Te voy a dar mi opinión.
No cabe la menor duda que cuando comienzas a trabajar en una actividad como la tuya, llevas todo un mundo de ilusiones y de ideas preconcebidas. Eres joven y vas alternando el miedo a no saber estar a la altura de las circunstancias y el ir aprendiendo de aquellos que consideras que saben cómo trabajar; es decir, que te vas moldeando poco a poco dentro de la realidad profesional y te vas convirtiendo en un diente más del enorme engranaje profesional.
Sin apenas darte cuenta te vas convirtiendo en “uno más”, aunque siempre mediatizado por tú educación, por tú preparación, y por tú idiosincrasia particular. Son estos tres condicionantes los que te acompañarán toda tú vida profesional, a los que se irán añadiendo las vivencias particulares que actuarán de rémora o de acicate.
En cualquier colectivo, y mucho más acentuado en aquellos sitios en que es el estado o algún ente oficial el que paga la nómina, te encontrarás la enorme tipología de “trabajadores” españoles. El riguroso, el cuadriculado, el que vive en las nubes, el que está allí para asegurarse los garbanzos y nada más, el que siempre protesta por todo, el lameculos, el vago de solemnidad, el hipócrita, el cumplidor, el inteligente, el buscalíos, el buen camarada, el que tenía que estar en la cárcel, etc. Toda la tipología humana. Si a esto le añades el estar sometidos a una disciplina de carácter militar, pero que en la realidad solo se aplica en “el envoltorio”, los problemas y las actitudes se agravan ( un militar vive continuamente dentro de ese mundo, un GC solo en determinados aspectos)
Llegará un momento en que te darás cuenta que tu profesión no es cómo te la imaginabas antes de integrarte en ella. Habrá cosas que ni te imaginabas y te sentirás engañado, aunque también habrá otras que te llenarán de orgullo y te harán sentirte útil a la sociedad para la que trabajas. Todo depende de dos factores: los compañeros ( incluido mandos superiores de cualquier categoría) y la actividad que te obligue tú destino profesional.
Llegados a este punto pueden ocurrir dos cosas: abandonarte a la corriente y pasar inadvertido, o seguir siendo fiel a tus principios; y esto vale tanto para los inconformistas recalcitrantes y para los que han sabido asimilar la profesión con sus pros y sus contras desde un principio.
En este tipo de actividades profesionales hay una premisa básica determinante que marca la diferencia; y si no es así, por lo menos la mediatiza en gran medida: La vocación.
No hay que olvidar que tú profesión tiene dos vertientes totalmente distintas de cara a los que sirves ( la sociedad) Una es la imagen antipática de aquél a quien consideramos el “ojo acusica” y sancionador que nos vigila, el que coarta nuestra santa voluntad, y eso al español, que siempre lleva razón en su fuero interno, no le gusta. Sin embargo hay otra cara amable y satisfactoria, que es cuando esa figura, generalmente antipática, se convierte en la garante de tus libertades o es la única mano amiga que se tiende en tu ayuda cuando los demás la esconden.
Eso hay que saber aceptarlo desde el principio, o de lo contrario es mejor dejar de ser GC.
Por desgracia, y según se puede desprender de lo que afirmas, te ha tocado vivir en esa generación bisagra de guardias civiles que han desarrollado su vida profesional entre dos mundos sociales distintos, ni mejores ni peores, pero con distintos conceptos de sociedad, y eso influye bastante en cualquier ser humano ( el ejemplo lo tenemos en las diferencias generacionales que se dan desde que el mundo es mundo) saber nadar entre dos aguas es muy difícil y pocos de los nuevos compañeros sabrán entenderlo…..hasta que el tiempo los iguale y se den cuenta de lo injustos y estúpidos que han sido.
Yo he visto a compañeros que, una vez jubilados, se han pasado por el destino y los rostros de los que allí estábamos se iluminaban de alegría. Eran personas que su simple presencia daba luz al trabajo, sosiego y confianza a los novatos y más jóvenes, y sentido común a todos. Siempre entraban con la cabeza muy alta y eran recibidos con la misma alegría por subordinados, iguales y superiores. Eran compañeros que han cumplido hasta las últimas consecuencias y han dejado el legado de su sacrificio, saber hacer, y saber comportarse. Nadie osaba criticarles, ni tan siquiera aquellos a los que se les había recriminado tal o cual actitud.
Sin embargo he conocido otros a los simplemente se les ha ignorado en el mejor de los casos; y eso para ellos era la peor afrenta y humillación que se les podía dar.
Podría seguir escribiendo y dándote argumentos basados en experiencias propias y ajenas, pero sería interminable. Ya te ha contestado muy acertadamente un compañero: ES TÚ CONCIENCIA LA QUE DA EL VEREDICTO.
Estoy seguro que eres de los que van por el mundo con la cabeza muy alta. Eso es lo que vale.
Un saludo de uno que NO es guardia civil.
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