Desde hace ya bastante tiempo no llego a entender la supremacía del gas-oil como combustible en España, cuando en el resto de de casi toda Europa sigue siendo la tradicional gasolina. Quizás el salto cualitativo dado en este tipo de motores, primero con los turbocompresores y posteriormente con la remodelación de la inyección contribuyó en gran medida. Pasaron a ser, de monstruos ruidosos y lentos, a silenciosos y muy rápidos. Si a esto añadimos el precio que el gobierno facilitó a este tipo de combustible podríamos entender el cambio de tendencia en los usuarios.
Pero poco a poco aquellos que optaron por el cambio de motorización fueron descubriendo las pegas y problemas que estos motores encierran. Luego vino la preocupación por las emisiones de partículas perjudiciales para el medio ambiente, y aquí comenzó a complicarse el asunto.
Hoy día la mecánica diesel es una compleja ingeniería basada en la autoeliminación por parte del vehículo de todo aquello que la normativa europea determina y penaliza; con la complejidad y las particularidades mecánicas que ello supone. Hoy día un usuario de estos motores tan cargados de “filtros” y válvulas recicladoras que los utilice básicamente en ciudad o como se dice “sin darlos caña”, comprobará como a medio plazo su vehículo no responde y le costará un ojo de la cara la nueva puesta a punto, y todo ello es debido a ese “filtro rodante” que es un vehículo diesel.
VW es una empresa que milagrosamente su factoría se salvó de la debacle de la guerra europea y pudo continuar con la fabricación de automóviles. Buena factura y aplicación de una ingeniería que ya era puntera y de altísima calidad durante la guerra, y que supo mantenerla posteriormente. Ese plus de “cosa bien hecha” les ha dado fama mundial, y también un sobrecosto económico en sus productos. Pero la irrupción del gigante japonés y la competencia, cada vez más seria, del resto de fabricantes europeos, añadido a la carrera por gastar menos, corriendo más y sin contaminar, les ha llevado a esta trapacería ahora descubierta y propiciada por el avance imparable en la electrónica .
Estoy seguro que no son los únicos. No me cabe la menor duda que otras marcas de vehículos hacen cosas similares; pero ahora les ha tocado a los líderes europeos del “coche del pueblo”.
A ver cómo termina este sainete y quien paga los platos rotos.
PD. Para que nadie piense mal, un servidor es el feliz propietario de un caballo de metal con más de 15 años. Contaminante pero honrado en su comportamiento.
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