Lo peor está por llegar
José García Domínguez
Estaba escrito. Todo. Y no en ningún informe secreto de acceso restringido, sino expuesto en un escaparate a la vista del público. Por más señas, en la edición de Paris Match que llegó hasta el último quiosco de Francia el pasado 25 de septiembre. En sus páginas centrales, un gran titular a cinco columnas reproducía, lacónica y premonitoria, una frase del juez especial antiterrorista Marc Trévidic. Esta: "Lo peor está por llegar". Todavía no se había impuesto la exigencia de tranquilizar a toda costa a la opinión pública con cataplasmas retóricas. Para Trévidic, que es lo mismo que decir para el Estado francés, el ISIS pretende conquistar "el premio Goncourt del terrorismo". Literal. Su listón de autoexigencia homicida, razona ahí, está en las Torres Gemelas de Nueva York. Desbancar a Al Qaida en el podio del imaginario yihadista, su objetivo manifiesto en este momento, requiere diseñar atentados que se muevan en parejo orden de magnitud apocalíptica.
Y el escenario será Francia. Por varias razones. La primera y fundamental, porque Estados Unidos, el Gran Satán, se ha convertido en un espacio inaccesible desde el 11 de Septiembre. Simplemente, ya no les resulta posible atentar allí. Al contrario que en Francia, un coladero ubicado justo en medio del llamado Espacio Schengen al que puede acceder en autobús o autostop cualquier yihadista francés o de otra nacionalidad europea. Lo sabían. Iba a ser allí, en Francia. Y seguirá siendo allí, en Francia. Estremece, por lo demás, la fría, administrativa lucidez fatalista de ese alto funcionario. Tan espectaculares, los grandes despliegues de seguridad para proteger lugares y edificios emblemáticos no sirven, asegura, para nada. "Si les parece demasiado complicado un objetivo sometido a vigilancia, encontrarán otro. Un cine, un centro comercial, una concentración popular…".
Por lo demás, no hay atajos. Ninguno. La disyuntiva, tan aireada estos días, entre seguridad y libertad es un dilema falaz. Y también lo saben. La estrategia norteamericana basada bombardeos desde el aire y golpes extrajudiciales, las eliminaciones selectivas –con el recurso a drones en la mayoría de los casos– de los líderes más significados, no ha dado resultado. La prueba irrefutable de ese fracaso es que el ISIS sigue ahí. Solo resta, pues, una única opción:
derrotarlos militarmente en el campo de batalla en una confrontación abierta y frontal. Es el único camino. Mientras tanto, mentalicémonos en Europa para el Gran Terror. Porque lo peor, en efecto, aún está por llegar
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