Sin duda, la Guardia Civil tiene memoria. No olvida a los suyos. Por eso, cuando los agentes del servicio de Información culminaron las actuaciones, cuando ya sabían que estaban en vísperas de descabezar de nuevo a la serpiente, cuando ya sabían fecha y sitio donde iban a localizar a los que dirigen los restos de la trama terrorista, surgió el habitual debate sobre cómo bautizar la actuación.
Pero sobre la mesa sólo un nombre: Pardines. Desde el Ministerio del Interior se entendía que con esta actuación se acababa «definitivamente» con ETA, con su capacidad 'operativa'. Y por eso, desde las filas de la vanguardia antiterrorista, se optó por dar un homenaje a la que fue la primera víctima de los etarras, el también guardia civil José Pardines Arcay, desde entonces, más de 800 muertos.
José Pardines Arcay era miembro del Cuerpo donde ETA ha puesto mayoritariamente su punto de mira. Apenas contaba con 25 años. Hijo y nieto de guardias civiles.
Aquella tarde del 7 de junio de 1968, a Pardines, que estaba destinado en el destacamento de Tráfico de San Sebastián, le tocó participar, junto a su compañero Félix de Diego Martínez, en un control en la carretera Nacional I, Madrid-Irún, en la entrada de Villabona (Guipúzcoa).
Pardines era un hombre de detalles y algo no le 'sonó' bien en aquel Seat 850 Coupé blanco, con matrícula de Zaragoza 73956. Recordaba los números de la matrícula como los de un vehículo reclamado. Así que decidió ir tras él. Montó en su motocicleta e interceptó el coche sospechoso.
Saludó reglamentariamente a los dos ocupantes y les pidió la documentación. Pardines rodeó el vehículo y se agachó para comprobar que los números de la documentación se correspondían con los del automóvil, los del motor y los del bastidor. Ésa fue su última actuación. Del coche salieron los dos ocupantes. Uno de ellos sacó su pistola y le disparó un tiro en la cabeza a quemarropa.
Javier Etxebarrieta Ortiz, Txabi, e Iñaki Sarasketa fueron interceptados poco después en las inmediaciones de Tolosa, junto a un restaurante, por las patrullas de la Guardia Civil. Txabi, autor de los disparos que acabaron con la vida de Pardines, no estaba dispuesto a entregarse. Sacó de nuevo el arma ya estrenada. La maniobra fue descubierta por los agentes, que forcejearon con el asesino para arrebatarle la pistola. Pero el otro terrorista también sacó la pistola.
Se produjo un tiroteo en el que resultó herido de gravedad Txabi. Fue trasladado al hospital de Tolosa, donde murió.
La historia quiso que aquel primer asesinato de ETA tuviera continuidad. El que fuera compañero de Pardines aquel fatídico día, Félix de Diego, nacido en Fuentezen (Burgos), también murió a manos de ETA años después.
Nunca superó la muerte de su compañero de patrulla. En 1977 sufrió un accidente de moto en el alto de Etxegarate y cayó desde una altura de 60 metros. No murió, pero el accidente le dejó importantes secuelas que provocaron la baja del servicio activo en la Guardia Civil. No abandonó el Cuerpo, pero estaba en la reserva.
La mañana del 31 de enero de 1979, De Diego se encontraba en la terraza del bar Herreria, en Irún, propiedad de la familia de su esposa. Dos etarras entraron en el establecimiento sin mediar palabra y dispararon contra él a quemarropa, en presencia de su mujer. «Era un chivato de la Guardia Civil». Ésa fue la razón que dio ETA para explicar el asesinato.
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