
Iniciado por
arevacoss
Uf. Qué bien suena esto de los libros, los alumnos, los recursos, y cuanta porquería puede haber detrás.
No hace mucho tiempo una señora maestra de un importante pueblo abulense me contaba el enésimo problema con el que se había tenido que enfrentar. Se trataba de una acalorada discusión entre ella, tutora de un alumno, y los padres del mismo.
El alumno había sido catalogado como perteneciente a una familia sin recursos, y por ello tenía derecho a comida gratuita y a poder tener los libros y distinto material escolar pagado por el Ministerio de Educación; es decir, por el dinero de todos los contribuyentes.
El problema comenzó cuando tras haber dado el cheque correspondiente para los libros y el material, el muchacho apareció en el colegio sin material y sin libros ( evidentemente también sin el dinero). Para restablecer la normalidad, el colegio le dio los libros y le aprovisionó del material, pero esta vez sin dinero de por medio. No pasó una semana cuando el alumno volvió al colegio otra vez sin libros.
Ya un poco molestos, la dirección acuerda reponer otra vez los libros para que el muchacho pudiera seguir las clases con normalidad, pero esta vez no le permiten que se los lleve a casa. Los libros deben quedar en el colegio.
¡Para qué queremos más! Al día siguiente se presentan los padres exigiendo el cumplimiento de la normativa y montan un cirio de los que hace años saldrían en El Caso. Tan grande es el escándalo que el colegio denuncia a los padres, los padres al colegio, el bedel al director, el director al fontanero, el fontanero al alcalde, la maestra de baja por ansiedad, y así hasta que la GC investiga, y se descubre que los padres, que a pesar de ser catalogados como “sin recursos” se movían en los llamados “vehículos de alta gama” y lucían oro como los guarros la roña, primero emplearon el dinero de los libros para “sus necesidades”, y posteriormente, al no disponer de dinero pero sí de material, lo vendieron y asunto terminado. Se lo daba “el Estao” y como era suyo hacían lo que les daba la gana. Un país libre, que diría el otro.
¡Qué lástima! Aun recuerdo el mimo y cuidado que ponía la abuela al forrar con papel de periódico los libros que debían servir a todos los nietos y el pescozón que me arreo mi padre una vez que descubrió un libro de texto lleno de monigotes dibujados por un servidor de ustedes. Pero entonces no éramos una sociedad progresista.
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