Muerte del dictador
Cuando la existencia de un dictador que llega a convertirse en tirano te impide expresar libremente tú opinión o algo tan elemental como tener derecho a pensar por ti mismo, pasas a ser un ser humano irracional y te conviertes en una simple marioneta del poder, un amaestrado dirigido por la tiranía de aquel o aquellos que con amenazas imponen su voluntad por encima de todo. Tú mundo se convierte en un lugar, un país, de dictaduras sociales que oprimen y atenazan, de falta de las libertades esenciales del ser humano; aunque hay una que nunca te podrán arrebatar: tú pensamiento, tus ideas, tu particular entendimiento del mundo. Esas son privativas y exclusivas de tu propio ser.
Por muchas amenazas con las que coarten, tus ideas y pensamientos solo son tuyos, privativos, y el dictador no podrá nunca destruirlos. Tal vez muchas veces se tenga que disimular, callar, mirar a tú alrededor, desconfiar de los que dicen ser “amigos” por pura supervivencia, porque sabes que entre ellos hay chivatos y babosos que irán corriendo al sátrapa para denunciar que te atreves a pensar por ti mismo, que eres crítico con el poder absoluto, con la tiranía del dictador.
Las ideas nunca se pueden matar, ni expulsar. Llegará el tiempo en que saldrán a la luz, que el tirano no podrá silenciarlas y hará a los hombres libres de la tiranía y opresión.
Sentir la libertad es ser consciente de poder pensar por uno mismo.
En su isla, la del dictador, sigue la saga en su ·heredero, como si se tratará de una monarquía; algo contrario a sus discursos tan largos, extensos…y aburridos. Hipocresía en estado puro. Lo evidente es que no existe libertad, ni se la espera…..por un tiempo.
Mientras, un séquito de aduladores, falsos “defensores” de lo que llaman pueblo, recorren las tierras del dominio del dictador a modo de cortejo fúnebre para “glorificar” al tirano dictador, al censor de libertades.
Este planeta tiene en muchos rincones a tiranos y dictadores sumidos en la locura del poder, olvidan que son temporales y prescindibles, presos de su propia ambición.
Nefertari.
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