Pues sí. Ya en la antigüedad uno de nuestros visitantes nos denominó como tierra de ladrones, y el asunto se confirmó cuando un comportamiento entró de lleno en la literatura conformando un género denominado picaresca española. Es decir, que de casta le viene al galgo.
Pero la picaresca, el desorden, y la incomprensible permisividad no es privativa de banqueros, y de “marginados sociales”; también aquellos que deben luchar y protegernos de los picaros, ladrones y estafadores cometen trapacerías e injusticias.
En este caso se trata de la obligación ineludible de renovar el sacrosanto DNI, y para más inri por la acción de uno de esos “marginados sociales” que se dedican al robo para “subsistir” en medio de esta sociedad tan injusta para ellos.
Primero hay que poner la correspondiente denuncia en una comisaría de policía. Se puede llegar sobre las 12 de la mañana y no haber más tres pacientes denunciantes a la espera de realizar el obligatorio trámite; pero llegarán las 2 de la tarde y dos de los tres denunciantes han optado por irse y volver en otra ocasión porque no han atendido a ninguno. Según la explicación de un agente “hay detenidos y tienen prioridad”. Llegados a este punto el sufrido ciudadano ya empieza a mosquearse al comprobar que “los malos” son los verdaderos protagonistas de este tinglado, a la vez que comprueba la falta de personal para atender a las víctimas de un distrito madrileño conformado por miles de ciudadanos.
Sospechosamente el ciudadano “paciente” advierte como entre las 13’30 y las 14’30 cesa la actividad dentro del recinto donde deben de atender su denuncia. Posteriormente el silencio de la sala ( está él solo) propicia el poder escuchar cómo se reanuda la actividad….y por fin es invitado a pasar. Todo está muy claro. Se trata de un cambio de turno "relentizado".
Tras ser atendido cordialmente por el policía de turno, y tras advertir que la redacción de la denuncia deja algunas lagunas importantes de cara a los hechos generales ( hay que modificarla) se le advierte la ineludible necesidad de pedir una cita previa para la obtención de los documentos sustraídos por el pobre “marginado social”. Para ello se le proporciona un número de teléfono, que una vez en casa, comprueba que ya no existe.
Armado de santa paciencia y apoyándose en esta maravilla de internet de la que es un afortunado poseedor, el sufrido ciudadano logra contactar con el organismo que le debe proporcionar esa cita previa. El problema viene cuando aparece esa asquerosa voz enlatada en una máquina y a la mitad de sus explicaciones se corta y deja de oírse. Algo funciona mal y no se puede completar el proceso. “ No entendemos lo que nos dice. Sentimos no poder atenderle….pi-pi-pi.” dice la señora o señorita de la voz.
Pero afortunadamente hay otra alternativa. Es la famosa “pinche aquí” para realizarlo a través de internet.
Lo malo es que aparece un cartel que dice que esa página no está disponible y que puede usted intentarlo más tarde.
Se intenta cada treinta minutos pero no hay manera. Pasa la tarde, pasa la noche y a la mañana siguiente el resultado es el mismo….página no disponible.
Un poco cabreado y decepcionado, el ciudadano que hasta ahora ha tratado de cumplir con lo reglamentario a rajatabla, opta por acercarse a la comisaría para exponer su problema y tratar de que allí, in situ, le proporcionen la jodida cita previa.
En mala hora. Ya en la puerta un joven señor policía le cierra el paso y el dice que a través del teléfono o de la página en cuestión es la única manera de renovar los documentos. El ciudadano trata de explicar que ese es su objetivo, pero que los medios puestos a su alcance no funcionan y se ve impotente para cumplir con la norma. No hay manera de hacérselo entender. Quizás porque el señor policía no da más de sí, quizás porque el ciudadano es incapaz de explicarse, o quizás porque todo esto es una mierda como un piano.
El asunto llega a un extremo que el señor policía "invita" al ciudadano a abandonar el recinto por pesado.
Humillado, decepcionado, cabreado, incrédulo y con bastante cabreo encima, el ciudadano abandona el recinto sin poder obtener la famosa cita previa para poder ponerse al día en la legalidad vigente. Y lo peor es que no sabe lo que hacer para cumplir con las normas.
Para más inri, es advertido de que no podrá utilizar su vehículo ya que no dispone de su carnet acreditativo. Todo dependerá del criterio del agente que hipotéticamente se lo pida. Las multas sí que le llegan puntuales y los impuestos; pero podría ser sancionado por no poseer en mano el dichoso carnet a pesar de ser perfectamente posible constatar la identidad y legalidad de cualquier persona a través de los medios que la policía posee en la actualidad.
Por fin acude a una gestoría y puede acceder a una cita previa, que se le otorga mes y medio después de la denuncia. Evidentemente la agilidad burocrática del Ministerio del Interior es impresionante. Menos mal que no tenía previsto salir de viaje, ni tiene que realizar desplazamientos privados o profesionales, porque según funciona esto está más que condenado a convertirse en un delincuente que incumple la legalidad vigente; lo que no estaría mal ya que pasaría de forma inmediata a “tener prioridad”.
