Mentir es decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar. Hay costumbres hereditarias que, por desgracia, van perdiendo protagonismo entre los españoles, por ejemplo, decir la verdad. Recuerdo que hasta hace apenas tres décadas, el mensaje reiterativo de nuestros educadores y nuestros padres estaba claro: “Con la verdad se va a todas partes”.

Pocas cosas han tenido en los últimos tiempos un declive tan galopante como el valor de lo verdadero, la idea de no mentir, y de que el mentiroso es rastrero e indigno.

La casta política española solo se esfuerza por decir la verdad del partido; todo se centra en sustituir la verdad por sus verdades, y en esas, sus verdades, ya caben todas las mentiras.

Pero, si ha habido en España un tema en el que el bipartidismo ha rayado lo sublime esgrimiendo sus mentiras, este no ha sido otro que el referente a una Institución a la que ya se le conoce como: “Cenicienta estatal”; me estoy refiriendo a la Guardia Civil.

Todos los gobiernos de la democracia han sido maestros pasteleros dulcificando sus proclamas en cada campaña electoral, prometiendo por activa y por pasiva que serían ellos los que iban a terminar con la discriminación peyorativa que sufren los agentes de esta Institución, respecto a otros cuerpos policiales que, sin ánimo de ofender, todavía tienen por delante un largo camino que recorrer para lograr una hoja de servicios como la que tiene en su haber la Guardia Civil.

Para el bipartidismo no han sido suficientes los muertos, heridos y mutilados en acto de servicio y atentados terroristas. Al bipartidismo, lo de prestar servicios en los lugares más recónditos y apartados con unos excelentes resultados, sin apenas medios, y plantillas extremadamente exiguas, tampoco les resulta demasiado brillante.

Se cumplen ahora veinte años del conocido como “caso Roldán”. Muchas fueron las corruptelas del que fuese director general de la Benemérita con los socialistas, y de las que para sorpresa de todos, él solito se comió “el marrón”. Ahora bien, si uno tira de hemeroteca y repasa minuciosamente las promesas hechas a la Guardia Civil por parte de los aspirantes a gobernar este país, y que después llegaron a alcanzar la poltrona, nunca en estos años de democracia se le ha mentido tanto a los componentes de este Cuerpo como lo han hecho los gobiernos del Partido Popular.

Recuerdo una promesa electoral –por supuesto incumplida-, lanzada por el señor Álvarez Cascos cuando fue ministro del gobierno de Aznar, acerca de acabar con la discriminación que sufrían Guardia Civil y Policía Nacional respecto a Policías Autonómicas y Locales. Prometió por activa y por pasiva una equiparación inmediata en salarios, medios y dependencias. Se informaba a los electores que, una Policía discriminada, desilusionada y sin ningún tipo de autoridad, no podía ser eficaz ni solucionar los problemas de inseguridad ciudadana. Fin de la cita ¿Hizo algo al respecto? ¡Nada! Solo mentir.

Más tarde, entonó la misma copla el “repetitivo” señor Arenas cuando fue ministro de Administraciones Públicas y presidió la constitución formal del Comité de Expertos para la Reforma de las Administraciones Públicas. Entonces, señaló como prioritario el establecimiento de las bases para lograr la homologación retributiva de todos los empleados públicos cuando realizasen las mismas funciones, incluidos policías. Fin de la cita ¿Hizo algo al respecto? ¡Nada! Solo mentir.

A continuación, otra vez el señor Arenas –en esta ocasión como ministro de Trabajo-, el día 25 de Marzo de 1999 y en un programa matutino de televisión, arremetió contra el entonces presidente de la Junta de Andalucía señor Cháves, de quien dijo que pretendía por su cuenta, subir las pensiones a los jubilados andaluces. En este sentido, el ministro Arenas, recordó al señor Cháves que su medida podía hacer estallar la caja de la Seguridad Social y, además, se lamentó de la discriminación que sufriría un pensionista de un pueblo de Murcia limítrofe con otro de Andalucía, cuando el murciano viese que en igualdad de condiciones, su pensión era inferior a la de su vecino andaluz. Nunca jamás el señor Arenas ni nadie de su partido, hicieron público ese mismo planteamiento discriminatorio entre un ertzaina o mosso d’squadra, respecto a un guardia civil o un policía nacional. En aquel programa el señor Arenas volvió a mentir como un bellaco, pero puso como blanco sobre negro lo que significaban para “la casta” 1,4 millones de pensionistas de una misma región con derecho a voto y a movilizarse, frente a 70.000 guardias civiles también potenciales votantes, pero diseminados por toda nuestra geografía y sin posibilidad de invocar ningún derecho.

El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su verdadera imagen. Nadie, absolutamente nadie, ha podido mentir tanto, corromperse tanto ni traicionar tanto y de forma tan reiterada, como lo han hecho los distintos gobiernos del llamado “bipartidismo” con la Guardia Civil. Los personajes que conforman los partidos mayoritarios en España llevan más de tres décadas cachondeándose y ciscándose en los más humildes servidores públicos mientras se rompen las manos aplaudiendo en los desfiles. Unos humildes servidores públicos muy valorados por la sociedad, pero a los que los gobiernos democráticos han mentido sistemáticamente sin sonrojarse y, para más escarnio, con los mismos labios que rezan en los funerales.

JOSE LUIS ROMAN