Hay una película clásica…..”la ciudad no es para mí”….un título que viene a cuento con el tema de debate. La ciudad no es el lugar de los perros, pero los humanos sometemos a las mascotas a soportar el encierro que es un piso, apartamento, o un apunte de vivienda como esos 30 m2., que quiso imponer como modelo de vivienda cierta ministra. El asunto se agrava a medida que las dimensiones del perro aumentan.

No es lo mismo tener encerrado en un piso, intermedio en medidas, un pequeño Yorkshire terrier, de medio palmo, que no necesita tanta actividad física ni grandes espacios, que un Pastor alemán, que necesita espacios grandes y mucha actividad física.

Nadie le pregunta al perro si quiere vivir en un lugar reducido y un ambiente que no es el suyo, la ciudad. Solo importa el deseo, el capricho, o la necesidad del humano.

Las incomodidades que puede ocasionar el perro, excrementos, orines, ladridos, gimoteos, que alteran e incomodan a los vecinos….son otros de los “daños colaterales”….y los pobres perros no son los responsables de ello, si la mala educación y poco civismo de sus dueños.

Lo que nos dice Coboluda, es el ambiente adecuado para un perro, donde se siente útil, la mayor felicidad de un perro. Por lo que leo, la perra adoptada te considera el jefe de la manda.

La compañía de un pequeño perro, como pueda ser el Yorkshire, es muy importante y necesaria para personas mayores que necesitan el cariño y la compañía de ese perro que les motiva para reír, pasear, dar cariño y recibirlo…..y se amoldan mucho mejor a las restricciones de una ciudad, y no quedan abandonados todo el santo día encerrados en un piso.

Supongo que el egoísmo se impone en el humano y solo piensa en sí mismo y no en las necesidades del perro. Y claro….que los vecinos se aguanten si el perro ladra o gime lastimosamente. Luego esgrimimos un refrán popular para cuando se pisa el “regalo” que deja el perro en la acera….diciendo que eso trae suerte…..no te digo nada, si encima está lloviendo….