Una vez n la gestoría se le comunica que algunos programas del ineludible internet identifican este tipo de páginas como “conflictivas” y una cosa que se llama “cortafuegos” impide abrirlas. Así que quizás, como el programa suyo no es pirata y ha pagado religiosamente por él, esté tan bien conformado que detecte como página “conflictiva” y “no fiable” a la de la Dirección General de Seguridad. Pero no lo puede asegurar. Pudiera ser también que él es un inútil informático….¿pero hay alguna ley que le obligue a tener internet y esas cosas?
El ciudadano se queda con la boca abierta. Deberá ponerse las pilas y perfeccionar sus conocimientos tecnológicos o puede verse convertido en un ciudadano burocráticamente marginado por no saber cómo funciona la informática.
Pero no termina aquí la historia.
Llegado el día de la “cita previa”, el ciudadano se presenta una hora antes de la que le corresponde para asegurase de que ese día puede finiquitar el trámite. Se sienta y puede leer un cartel que anuncia: “No se garantiza que aquellas personas que acudan sin cita previa puedan ser atendidas” lo que lleva implícito la posibilidad de que podría haber adelantado todo, incluso sin la famosa cita. Intrigado pregunta a otros ciudadanos que también esperan y le dicen que los que asistan sin cita entrarán a última hora….si los funcionarios policiales así lo creen oportuno.
¿Por qué el policía aquél que le expulsó no le explicó esto?....mejor no darle vueltas al asunto.
Llegada su hora nadie le llama, pero observa a dos señoras que entran directamente y desaparecen. Poco después sale un policía con una lista en la mano y pregunta: ¿Ahora quien va?. Pues si él, que tiene reloj y la lista no lo sabe….¿cómo leches pueden ponerse de acuerdo los que esperan?.
Una vez dentro observa que hay 7 puestos para atender al personal, pero solo hay dos funcionarios para atender, más el policía de la lista que se sienta y se pone a estudiar un crucigrama. Una vez que un usuario abandona uno de los puestos, las dos señoras que habían entrado por derecho y estaban a la espera se lanzan a ocupar las sillas. Eso ya es demasiado. El ciudadano se levanta y pregunta a qué hora estaban citadas. “ Es que hemos venido tarde y se nos ha pasado la hora”.
Miren señoras. Tengo cita desde hace casi dos meses. Llevo aquí esperando más de dos horas. Hace una que se ha pasado mi horario sin pode acceder. Así que delante de un servidor no se cuela ni Dios, lo diga quien lo diga y aunque me tengan que llevar detenido a Alcalá Meco.
Podríamos pensar que ya había terminado el calvario….pues todavía quedaban sorpresas.
Solucionado el problema de turnos ante el silencio canalla de los funcionarios allí presentes, se enseña la denuncia a una señorita de paisano pero identificada como agente de policía, y tras comprobar lo que fuese en su ordenador, anuncia al ciudadano que su carnet lo tiene caducado. A estas alturas de la película ya nada altera al interfecto. Saca una fotocopia del antiguo carnet y se lo enseña a la agente: “aquí figura la fecha de caducidad, y según el documento está perfectamente vigente y en regla”…..silencio.
Sin ningún tipo de aclaración la agente continúa su trabajo….hasta que entra otro agente y comienzan a charlar sobre si han cobrado o no la paga extra que les deben y que tendrán que pedir explicaciones a algún organismo de esos que se designan con siglas.
El ciudadano ni se inmuta. Mira fijamente a la agente y espera a que se pongan de acuerdo, su compañero y ella, en cómo acceder a su paga extraordinaria. Todo termina poco después de poner a parir al sistema y a la Dirección . Todo correctamente y de forma aceptable hasta que al ciudadano se le anuncia que son 20’30 euros de vellón por el trámite.
En este punto, el ciudadano está a punto de pasar a engrosar el estatus de “prioritario”. ¡20 euracos por renovar el carnet! Encima de robado y humillado, ahora estafado por el Estado. Incluso en su desesperación llega a pensar que Estado y delincuentes están conchabados para sacar dinero al ciudadano que cumple escrupulosamente con las leyes.
Afortunadamente tiene dinero para pagar los tramites; ya que arriesgándose a que le vuelva a robar alguna de esas “víctimas de la sociedad” que tanto abundan, se ha echado al bolsillo alguna cantidad para pagar el bus ( recuerden que legalmente no puede conducir) .
Por fin, casi dos meses después de ser robado, el ciudadano sale orgullosamente de la comisaría con su nuevo DNI, moderno, electrónico , incluso con un nuevo PIN que memorizar ( ¿qué pasará cuando sea viejo , pierda memoria y se olvide de tanto PIN y tanta leche? ¿ le acusarán de tonto por tener que apuntarlos, o mejor se quedará en casa y a ver si esto revienta?)
Una parte que termina después de casi dos meses de espera. Esta es la primera parte. Ahora viene la segunda con la DGT.
Por todo esto, creo que queda constatado, que aquí….robar y putear, en España, ….lo hacen todos.
PD. Ya se informará oportunamente de la nueva aventura del ciudadano madrileño en la lucha con la democracia burocrática española.
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