiremos.
Todo comienza en la zona denominada Nueva España, una zona de frontera al sur de Estados Unidos y que por muchos años perteneció a España y en la que colonos, militares, aventureros y frailes se dejaron el pellejo en su intento de colonización y en las eternas contiendas con los indomables indios de las praderas, entre los que sobresalen por su indómita resistencia Apaches y Comanches.
A finales de 1700, después de muchas alternativas, el poblamiento de la llamada Frontera, en el actual estado de Texas, cambió el procedimiento habitual que los españoles habían seguido para la conquista y colonización de estas tierras. Hasta entonces era una mezcla de palo y zanahoria llevada a cabo por fuerzas militares y frailes redentores, todo centralizado en la figura del Virrey, que era el máximo representante de la corona española.
Hasta entonces fue la quimera del oro o la busca de la mítica fuente de la eterna juventud la que había movido las voluntades españolas; pero por fin se dieron cuenta que el verdadero tesoro estaba en aquellas praderas y el enorme potencial económico que representaba el ganado.
El gobierno del Virreinato cedió la iniciativa a los colonos acomodados, que no dudaron en arriesgar sus dineros en crear haciendas y ranchos ( así lo denominaron) en tierras siempre hostiles y de difícil climatología para mercadear con enormes masas de vacas, cuya carne era demandada en todo el continente en el que ya se movían distintos países a la caza y captura de tierras y preponderancias.
Las vacas llevadas por los primeros españoles tenían que ser de una raza que pudiese soportar la sequedad y dureza de aquellas tierras, y al mismo tiempo tener el carácter necesario para saber defenderse de los depredadores que se les presentasen, y para ello se escogió a una raza de vacas originarias de las marismas del Guadalquivir, cuyo hábitat presentaba ciertas semejanza con lo que las esperaría en el nuevo mundo, y que se denominaba “ raza mostrenca”.
Cuando fracasaron los primeros intentos de colonización cientos de esas reses quedaron abandonadas vagando por los campos, teniendo que adaptarse a las circunstancias, cosa que consiguieron en menos de cien años y dando origen a una nueva raza, la conocida por “cornilargos” y que es la que todos conocemos por las películas americanas.
Junto a este ganado bovino quedaron los caballos, que también dieron origen al famoso “mustang” y que tanto significó para prolongar hasta el infinito las guerras indias.
Ya sabemos el origen de las vacas y la genética de su pedigree. Andaluzas y peleonas. Ahora vamos con los vaqueros.
Pues en este caso también tienen su origen en los militares españoles que se ganaban la vida por esas latitudes.
Pronto se dieron cuenta los españoles que el armamento que les había dado la supremacía en los campos de batalla de Europa, no era el más apropiado para el tipo de lucha a la que se enfrentaban, y sobre todo no era el adecuado en un clima de semejante rigurosidad.
Los morriones protegían la cabeza, pero eran insoportables de aguantar en medio del calor de Nueva España. La coraza protegía de golpes y flechas, pero menguaba la movilidad y era como vivir eternamente en una sauna. Las armas de fuego fueron, junto con el caballo, determinantes en los primeros años, pero los indios pronto aprendieron a paliar esta ventaja, además de que pronto se convirtieron en jinetes extraordinarios sin haber comprado ni un solo jumento. Una descarga de armas de fuego podía frenar una masa hostil en ataque, pero aquellas armas necesitaban mucho tiempo para volver a cargarse, y cuando volvían a estar listas para su uso ya tenían a los enemigos encima; así que optaron por adaptarse a las circunstancias cambiando la exclusividad de las armas de fuego por largas lanzas, la protección ante las armas cortas de los indios confiársela a una especie de escudo parecido a aquellos que aparecen en los grabados de los moros de la reconquista, la coraza la sustituyeron por una especie de chaleco largo que les llegaba hasta las rodillas y conformado a base de capas de piel de vaca; buena protección y mayor libertad de movimientos; el yelmo lo cambiaron con un más práctico sombrero de ala ancha similar al cordobés y que posteriormente evolucionó en el descomunal mejicano y el más manejable “americano”.
Estas tropas eran los denominados Dragones de Cuera, por llamarse así el largo chaleco que les protegía y les daba la figura característica.
Luego, posteriormente, esta manera de vestir fue evolucionando hasta la que todos conocemos en los famosos vaqueros americanos, por una parte, y la más exagerada y llamativa de los charros mejicanos, ya que el estilo y origen se creó en el mismo espacio geográfico, aunque posteriormente derivó en dos naciones distintas.
Por desgracia, o por ventura….¡vete tú a saber!, aquello no cuajó. La presencia española fue poco a poco diluyéndose a favor de los más agresivos e incisivos anglosajones. Los eternos conflictos internos de España, la falta de población en unos territorios tan extensos, la lejanía de España de un mundo naciente , las ambiciones de los nuevos americanos nietos de los españoles que sólo conocían aquellas tierras y ya no tenían sentimiento de raíces españolas, la presión de otras naciones; y sobre todo la rigidez de la política española impidió las excelentes perspectivas económicas de aquellas tierras. La obligatoriedad de ser católicos y las restricciones al comercio libre supusieron un lastre insalvable, porque sobre todo se competía contra la agresiva economía norteamericana, donde la libertad económica y la libertad de religión se anteponía a cualquier otra consideración.
Como siempre nuestro quijotismo y el querer ser más papistas que el Papa cambiaron el curso de la historia. Pero lo que no pueden cambiar es la realidad incuestionable de nuestra presencia y el origen de uno de los íconos más utilizados y explotados por los americanos.
Las vacas eran de origen andaluz, los caballos españoles, y la indumentaria un invento de los sufridos milicos españoles.
¡Qué cosas! ¿verdad?